jueves, 8 de septiembre de 2011

Road July (2010, Gaspar Gómez)


El cuento del pato
que arregla zapatos


Road July
Argentina, 2010
Guión y Dirección: Gaspar Gómez. Fotografía: Máximo Becci. Música: Maxi Amué. Montaje: Alberto Ponce. Intérpretes: Francisco Carrasco, Federica Cafferata, Verónica Nonni, Laura Morales Rúpulo, Mirta Busnelli, Betiana Blum. Duración: 88 minutos.
Sala: La Comedia,
sábado 10/9 a las 19.



Por Leandro Arteaga

Es tan encantadora Road July que provoca ganas de quedarse a vivir allí un ratito más. Dentro de sus imágenes bucólicas, de alegría y de nostalgia. En ese vínculo, en verdad nunca roto, entre padre e hija. Treinta y tantos años y ella apenas diez. Una madre que ha fallecido unos meses atrás. La hermana cansada de cuidar a la sobrina. El ir y venir de la niña. Y el padre que ni siquiera conoce la voz de quien, le dicen, es su hija.
Todo esto en Mendoza, porque la película es mendocina y está muy bien que sea así. Con imágenes del interior realizadas por su misma gente. Nada de tontería turística ni de paisajes de tarjeta postal. Se trata de contar una historia. Entre un padre y una hija. Con un viejo Citroën como nexo motor, en viaje hacia la finca de la abuela. Pero sólo eso, no vaya a ser que quieran que comience a llevarla a la escuela, le dice el padre indeciso a la cuñada negada.
A partir de allí, entonces y a bordo del auto, la road-movie mendocina. Pero “qué es una road-movie” pregunta July, pero “qué es Art Attack” pregunta el padre. Diálogos sesgados, que dicen y que no dicen, que colman a la película de ganas de no llegar a destino o de, justamente, llegar para que ocurra lo que deba. Si Betiana Blum es la abuela de dinero que tintinea, con hablar y postura afectados, Mirta Busnelli será la de los mates edípicos y el decir coloquial. También cuando se pregunte, mientras prepara una blusa nueva para conocer a una nieta imprevista, si el hijo que ella ha dado a luz ha sido, quién sabe, un ganso.
Ganso o pato, lo cierto es que el cuento que guarda moraleja se deshace en una historia que nada tiene de moralismos y sí mucho de sensibilidad. El viaje como rito iniciático para un padre que no sabe que quiere serlo y para una hija que despierta hacia otra vida. Mamá no me lleva porque se murió. Es así de simple. ¿Para qué ir con cuentos allí donde no hacen falta? Menos aún cuando el desenlace demuestre que los niños suelen ser más inteligentes que las miradas adultas y sus prejuicios.
El Citroën será portador de una historia compartida o por compartirse, carruaje de leyendas olvidadas que ninguna 4x4 sabe cómo recordar. Hay intentos de romper con este hechizo. De poner dinero o automóviles más lustrosos allí donde no se guarda un gato hidráulico. Pero ninguno de estos otros autos tiene techo corredizo. Nada mejor para una niña. Y para el padre que quiere le dejen fumar. Caballero medieval que rescata a la doncella en apuros. Héroe que responde a lo que las leyendas de él han dicho. Si bien bastante frágil, tanto como para ser rescatado, en el minuto último, por la misma damisela que supo estar en apuros. Así de pendular, de afectuosa y de querible, es la propuesta de Road July.
Única es también la posibilidad de verla, dentro de la programación que el Festival Latinoamericano de Video está desarrollando hasta el domingo próximo. La cita será el día sábado a las 19 en el Teatro La Comedia. Gaspar Gómez, su realizador, estará también presente para dialogar con el público.

Reus (2011, Piñero, Fernández, Pi)


Los que provienen de ese mundo


El texto siguiente fue redactado a pedido del periódico del 18º Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales.

Reus
(Brasil-Uruguay / 2011 / 90 '/ Sueko Filmes
Dirección y guión: Eduardo Piñero, Pablo Fernández, Alejandro Pi. Música: Rodrigo Gómez, Sergio Rojas. Producción: Pablo Fernández. Fotografía: Martín Espina. Vestuario: Natalia Duré. Montaje: Sebastián Cerbeñansky. Sonido: Amanda Villavieja. Asistente montaje: Carlos García. Intérpretes: Camilo Parodi, Alberto Acosta, Micaela Gatti, Walter Etchandi, Mauricio Navarro, Flavio González, Nicolás Cabrera, Ignacio Duré, Gastón Davo, Daniel Martínez. Duración: 90 min.




