jueves, 8 de septiembre de 2011

Reus (2011, Piñero, Fernández, Pi)


Los que provienen de ese mundo


El texto siguiente fue redactado a pedido del periódico del 18º Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales.

Reus
(Brasil-Uruguay / 2011 / 90 '/ Sueko Filmes
Dirección y guión: Eduardo Piñero, Pablo Fernández, Alejandro Pi. Música: Rodrigo Gómez, Sergio Rojas. Producción: Pablo Fernández. Fotografía: Martín Espina. Vestuario: Natalia Duré. Montaje: Sebastián Cerbeñansky. Sonido: Amanda Villavieja. Asistente montaje: Carlos García. Intérpretes: Camilo Parodi, Alberto Acosta, Micaela Gatti, Walter Etchandi, Mauricio Navarro, Flavio González, Nicolás Cabrera, Ignacio Duré, Gastón Davo, Daniel Martínez. Duración: 90 min.




Por Leandro Arteaga


Es lo que el notero televisivo dice: “25 años, de un tiro en la cabeza, consumía pasta base… provenía de ese mundo”. Por un lado, la recreación mediática –sobre todo, televisiva- de los hechos. El costado negado, el suburbio. Un lugar “otro”, ajeno, tan extraño como al registro televisivo y alarmista lo es la sensibilidad y el intelecto.
Por otro lado, la inmersión del trío realizador Piñero-Fernández-Pi dentro de ese mundo. Allí lo mejor. Nada de declamar ni de exponer ideas o panfletos. Sino, como buen relato, asumirse desde el drama, desde la acción. Tiroteos, amistades, traiciones, amores contrariados. Ingredientes que hacen, se sabe, a una buena historia.
Pero la historia es como se la cuenta, como se la narra. Es por eso que Reus se disfruta, porque se concibe como un policial duro, tan duro como para no precisar de identificaciones localistas sino, antes bien, por preocuparse de plasmar personajes verosímiles y acordes con una época signada por amarillismo, violencia económica, corrupción policial, hipocresía de clase media, consumo de drogas, desmembramiento solidario. Nada de corrección política y, consecuentemente, mucho de clima noir.
Reus es la historia (de película) de un barrio montevideano, donde se narra la vuelta al nido del viejo líder luego de cumplir condena. El reencuentro con la familia, los amigos y la banda, dispara retroactivamente hacia asuntos profundos, donde se anudan conflictos más complejos, a partir de los cuales nadie será tan inocente como para no tener que ver algo con lo que está pasando. Y lo que ocurre es malo. Porque hay violencia. Hay poco dinero y se come y se viste con lo que se roba. Hay vecinos enojados y, también algunos, sinceros.
Es que el acuerdo tácito de no robar en el barrio era moneda de antes, de cuando el “Tano” mandaba. Ahora, los comerciantes aquejados buscan más seguridad. Hay agentes privados que cobran y golpean. La policía acepta sobornos y arresta lo que encuentra y le conviene. El barrio, por momentos, parece conocer el borde de un pequeño infierno.
En el medio de todo aparece el asunto mayor, el problema de una sociedad que se resquebraja mientras se ocupa de tapar heridas. Las pátinas cubren otras viejas y es así que, mientras algunos se salvan del declive con un porvenir mejor, otros se hunden todavía más. Ciudadanos con rótulo respetable, otros no lo merecen. La cuna, dice Reus, es la misma, con un montaje paralelo entre el Bar Mitzvah y una golpiza que -Coppola mediante- juegan una suerte de péndulo recíproco.
Hay tanto nervio en la manera de contar que, se presume, ha sido un disfrute realizar un film semejante. Eduardo Piñero, Pablo Fernández, y Alejandro Pi, deben haber pasado muy buenos momentos escribiendo, filmando, dirigiendo. Hay soltura y credibilidad. También mucha cinefilia, se nota que se gusta del cine y de la acción. Las interpretaciones no están impostadas. Nada hay del fatídico “color local”, ése que explica torpemente dónde transcurre la acción. Es por ello que el lugar puede ser Reus porque puede, también, ser cualquier otro.
El asunto es cómo se sale del mundo al que Reus arroja. La experiencia propuesta es seductora, entretiene. Pero todo tiene un precio. La indiferencia no tiene cabida. Se disfruta pero se sufre. Los personajes son creíbles tanto en sus alegrías como tristezas. Lo que queda, al final, es la angustia. Desenlace que reitera el punto ciego desde donde el film iniciara. Con la voz callada de un niño que es, ni más ni menos, un niño.
¿Dónde irá?

No hay comentarios: