jueves, 31 de octubre de 2013

Èrik Bullot en Rosario


El cine y las palabras eléctricas

Las películas de Érik Bullot atraviesan experimentaciones formales que van desde la poesía al cortocircuito. Esta tarde dará un seminario en donde expondrá los cruces de lenguajes en el cine. Una presencia distinguida en una oportunidad única.

Por Leandro Arteaga

Sería una pena que la importancia que reviste la visita del cineasta Érik Bullot pasara desapercibida. Porque se trata de una oportunidad única, de relieve internacional, con una producción audiovisual que el artista reparte entre películas, libros y docencia.
Con organización de Alianza Francesa de Rosario y Centro Audiovisual Rosario, el realizador francés estará presente hoy a las 19, en Museo Diario La Capital (Sarmiento 763), para dictar el seminario “Hablar, leer y traducir”. La actividad es gratuita, si bien requiere de inscripción previa en carcursos@rosario.gob.ar.
Bullot cursó estudios en la Escuela Nacional de Fotografía de Arlés y en el IDHEC de París, y es docente en la Escuela de Bellas Artes de Marsella, en Fresnoy (Estudio Nacional de Arte Contemporáneo) y en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Bourges. Como aval de prestigio, en www.pointligneplan.com –grupo al que Bullot pertenece- puede consultarse la lectura completa del texto que el teórico Jacques Aumont le dedicara.
El seminario de esta tarde promete el análisis de los distintos lenguajes que atraviesan al cine, para el cual se contará con proyecciones de la misma obra de Bullot –prácticamente imposible de conseguir- así como de un material selecto entre cuyos nombres figuran desde los Hermanos Marx y Chaplin hasta el de realizadores experimentales como Christoph Keller y Candice Breitz.
El cineasta francés ha confesado la seducción que le provoca el cine primitivo. Su análisis sobre las películas de los hermanos Lumière distingue al plano cinematográfico como unidad cerrada, sin conexión necesaria con el siguiente (con la otra película a proyectar, también un plano cerrado). Sin embargo, hay un rasgo contemporáneo que aparece en la idea de bucle –de cinta sin fin-, que las propias películas efectuaban al ser reiteradas durante la proyección. Con Méliès, por otra parte, surge el problema del raccord, de la continuidad. Mago como era, Méliès articula un juego de aparición y desaparición entre los planos de la película. Con Méliès y Lumière se inscribe, por eso, la pregunta sobre el porvenir del cine. Y Bullot, sin embargo, prefiere interrogar aquel momento pretérito.
Su filmografía –que alcanza hasta el momento los veintisiete títulos- conoce rótulos como ensayo, experimental, documental, poesía; pero con el cine siempre por delante. Porque, en última y primera instancia, lo que importa es la pregunta. ¿Qué es el cine? Título también del más famoso libro de André Bazin, a quien Bullot cita en The Pencil of Nature (2009): París, San Francisco, Berkley, notas geográficas de este diario de rodaje, con la naturaleza como detalle imbricado, donde las imágenes habitan otras imágenes. Los paseantes se fotografían y la cámara de Bullot hace otro tanto con ellos. El montaje articula o desarticula a la ciudad, la deconstruye y construye. Esta relación de simultaneidad se percibe también en Trois Faces (2007), entre decires, experiencias e imágenes compartidas por sus protagonistas y hábitats: Barcelona, Marsella, Gênes.
Hay una contaminación semántica que es también la que aparece, por ejemplo, en Le Singe de la lumière (2002). Sea por la asociación que permite el montaje cinematográfico, como también por el misterio que rodea al símil tacto en el agua que la imagen puede, quizás, emular. Tocar el agua o percibir sus ondas, así como a las del sonido, con formas musicales también. Hay una transcripción que las visibiliza, en forma de pentagrama. Que puede también ser en braille. Con colores-notas leídos de otra manera. Lo extraordinario es cómo el tacto puede producir estas instancias. Allí cuando se obliga a aprender a tocar las teclas del piano o a recordar la escritura: es lo que expone Visible Speech (2006), cuando la misma madre de Bullot orienta con una de sus manos a la otra, que enfermó y que ya no puede decir una palabra escrita.
Secretos de las traducciones, de ese misterio que parece se perfila pero es inasible, y sobre el cual el cine de Érik Bullot desliza sus interrogantes. Como un sonido furioso y eléctrico de cables pelados. Pero con el silencio autónomo que rodea a cada uno de los pasajeros de tren en La Parole électrique (2005), sumidos en sus lecturas-escrituras de celulares. Otra pantallita, otra imagen, dentro de la imagen.
  

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