Por Leandro Arteaga


Es lo que el notero televisivo dice: “25 años, de un tiro en la cabeza, consumía pasta base… provenía de ese mundo”. Por un lado, la recreación mediática –sobre todo, televisiva- de los hechos. El costado negado, el suburbio. Un lugar “otro”, ajeno, tan extraño como al registro televisivo y alarmista lo es la sensibilidad y el intelecto.
Por otro lado, la inmersión del trío realizador Piñero-Fernández-Pi dentro de ese mundo. Allí lo mejor. Nada de declamar ni de exponer ideas o panfletos. Sino, como buen relato, asumirse desde el drama, desde la acción. Tiroteos, amistades, traiciones, amores contrariados. Ingredientes que hacen, se sabe, a una buena historia.
Pero la historia es como se la cuenta, como se la narra. Es por eso que Reus se disfruta, porque se concibe como un policial duro, tan duro como para no precisar de identificaciones localistas sino, antes bien, por preocuparse de plasmar personajes verosímiles y acordes con una época signada por amarillismo, violencia económica, corrupción policial, hipocresía de clase media, consumo de drogas, desmembramiento solidario. Nada de corrección política y, consecuentemente, mucho de clima noir.
Reus es la historia (de película) de un barrio montevideano, donde se narra la vuelta al nido del viejo líder luego de cumplir condena. El reencuentro con la familia, los amigos y la banda, dispara retroactivamente hacia asuntos profundos, donde se anudan conflictos más complejos, a partir de los cuales nadie será tan inocente como para no tener que ver algo con lo que está pasando. Y lo que ocurre es malo. Porque hay violencia. Hay poco dinero y se come y se viste con lo que se roba. Hay vecinos enojados y, también algunos, sinceros.
Es que el acuerdo tácito de no robar en el barrio era moneda de antes, de cuando el “Tano” mandaba. Ahora, los comerciantes aquejados buscan más seguridad. Hay agentes privados que cobran y golpean. La policía acepta sobornos y arresta lo que encuentra y le conviene. El barrio, por momentos, parece conocer el borde de un pequeño infierno.
En el medio de todo aparece el asunto mayor, el problema de una sociedad que se resquebraja mientras se ocupa de tapar heridas. Las pátinas cubren otras viejas y es así que, mientras algunos se salvan del declive con un porvenir mejor, otros se hunden todavía más. Ciudadanos con rótulo respetable, otros no lo merecen. La cuna, dice Reus, es la misma, con un montaje paralelo entre el Bar Mitzvah y una golpiza que -Coppola mediante- juegan una suerte de péndulo recíproco.
Hay tanto nervio en la manera de contar que, se presume, ha sido un disfrute realizar un film semejante. Eduardo Piñero, Pablo Fernández, y Alejandro Pi, deben haber pasado muy buenos momentos escribiendo, filmando, dirigiendo. Hay soltura y credibilidad. También mucha cinefilia, se nota que se gusta del cine y de la acción. Las interpretaciones no están impostadas. Nada hay del fatídico “color local”, ése que explica torpemente dónde transcurre la acción. Es por ello que el lugar puede ser Reus porque puede, también, ser cualquier otro.
El asunto es cómo se sale del mundo al que Reus arroja. La experiencia propuesta es seductora, entretiene. Pero todo tiene un precio. La indiferencia no tiene cabida. Se disfruta pero se sufre. Los personajes son creíbles tanto en sus alegrías como tristezas. Lo que queda, al final, es la angustia. Desenlace que reitera el punto ciego desde donde el film iniciara. Con la voz callada de un niño que es, ni más ni menos, un niño.
¿Dónde irá?

Reus: entrevista con Pablo Fernández


El policial invade las calles de Uruguay



Récord de público en su país y estreno del Festival de Video de Rosario, Reus propone la vieja y mejor manera de hacer cine: contar una historia. Público, tiros, premios, y la pronta distribución en Argentina.

