lunes, 30 de diciembre de 2013

Ritual sangriento (2013, Jim Mickle)


Ese ánimo carnívoro y familiar


Por Leandro Arteaga

La satisfacción mayor de Ritual sangriento es la de asistir a un clima enrarecido, de crescendo sostenido, creíble, como si estuviese sucediendo cercanamente. Durante la construcción de esta armonía fúnebre, de familia puertas adentro, es cuando mejor se disfruta de esta película, otra más dentro de la práctica acostumbrada de las remakes; en este caso, a partir de la mexicana Somos lo que hay (2010), de Jorge Michel Grau.
El asunto viene dado desde un asedio ancestral, de mandato familiar contenido en un diario oculto, tanto como los “monstruos” que el más pequeño cree entrever en el sótano. La madre –maldita, porque habrá de repetir lo ya sucedido- muere para que la historia sea. Para que el padre delegue la guía dolorosa en la hija mayor. Penar, abstinencia, estallidos de violencia, obediencia a Jesús. Otra hija, la del medio y más perspicaz, completa el grupo de sangre.
¿Y qué es lo que les acongoja, lo que les impele a profundizar un ánimo caído? Lo que ya hubieron de hacer quienes le precedieron: comer para sobrevivir. Sacrificar, para ello y como acto de rigor, otras personas.
De tal manera, Ritual sangriento –título engañoso, que oculta al mejor We Are What We Are, traducción literal del original mexicano- es mirada desangelada sobre una familia roída, que se carcome para perpetuarse: así es como debe ser, se dice el padre, porque somos como somos. Adoptar esta misión en quienes siguen supone el desafío mayor, mucho más que los secuestros y muertes y cenas condimentadas.
En esta transición de valores, de unidad familiar, es cuando la película oscila entre el clima en el que se hunde –lo mejor- y unos pocos momentos bizarros. Cuando éstos aparecen, hay algo que no termina de funcionar, como si fuesen golpes innecesarios, casi ajenos al alma que recorre el film. De todos modos, ofician como notas de color, que salpimentan con algo de espíritu gore, que grafican lo que está dando vueltas. Una especie de compensación entre lo sonámbulo y la necesidad de vísceras sangrientas.
Del grupo familiar, la que mejor expresa lo traumático del asunto es Rose, la hija del medio, interpretada bellamente por Julia Garner: palidez extrema, ojos de noche, miradas de incesto, cuidado maternal incipiente. En ella se cifra el desafío; allí es donde lo que se hace no es lo que parece. Porque en ella surge, como en nadie más, la convicción de seguir y de conservar, como sea, el núcleo bendito familiar. Es ella la guardiana, aún cuando pueda suponerse lo contrario.
Julia Garner: actriz precoz, de quien no extraña sea uno de los rostros a disfrutar en la inminente secuela de Sin City, de Robert Rodríguez.

Ritual sangriento
(We Are What We Are)
EE.UU., 2013. Dirección: Jim Mickle. Guión: Nick Damici, Jim Mickle, basado en el film de Jorge Michel Grau. Fotografía: Ryan Samul. Música: Philip Mossman, Darren Morris, Jeff Grace. Montaje: Jim Mickle. Reparto: Bill Sage, Julia Garner, Kassie DePaiva, Ambyr Childers, Michael Parks, Kelly McGillis, Wyatt Russell. Duración: 105 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
7 (siete) puntos

lunes, 23 de diciembre de 2013

Tierra prometida (2012, Gus Van Sant)


Film de buenas intenciones


Por Leandro Arteaga

 Gus Van Sant ha oscilado entre lo mejor y lo peor. En cuanto a lo primero: su etapa inicial –con Drogas, amor y muerte (1989) como emblema- así como el recupero de sus planteos (estéticos, temáticos) a partir de Gerry (2002): inicio de la trilogía que completaría con Elephant (2003) y Last Days (2005). Lo peor: el hiato provocado por otra tríada: En busca del destino (1997), Psicosis (1998), y la inexplicable Descubriendo a Forrester (2000).
Ahora bien, vuelto a sus fuentes, Van Sant es siempre atendible, su cine es mucho más que la mera referencia al cosmos adolescente; es, antes bien, una manera de mirar el mundo, de desafiarlo, de filmarlo. Consecuentemente, como buen ejemplo, pensar en Milk (2008). Entre lo bueno que de él se espera, y el traspié –conciente- de la trilogía comercialoide referida, aparece entonces Tierra prometida.
De estreno directo en DVD, así como la anterior Cuando el amor es para siempre, en su último film el cineasta aborda la disputa que una compañía de gas lleva adelante con el fin de adquirir las tierras de un pequeño pueblo ganadero. La acción se enhebra a partir de su más prometedor vendedor (Matt Damon), afecto a su trabajo, sabedor de cómo vestir y hablar para así conquistar las simpatías pueblerinas.
El planteo es suficiente como para ser síntesis de ésta y tantas otras películas. Donde habrán de sumarse cuestiones más o menos complejas, previsibles: el flirteo con una maestra del lugar, diálogos algo sentimentaloides, la referencia al pasado y su melancolía, la aparición decisiva de un ecologista.
Una vez alcanzado el punto cúlmine, lo que en todo caso interesa desde la construcción fílmica es la incorporación del espectador, con el conocido rostro de Damon como alianza icónica, ya que es en él donde habrá de jugarse la carta decisiva. En este sentido, no puede atribuirse falta de ritmo o sabiduría narrativa sin tino a un realizador como Van Sant.
De todos modos, Tierra prometida se transforma en un film de buenas intenciones, casi aleccionador. Hay momentos decididamente didácticos, donde el espectador es vuelto un escolar, con maestro ciruela incluido. Desde luego, no se trata de temas menores ni tampoco el film elude la manipulación comercial que las corporaciones practican, aspectos subrayados así como ejemplarizados en el rol de la notable Frances McDormand: “It’s just a job”/”Es sólo un trabajo” es lo que elige reiterar a su compañero de faena empresarial.
El título de la película es también resumen del alma que destila. Con toda la arenga mitológica que Estados Unidos supo hacer para sí gracias al cine, en virtud aquí de las buenas causas. Políticamente correcta, pero sin la mirada de un director que, cuando así lo prefiere, sabe cómo ser corrosivo.

