martes, 28 de abril de 2015

Isidro Ferrer: entrevista

Libros, asombros y otras realidades
Objetos vueltos juguetes, ilustraciones que dicen más que lo que muestran, diseños que conjugan formas, algunas de las maneras de pensar el arte del artista. Sueños ilustrados para las letras y los sueños de Eduardo Galeano.

Por Leandro Arteaga

Repartidos en estantes, muebles, bibliotecas, los libros trazan recuerdos, imágenes. Que el español Isidro Ferrer sea uno de los invitados de la actual Semana de la Lectura, es motivo de celebración. Sus ilustraciones indelebles, galardonadas, le acompañarán junto al dictado del taller "Piedra, papel y escalera", a desarrollarse en El Jardín de los Niños (lunes a las 17, martes a las 14).
Pero su tarea no comienza mañana, ayer mismo Ferrer participó del panel dedicado a Los sueños de Helena, libro donde el artista se encarga de graficar los textos y sueños de Eduardo Galeano. También oportunidad de reconocimiento hacia la figura y obra del enorme escritor uruguayo. Una tarea que al español le ha significado de modo relevante en lo profesional pero "fundamentalmente en el terreno afectivo y emocional". "Conocía su obra y era un admirador tremendo, desde El libro de los abrazos, convertido en mi libro de cabecera. Luego vinieron otros, y con ellos una proximidad cada vez mayor al mundo de Galeano y a esa forma de narrar tan particular que tiene", explica Ferrer a Rosario/12.
Los sueños de Helena fue editado por Libros del Zorro Rojo, el sello referente donde situar uno de los mejores catálogos en lo que a libros ilustrados se refiere. Su responsable, Sebastián García Schnetzer, agrega que "desde el primer momento, Eduardo estuvo encantado con el proyecto y conocía el trabajo de Isidro con mucha precisión. Fue un libro muy especial, que Eduardo dedicó a su esposa, Helena Villagra. Y surgió de alguna manera desde El Zorro Rojo, con la intención de compilar esos sueños que aparecían en los libros de Eduardo. Su compromiso hizo que además escribiera uno especialmente para el libro, junto a un prólogo muy amable y sentido."
"Casualmente - dice Ferrer- Helena es también el nombre de mi propia compañera. Este libro es para mí muy emocionante, un reto enorme, por haber sido un trabajo donde Galeano estuvo presente durante su evolución y desarrollo. Esa posibilidad conjunta de conformar un territorio común, desde una duplicidad de miradas, entre el territorio de la literatura y el de la ilustración, le conceden al libro una visión especial".
- ¿Por qué "Piedra, papel y escalera"?
- Porque son los elementos analógicos con los que juego con el significado de las palabras, con su semántica, pero por otro lado por referir a la parte más física de la actuación analógica, a lo físico de la piedra pero también a la posibilidad de cortar y de manipular que tiene la tijera.
- ¿A propósito, qué te provoca el acento actual que sobre la tecnología digital algunos promueven?
- Yo creo que hay un concepto erróneo en el enfrentamiento, al plantear que la tecnología invalida los procesos analógicos y tradicionales, cuando en verdad se trata de lenguajes y procesos distintos, de herramientas de trabajo. La tecnología permite avanzar mucho en el terreno de lo virtual, e incluirlo dentro de los procesos mecánicos de reproducción actuales, pero por otro lado nuestra expresión física y nuestras capacidades naturales tienen que ver con nuestro cuerpo y las habilidades manuales. Ambos terrenos de actuación son perfectamente compatibles, uno no elimina al otro, no existe ese conflicto.
- O no tendríamos este encuentro de lectura, donde el protagonista es el libro.
- El libro es un espacio físico, y como tal no solamente está al servicio de la lectura sino que va más allá. El libro es el soporte, son las páginas, es el gramaje, es el color, es el olor, todo ello le confiere un valor añadido.
- Al ver tus trabajos, sorprende la sencillez para comunicar y, por eso, su complejidad. ¿Cuánto tiempo te demanda una obra?
-Te daría la misma respuesta de Picasso, que me ha costado toda una vida llegar hasta aquí. Es un proceso muy largo en el que intervienen muchas partes. En la búsqueda de una solución, el resultado nunca es el inmediato, sino que surge de una acumulación de experiencias, conocimientos e intenciones. Hay trabajos que se solucionan de una forma más rápida o eficaz, pero que sin toda esa acumulación propia del tiempo, de la experiencia, serían imposibles de haberse constituido.
- Entiendo también un placer, un juego, donde te debe gustar arrojarte a la solución gráfica sin tener claro el resultado.
- El juego es un componente vital, una parte esencial en la consecución, no sólo desde el aspecto lúdico sino porque te permite llegar a lugares inesperados, precisamente por el desplazamiento. Yo puedo participar en todos los aspectos de mis procesos creativos, pero muchas veces establezco pautas o reglas distintas para no enfocar el proyecto desde el mismo ángulo, para obligarme a hacerlo de una forma desplazada, y llegar a lugares inauditos, al menos para mí.
-A propósito, ¿cómo eras de niño, a qué jugabas?
- Yo pertenezco a una generación que jugaba con las cosas que tenía a mano; además, mis padres eran de clase media obrera, no tenían gran poder adquisitivo. Tuvimos una infancia precaria en lo material, pero esa misma precariedad propiciaba una enorme creatividad en el juego y en toda la materia que lo conformaba, desde la propia construcción de los juguetes, muy básicos, hasta el desplazamiento necesario para que las cosas se convirtiesen en otras: una botella podía ser una nave espacial y una bombilla se convertía en un globo aerostático, por ejemplo.
- ¿Qué pensás cuando la publicidad apropia tu manera de entender el trabajo gráfico?
- El terreno de la publicidad me interesa muy poco. Creo que son discursos excesivamente intencionados, manipulados con un corto recorrido. Evidentemente, la publicidad utiliza todos los recursos posibles a su alcance, muchos de ellos vienen de otros terrenos, pero de alguna forma también los usurpa, con un interés muy claro: la seducción. Trabajan muy poco con la inteligencia sino mucho más con crear necesidades a partir de la seducción. Cuando ven que hay elementos que les facilitan esa tarea pues rápidamente se los apropian, y así se apropian de cosas que vienen del terreno del arte, o de otros espacios como la gráfica. Yo intento quedarme muy al margen de estas intenciones publicitarias de trabajo.
- ¿Cómo tomás el reconocimiento hacia tu obra, que se traduce en premios o invitaciones, como la que ahora te hace nuestra ciudad?
-Intento no abrumarme, lo vivo como si hubiese un Isidro distinto, que asumiese esa función pública; pero por otro lado es un gran regalo, es una posibilidad de viajar, de conocer, de compartir y asombrarse con otras realidades. Estas posibilidades de conocer a la gente, de establecer vínculos, diálogos - no solamente a nivel de trabajo sino también afectivos- , me resultan enormemente nutritivos; porque esa comunicación es un flujo que va y viene, es una energía devuelta.