Por Leandro Arteaga

Uno de los puntos álgidos del Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales, que continúa su programación hasta el domingo próximo, ya lo constituye la proyección de la película uruguaya Reus. Policías, tiroteos y delitos, abrieron el Festival desde el marco barrial de una Uruguay del margen, allí donde la periferia encuentra su sitio, y cuando el mejor cine de acción sabe suceder. Algo que el mismo público uruguayo supo compartir, convirtiendo a Reus en una de las películas de mayor éxito de su país, con más de cincuenta mil entradas vendidas.
Reus es ópera prima del trío Eduardo Piñero, Pablo Fernández, Alejandro Pi. Guionistas y directores. Apasionados por el cine de género, por su restitución en las pantallas latinoamericanas, más una sensibilidad social que, nada casual, supo encontrar un primer punto de contacto con el realizador Israel Adrián Caetano más la respuesta de un público espectador que, sin ser necesariamente frecuentador de salas de cine, ha pagado su entrada para ver qué es lo que sucedía entre las calles y las veredas de la película Reus, barrio judío de Montevideo.
“Estoy realmente emocionado, el Festival me ha provocado excitación y adrenalina, algo que tiene que ver con la fantasía cumplida de que la gente llegue a ver la película. Reus fue un proyecto ambicioso, riesgoso, por animarnos a meternos con una película de género, oscura, policial; no es cine negro, pero sí es una película de barrio, parecida a las americanas, en donde el sentido de la trama se entreteje entre las familias, como lo que sucede entre la banda del “Tano” y los comerciantes” comenta sin pausa Pablo Fernández, invitado por el Centro Audiovisual Rosario a participar del Festival.
“Acabo de vivir una experiencia genial, con mucha gente, pero si bien vi a un público común a los festivales, también se acercaron a la proyección alrededor de quince chicos de gorrita y capucha, que entraron a ver la película, les gustó, aplaudieron, y nos pidieron un póster. Ése es un público que realmente no es habitué de festivales o de salas de cine comercial. Y creo que ése fue el secreto del éxito de Reus, algo que hace años no se lograba. Veo que lo mismo me acaba de suceder aquí, en Rosario, lo que me deja emocionado; los chicos causaron una impresión llamativa cuando entraron, el público se los quedó mirando…”, dice Fernández y este cronista lo confirma.

-Tres guionistas-directores para una misma película, ¿cómo coordinaron el trabajo?

-El cine es un ejército militar, y si bien yo soy también realizador oficié de productor; cada uno tenía su departamento y su rol de “comandante”, digamos. Yo era el productor ejecutivo, Eduardo (Piñero) -autor de la idea original, él fue quien pasó su infancia en el barrio- fue el director de actores, y Alejandro fue el director de cámara. El casting fue algo que sí hicimos juntos. Pero cada uno tenía su sección, no era libre albedrío. Creo que fue una virtud ya que se trató de un proyecto grande, ambicioso, donde hubo producción de tomas aéreas muy complejas, de travellings, con tres mil personas que trabajaron de extras. Fueron decisiones bastante difíciles a las que enfrentarse, pero al ser tres se pudieron resolver de una manera diferente de lo que significa estar solo.

-Se nota un registro muy creíble desde las actuaciones, lo que lleva a que uno se pregunte si se trata necesariamente de actores y actrices profesionales.

-Intentamos transmitir una realidad que fuera verosímil -palabra que me encanta- porque jugás con un imaginario colectivo impresionante. Fue algo que buscamos mucho desde el casting, con pegatinas en los barrios. Intentamos hacer un trabajo al que me gusta llamar “empatar”, y que consistió en hacer participar a actores profesionales, que llevan muchos años de teatro, con chicos que no lo eran, a quienes nunca se les había pasado por la cabeza participar en una película. Fue un ejercicio, por un lado, para los actores, para que entendieran la verosimilitud del barrio, para que gesticularan y hablaran con ese lenguaje; por otro lado, el actor profesional se encargaba de explicar a quienes no lo eran en qué consistían los ejercicios de ensayo donde, por ejemplo, tenían que jugar con un globo, algo que después quizás se transformaba en piñas que había que dar en la película. Las escenas de combate, en ese sentido, fueron todo un problema, había que explicar que se trataba de un juego, donde uno pegaba y el otro se dejaba pegar. Ésos son los ejemplos a los que les llamo “empatar”.

-Israel Caetano participó de Reus a la manera de un “ángel de la guarda”.

-Él fue quien nos permitió una repercusión muy importante, porque estamos hablando de dinero, y en este juego todos sabemos que el cine es una máquina de dinero. Nosotros nos presentamos a un Fondo de Guión Cinematográfico organizado por los canales privados en Montevideo. Ellos eligieron como jurado de ese Fondo a Adrián Caetano, y él nos otorgó el primer premio, destacando la ambición y el riesgo del proyecto. Esto fue en el año 2007, constituyó un primer envión y cien mil dólares. Caetano nos dijo: “chicos, este guión me hizo acordar a Pizza, birra, faso”. Me acuerdo de que cuando me enteré que en el jurado estaba Caetano le dije a mi socio: “si no ganamos en éste no ganamos más”, porque también la veníamos remando desde hacía mucho. Hoy día tenemos una relación increíble con Caetano, está encantado con nosotros.

-A pesar de los quebraderos de cabeza que les debe haber significado el rodaje –quizás por la misma dinámica del relato- se nota que han disfrutado de la realización.

-Le decía a Eduardo que el secreto ya estaba en el rodaje. Fueron siete semanas, agotadoras, pero terminábamos el día y sabíamos que había una magia presente, que estaba saliendo lindo. Me hacía pensar que no podíamos perder.

-¿Cómo se entendieron con el montaje?

-Tuvimos ocho meses de montaje, pero estuvimos todos muy alineados con Eduardo, que era el director de actores. Decidimos priorizar las tomas en función del buen acting antes que por buena cámara, porque la raíz del proyecto era que fuera verosímil. Los tres teníamos muy claro que teníamos que encontrar eso en la película. Fue toda una discusión, pero me parece que fuimos por buen camino.

-¿Hay en el grupo proyectos a futuro?

-Por ahora –como me gusta decir- mejor hacer “foco”. Estoy con la distribución de Reus y vamos a seguir en ello. Recién comenzamos con la gira de festivales. Eso sí, vamos a seguir con el cine de género, con la intención de llegar al público, sea con mis dos socios o solo. Y en cuanto a un género a abordar, preferiría el terror. A (John) Carpenter lo amo, ¡qué genio! Soy cinéfilo de toda la vida y En la boca del miedo la vi ¡quince veces! Me cuesta en el ambiente, sobre todo desde la producción, donde me hablan de dinero, de fondos y qué sé yo, poder hablar de cine, algo que me encanta. Creo que hay toda una movida en la región que me parece muy interesante. Con Caetano hablé ayer y está incursionando en el cine de género de vuelta, “me dejé de boludeces, volví al cine de género” me decía. Creo que se viene algo. El cine de terror y el policial tienen sus referentes en el marco del Río de la Plata.

-¿Vamos a tener estreno comercial de Reus en Argentina?

-Te doy la primicia, acabo de cerrar con un distribuidor de Argentina, Juan Crespo, de 3C Films Group. Él pagó la entrada en Montevideo, la fue a ver, le encantó, se vino a Rosario y ya cerramos. Vamos a arrancar por Buenos Aires, buscando salas alternativas.

En Rosario/12 (05/09/2011)

domingo, 4 de septiembre de 2011

Planet of the Apes: un repaso


Los simios vienen (y siguen) marchando


La reciente precuela o puesta al día de Rise of the Planet of the Apes (gran puesta al día, a no perderla de vista) es excusa suficiente para un recorrido entre los títulos de una de las mejores series de ciencia ficción cinematográfica.