Tierra prometida
(Promised Land)
EE.UU./Emiratos Árabes Unidos, 2012. Dirección: Gus Van Sant. Guión: Dave Eggers, John Krasinski, Matt Damon. Fotografía: Linus Sandgren. Música: Danny Elfman. Montaje: Billy Rich. Intépretes: Matt Damon, Frances McDormand, John Krasinski, Rosemarie Hewitt, Hal Holbrook, Lucas Black, Titus Welliver. Duración: 106 minutos.
6 (seis) puntos
Sólo disponible en DVD

martes, 17 de diciembre de 2013

Democracia en Construcción (2013/14, Santiago King/Señal Santa Fe)


Otras maneras de mirar la democracia


La nueva producción de Señal Santa Fe propone un entramado de ficción y documental, con el eje puesto en los treinta años de democracia. La realización de sus capítulos, y la mirada de su director.

Por Leandro Arteaga

Saber que en la ciudad se está filmando, que hay despiole de cables, llamados de producción, emplazamientos de cámara que resolver, tiempos que cumplir (apenas algunos de los muchos aspectos a atender), es noticia bienvenida, feliz, para el quehacer audiovisual.
DeC: Democracia en Construcción es el título del nuevo envío que produce el Ministerio de Innovación y Cultura, a través de Señal Santa Fe, y por estos días se encuentra en su etapa final de rodaje. Cuatro capítulos de media hora, cada uno con un abordaje dramático peculiar, pero todos desde el eje que significan los treinta años de democracia. La apuesta mayor -que fascina a su director, Santiago King- es la articulación entre el registro documental y la ficción. Un desafío que también señala a DeC como la primera producción de Señal Santa Fe provista de un fuerte contenido ficcional.
“Este proyecto es para mí una apuesta, es arriesgado”, comenta King a Rosario/12. “La premisa fue la de hacer algo distinto, que funcione, que abarcara a un público más joven. De alguna manera nos corrimos del relato histórico y a la vez, por medio de la ficción, le damos pie para que entre. En este sentido, es un programa conceptual sobre la democracia, lo que nos permite plantear ficciones que metaforicen sobre lo que se va a decir, o que desde sus personajes se pueda alegorizar sobre algo un poco más grande, como lo son los conflictos históricos o políticos.”
El primero de los capítulos tiene por protagonista a Luca, un adolescente tironeado entre la decisión familiar de vivir en el exterior, el abandono de sus afectos, y las elecciones de delegado en su colegio. Lo interpreta Julián Mautino, cuyas reflexiones hacen aparecer cuestiones que le trascienden e implican. Julián tiene 16 años -“¡Voté!”, dice con orgullo-, había trabajado con King en Diversos Universos (Señal Santa Fe), ama el teatro, quizás estudie Comunicación Social. “Me gustó el hecho de que el capítulo sea sobre la participación y que se pudiera relacionar con nuestra edad, con cosas que en mi colegio también vivo; yo, por ejemplo, salí delegado de mi curso, así que más o menos sé del tema. Por suerte, es un grupo recopado. Me pidieron que contacte extras y varios son amigos míos, estamos muy contentos, se trabaja tranquilo, y si bien hay quienes hace mucho tiempo que están en esto, se presta mucha atención a los que recién arrancan.”
“Son historias individuales, que tienen un conflicto que se relaciona con el eje histórico-político del capítulo” explica King. “En el caso del de Julián, se trabaja la participación, y por eso está la votación en la escuela, pero a la vez los personajes sufren un conflicto personal, particular, que en este caso tiene que ver con un viaje a Japón. Al armar estas ficciones pensamos en que fueran historias actuales, que permitiesen poder hablar de la Historia. Por ejemplo, hay una crisis familiar que origina una discusión y permite al entrevistado hablar sobre la crisis del ’89; o mientras el personaje está navegando en Internet, con Facebook o Youtube, aparece la posibilidad de dar cuenta de la farandulización de la política a partir de los ’90. Las historias van dando pie a lo propiamente histórico, al contenido, sin dejar de funcionar como lo que son, ficciones: los sentimientos de Luca, su mudanza, dejar a sus amigos, a la chica que le gusta, ir a un lugar donde no conoce el idioma. Es lo mismo con los cuatro capítulos: donde se produce la toma de una fábrica, hablamos de las fábricas recuperadas; en el momento en que le entregan un diario al protagonista, el mismo diario nos permite cortar a un entrevistado con archivo de diarios; es decir, siempre hay un aspecto que permite involucrar al documental.”
Desde la premisa expuesta, los demás capítulos tejerán referencias hacia aspectos complejos, sustanciales, de cara a la vida democrática, tales como los derechos civiles, políticos y sociales, la igualdad y el acceso a los bienes materiales y simbólicos, y las identidades múltiples que en el país coexisten.

-El escenario audiovisual se ha movilizado. Sos joven y ya tenés un recorrido. ¿Qué lectura te merece?
 
-Creo que en materia de derecho hemos avanzado muchísimo, claramente en lo que respecta a nuestro trabajo, con la ley de medios. Se le está dando mucha importancia a la cultura, a entender al cine como un trabajo, donde hay un montón de gente que vive de esto. El cambio cultural lo permite. La apertura de Canal Encuentro demostró que hay una televisión de contenido que se puede hacer y que es muy importante. De todos modos, no vivimos en un país federal, a nosotros nos sigue costando todo mucho más, pero así y todo logramos que se abran más las puertas, en este caso con Señal Santa Fe, que permite la producción de contenidos televisivos culturales, de alta calidad.
La tarea creativa de Santiago King se complementa con el guión, donde también figuran los nombres de Sofía Aldasoro, Vanina Cánepa y Edgardo Pérez Castillo (los tres, a su vez, productores). Entre los intérpretes, el envío contará con la participación, entre otros, de Melisa Patriarca, Tito Gómez, María Zulema Amadei, Miguel Franchi, Mumo Oviedo, Ayelén Prado, Raúl Santángelo y Elena Guillén.