Mommy (2014, Xavier Dolan)

Los sobrevivientes familiares

La relación loca entre una madre y su hijo adolescente tensan, otra vez, el cine del canadiense Xavier Dolan. Amor y delirio en una pantalla de cine hecha cuadrado. La sensibilidad como arma feliz y el acecho institucionalizado.
Por Leandro Arteaga

  Vale y mucho la oportunidad renovada que ofrece Cine El Cairo al incluir en su grilla la proyección diaria de Mommy, la quinta película del canadiense Xavier Dolan, luminaria de apenas 26 años con varios premios internacionales en su haber y, para el caso de Mommy, con el Premio del Jurado del último Festival de Cannes, compartido con Adiós al lenguaje, de Jean Luc Godard.
  Dolan se ha vuelto un nombre reiterado y amado entre la crítica. No es para menos. Su cine destila una mirada personal, lúdica, que depura hacia formas cinematográficas cada vez más definidas. En este sentido, Mommy es cristalización de un recorrido que encuentra a su director en plena forma, con cantidad de proyectos en ciernes, que habrán de ser seguidos y esperados con ansiedad.
  Mommy, así como la ópera prima Yo maté a mi madre (2009), es sobre una mamá y su hijo -o sobre este chico y su madre -; si se trata de una réplica que rebota sobre la vida del realizador, poco interesa. Lo que importa es lo que pasa entre los límites del cuadro cinematográfico y, más aún, lo que por fuera de ellos se intuye. Es decir, ¿qué pasó, que pasará, con el cariño de estos dos sobrevivientes familiares?
  Porque tanto esta madre como su hijo son, en última instancia, los que pueden todavía continuar el camino en esta Canadá apocalíptica, en donde los adultos pueden, por vía legal, dar al cuidado del Estado a los menores violentos y desentenderse. Es en uno de estos espacios de encierro de donde habrá de salir Steve, ahora con su madre. Los dos juntos, al fin, porque no hay establecimiento que pueda con él. Es una bomba de tiempo adolescente, una ebullición ascendente. Por su parte, Diane no es muy distinta, atiborrada de gestos y colores que esconden dolores profundos. Ahora bien, cuando 'Die' y Steve se miran, entre ellos surge un cariño que desborda.
  Ese despliegue es capaz, justamente, de romper con el límite cuadrado que impone el formato 1:1 desde el que Dolan ha concebido Mommy. Como si se tratase de un visor de teléfono celular, reductor del mundo amplio del cine. Acá, a la inversa: el cine sometido voluntariamente a esa claustrofobia, camisa de fuerza que es también tenaza para los sentimientos de este joven, de esta madre, desesperados.
  Pero el personaje que más destaca, por expresar lo mismo pero desde el concepto de una familia funcional - en donde papá dice con su seguridad enclenque mientras decide por el bienestar de todos- , es el de la vecina que fuerza sus palabras, trabada en una tartamudez con conexión anímica, bella, para estos dos seres de sensibilidad extrema. Vale decir, entre ellos se teje una urdimbre de afectos desbocados, de cauce emocional, existencial, necesario para torcer la abulia que les rodea y, por eso mismo, también causal de la reacción inevitable, que tarde o temprano el trío habrá de enfrentar.
  El despliegue de interpretaciones es notable: Anne Dorval, la mami fatal, bella, loca, cariñosa; Antoine Olivier Pilon, el hijo resorte, capaz de hacer volar por el aire, y de golpear, lo previsto e imprevisto; y Suzanne Clément, la otra mami, de mirada perspicaz, callada pero con palabras que bullen, contenidas en gestos de furia y cariño. Dolan puede ir y venir entre ellos como si se tratase de uno más, en donde la cámara se vuelve parte confidente en el amor y el malestar compartidos. Allí, por eso, también el espectador, sumido en esta fascinación que no debiera terminar, que nadie tendría por qué alterar.
  Pero esa burbuja es lo que en definitiva es: una ilusión redentora, hermosa y presta a reventar. Igualmente, Steve sabe que puede todavía salirse. Hacia allá, otra vez, corriendo desesperado, hacia el aire que le devuelva - también al espectador - un cuadro cinematográfico que pueda respirar, amparado en un cinemascope que le sitúe por fuera de los límites de la pantalla, más allá lo que se ve para que toque, como finalmente lo hace, el ánimo de cualquiera. Un ataque de furia hecho, a fuerza de amor y rabia, con puro cine.

