Más aventuras
quiméricas
Por
Leandro Arteaga
Las historietas que la antología Quimera acumula ya son varias,
desmenuzadas en géneros y artistas eclécticos. La edita Rabdomantes, el sello
de César Libardi, y ha conseguido varios logros; entre ellos, ser lugar de
publicación para dibujantes de la ciudad y tener distribución en kioskos,
además de la venta en librerías especializadas.
El reparto de aventuras del reciente número 4 apela
a continuaciones y primeros capítulos. Lo que equivale a la necesidad de
hacerse con los episodios anteriores, que se consiguen y tienen precio
accesible. Eso sí, hay que hacerlo a la manera de la portada que dibuja
Patricio Delpeche: rajarse con las Quimera
bajo el brazo entre explosiones y tentáculos que te agarran.
Entre las 72 páginas, hay dos historias que merecen
relieve. Una de ellas es redonda, de concreción precisa, con una estructura
narrativa que responde a un concepto general definido y a una articulación
gráfica que es simétrica. La escribe Terence Anthony y la dibuja Alejandro
Aragón. Su publicación es también destacable por la inclusión en la revista de
un artista local con trayectoria internacional: Aragón ha transitado páginas de
editoriales como Shadowline, Image, BOOM! y Dark Horse. En Muricide, el cómic en cuestión, destila su habilidad narradora en
puestas en página que vale releer en detalle, con blancos y negros que
confluyen con el estado de ánimo de los personajes y el balance supuesto por un
duelo de western urbano: dos bandas, dos killers,
fábrica de vidrios rotos y un observador sagaz, que quiere registrar lo que
pasa. Pero están las ratas.
La otra historia es Cosmonauta Arisu, de Mauro Bueno, que continúa su deriva de ciencia
ficción y fantasía, ahora con protagónico de la perrita Laika y reminiscencias
que tienen vínculo con Star Wars pero
sobre todo con el Kamandi de Jack
Kirby. Más allá de esto, el trazo de Bueno es ejemplar, cada página está
compuesta de manera distintiva, con acción y detalles que evidencian el
disfrute del dibujante en esta combustión intergenérica. Todo puede pasar en
Arisu, que bien vendrá releer una vez se complete.
En otro orden, hay una perlita que traerá cola. A
ver. Se titula Un asunto de mierda.
La escribe Roberto Barreiro, con dibujos de Ernesto Carrizo. Barreiro fue uno
de los editores -el otro es Lucas Varela- de la legendaria Kapop. ¿Qué es Kapop?
Mejor leer la nota imprescindible que Julián Oubiña le dedica en esta Quimera. Allí, el redactor dice que
espera que un editor redescubra esas historietas admirables, publicadas entre
1998 y 2001. Parece que va a ser posible. La inclusión de esta nota en una
publicación de Rabdomantes no es casual. Ah, Un asunto de mierda tiene gracia
incorrecta y previsibilidad que equivoca. Da gusto, ¡grande Barreiro!
Hay más humor -negro, de western metafísico, con
arañas pistoleras- en Deathwest, de
Ziul Mitomante; y profundidad mayor para la serie NewMan, de Leonel Palermo y Pablo Ayala, en donde las
manipulaciones médico-psiquiátricas tienen los días contados tras el descubrimiento
del personaje protagonista.
Se incluyen también una entrevista a Renzo Podestá,
que permite indagar en el hacer de este autor prolífico, con edición reciente
por Rabdomantes de su legendaria (Bang)kok:
60 maneras de escapar de una ciudad; y un relato literario de Diego
Arandojo, con un toque de terror que hunde al lector en la mitad de la revista,
con un dibujo impagable de Sebastián Cabrol. Un lujo compartido.
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