El Hobbit: La desolación de Smaug (2013, Peter Jackson)


Más y menos de lo mismo


Por Leandro Arteaga

La cosa viene de capa caída. O, a decir verdad, demasiado fue lo que se infló a El Señor de los Anillos. Lo que se lamenta es el lugar pantanoso desde el cual su director, Peter Jackson, decide seguir el juego. El de hacer cine.
Pantano que mezcla hordas de fans que saben desde lo más excelso hasta lo más nimio de todo lo que haya sido tocado por la varita de Tolkien. Más la presión de quienes financian. El abandono del barco por parte de Guillermo del Toro (quien habría dado algo de oxigenación al mamotreto). La exageración de tres films. Y la persistencia en la duración exorbitante.
El carácter de “precuela” de este Hobbit no es más que anecdótico. Porque en verdad se trata de una remake, con todas las características de su predecesora, tanto a nivel producción como dramático: siempre y cuando se atienda como válido un devenir narrativo que suma situaciones como niveles que trascender, a la manera de un video-game.
Desde este entender, serían tres los momentos álgidos de esta segunda entrega: el combate con las arañas, el escape dentro de los barriles flotantes (lo mejor), el duelo con Smaug, el dragón. Al menos, como guiño superficial hacia un cine que alguna vez Jackson supo reverenciar mejor, los cinéfilos atentos encontrarán ecos de El increíble hombre menguante (1957) entre tantas arañas. Si bien ateridos de travellings interminables, de ánimo legendario asumido, ya vistos y revistos en cualquiera de las otras entregas.
Hay momentos que son aburridísimos. Explicativos y tendientes a hacer profusa la sapiencia verbal, con códigos que sólo los aficionados en serio pueden descifrar: quién dominó dónde, qué pasó con tal o cual rey, quién quiere más a quién, de dónde es la leyenda no sé cuál, etc. Lo que no hace más que volver a El Hobbit una película obvia, que sabe muy bien quién es su espectador modelo, y al que ya ni siquiera interroga o sorprende. Porque este Hobbit es más de lo mismo. Pero todavía peor, porque su rango jerárquico debiera estar por debajo de toda la serie, ni qué decir respecto de la filmografía del alguna vez mejor Peter Jackson (su cúspide: compartida entre Braindead y Criaturas celestiales).
Se podría argüir que con presupuestos millonarios, temáticas que son marcas registradas, un realizador tal no podría distinguir una mirada autoral (porque Jackson, alguna vez, la tuvo). Basta pensar en Sam Raimi o Del Toro para contradecir. También en Tim Burton. Tal vez el último intento de hacer algo alternativo, que regresara a Jackson a sus fuentes, sea Desde mi cielo. Mejor fue King Kong, a pesar de que se la desmerece y sigue hablando de esta interminable serie de anillos en donde, dado el caso, la única en sobresalir es Evangeline Lilly (Tauriel), incorporada como contrapunto de Legolas (Orlando Bloom), si bien para vender un muñequito más.

El Hobbit: La desolación de Smaug
(The Hobbit: The Desolation of Smaug)
EE.UU/Nueva Zelanda, 2013. Dirección: Peter Jackson. Guión: Fran Walsh, Philippa Boyens, Peter Jackson, Guillermo del Toro, basado en la novela de J.R.R. Tolkien. Fotografía: Andrew Lesnie. Música: Howard Shore. Montaje: Jabez Olssen. Reparto: Ian McKellen, Martin Freeman, Richard Armitage, Orlando Bloom, James Nesbitt, Evangeline Lilly, Luke Evans, Stephen Fry. Duración: 161 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
5 (cinco) puntos

viernes, 13 de diciembre de 2013

Este es el fin (2013, Evan Goldberg, Seth Rogen)


Ricos y famosos

 
Por Leandro Arteaga

Michael Cera haciendo de Michael Cera es doblemente divertido. Seth Rogen recibiendo a Jay Baruchel con su nombre escrito con porros, adorable. Jonah Hill bobaliconeando, también. Craig Robinson dando grititos aterrados, es un placer. Y James Franco haciendo de sí mismo –esto es: ególatra- logra que se le quiera. En fin, que de lo que se trata es de una reunión de amigos, o de adolescentes tarados y tardíos.
En primera instancia, habría algo de irresponsabilidad o facilismo si se entiende tal propuesta de manera rápida, pero lo cierto es que la tontería que recubre a todos y cada uno de los intérpretes de Este es el fin da cuenta de una mezcla que toma elementos de: películas previas –con ellos mismos-, la bobería publicista que les acompaña, el rótulo de la (irregular) “nueva comedia americana”, y la consecuente autoparodia. Por ejemplo: Chaning Tatum haciendo de Chaning Tatum… hay que verlo.
Por otra parte, nada más serio que saber qué es lo que se está (fílmicamente) haciendo. Y aún cuando en algún momento todo se vaya al cuerno apocalíptico, de lo que trata Este es el fin es de una adolescencia tardía que nada quiere más que su sinfín. Mayores, algo famosos, irresponsables, llenos de dinero, devotos de los video-games, de los livings con marihuana por montones, de las fiestas con drogas en despilfarro. Hedonistas e idiotas.
De todo esto, increíblemente, se desprende una lectura de época. Más allá de cuánto le preocupe a sus realizadores (Rogen y Evan Goldberg) este aspecto. Película, dado el caso, mucho más cerebral –y coherente y sin bajada de línea- que Proyecto X (2012), en donde los adolescentes terminan obedeciendo a sus papás. Acá se trata de jóvenes viejos y bobos, quienes si bien nada saben de desobedecer, habrán de llevar su nadería hasta las últimas consecuencias, aún cuando de ello dependa, ni más ni menos, que el ingreso o egreso celestial. Es que Dios, y el Diablo, andan dando vueltas por ahí.
Para que las apariciones divinas y malignas tengan cabida, nadie mejor que los maestros de F/X Berger y Nicotero. Que se les convoque significa también un diálogo con el cine de géneros, desde un cruce raro entre el humor estúpido y las apariciones más espectacularmente tórridas. Eso sí, luego de un fuera de campo prolongado que bien podría haber sido el anverso demente de El eternauta.
¿Sexo? Muchísimo y homosexual. Todo el tiempo. Sólo falta la materialización de los personajes fantaseados desde tantas películas. En verdad, algo de ello hay. Emma Watson aparece desencajada, a los hachazos. Pero nadie se le atreve. Mientras las alusiones a lo mucho que entre sí estos amigos –y no amigos- se quieren –y no se quieren- se prolongan hasta alcanzar momentos que son un verdadero clímax.
Es decir, un mundo de fantasías nerds. Léase lo predicho –visto el film en su fantástica totalidad- como mejor se quiera.