Mommy
(Idem. Canadá/Francia, 2014)
Dirección, guion y montaje: Xavier Dolan. Fotografía: André Turpín. Música: NOIA. Reparto: Anne Dorval, Suzanne Clement, Antoine Olivier Pilon, Alexandre Goyette, Patrick Huard. Duración: 139 minutos.
Sala: El Cairo.
8 (ocho) puntos

Grand Central (2013, Rebecca Zlotowski)


El amor en tiempos contaminados

Premiada en Cannes, la película tiene una sobriedad que sabe
cuándo no ocultar la pasión. Grand Central exhibe una puesta
en escena que es crítica sobre el uso de la energía nuclear.


Por Leandro Arteaga

  En el marco de la Semana de Cine Francés, que programara Cine El Cairo del 9 al 12 de abril, se exhibió Grand Central, segundo largometraje de la realizadora Rebecca Zlotowski. Así como en su anterior film Bella espina, de 2010 , la actriz Léa Seydoux brilla aquí con su cuerpo de belleza en espera (en cartel por estos días con la nueva versión de La bella y la bestia), en esta ocasión junto al destacable Tahar Rahim (de quien, entre tantos títulos, vale recordar El pasado, del iraní Asghar Farhadi).
  Con paso por el Festival de Cannes y Premio François Chalais bajo el brazo , la realizadora aborda en Grand Central una historia pasional con una central nuclear como telón de fondo. De acuerdo con lo referido por la misma Zlotowski, el film tuvo su rodaje en una central nuclear austríaca, inutilizada, mientras los exteriores fueron filmados en Francia. Lo que convierte a cada una de las escenas de la Central en un registro veraz, atento con los cuidados dispensados en su tarea diaria. Es en ese infierno frío donde se internarán los protagonistas.
  Por un lado, el personaje de Gary (Tahar Rahim), sin plata ni afecto familiar. Para él, la planta nuclear es una oportunidad, también un riesgo de vida que vale la pena enfrentar. Junto con él, muchos más conocen una situación similar, sin dinero y robando lo que pueden (la secuencia inicial, en este sentido, es ejemplar). Hay quienes ya son expertos en el oficio supuesto por la Central y saben cómo demandar atención en los nuevos. Otros, se introducen allí ante la pobreza de expectativas. (Uno de ellos, a destacar, interpretado con solvencia por Nahuel Pérez Biscayart).
  Por otro lado está Karole (Léa Seydoux), una de las empleadas de la Central. Los dos se conocen desde un impacto primero, con aval del propio novio de Karole: ella lo besa de manera imprevista, ante la mirada de los demás, en el bar. La consigna: ¿cuánta dosis radioactiva se puede resistir? O también: ¿cuáles son los síntomas? El cuerpo de Gary no se muestra inmune al arrebato de Karole, a sus curvas y desenfado. Algo así, dice ella, es lo que le va a pasar si se contamina.
  Entre los dos, el paso siguiente será igualmente drástico: desde el roce en el coche, apretados, al zambullirse mutuo de los cuerpos. La elipsis es rápida. Como si la necesidad por sentir el cuerpo del otro fuese urgente. Seguramente lo sea, al observar cómo, al término de cada jornada, todos insertan sus manos en el detector de radiación, con la tensión puesta en caer víctimas de una luz roja fatídica.
  De este modo, lo que se construye es un relato íntimo, de amor a escondidas pero en tiempos contaminados. Es decir, todo podría terminar y bien rápido, puesta la vida al borde de un mal paso que transforme la radiación destinada a energía en muerte instantánea. Las paredes de fuego frío de la Central contrastan, por eso, con el verde natural, a cielo abierto, donde los cuerpos amantes se gozan.
  Pero, atención, también es frío el temple de Karole: ella puede lograr que la pantalla transpire, pero también saber cuándo mantenerse incólume, como estatua. Por su parte, Gary es el del cuerpo sin contractura, maleable, capaz de desafiar con suerte al toro mecánico donde los trabajadores se divierten. Es él, justamente, el único operario capaz de salvar de las garras mortales a Toni, novio de Karole (Denis Ménochet).
  La fisonomía brusca de Toni, su corpulencia de mastodonte, son también rasgos para el contraste formal que el film exhibe desde su puesta en escena, en un juego de afectos que culminará por conocer sus propios límites. La Central será, en todo caso, el escenario de un apocalipsis temido, también instancia de prueba que enfrentar, a la que sobrevivir. Lo mismo, de paso, podría decirse de Karole. De todo ello toma nota Gary en su libretita, mientras apunta el porcentaje de dosis diaria que su cuerpo almacena. Quiere el dinero, pero también la quiere a Karole. La contaminación está al acecho. ¿Cuánta dosis será capaz de soportar su cuerpo?
Grand Central
(Francia/Austria, 2013) Dirección: Rebecca Zlotowski. Guión: Rebecca Zlotowski, Gaëlle Mace. Fotografía: George Lechaptois. Montaje: Julien Lacheray. Reparto: Tahar Rahim, Léa Seydoux, Olivier Gourmet, Denis Ménochet, Johan Libéreau, Nozha Khouadra. Duración: 94 minutos.
Puntos: 7 (siete)

