viernes, 22 de mayo de 2015

Mad Max: Fury Road (George Miller, 2015)


Al infierno ida y vuelta

 
Por Leandro Arteaga

Tiene que volver uno de los viejitos para hacer ciencia ficción a la vieja usanza y validar la entrada al cine. El “viejito” es George Miller y atención, porque Mad Max prosigue sus andanzas mejor que nunca, aun cuando -aquí la artesanía de Miller- la nueva entrega sea tanto un compendio como un recuerdo sobre por qué el personaje de Mel Gibson es todavía un arquetipo.
Lo es, entre otras cosas, por la necesidad de ser dicho, otra vez interpretado (hermenéutica y corporalmente). Tom Hardy ahora pero, antes bien, Charlize Theron como la Imperator Furiosa. Porque es ella quien está “por detrás” del nuevo título del guerrero apocalíptico. El camino de Furia es también el destino que cumplir de acuerdo con los sueños y las leyendas repetidas. Y el bueno o tonto de Max teniendo que soportar, otra vez, papeles prefijados que no pidió para ser, sin desearlo, héroe.
De acuerdo, él es el héroe pero también la excusa, el MacGuffin necesario para que sea ella quien se erija por encima de la historia, tome el relevo de la anterior femme fatale (Tina Turner), y haga de esta cuarta entrega el western feminista que también supo rodar Sam Raimi en Rápida y mortal.
Western y road movie, con acelerador a fondo y sin marcas registradas que exijan planos detalles de sus logos. Acá los automóviles son tan mutantes como los protagonistas, sus extensiones bizarras. Con el metal crujiendo al calor del desierto a la par de una banda sonora de carretera interpretada, pareciera, por un Eddie the Head desbocado, en vivo, zarandeado al compás del rugir demente de la persecución.
Entre medio, las coreografías de un camión cisterna imposible, arponeado como una ballena, perseguido como una diligencia, disparado como a un monstruo de las dunas de Frank Herbert. Pero sobre todo, y porque es allí donde la película es película, la decisión indeclinable de torcer el volante para enfrentar al macho bravío. Con resonancias de mujeres primitivas que todavía saben por secretos que guardan y podrían decir: a otras y a otros.
Algo de este canto de sirena terminará por escuchar el obnubilado de Nux (Nicholas Hoult), cegado por las promesas de un Valhalla cromado, en este mundo de agua para pocos y fanatismo religioso para muchos. Pero la mujer del cabello rojo será mejor que cualquier tontería parecida. Mucho más provocadora que cualquiera de las peroratas exhibidas por el bestial Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne), padre de todo y de todos.
Cumplida la misión –nunca querida o perseguida- el cowboy vuelve a sus praderas de arena. Que sean de origen australiano no hace menos “americana” la esencia del relato. Y porque se sabe cúlmine, lo que logra Mad Max: Furia en el camino es el recuerdo conciente sobre una época de cine y de historieta que la trilogía original supo trazar, admirablemente, entre 1979 y 1985.

Mad Max: Furia en el camino
(Mad Max: Fury Road)
Australia/Estados Unidos, 2015. Dirección: George Miller. Guión: George Miller, Brendan McCarthy, Nick Lathouris. Fotografía: John Seale. Música: Junkie XL. Montaje: Jason Ballantine, Margaret Sixel. Reparto: Tom Hardy, Charlize Theron, Nicholas Hoult, Rosie Huntington-Whiteley, Zoë Kravitz, Hugh Keays-Byrne, Megan Gale. Duración: 120 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Village.
9 (nueve) puntos

Jose María Cao en el CCRF


El trazo genial y original

La muestra de José María Cao transita la mirada política descarnada y el talento gráfico único. El maestro de Caras y Caretas, en una serie de cincuenta originales.

Por Leandro Arteaga

La muestra que por estos días –hasta el 14 de junio, en Centro Cultural Roberto Fontanarrosa– compila cincuenta originales del maestro dibujante José María Cao obliga a una lectura en dos niveles. Por un lado, ante la imaginería de cuño político y social que el español imprimiera en las páginas de publicaciones argentinas como Don Quijote y Caras y Caretas. Por el otro, porque se trata de originales, cedidos por el Museo del Dibujo y la Caricatura de Buenos Aires. Es decir, así como hay un mundo, una época, que se hace presente desde la lectura desenfadada del trazo de Cao; también hay una huella cierta, provistas por el puño, la letra y la tinta verdaderos del artista ejemplar.
José María Cao (1862-1918) tiene pegado a su nombre el rótulo Caras y Caretas. No es poca cosa, sino reconocimiento a un quehacer inevitable para el tramado del humor gráfico argentino. En relación con el periódico Don Quijote, dice José María Gutiérrez: “Puede afirmarse que el molesto aguijón que El Mosquito hizo de la caricatura política, fue convertido por Don Quijote en una lanza temible” (La historieta argentina. De la caricatura política a las primeras series, Biblioteca Nacional y Página/12, 1999).