Este es el fin
(This Is the End)
EE.UU., 2013. Dirección y guión: Evan Goldberg, Seth Rogen. Fotografía: Brandon Trost. Montaje: Zene Baker. Música: Henry Jackman. Reparto: James Franco, Jonah Hill, Seth Rogen, Jay Baruchel, Danny McBride, Craig Robinson, Michael Cera, Emma Watson. Duración: 107 minutos.
7 (siete) puntos

lunes, 2 de diciembre de 2013

Una segunda oportunidad (2013, Nicole Holofcener)


Sólo una película de certezas


Por Leandro Arteaga

Decir que James Gandolfini es increíble, gigante, notable, y que se le extraña todavía más luego de Una segunda oportunidad, es indiscutible. Porque es él, y sólo él, el eje de esta comedia que suma adeptos al por mayor. Pero que, para este juicio, lejos está de problematizar, escandalizar, transgredir, o por lo menos incomodar.
Gandolfini es genial, también Julia Louis-Dreyfus. Pero tampoco exagerar. No casualmente son dos de los grandes nombres del ámbito televisivo. Gandolfini, eso sí, vuelve a dar cuenta aquí de su pluralidad de registro, algo a lo que la Louis-Dreyfus pareciera negarse. Es decir, quien la conozca (¿habrá quién no?) por sus andanzas en Seinfeld o The New Adventures of Old Christine sabrá reconocer su catálogo de reacciones o tics gestuales. Ahora bien, ¿por qué reiterarlos en este film?
Lo que equivale a emparentar Una segunda oportunidad con una comedia ligera y televisiva. En donde las vicisitudes ocurridas deben contar con una muy necesaria suspensión de la incredulidad por parte del espectador. A través de una serie de coincidencias el relato cubre de incertidumbres la relación otoñal entre sus protagonistas. Situaciones cómicas, o algo así, como consecuencia y motor de avance (o retroceso) de los afectos.
Todo esto desde una delineación de clase media acomodada, con conflictos que son adornos, y medidas de vida tendientes a reparar cualquier desequilibrio. Cinematográficamente mediante el empleo de figuras retóricas que el argumento expone para el entendimiento de –dada la calificación- todo tipo de público. Por ejemplo (¡y espejadamente!): la edad, el nido vacío, los matrimonios fallidos, los rencores, la hija “postiza” de ella (cuyo rol será, por lo menos, subrayado de modo redundante), o elementos y aspectos (la mesita de luz, los cepillos de dientes, la comida repetida, la incapacidad de susurrar) que explicarían algo cuya develación pareciera tarea digna de una psicología de género en contratapa de revista de chimentos.
Por eso, no queda claro cuál sería el ingenio planteado por el film de Nicole Holofcener. ¿Una mirada corrosiva? ¿Sobre qué? ¿Dónde hay corrosión cuando de lo que se trata es de evitar malestares? Todavía más, ¿dónde habría cine provocador cuando la puesta en escena no hace más que sostenerse desde el más redundante plano y contraplano? Miradas contrapuestas (él/ella) que habrán, finalmente, acostumbradamente, de convivir en un mismo encuadre. Elocuentemente, nada de preocupación por lo que pueda suceder desde el fuera de campo. ¿Los hijos idos? Habrán de volver al cuadro de familia para la visita o festividad ritual; para más datos, en el “día de Acción de Gracias”.
¿Fuera de campo? Ésa es tarea de cineastas.

Una segunda oportunidad
(Enough Said)
EE.UU., 2013. Dirección y guión: Nicole Holofcener. Fotografía: Xavier Pérez Grobet. Montaje: Robert Frazen. Música: Marcelo Zarvos. Reparto: Julia Louis-Dreyfus, James Gandolfini, Catherine Keener, Toni Collette, Ben Falcone, Eve Hewson, Amy Landecker. Duración: 93 minutos.
Salas: Monumental, Del Centro, Showcase, Sunstar, Village.
5 (cinco) puntos

lunes, 25 de noviembre de 2013

En llamas (2013, Francis Lawrence)


Los juegos del hambre y del tedio
 

Por Leandro Arteaga

Ante los pésimos ejemplos, mejor los buenos. Porque nada que se proponga, megalómanamente, En llamas no ha sido abordado antes por el (buen) cine de géneros. Que su realizador, Francis Lawrence, sea uno de sus exponentes actuales, no hace sino evidenciar lo que no hace falta explicitar; a saber: Constantine (2005) con Keanu Reeves y Soy Leyenda (2007) con Will Smith, contracaras –conformistas, bienpensantes- de sus fuentes originales: el cómic de Alan Moore/Delano/Carey (y tantos guionistas como dibujantes más, entre estos últimos el rosarino Marcelo Frusin), y la novela insigne de Richard Matheson.
Tampoco es que se le deba pedir nada extraño a un realizador que de autor nada, sino antes bien engranaje de películas sin alma, falsamente oscuras, mentirosamente provocadoras. Se excluye del comentario a las novelas de Suzanne Collins, quizás algo más perturbadoras, si bien con deudas evidentes hacia Battle Royale, novela del japonés Koushun Takami, devenida manga y películas.
La premisa de En llamas es otra vez (más de) lo mismo. Vuelta al ruedo en este enfrentamiento mortal dentro de un escenario falsamente salvaje, organizado como set televisivo para el consumo idiota de las masas. El futuro ha caído, y el estado de sitio es una costumbre que, de olvidarse, rápidamente se recuerda con golpes, saqueos, torturas y programas de tevé. La referencia hacia este tipo de contenidos, que la televisión actual hace proliferar de manera normal, es evidente. Cada uno encontrará el paralelo que más o menos le guste.
Ahora bien, que ello constituya per se una mirada crítica, disfrazada de relato de aventuras pre-revolucionario, es por lo menos un disparate. En este sentido, Katniss (Jennifer Lawrence) habrá de sobrellevar la más pesada de las cargas, sometida como se encuentra entre las exigencias del Presidente (Donald Sutherland), el rating, los amores contrariados, y la miseria de la gente (“su gente”). Violencia y atropello que no podrá eludir y que le llevarán -promesa de una tercera parte- a tomar las riendas del asunto. Como la líder que está destinada a ser. Porque, como de costumbre, nada más preciado que la figura mesiánica, capaz de redimir, salvar, exorcizar, y todo eso. Qué lejos de algo parecido, dado el caso, proponía la notable The Truman Show (1998), de Peter Weir, con su revuelta irónica. O antes bien, la lamentablemente profética Network, poder que mata (1976), de Sidney Lumet.
Por último, el gran ejemplo. Lo que significa que, antes que líderes salvadores o promesas de bienaventuranzas, mejor pelear con Rody Piper y sus lentes negros a lo largo de las calles, infestadas por extraterrestres burgueses y publicidades subliminales, de They Live! (1988). Pero es John Carpenter, es un cineasta.