jueves, 16 de abril de 2015

El gurí (Sergio Mazza, 2015)


Los secretos y la tristeza


Por Leandro Arteaga
 
El estreno de la película El gurí, de Sergio Mazza, es oportunidad para completar la noticia de relieve que protagonizara pocos meses atrás, cuando fuera seleccionada por la última Berlinale en la sección "Generation+14". Más aún, el director de El Amarillo (2006) y Gallero (2009) estará presente durante la función que esta noche, a las 20.30, ofrecerá con entrada libre y gratuita El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120). También acompañará al realizador el niño actor Maximiliano García.
Otro de los aspectos de importancia de El gurí radica en la elección de la localidad entrerriana de Victoria como escenario de rodaje. Es entre sus calles, merodeando por paredes de casas con muchos años, donde los personajes entretejen un malestar que tiene al pequeño Gonzalo (Maximiliano García) como eje dramático. Atento a su hermanita bebé, así como a su abuela, Gonzalo espera por la vuelta de la madre. Pero lo que él no sabe es lo que los demás murmullan distraídos, mientras retacean la información al espectador. ¿Qué pasó con ella? ¿Dónde está? ¿Volverá?
Por atropellar a un perro, distraída ante la gruta de ofrendas y rezos del camino, Lorena (Sofía Gala) queda obligada a pasar varios días entre esta gente. Ella, de paso y con otro mundo a cuestas, detiene su andar para entrar en contacto con la amabilidad, los secretos, y las confidencias de este pueblito. Entre estos personajes hay dos que saben y ofician de custodio: uno es el veterinario, Julio (Daniel Aráoz), en quien descansan metafóricamente los sufrimientos de los animales que cuida, tan parecidos a la angustia que se narra; el otro es Felipe (Federico Luppi), quien tras el mostrador del bar atesora comidas que comparte mientras cumple el rol guardián de sus paredes descascaradas, alguna vez estandartes de lo que ya nadie nombra: una wiskería.
¿Quién es –de paso– ese hombre insistente que aparece ante la mirada sufrida de Gonzalo, una y otra vez, gritando por el paradero de la madre? ¿Qué relación hay –en última instancia– entre los murmullos apagados de los lugareños y la historia de esa mamá de la que todos saben pero nadie dice?
Es entre ellos por donde deambula Gonzalo, como si fuese uno de esos muchos perros sin dueño, abandonados. Aferrado a una posibilidad que no promete demasiado y al cuidado de su abuela anciana, el niño distrae la ausencia de cariño sólo cuando juega. Pero allí está Lorena, la intrusa, la de afuera, la que preguntará lo que nadie quiere. Su despedida, está claro, depende del arreglo del automóvil. También es claro que la demora en su reparación correrá a la par de esa tarea tan necesaria que ella, nadie más, puede cumplir.
De esta manera, Lorena es la bisagra que renueva las preguntas y los sueños. Felipe y Julio tienen, cada uno, historias sin cerrar. Pero para que eso suceda deben reparar en lo que les rodea, y es allí donde aparece Gonzalo, con su cadencia tímida, sin levantar la voz, apenado en la mirada, mientras sufre su desconsuelo en secreto, sin pedir nada a nadie, preocupado por sobrevivir al día. Lorena, por eso, hace ver lo que todos pueden pero de otra manera. Aun cuando ciertos secretos no puedan ser absolutamente develados.
Hay tanta tristeza en la cara del niño, pero también todo un porvenir que aguarda. Un gran interrogante que es de a poco descifrado. Que replica en todos los que dicen de modo callado, cómplices de una historia que tiene a Gonzalo como rehén pero, a la vez, como posibilidad de redención.

