Muñequitos caídos en el abismo
Anomalisa
(Estados Unidos, 2015)
Dirección: Charlie Kaufman, Duke Johnson. Guión: Charlie Kaufman. Fotografía: Joe Passarelli. Música: Carter Burwell. Montaje: Garret Elkins. Voces: David Thewlis, Jennifer Jason Leigh, Tom Noonan. Duración: 90 minutos.
10 (diez) puntos
Por Leandro Arteaga
Analizar
el cine de stop-motion debe tener como referente, precisamente, el cine de
stop-motion. La animación es una disciplina autónoma, que comparte aspectos con
el cine de acción real, pero por lo demás esencialmente distinta. Entonces,
¿qué es lo que hizo a Charlie Kaufman animar muñecos? Por un lado, se sabe, la
propuesta del animador Duke Johnson; pero por otro, la coherencia con el alma
de una historia de origen teatral, que sabe tener en estos muñequitos de acción
premeditada su respuesta fílmica.
Esta
respuesta rebota con las temáticas que obsesionan a Kaufman, guionista de ¿Quieres ser John Malkovich? y Ladrón de orquídeas; realizador de Sinécdoque, New York y Anomalisa, film nominado al Oscar que
profundiza en la tarea de una de las mentes más brillantes del cine
contemporáneo. Basta con repasar su filmografía, temáticas y estética, para
corroborar lo lejos que Kaufman se sitúa de un presunto golpe de efecto. Kaufman,
a todas luces, tiene mirada de cine; es decir, puesta en escena. Si elige
stop-motion es porque necesita del stop-motion.
Por
eso, mejor reparar en las máscaras de sus personajes en estado de abismo. El
protagonista es un escritor y orador motivacional, en visita a una ciudad donde
dará una conferencia sobre las sonrisas para el consumo. Si bien nodal, la
referencia quedará en segundo plano, ya que Michael (en la voz del gran David
Thewlis) no se caracteriza por ser lo que sus libros dicen, mientras relee la
carta de un viejo amor, fantasmas de otro tiempo le siguen, y conoce a otra
mujer en el hotel, la excepcional Lisa (Jennifer Jason Leigh).
El
alcohol, la noche, su tiempo extrañado, la distorsión entre sueños y
alucinaciones, darán razón a Michael como el títere que en el film es, si bien
atenazado por decisiones sólo suyas. Lo que pasa es que Michael no sabe porqué
las ha tomado. Las vicisitudes le llevan a reencontrarse con ese lugar y
momento críticos, a rever lo hecho, hasta el paroxismo de espejar lo sucedido
con lo que ahora le pasa. Lo que pasa, eso sí, no estará muy claro si se corresponde
con los mundos diurno o sonámbulo.
En
todo caso, Anomalisa –contracción entre anomalía y Lisa, así
como sobrenombre para un estado alterado–
perfila una sensación de doppelgänger, que
hace a Michael desvariar hacia el espíritu del “William Wilson” de Poe. Toda acción, vale atender, estará atravesada por este sesgo, así como
sus personajes: de a dos o desdoblados. ¿Qué es
lo que ocultan las máscaras? Pero también, ¿puede filmarse un sueño? Tal vez, los
protagonistas de un intento semejante sean como estos “muñequitos” de almas
dolidas, que sienten lo que sus soñadores no se atreven a mostrar de otra manera.
Así de
pudorosa es Anomalisa, una película tan perturbadora como lo es el mundo de Kaufman,
realizador de sentimientos encontrados, raramente replicados, con la confianza
puesta en el sueño del cine y en unos muñecos cuyas máscaras esconden una
mirada huidiza, profundamente sensible.
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