Los juegos del hambre: En llamas
(The Hunger Games: Catching Fire)
EE.UU., 2013. Dirección: Francis Lawrence. Fotografía: Jo Willems. Música: James Newton Howard. Montaje: Alan Edward Bell. Guión: Simon Beaufoy, Michael Arndt, a partir de la novela de Suzanne Collins. Reparto: Jennifer Lawrence, Liam Hemsworth, Woody Harrelson, Josh Hutcherson, Donald Sutherland, Elizabeth Banks, Lenny Kravitz, Stanley Tucci, Jena Malone. Duración: 146 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
4 (cuatro) puntos

viernes, 22 de noviembre de 2013

Patricia Breccia / Oswal: entrevistas


Dos queridos historietistas -Patricia Breccia, Oswal-
en diálogo con nuestro programa.


Patricia Breccia
Emitido el 04/10/2013
Con Arteaga y Tolj

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Oswal
Emitido el 15/11/2013
Con Arteaga, Bussi, Buchin

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jueves, 21 de noviembre de 2013

Los degolladores (2913) Arturo Marinho: entrevista


La historia que rebota en el presente


La película de Arturo Marinho teje lazos entre el temido coronel Ambrosio Sandes y un descendiente, a la vez que rastrea el origen de una fotografía, y se detiene en el umbral entre la lejanía y cercanía. Mañana en Cine El Cairo.

Por Leandro Arteaga 

 “La historia de una vida puede estar contenida en la historia de una foto” dice el realizador Arturo Marinho de su nueva película, Los degolladores. Por un lado, la cita está contenida en la misma sinopsis que propone el film. Por el otro, es expresión personal, que basta rememorar para indagar en los motivos de este documental, que mañana a las 20.30 exhibirá en carácter de preestreno, con entrada libre y gratuita, el Espacio Santafesino de El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120).
“El punto inicial del trabajo es una foto que vi en el Museo Municipal de la ciudad de Cañada de Gómez, sobre un personaje malamente notorio de la historia argentina, el coronel Ambrosio Sandes”, explica Marinho a Rosario/12. “Sandes, un coronel uruguayo, fue uno de los ejecutores de la política y plan de exterminio del ejército de Mitre, luego de la batalla de Pavón, en la zona norte del país. Puntualmente, se dedicó a despejarla de todo vestigio de federales, tanto soldados como simpatizantes y líderes. Era quien llevaba adelante el trabajo sucio, de alguna manera. En principio me movilizó la foto que encontré en una vitrina, y a partir de rastrear su origen me encontré con una historia muy poca conocida, que es un poco la que pasó en la provincia de Santa Fe a partir de este exterminio planificado, y que lógicamente me llevó a una sensación muy clara sobre algo que ha sido recurrente en la historia de nuestro país, en cuanto a la resolución de los conflictos políticos por medio de la eliminación del otro, el distinto, el diferente, el oponente. Fue en ese momento cuando el proyecto comenzó a tener su solidez. A su vez, en este tipo de trabajos siempre está la pregunta sobre cómo filmar la Historia sin que sea un programa sobre un museo. Cómo hacerlo para que un proyecto histórico viva, para que sea interesante para un espectador.”

-La foto a la que te referís es la de Sandes con sus heridas al descubierto.
-Es de una particularidad muy especial. Es alguien del siglo XIX, que está sentado con el torso desnudo, mostrando la cantidad de heridas que tiene, las que se dice son cincuenta y cuatro. El lazo con el tiempo presente es el elemento que dispara la historia, a través de Pablo Sandes, un descendiente del coronel a quien termino conociendo. Pablo es una especie de anverso de su antepasado, en el sentido más literal de la palabra, pero con algunas similitudes muy significativas que también me parecieron muy interesantes de reflejar, porque la historia que rebota en el presente tiene esos juegos de espejos. Es muy importante la cuestión del doble, la duplicación, en este trabajo, hay una suerte continua de juego de espejos que me pareció interesante para deslizar cómo aún en alguien que se opone radicalmente a otra figura persisten ligazones muy fuertes, imposibles de ser borradas.

-¿Y cómo llegás a conocer a Pablo?
-A través de las redes sociales, una de las herramientas más desesperantes de nuestras vidas cotidianas; si bien es un lugar absolutamente indómito también es cierto que aparecen cosas inesperadas. Así fue cómo aparece esta persona que es nieto lejano de Sandes, y que estaba en la búsqueda y reconstrucción de su historia familiar.

-De nuevo lo espejado, es una casualidad extraña.
-Creo que un poco se relaciona con la máquina narrativa de la cosa documental. Hay una cierta dosis de situaciones que se dan de manera casual, que uno no puede poner en un orden lógico. Al ponerse en marcha, esta máquina va encontrando ciertos diques y va construyendo el recorrido. En ese sentido, soy muy respetuoso de esas casualidades, las sigo. Si bien tengo un plan, en algún momento necesita ser abandonado, en términos de rodaje y de proyecto. En esa tensión entre qué es lo que se debe seguir y qué es lo que se debe abandonar, está el hecho de lo que a mí me parece interesante construir, que es una historia para ser contada y compartida con un público. En ese hilvanar esos caminos alternativos con los principales es donde se va generando la historia.

lunes, 18 de noviembre de 2013

El abogado del crimen (The Counselor, 1013, Ridley Scott)