El gurí
(Argentina, 2015)
Dirección y guión: Sergio Mazza. Fotografía: Alfredo Altamirano. Montaje: Sergio Mazza, Martín Musarra. Música: Daniel Gómez, Daniel Viglietti. Reparto: Maximiliano García, Sofía Gala Castiglione, Daniel Aráoz, Federico Luppi, Susana Hornos, Belén Blanco. Duración: 89 minutos.
Sala: El Cairo
7 (siete) puntos

viernes, 10 de abril de 2015

Términus #8


Esos cuadritos que son historietas

Zombis, terror gótico, héroes de moral dudosa, apenas algunos de los atractivos cuadritos de la nueva Términus. La mejor revista de historietas de la ciudad presenta número nuevo y dibujantes para admirar.

Por Leandro Arteaga

Es extrañamente animal el cráneo que asoma de la escafandra rota, en el espacio exterior. Sin embargo, el traje astronauta lleva impreso un nombre humano, junto a la firma de su dibujante: Germán Peralta. Se trata del octavo número de la mejor revista de historietas que se publica por aquí (y en muchos confines más): Términus. Pasen y lean.
“Estamos muy contentos con la calidad del material de este número. La historieta principal la escribió Luciano Saracino, con dibujos de Dante Ginevra. Es una historia que tendría que haber salido en una antología de zombies publicada por Ovni Press, pero no llegaron a tiempo. Dante, que ya había publicado en nuestro primer número, pensó que Términus era un buen lugar. ¡Y eso que veníamos evitando a los zombies todo lo posible!”, dice Bruno Chiroleu, dibujante y editor.
“Arrancamos este número subvirtiendo un criterio editorial, porque hay mucho de zombies dando vuelta y no todo es bueno, pero en este caso teníamos una historia que valía la pena”, completa Gastón Flores, guionista y Jefe de Redacción. Y vaya si vale lo suyo, con su historia de afectos familiares e incestos reprimidos. Además, se trata de una síntesis del miedo zombie que Saracino sabe domeñar por pulso de trabajo profuso (cientos de historias, de todo género, que escribe ininterrumpidamente) y una antología personal sobre el tema que el sello Fan le editara en 2009: Zombies! Una enciclopedia del cine de muertos vivos. De paso, el usual “RIP Van Hellsing” continúa con un sexto episodio enfrentando… zombies, en esta serie magistral con dibujo de Enri Santana y guión de Enrique Barreiro-Hernán Ferrúa, editada originalmente en Italia.
“Tenemos la primera aparición de Plan B, de Fernando Baldó, quien no sólo es un gran dibujante sino también un excelente guionista, en varios de los números anteriores tuvimos historias escritas por él. Ahora, de hecho, está terminando de armar un proyecto suyo”, agrega Chiroleu. En Plan B, Baldó –de quien Historieteca acaba de editar Los autómatas del desierto, con guión de Diego Agrimbau– idea un mundo con superpoderes donde los enfrentamientos con monstruos conviven con los dilemas del entorno cotidiano: “un gran poder, una gran responsabilidad”, pero no necesariamente. El dibujante tiene la habilidad de saber manejar los códigos del género, tanto en su faceta de acción como en la más prosaica, teñida de diálogos con dobles sentidos.
A continuación, la historia de Edgar Roggenbau y Patricio Delpeche ofrece un tinte de afecto androide, que se traduce en la simetría de la puesta en página, con un paso del tiempo moroso y la inmovilidad de la mujer durante el después de las caricias. Una escenificación, en suma, del deseo masculino. Uno de los mejores momentos de esta Términus está en “El jurado”, la historia dibujada por Diego Simone con guión del español Alfonso Bueno, publicada originalmente en revista Cthulhu, de Diábolo Ediciones, con la que Términus intercambia material. Por lo visto, la reacción homicida con acuerdo tácito entre desconocidos es permeable a toda sociedad. A los rosarinos el asunto les toca bien de cerca.
El terror más sofisticado aparece de la mano de Sebastián Cabrol, con una adaptación del relato “El entorno conveniente”, de Ambrose Bierce. “Es una hermosura, un laburo de aguada que salió muy bien impreso, se nota que a Cabrol le gusta Bierce”, comenta el editor. Es una versión muy bella, en donde la gama de grises apela a un estado de ánimo en torno al miedo. Miedo y literatura (y cómic) como desafío lector, para pasar por alto la distancia segura que toda lectura encierra y situarse dentro del mismísimo terror.
Las últimas páginas son para “Blas”, el cuarto capítulo de la serie de Chiroleu que combina experimentos científicos con el inconsciente de sus personajes. El arco argumental finalizará en Términus 10, y será momento oportuno para volver a leerla toda de una vez. Ilustraciones de Cabrol, Juancho Riveros, Julio Falkenhagen y Rafael Ortíz aportan a la entidad de Términus, cuyo reconocimiento lector permite, por estos días, una tercera reimpresión del primer número, la segunda reimpresión del cuarto, y una distribuidora nueva. “Se trata de SD Distribuciones, que se suma a Districomix; tienen muchos puntos de venta a los que queríamos llegar, en provincias como San Juan, San Luis, Mendoza, y en la misma Santa Fe capital”, comenta Chiroleu.
El que no llegó con historieta nueva, pero sí con una ilustración inspirada en “Conversación con una momia”, de Edgar A. Poe, es Damián Couceiro. Sus compañeros bromean, porque es otro encargo para Estados Unidos el que le impide ser de la partida. Según el dibujante: “Se trata de una nueva serie para la editorial Boom!: Cluster, con guión de Ed Brisson, alguien con quien trabajé hace muchos años. Presentó este proyecto de ciencia ficción y pidió a la editorial hacerlo conmigo. Para mí, que venía trabajando con franquicias como Planeta de los simios y Sons of Anarchy, fue una novedad, porque me permite pensar desde cero un mundo nuevo, tuve que inventar todo, es algo que me tiene entusiasmado. Aspiramos a llegar a ocho números, luego veremos.”
Lo que sigue, por lo visto y leído, será todavía mejor. Explica Flores: “la idea es hacer un número a principio de año, otro para Crack Bang Boom (13 al 16 de agosto), y otro sobre principios de noviembre, para poder llegar también con material nuevo al resto de las convenciones del año.”
 