por Leandro Arteaga

La historia de un planeta en el que los seres humanos sirven de fuerza esclava a simios inteligentes tuvo éxito, secuelas, y una fuente literaria. La planete des singes (1963), de Pierre Boulle -mismo autor de El puente sobre el río Kwai-, se concreta como versión cinematográfica en 1968 de la mano del productor Arthur P. Jacobs y del director Franklin Schaffner. Este último fue sugerido por el mismo actor, Charlton Heston. A Heston le atrajo un guión que a nadie interesaba y que, debido a sus particularidades, se entendía más como posible comedia que como drama. Sin embargo, y mediando el interés de Heston, Richard Zanuck -director de la 20th Century Fox- financió el proyecto.
El planeta de los simios (The Planet of the Apes) propone una sociedad dividida en castas que, merced a su origen primate, permite entender características: los orangutanes son la clase gobernante y sacerdotal; los chimpancés integran una suerte de clase intermedia, de posibilidades intelectuales y científicas; en tanto que los gorilas constituyen la fuerza bruta, sin capacidad de diálogo. Allí arriba Taylor (Heston), un astronauta que, perdido en el tiempo y en el espacio, se confronta con una sociedad simia de raíces primitivas (1), en un planeta desconocido, y con seres humanos desprovistos de la capacidad del habla. Su empeño por descubrirse ante los otros como ser pensante lo lleva a una búsqueda que se revelará de manera traumática. A lo largo de su periplo, el astronauta es perseguido, torturado y enjuiciado: los gorilas le pegan, los orangutanes lo desprecian, los chimpancés lo utilizan para experimentos. Taylor encarna dos papeles simultáneos: por un lado es el hombre blanco -norteamericano y soldado- ante el que se expresa el rechazo de los antes reprimidos; por otro lado es también poseedor de un saber que debe ser suprimido. Este doble hallazgo encuentra, en las figuras de sus guionistas, ciertas claves.
El primero de ellos, Rod Serling, fue el responsable de una de las series televisivas más increíbles de todos los tiempos: La dimensión desconocida; su guión fue luego reelaborado por Michael Wilson, guionista que supo integrar la "lista negra" de Hollywood (2). En virtud de ello, no es difícil encontrar conexiones con el juicio al que Taylor es sometido y en el cual, ideado como gracia entre Heston y Schaffner, los tres orangutanes que lo interrogan adoptan la postura del "see no evil, hear no evil, say no evil".
Si bien Zanuck se dedicó a desmerecer el contenido político del film, el equipo de trabajo sabía que estaba rodando una película política "a escondidas" (3). La hoy clásica imagen de la Estatua de la Libertad destruida se enmarcaba en un contexto donde el conflicto en Vietnam y los asesinatos de figuras como JFK o Martín Luther King, acompañaron un decaimiento general de las supuestas virtudes del american way. Taylor culmina su búsqueda de igual manera que la gran estatua: derruido, sin uniforme, y llorando ante la mirada desconcertada de Nova (¡su hembra!) (4).
El planeta de los simios es también expresión del auge particular que la ciencia-ficción tuvo en el cine hacia finales de los '60. Género apropiado para el análisis, la metáfora y también la diversión, la ciencia-ficción fue el género elegido por films como Alphaville (1965, Jean-Luc Godard), Fahrenheit 451 (1966, F. Truffaut), 2001: Odisea del espacio (1968, S. Kubrick), y THX 1138 (1971, G. Lucas).
El éxito de los monos provocó secuelas. El argumento de cada una de ellas lo dejamos a la curiosidad del espectador, sólo comentaremos algunos aspectos:
-Debajo del planeta de los simios (Beneath the Planet of the Apes, 1970, Ted Post) contó con un primer borrador protagonizado por un niño mitad simio, mitad humano; el argumento se descartó merced a la disposición del estudio de oponerse a “la relación entre distintas especies”.
-Escape del planeta de los simios (Escape from the Planet of the Apes, 1971, Don Taylor) se apega mucho más a la novela de Boulle, aunque de manera inversa: los chimpancés Zira (Kim Hunter) y Cornelius (Rody McDowall) viajan al pasado, conviven con los seres humanos y tienen un hijo.
-Conquista del planeta de los simios (Conquest of the Planet of the Apes, 1972, John Lee Thompson) tuvo problemas de censura. Ante el alarmante discurso final que tiene César (hijo de Zira y Cornelius) proclamando la victoria y rebelión final ante los humanos, la productora intervino y modificó sus partes más comprometedoras: lo que antes era rebelión la FOX lo transformó en “pacificación”. Aún así, sigue siendo la película más violenta de la serie.
-Batalla por el planeta de los simios (Battle for the Planet of the Apes, 1973, J. L. Thompson) tuvo un primer borrador que fue rechazado; en éste se contaba cómo César peleaba contra humanos rebeldes que poseen una bomba atómica, para luego ser asesinado por un general simio. La condición para el nuevo guión y film fue la siguiente: “ciencia-ficción para chicos”. Esta es, claro está, la más floja de la serie.
Existe también una serie de TV que se emitió en 1974 y una serie de animación de 1975, además de los cómics publicados por numerosas editoriales, entre las cuales destacan Gold Key y Marvel.
El film de Tim Burton, de 2001, quizá no sea el mejor título del realizador, si bien supo cómo actualizar miedos sociales y raciales. El beso entre simio y humano es de una gran sensibilidad, así como la provocación que supone ver a Lincoln convertido en chimpancé. Por otro lado, la película de Burton es el gusto cinéfilo (de un artista para el espectador) por ver cómo todavía puede recrearse, en estudio y con maquillaje, un planeta entero.