Serie negra en un film depurado


Por Leandro Arteaga

 Es un placer denso, siniestro, el que recorre el realizador Ridley Scott durante 120 minutos monocordes, de diálogos abultados, con sabor de abismo. La sonrisita que dibuja el rostro de Michael Fassbender, el abogado del título (o mejor, el “consejero” -the counselor-, sin otro nombre que le refiera), se desdibuja de a poco, junto con un mobiliario blanco, bien pulcro, de auto y trajes lujosos, con esposa a punto de estrenar (Penélope Cruz), que serán antítesis para las paredes descascaradas, para el vaho fétido, que inevitablemente sobrevendrán.
Porque las alertas están dadas, varias veces, a través de los oráculos del tema. Allí, entonces, el incomparable Reiner (Javier Bardem) o el huidizo Westray (Brad Pitt). Dos de los reiterados personajes que el “counselor” habrá de sobrellevar para saber cómo “invertir” en el negocio del narcotráfico. Mientras tanto, los leopardos-mascotas entretienen a sus dueños al cazar liebres: movimientos admirables, instintivos, impiadosos.
El escenario es el de la zona fronteriza entre Estados Unidos y México, con Ciudad Juárez como lugar nodal. Línea difusa que es mucho más, no-lugar que es ámbito para una contienda mayor, que trastoca en juego con la ley, con la profesión misma del “counselor” como paradoja en acción. Misma zona de introspección que Orson Welles tematizara en Sed de mal (1958). La frontera, así, es algo mucho más profundo, al poner en jaque a los contendientes, entre ellos y consigo mismo. Ahora bien, una vez dentro del juego, ya no hay vuelta atrás.
Que los diálogos de El abogado del crimen sean profusos, es cierto. Y todavía se tienen ganas de más. Quien está detrás de ellos es la pluma de Cormac McCarthy, el novelista (Sin lugar para los débiles, La carretera) devenido guionista, a las órdenes del gran Ridley Scott. Porque se trata de una de sus mejores películas, en mucho tiempo. Cerebral, impiadosa, con capacidad para ramificar desde puntos suspensivos. Es decir, una vez dentro de este otro mundo, lo que se entabla es otra realidad. Con otros parámetros, con otras reglas. Si bien distintas, las dos realidades se requieren. La plata del abogado –y todo lo que él representa- es causa, es consecuencia, del submundo donde quiere participar.
En algún momento alguna manifestación se cruza por entre las calles violentas y la noche. Se pide por justicia. Porque hay muertos sin explicación, porque hay desaparecidos sin investigación. Por allí deambula, sin saber bien qué hacer, el “consejero”. Como si nada de eso tuviese que ver con él. Mientras tanto, los movimientos, cada zarpazo, son obra del cálculo. Hasta que la víctima finalmente cae. Y la historia criminal, de cine admirable, puede volver a iniciar.

El abogado del crimen
(The Counselor)
EE.UU./Reino Unido, 2013. Dirección: Ridley Scott. Guión: Cormac McCarthy. Fotografía: Dariusz Wolski. Montaje: Pietro Scalia. Música: Daniel Pemberton. Reparto: Michael Fassbender, Penélope Cruz, Cameron Diaz, Javier Bardem, Brad Pitt, Bruno Ganz, Rosie Perez, Rubén Blades, John Leguizamo. Duración: 117 minutos
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
8 (ocho) puntos

martes, 12 de noviembre de 2013

Las brujas de Zugarramurdi (2013, Álex de la Iglesia)


Brujas que quieren dominar el mundo


Por Leandro Arteaga

 Sin complejos varados entre la corrección e incorrección, el cineasta Álex de la Iglesia se divierte mientras perfila hombres sometidos y mujeres caníbales durante el robo, fuga y pelea maléfica, de Las brujas. Entonces, como momento diáfano dentro de un cine donde el corsé de lo que puede decirse y cómo es regla, qué mejor que dejarse llevar en esta huida demente, con alianzas de matrimonios fallidos como botín.
Es cierto también que, cultor como es de un cine de premisas atractivas, de la Iglesia culmina por desbordar hacia la montaña rusa. Sea El día de la bestia, 800 balas o Balada triste de trompeta, lo que guía al argumento deriva en una acumulación de situaciones absurdas. Con Las brujas sucede otro tanto. Pero, de todas maneras, lo que asoma ya es un rasgo de cine, tan personal como esperable. En este sentido, Las brujas no podía ni debía quedar relegada, y es así como se llegará a descubrir, sobre sus minutos finales, a la gran… madre de todas las madres (o algo así), rodeada de vítores lúgubres y chillidos histéricos.
Pero antes de llegar a este aquelarre verdadero, a este festín femenino/feminista, hay toda una progresión más disfrutable, contenida en los diálogos masculinos, en los problemas compartidos, en las desgracias sufridas por las relaciones con el sexo opuesto. Mientras tanto, eso sí, hay un robo. Con un taxista como rehén, finalmente aliado. Uno más para la causa masculina. E infructuosa. Porque por más huida feliz que de la policía se logre, lo que a los cuatro les espera (es que también hay un niño, no por ello menos hombre), es sobrevivir al pueblo de Zugarramurdi, allí donde las brujas habitaban y todavía. Con Carmen Maura como líder de un séquito repartido entre la madre, la hija, el sirviente –un Igor en toda regla- y tías y parientes y amigas portadoras de las más variadas maneras de someter al macho odiado. Hasta el gran Carlos Areces –uno de los “azafatos” de Los amantes pasajeros- es una de ellas.
Si en Antes de la medianoche Julie Delpy y Ethan Hawke se devoraban entre réplicas, habrá también de situarse en mismo rango y honor los reproches que son discusión entre Hugo Silva y la bruja que es Carolina Bang. Bruja de nombre Eva. Mientras el personaje de Silva se llama José. Quien apenas horas antes se disfrazara de Jesucristo para robar en la casa de empeños. Es decir, un Cristo a los tiros y blasfemando, así como a los besos y entredichos –que confiesa no terminar de entender- con la brujísima Eva. ¿Qué tal?
Si la citada película de Almodóvar aparece como uno de los últimos títulos del cine español dedicado a mirar, con sorna y alegría, la propia realidad del país, con Las brujas sucede otro tanto. Aquí desde la imaginería del cine de terror. Género que supo ser norma cinéfila durante los años franquistas. Humor negro, entonces, para un presente que duele, y desde un cine que evoca otros tiempos, también negros.