Blas, de Bruno Chiroleu

Ave Fénix (2014, Christian Petzold)


La imagen de una muerte escondida


A partir de un personaje obsesionado con recuperar su historia, y su voz, Ave Fénix se sumerge en su pasado para comprender su porvenir. El holocausto como tema cinematográfico y el cine negro como género. La impronta de Hitchcock en una película reflexiva, artesanal.

Por Leandro Arteaga

Era entre los pasajeros de un tren británico donde una mujer desaparecía, por cortesía de Alfred Hitchcock, en La dama desaparece (1938). Apenas el prólogo de las muchas mujeres fantasmas que el inminente conflicto bélico desataría.
Figura inasible, burlona de las pesquisas policiales, muchas veces femme fatale; variables presentes en la paranoia noir que el alemán Robert Siodmak filmaría, para Hollywood, con La dama fantasma (1944), a partir de la novela de William Irish. Ese mismo año sería también el de Laura, la obra maestra de Otto Preminger, otro exiliado en Hollywood, abocado a la recreación lírica de un detective obsesionado con una mujer muerta.
Las sombras largas de la guerra continuarían después, y entre los varios títulos que pueden citarse, uno fundamental es Trágica sospecha (1951), en donde el realizador Robert Wise disimulaba la identidad de una sobreviviente de los campos de exterminio con el alias de su compañera fallecida. Asumir el legado social, en un contexto que le desconoce o no le quiere, era el trauma mayor para el personaje que interpretaba Valentina Cortesa.
Entre estas películas –y otras más, como la inevitable Los ojos sin rostro (1960), de Georges Franju– se delinea Ave Fénix, del alemán Christian Petzold, en comunión asumida con el legado hitchcockiano del que es emblema Vértigo (y en donde se inscribe, con mímesis temática, una obra maestra de Robert Aldrich: La leyenda de Lylah Clare, también con Kim Novak).
La genealogía fílmica es imposible de soslayar, porque lo que se construye es una filiación temática y estética, sostenida por la configuración de un género cinematográfico. Ave Fénix continúa este mismo diálogo –nueva versión como es, de hecho, de la novela de Hubert Monteilhet, antes filmada por J. Lee Thompson: Renaciendo de las cenizas (1965)-, ahora desde la figura de Nelly Lenz (Nina Hoss), cantante que sobrevive al exterminio nazi y, tal vez, a su cirugía facial. Porque ésta es la oportunidad mejor, que muchos quisieran, de acuerdo con el criterio médico: una vida nueva y otra identidad.
Sin embargo, Nelly quiere parecerse a la imagen que alguna vieja fotografía suya todavía contiene. Pero esa foto ya no es la misma, ahora hay otros datos develados: el grupo de personas sonrientes contenía nazis, también muertos prematuros. Nelly, en silencio, lee lo que la imagen dice; de esta manera, Ave Fénix elabora su ontología, al reflexionar sobre la fotografía (el instante quieto) y el cine (el tiempo en movimiento). Contemplación que ha sido preocupación estética en la obra del extraordinario cineasta Harun Farocki (fallecido en julio pasado), aquí guionista junto a Petzold.
Por otro lado, Ave Fénix significa de modo relevante en tanto continuidad generacional, fílmica-alemana, sobre la temática del holocausto y sus consecuencias. Petzold-Farocki se inscriben en el “después del después”, tras los pasos de sus precedentes (y contemporáneos) Werner Herzog, Wim Wenders, Margarethe von Trotta. Se trata de una memoria que hay que reconstruir todavía y siempre, y que en el caso de Ave Fénix se cifra en el propio rostro que Nelly extraña, al que ya nunca podrá volver.
Este deseo tiene su expresión dramática en la historia de amor que ella procura completar con su marido, quien la cree muerta. Un club nocturno –el Phoenix– lo tiene empleado, mientras responde al nombre de Johannes y, como si el llamamiento de Nelly fuese el de una brisa olvidada, al de Johnny. Allí irá a parar el ánimo irresistible de esta mujer, vestida como private eye, guarecida entre sombras, mientras dos artistas versionan, entre otras canciones, la americana Night and Day, de Cole Porter.
El momento Vértigo, de clara alusión al maestro del suspense, no tardará en suceder, cuando Johnny/Johannes obligue a Nelly a caminar y vestirse como la que fuera su esposa. El propósito está puesto en el recupero de una herencia que sólo ella puede obtener: así, el engaño sobre el engaño. Pero, se sabe, cuando se invoca a los muertos éstos aparecen: tal es el título del libro -De entre los muertos, de la dupla Boileau-Narcejac- que Hitchcock filmara en Vértigo.
Si la puesta en escena de Ave Fénix es la construcción de una realidad alterada, dual, herida entre un pasado y su presente difuso –todos rasgos que la emparentan con el género negro-; el desenlace debía también asumir esa misma posibilidad. No desde personajes confundidos sino, antes bien, por medio de la asunción de una claridad irrebatible, tan emocionante como para no poder agregar más imágenes. La luz de la tarde quema; y hacia ella se dirige Nelly, por fin.