En este sentido, pueden apreciarse unas litografías asombrosas, con una composición gráfica que dialoga, así como con la sociedad y la política del cambio de siglo argentino, con las extraordinarias planchas hermanas que Richard F. Outcault, padre de Yellow Kid, realizara por aquellos años en Estados Unidos. Lo que se percibe también es el germen de la historieta, a punto de nacer como lenguaje (al respecto, debe leerse La historieta salvaje, de Judith Gociol y José María Gutiérrez, De la Flor, 2012).
Los motes animalescos acompañan a los políticos y son marca bienvenida para la elaboración del dibujo: Roque Sáenz Peña (El Pavo), Julio A. Roca (El Zorro), Miguel Juárez Celman (El Burrito Cordobés), José Evaristo (El Cangrejo). Más una mirada descarnada que no ahorra sangre de tinta negra para procurar desguaces y entregas de patrimonio así como otros malestares –con escenificaciones de torturas o de carnavales.
Entre estas imágenes y las de las revistas Caras y Caretas y Fray Mocho –son imágenes de estas tres publicaciones las que componen el recorrido- sucede un salto cualitativo que se expresa en varios aspectos: el cambio de siglo, los adelantos técnicos para la reproducción gráfica, la presteza de Cao para la pluralidad de registros. De esta manera, pueden apreciarse tanto las líneas diferentes que el dibujante emplea (entre registros costumbristas, retratos, portadas e ilustraciones) como el uso del color. Las “pegatinas” sobre la propia página son un deleite particular.
De esta manera, lo que también sucede es la constatación del derrotero de las publicaciones argentinas, con Caras y Caretas como relevo y renovación del humor gráfico como arma periodística. Éste es un rasgo mayor, ya que es ésta la publicación que oficiará como semillero de las demás por venir y de la mayoría de los dibujantes de prestigio del país.
Y como si de un viaje de elipsis rápida se tratara, basta con subir hasta el segundo piso del Fontanarrosa para también visitar Arte irónico para un mundo serio, del colombiano Raúl Fernando Zuleta (1983), cuya muestra resultara premiada en la Tercera Convocatoria de Estímulos al Talento Creativo en Antioquía. Niños, guerras, religiones, nuevas tecnologías, atraviesan la propuesta con una mirada perspicaz que potencia contrastes (el arma como flauta, niño contra soldado) y muestra cotidianidades absurdas (amores de Facebook, o selfies en la Pasión de Cristo).
  
 

Proyecto Enrocke: Ezequiel Akerman: entrevista


Calidad técnica para la música local


Proyecto Enrocke suma micros y canciones como pequeñas ventanas donde ver y escuchar música como se debe. Más de cuarenta artistas han participado de este emprendimiento, que pretende elevar la calidad técnica de la música.