Las brujas
(Las brujas de Zugarramurdi)
España, 2013. Dirección: Álex de la Iglesia. Guión: Álex de la Iglesia, Jorge Guerricaechevarría. Fotografía: Kiko de la Rica. Música: Joan Valent. Montaje: Pablo Blanco. Reparto: Hugo Silva, Mario Casas, Jaime Ordóñez, Carmen Maura, Carolina Bang, Enrique Villén, Carlos Areces, Santiago Segura. Duración: 115 minutos.
Salas: Monumental, Del Centro, Showcase, Sunstar, Village.
7 (siete) puntos

sábado, 9 de noviembre de 2013

El arte de la guerra (2013, Wong Kar-wai)


Estelas hipnóticas de sangre blanca


Por Leandro Arteaga
  
El cine es un arte sensorial, estimulante, capaz de provocar efectos imprevistos, poéticos, abstractos. El cine de Wong Kar-wai conoce mucho de estos aspectos. Si se trata de pensar rápidamente cuáles de sus películas han dejado un recuerdo encantado con toda probabilidad aparecerán Happy Together y Con ánimo de amar.
Con mayor y menor fortuna, su obra ha transitado un mismo sendero de búsqueda estética, de placer visual, de maneras formales ya características: planos bellos de por sí, con un trabajo de luz que destaca detalles, con variaciones de velocidad en los movimientos y el consecuente falso raccord; en suma, un montaje rítmico donde, podría pensarse –y quizás sea éste el caso de 2046, su continuación de Con ánimo de amar- la belleza visual corre el riesgo de situarse por encima de lo que se narra.
Por eso mismo, lo extraordinario del realizador hongkonés ocurre cuando, mientras poetiza y abstrae, cuenta una historia. Y lo que se cuenta en El arte de la guerra es la historia de vida de Ip Man, de quien sobresale como comentario anecdótico –que habla por sí mismo- haber sido el primer maestro de kung fu de Bruce Lee. El film se sitúa en el período previo, en donde Ip Man aparece como síntesis de su contexto, con la Segunda Guerra como telón de fondo bestial. Pero lo que de veras importa, aquello sobre lo que la película dice, como en tanto cine de Wong Kar-wai, es acerca de la relación no consumada, melodramática, de una pareja.
Entre Ip Man (Tony Leung) y Gong (Ziyi Zhang) se construye el lugar que el film es: miradas, deslices, decires, que se reprimen desde los lugares sociales que se ocupan o desde la disciplina marcial asumida. Cuando el kung fu los convoque por vez primera, la pelea será una danza de seducción, una sucesión de caricias disfrazadas de golpes, un beso que no es más que su imposibilidad. Pelea que es el nudo del film, y que explica la necesidad de las demás escenas de lucha, previas y posteriores, que la película propone. Cada una, una experiencia a disfrutar.
En este sentido, podría situarse a El arte de la guerra en un lugar a ocupar junto a otros films como El tigre y el dragón (Ang Lee) o la trilogía de Zhang Yimou, pero con la diferencia distintiva que significa la poética del realizador. Las artes marciales son parte del espectáculo que la película de Wong Kar-wai propone, pero también, y sobre todo, expresiones sentimentales, plenas de odio, amor y venganza.
Una de las mejores será el prólogo que supone el enfrentamiento prometido entre Gong y el traidor a su familia: en el andén de la estación ferroviaria, entre la nieve apilada y su caer, con una espada que traza heridas en los abrigos abultados, para que las estelas del algodón interno dibujen bellísimas líneas de sangre blanca. Algo parecido a la hipnosis sucede mientras la acción transcurre. Para salir del letargo, la película debe terminar. Lo que culmina por demostrar que Ip Man es lo que se vio: una confusión histórica y mítica, el mejor de los héroes de una película de artes marciales, y apenas otro de los personajes sentimentales en la filmografía de este notable cineasta.

El arte de la guerra
(Yi dai zong shi)
Hong Kong/China, 2013. Dirección: Wong Kar-wai. Guión: Wong Kar-wai, Zou Jingzhi, Xu Haofeng. Fotografía: Philippe Le Sourd. Montaje: William Chang. Música: Nathaniel Méchaly, Shigeru Umebayashi. Reparto: Tony Leung, Ziyi Zhang, Chen Chang, Cung Le, Hye-kyo Song, Benshan Zhao. Duración: 123 minutos.
8 (ocho) puntos

miércoles, 6 de noviembre de 2013

No Identificado (Loco Rabia)+Leo Sandler


Extraterrestres en historieta


Seres de otros planetas pululan por los cuadritos de No Identificado, antología de ciencia ficción. Estéticas varias para los miedos, el humor, la mirada corrosiva. Lo edita Loco Rabia y la coordinación general es del dibujante Leo Sandler.

Por Leandro Arteaga

“Fue largo el proceso, pero verlo finalmente impreso, en manos de los autores, ¡eso es lo importante!” dice Leo Sandler, historietista partícipe a la vez que coordinador general de No Identificado, antología de ciencia ficción editada por Loco Rabia, que se presentará mañana (07/11) en Centro Audiovisual Rosario (Chacabuco 1371) a las 20.
No Identificado reúne la participación –entre guionistas y dibujantes- de Lucas Alarcón, Carlos Aón, Pablo Colaso, Alejandro Farias, Walter Koza, Cristian Llamosas, Gerardo Pérez, Renzo Podestá, Leo Sandler, Juan Vázquez, Marcos Vergara, Elbio Yadanza. Con un prólogo de Germán Rolón –“excelente y gran lector”, le define Sandler- donde se lee: "No Identificado presenta una serie de historias donde el encuentro con extraterrestres sirve para negar el pretencioso antropocentrismo de nuestra cultura, como también para introducir a algunos viejos conocidos visitantes del espacio exterior y cruzarlos con nuestro mundo, ya sea para divertirnos, reflexionar y recordar trágicos episodios recientes de la historia de nuestro país."
“La idea original era hacer una antología con artistas amigos”, comenta Sandler a Rosario/12, “la propuesta de trabajo fue la de historietas con extraterrestres, aliens o lo que se quisiera, pero sin ningún tipo de guía o algo parecido, lo único de lo que hubo que preocuparse fue de coordinar las temáticas, para que no se pisaran las historias entre sí. Como confío mucho en mis amigos, sabía que iban a hacer algo que se saliera de la línea. De hecho, para mí el resultado es muy sorprendente, muy agradable. Si bien tuve que ver con la coordinación general, el proceso creativo de las historietas –a excepción de la que me toca- fue totalmente libre.”

-La calidad de la edición –como acostumbra Loco Rabia- es relevante. Lo señalo porque al repasar el recorrido de cada uno, veo que casi todos han participado en algún momento de la autoedición. Hay, por eso, una etapa cumplida.
-Ahora que lo decís, no me había puesto a ver el asunto. Creo que todos los que están en el libro vienen de la autoedición, y bien de abajo, de la época del 2000, 2001, cuando se acabaron las editoriales y había que hacer fotocopias y salir a vender. 