Notas:

(1) A raíz del escaso presupuesto, la sociedad simia tecnificada que Boulle ideó en su novela fue transformada por Schaffner en su opuesto, lo que constituyó un verdadero hallazgo creativo.

(2) La “lista negra” se originó en los interrogatorios y persecuciones ideológicas que incentivó el senador Joseph McCarthy en la década del ’50 ante la supuesta “amenaza comunista”. La industria del cine fue uno de los blancos preferidos de la así llamada “caza de brujas”.
(3) En el film documental Behind the Planet of the Apes (1998), Zanuck, entre otras cosas, aduce que la Estatua de la Libertad en ruinas no fue nada más que un golpe de efecto para el entretenimiento del público. El resto de la gente entrevistada opina, por supuesto, todo lo contrario.
(4) Por cuestiones “morales”, se filmó y se eliminó una escena que revelaba el embarazo de Nova.

The Killer Inside Me (2010, Michael Winterbottom)


Tan oscura como demente

El diablo bajo la piel
(The Killer Inside Me)
EE.UU./Suecia/Inglaterra/Canadá, 2010. Dirección: Michael Winterbottom. Guión: John Curran, a partir de la novela de Jim Thompson. Fotografía: Marcel Zyskind. Música: Joel Cadbury, Melissa Parmenter. Montaje: Mags Arnold. Intérpretes: Casey Affleck, Kate Hudson, Jessica Alba, Ned Beatty, Elias Koteas, Tom Bower, Bill Pullman. Duración: 109 minutos. Sólo disponible en DVD

Por Leandro Artea
ga

Michael Winterbottom sigue filmando y parece no parar. Tan ecléctico como para ser capaz de recrear la música y ambiente de Manchester –24 Hour Party People así como de lograr una de las denuncias más contundentes sobre la guerra –The Road to Guantanamo. Otro film terminado –The Trip, su versión televisiva, y tres títulos más en etapa de postproducción.
Antes de todo eso, apenas un año atrás y simultáneamente, filma la extraordinaria novela maldita de Jim ThompsonThe Killer Inside Me-, cuyas dosis de violencia la han vuelto uno de los ítems de mayor revuelo dentro de la obra del escritor. Allí apuntó el cineasta inglés, al meollo de la tormenta hardboiled y psicópata que significa la literatura thompsoniana.
Advertir entonces, si es que se desconoce de qué va el asunto, que Lou Ford es un desalmado hijo de perra, de rostro fiable, agente de policía. Gusta de golpear salvajemente a las mujeres porque así se lo ha enseñado la vida desde pequeño. Ambiente violento, familia desquiciada, perversiones sexuales. Él como expresión consecuente.
Si el libro vuelve explícito lo dicho previamente, pensar a su vez que el film de Winterbottom respeta la letra original, tanto espiritual como gráficamente. Ni qué decir que la depositaria de la golpiza mayor será la bella, la delicada, Jessica Alba, prostituta desolada y enamorada del atractivo susurro de voz de Ford. Paréntesis obligado.
(La interpretación de Casey Affleck es notable. Algo que no sorprende. Y que encuentra continuidad con otros roles, de la mano de realizadores como Gus Van Sant –Gerry, Andrew Dominick El Asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, o su hermano Ben Affleck Desapareció una noche.)
Qué porquería suelen ser los pueblitos norteamericanos en la mejor literatura negra. Argumento central del mejor Thompson. Allí elige bañarse el bueno de Winterbottom, en el seno de la mugre mayor. Y lo hace desde la evocación del mejor cine noir, al sucumbir al encanto de abismo de un hombre al filo de sí mismo, desequilibrado pero sin parecerlo, con algunas de las escenas más terribles que ofreciera el cine último.
No equivale esto a regodeo en la violencia. Sino que el desagrado es lo que prima. La de El diablo bajo la piel es una violencia que suscita rechazo. La cuestión es aceptarla. Porque existe. Superado el problema o a propósito de ello –si es que puede decirse algo semejante- es que el film se disfruta plenamente.
Es incorrecto, es demente. Es noir. Tan negro como la misma sensibilidad que Bertrand Tavernier supiera tener con Thompson en Más allá de la justicia (1981), gran versión de la incomparable 1280 almas.