Ave Fénix
(Phoenix)
(Alemania/Polonia, 2014) Dirección: Christian Petzold. Guión: Christian Petzold, Harun Farocki, a partir de la novela Le retour des cendres, de Hubert Monteilhet. Fotografía: Hans Fromm. Montaje: Bettina Böhler. Música: Stefan Willm. Reparto: Nina Hoss, Ronald Zehrfeld, Nina Kunzendorf, Michael Maertens, Imogen Kogge, Kirsten Block, Uwe Preuss. Duración: 110 minutos.
Salas: Cines del Centro, El Cario, Showcase
10 (diez) puntos

jueves, 2 de abril de 2015

Fog of War: Chiko y Amigo / El cazador de conejos


Más acción y nuevas historietas

El sello Fog of War lanza dos publicaciones y promete todavía más. Nuevas revistas y dibujantes para las historietas de la ciudad. Los géneros narrativos al amparo de la acción, según la promesa de los editores.

Por Leandro Arteaga

“Fog of war, o ‘Niebla de guerra’, fue un término utilizado en los campos de batalla del siglo XVIII para hacer alusión a la humareda que se concentraba por los disparos del cañón y las cargas de caballería”, explica el comentario editorial bajo un título elocuente: “Llamado a las armas”. Lo firman Ariel Grichener y Yamil Aboukais, responsables del sello Fog of War, emprendimiento local que suma al panorama revitalizado que vive la historieta de la ciudad.
“Tenemos una idea grande y abarcadora, que recién está comenzando. Fog of War es una editorial que va a apuntar al cómic de acción, porque hemos notado que el cómic argentino, si bien muy rico en temas, historias y dibujo, necesita de un impulso especial desde el género de acción”, comenta Aboukais. La punta de lanza del proyecto la integran dos títulos (ver recuadro), de presentación con panel en la Crack Bang Boom del año pasado: “Uno de ellos es una mezcla entre fantasía heroica y policial noir, el otro es un policial futurista. Si bien abordamos varios géneros, lo hacemos con preferencia por la acción. También apuntamos a ofrecer cómics en donde no sólo participen artistas consagrados, sino también quienes estén estudiando en escuelas y talleres. Nos gustaría pensar a Fog of War como una vidriera, en donde tengan su oportunidad quienes por una u otra razón no pueden acceder al medio”.
“La idea es ser una especie de plataforma, a partir de la cual buscar en el semillero rosarino, en los talleres, donde hay un montón de muy buenos profesionales” completa Grichener, y agrega: “hoy en día, al reunirse el dibujante con un editor extranjero o con alguien de mayor importancia, se le exige que haya tenido cierta experiencia, se le sugiere publicar primero y luego mostrarlo. Por otra parte, el cómic nacional se está impulsando mucho, hay varios artistas y muchos quedan afuera porque hay otros que están más consagrados. En principio, lo que buscamos es dar un impulso a estos chicos, entre los cuales también me cuento”.
El comentario de Grichener, justamente, es de vertiente doble, dada su tarea como editor y guionista de los trabajos publicados: “Hay mucha gente nueva en el cómic, y lo que queremos es que haya lugar para todos. Desde mi punto de vista, en el cómic nacional actual no hay competencia, sino opciones. Hoy una persona que sigue al cómic nacional tiene la posibilidad de comprar casi todo lo que se realiza en el año, nosotros queremos sumarnos a esas opciones.”