-Hay una profesionalización del ámbito, y sigue creciendo.
-En el caso de No Identificado, por ejemplo, si bien hice la ilustración de tapa, con el diseño no tuve mucho que ver, en la separación de colores me ayudó Paula Franco y toda la maquetación es de Marcos Vergara; es decir, es gente que está en el tema, a la que se puede recurrir. En la época de la autoedición teníamos que hacer todo, desde las fotocopias hasta el maquetado y como podíamos, ahora hay gente que sabe cómo trabajar. La profesionalización hace que esto sea imprescindible. 

-En este sentido, el vínculo con Loco Rabia (de Buenos Aires) es ejemplar. El nivel editorial que tiene prestigia a la publicación.
-A Loco Rabia lo llevan adelante Alejandro Farías, que está en Buenos Aires, y Marcos Vergara, que está en San Nicolás de los Arroyos. Están haciendo cosas realmente geniales, tienen una línea editorial muy cuidada, con autores galardonados como (Eduardo) Mazzitelli, (Quique) Alcatena, (Luis) Scafati, y dan mucho espacio a la gente que está haciendo las cosas bien, que viene de otros ámbitos o no es tan conocida. Lo que tiene como continuidad el sello, desde lo que uno ve, es que son muy cuidadosos con la edición del libro en sí, con el “libro objeto”, con las tapas, la calidad del papel y la temática.

-¿Para dónde va la historieta en Rosario?
-Me gustaría pensar que hacia una historieta rosarina, con una identidad propia, como lo fue en algún momento. Me gustaría decir que en Rosario se hacen determinadas historietas, pero lo cierto es que los historietistas rosarinos tienen proyección en Buenos Aires o directamente a nivel internacional. Hay muchísima gente que está laburando desde acá pero suelen ser ignotos, porque si no estás en el tema quizás ni los conozcas, y a su vez hay un montón de gente que no sale de acá y también está trabajando mucho. Igualmente, creo que el panorama de la ciudad en los últimos años se ha abierto mucho –concluye Sandler.
 

jueves, 31 de octubre de 2013

Èrik Bullot en Rosario


El cine y las palabras eléctricas

Las películas de Érik Bullot atraviesan experimentaciones formales que van desde la poesía al cortocircuito. Esta tarde dará un seminario en donde expondrá los cruces de lenguajes en el cine. Una presencia distinguida en una oportunidad única.

Por Leandro Arteaga

Sería una pena que la importancia que reviste la visita del cineasta Érik Bullot pasara desapercibida. Porque se trata de una oportunidad única, de relieve internacional, con una producción audiovisual que el artista reparte entre películas, libros y docencia.
Con organización de Alianza Francesa de Rosario y Centro Audiovisual Rosario, el realizador francés estará presente hoy a las 19, en Museo Diario La Capital (Sarmiento 763), para dictar el seminario “Hablar, leer y traducir”. La actividad es gratuita, si bien requiere de inscripción previa en carcursos@rosario.gob.ar.
Bullot cursó estudios en la Escuela Nacional de Fotografía de Arlés y en el IDHEC de París, y es docente en la Escuela de Bellas Artes de Marsella, en Fresnoy (Estudio Nacional de Arte Contemporáneo) y en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Bourges. Como aval de prestigio, en www.pointligneplan.com –grupo al que Bullot pertenece- puede consultarse la lectura completa del texto que el teórico Jacques Aumont le dedicara.
El seminario de esta tarde promete el análisis de los distintos lenguajes que atraviesan al cine, para el cual se contará con proyecciones de la misma obra de Bullot –prácticamente imposible de conseguir- así como de un material selecto entre cuyos nombres figuran desde los Hermanos Marx y Chaplin hasta el de realizadores experimentales como Christoph Keller y Candice Breitz.
El cineasta francés ha confesado la seducción que le provoca el cine primitivo. Su análisis sobre las películas de los hermanos Lumière distingue al plano cinematográfico como unidad cerrada, sin conexión necesaria con el siguiente (con la otra película a proyectar, también un plano cerrado). Sin embargo, hay un rasgo contemporáneo que aparece en la idea de bucle –de cinta sin fin-, que las propias películas efectuaban al ser reiteradas durante la proyección. Con Méliès, por otra parte, surge el problema del raccord, de la continuidad. Mago como era, Méliès articula un juego de aparición y desaparición entre los planos de la película. Con Méliès y Lumière se inscribe, por eso, la pregunta sobre el porvenir del cine. Y Bullot, sin embargo, prefiere interrogar aquel momento pretérito.
Su filmografía –que alcanza hasta el momento los veintisiete títulos- conoce rótulos como ensayo, experimental, documental, poesía; pero con el cine siempre por delante. Porque, en última y primera instancia, lo que importa es la pregunta. ¿Qué es el cine? Título también del más famoso libro de André Bazin, a quien Bullot cita en The Pencil of Nature (2009): París, San Francisco, Berkley, notas geográficas de este diario de rodaje, con la naturaleza como detalle imbricado, donde las imágenes habitan otras imágenes. Los paseantes se fotografían y la cámara de Bullot hace otro tanto con ellos. El montaje articula o desarticula a la ciudad, la deconstruye y construye. Esta relación de simultaneidad se percibe también en Trois Faces (2007), entre decires, experiencias e imágenes compartidas por sus protagonistas y hábitats: Barcelona, Marsella, Gênes.
Hay una contaminación semántica que es también la que aparece, por ejemplo, en Le Singe de la lumière (2002). Sea por la asociación que permite el montaje cinematográfico, como también por el misterio que rodea al símil tacto en el agua que la imagen puede, quizás, emular. Tocar el agua o percibir sus ondas, así como a las del sonido, con formas musicales también. Hay una transcripción que las visibiliza, en forma de pentagrama. Que puede también ser en braille. Con colores-notas leídos de otra manera. Lo extraordinario es cómo el tacto puede producir estas instancias. Allí cuando se obliga a aprender a tocar las teclas del piano o a recordar la escritura: es lo que expone Visible Speech (2006), cuando la misma madre de Bullot orienta con una de sus manos a la otra, que enfermó y que ya no puede decir una palabra escrita.
Secretos de las traducciones, de ese misterio que parece se perfila pero es inasible, y sobre el cual el cine de Érik Bullot desliza sus interrogantes. Como un sonido furioso y eléctrico de cables pelados. Pero con el silencio autónomo que rodea a cada uno de los pasajeros de tren en La Parole électrique (2005), sumidos en sus lecturas-escrituras de celulares. Otra pantallita, otra imagen, dentro de la imagen.