-¿Cuáles son las características desde las cuales definir al género de acción?
Chiko y Amigo. Página de Sebastián Sala
-Grichener: Soy una persona que ha consumido mucho el mainstream norteamericano de los noventa, donde todo era acción, los superhéroes pasaron a tener armas, eran más rudos. A las historias que escribo busco darles la vuelta para que terminen en un enfrentamiento. En el proceso creativo, la idea me nace de algo muy pequeño, después voy viendo hacia dónde la puedo llevar. Muchas veces, son los mismos personajes los que me guían. Le contaba a Yamil lo fácil que me está resultando escribir la segunda parte de Chiko y Amigo, porque ya son los mismos personajes y su ambiente los que me llevan de la mano, como si lo que ocurre les sucediera a ellos y yo fuera un simple espectador, por así decir.

-¿Cuáles son las próximas novedades?
-Grichener: Este año vamos a sacar una antología de Enadrya, un juego de cartas rosarino que está haciendo bastante ruido. La idea es publicar el universo Enadrya en cómics, porque creemos que coincide con nuestro plan editorial: se trata de una guerra entre tres razas en un planeta lejano. Para mayo va a estar saliendo el volumen uno, con cuatro historias. Para Crack Bang Boom vamos a sacar algo de fantasía heroica, con dibujos de Guillermo Villarreal, un rosarino que está trabajando para Estados Unidos pero quiere tener una publicación acá. Y para el segundo semestre del año tenemos proyectado Knightmare, de Emilio Balcarce y Jok, originalmente publicado en Italia pero nunca en Argentina. Transcurre en una Inglaterra futurista, entre justas y caballeros.
-Aboukais: Estamos hablando mucho con la gente, están quienes se suman a través de Facebook y señalan que les gusta lo que estamos haciendo. Se demuestra mucho interés por la historieta, no solamente por hacerla sino por leerla, algo que nos resulta muy importante porque es lo principal que nos impulsa. Como decíamos, hay mucha gente que se quiere dedicar, con mucha capacidad, pero a veces hay que estar también en el momento justo y correcto, nosotros tratamos de dar esa posibilidad.



Androides y pendencieros

El cazador de conejos parte de una idea tomada de la película Blade Runner, donde los dibujantes hicieron una interpretación personal a partir del guión. En este caso, se trató de dibujantes de Buenos Aires: Santman (Santiago Mansilla), Manuel Enríquez, Daniel Perrotta y Ramayón. La consigna fue la de una Rosario futurista, en donde los androides son parte habitual del consumo de la gente, con una policía ideada para suprimir o mantener a raya a los androides defectuosos”, comenta Grichener sobre el título de Fog of War. Lo también cierto es que El cazador de conejos maneja un relato de espejo roto, dividido: el protagonista no puede superar la muerte del hermano y persigue al replicante asesino, que cubre su calavera metálica con el rostro de las víctimas. En este sentido, no sólo la paranoia del Deckard (Harrison Ford) de Blade Runner, sino también la obsesión del Eddie Valiant (Bob Hoskins) de ¿Quién engañó a Roger Rabbit?. La participación colectiva de los dibujantes, cada uno a cargo de un capítulo, aporta todavía más al clima fracturado del relato.
Sobre el segundo de los lanzamientos de Fog of War, dice Grichener: “En el caso de Chiko y Amigo se trata de un orco y un enano, personajes básicos de la fantasía heroica; viven en Epic City, una suerte de Nueva York, y trabajan para la mafia de un elfo; ellos se quedan con un vuelto y van a tener que devolverle la plata al mafioso. La idea era satirizar un poco la división de clase social de hoy día”. Inmigrantes mugrientos como padres fundadores, chicas horrendas como distracción nocturna, y seres fantásticos emplazados en una ciudad con reminiscencias de Sin City. Además: todo lo incorrecto que se pueda ser, se es. No hay moral válida para Chiko y Amigo más que la que les conviene. En verdad, el que maneja los hilos es Amigo, enano piola que sabe cuándo enervar a su compañero grandote, gay, algo descerebrado. El trabajo gráfico del rosarino Sebastián Sala da cuenta de su pericia narrativa, ágil y acorde con el espíritu del sello editor: toques humorísticos, caricatura, parodia y, claro, mucha acción.
Las revistas de Fog of War se consiguen en librerías especializadas. Más información en facebook.com/fogofwareditorial.