Por Leandro Arteaga
 
Los micros de música que cada semana la productora Escarlata sube a su canal de YouTube, han sabido rodearse de una expectativa que a la vez abre el mundo musical hacia desafíos técnicos mayores. Se trata de Proyecto Enrocke, un emprendimiento que Ezequiel Akerman y Ximena Ibeas trabajan desde hace varios años con bandas de la ciudad, en el teatro de Sala Lavardén. Los resultados son brillantes, y la lista de músicos por descubrir todavía enorme. Hasta el momento, los Micros Enrocke son cuatro: Fabián Gallardo (con una versión de “Crimen”, de Cerati), Patagonia ReVelde (“1000 Km”), Ike Parodi y Tano Marciello (con una imperdible interpretación de “Los Fantasmas”, de Vudú), y Caimán (“Me empiezo a acostumbrar”).
“El Proyecto nació hace casi cuatro años como respuesta a una situación sobre todo laboral, que teníamos en la productora”, explica Akerman, director audiovisual. “Con Ximena Ibeas  nos encontramos con que las bandas no tenían el recurso para llevar a cabo un laburo de nivel broadcast; esto es, algo televisable, de calidad exportable, con la norma IRAM de audio y video internacional. Como ni nosotros ni ninguno de nuestros colegas puede lograr esto sin colaboración, hacía falta algo comunitario. Es decir, cuando alguien tiene que hacer un trabajo de estas características necesita de ayuda; como le sucede a cada realizador de la ciudad al hacer una película, y necesita de otras productoras para subalquilar equipos, por ejemplo. Todo esto a una banda se le hace bastante difícil. Entonces, pensamos en las muchas productoras con isla edición, de audio y video, que tiene la ciudad, y que si nosotros facilitábamos el trabajo de producción, el trabajo de prostproducción se podía liberar. Así, nació un programa de televisión que no llegó a cristalizarse, porque un multi banda, multi cámara, multi pista, en un teatro, en Full-HD, era muy caro, pero salieron estos micros que comenzamos a hacer desde hace dos años.”

-La lista de artistas que participó con Enrocke es extensa, y por lo que sé continúa creciendo.
-El primero en venir con su guitarra fue Julián Miretto, de El Vagón, predispuesto a tocar en el teatro Lavardén vacío. Y salió muy bien. Luego vino Boff Serafine, de Riff, y con Leandro Rolón cantaron juntos, algo que se dio ese día y que particularmente queríamos pero no podíamos gestar. Boff lo miró y le dijo: “¿Por qué no te venís esta noche conmigo a cantar?”. A la semana siguiente vino JAF, que hizo diez canciones y entre medio contó tres horas de anécdotas. Con una canción de JAF convencimos a cuarenta artistas más de venir a grabar con nosotros.

-Cuál es el propósito de los Micros Enrocke.
-El proyecto tiene su primera expresión en estos micros acústicos, que se pueden ver en el canal de YouTube (https://www.youtube.com/user/EscarlataProd/feed) y en la página de Facebook. De todos modos, el micro no llega a ser el espacio que pretendemos, donde la postproducción pueda abrirse a otras productoras. Sí se logra materializar un material que posteamos y que las bandas pueden llevarse para repostear donde quieran, con calidad exportable. A su vez, hay una sesión de fotos mientras graban, con muchas cosas aprovechables. Hay que destacar que el Lavardén fue utilizado y reciclado por Fito Páez para grabar Circo Beat, lo que hace que además de tener el sonido de un teatro, esté “arreglado” para un disco, algo que a nosotros nos da una seguridad, un colchón, muy importante.

-El recital trunco de diciembre pasado hubiese sido el objetivo consumado.
-Por mal clima no pudimos hacer ese recital, que consistía en el festival por los 115 años del Bar “La buena medida”. Ahí sí íbamos a materializar esto, porque el DVD que íbamos a grabar incorporaba a doce productoras de video y doce productoras de audio para que pudieran, tipo bolsa de trabajo, tener un EP, un DVD, para fabricarle a bandas de primer nivel.

-Ustedes ya hicieron un DVD para Vudú: Nutopía.
-Ese DVD nos costó mucho esfuerzo, y cuenta con la certificación Dolby. Hicimos también una edición en Blu-ray. Es una forma de levantar la vara, de laburar bien. Para que figure el logo de Dolby, ¡lo que hubo fue un contraro! Hacer el Blu-ray fue un aprendizaje, fue también darnos cuenta de que no había Blu-rays nacionales, sino sólo cuatro: tres de música y uno que era la película El secreto de sus ojos. Sólo tres de ellos tenían el sello Dolby. El nuestro fue el cuarto.

-Entiendo que a partir del ofrecimiento de la mejor calidad técnica, hay un mundo de posibilidades que se abre.
-Nosotros tratamos de mezclar los temas en 5.1, porque el ambiente del teatro nos estimula. Cuando no hay que microfonear de más, grabamos la guitarra de aire y de caja, para darle más ambiente. Tratamos de hacer lo mejor que tenemos con lo que podemos. Lo que hemos hecho con Ximena es armar una especie de trincherita. Nos conocimos en un taller de guión; si bien esto no tiene mucho de guión, sino de comunicación y de orden comunicacional. Cuando pensamos a Enrocke como un programa de televisión no terminábamos de ver qué era lo que tenía de diferente hasta que nos dimos cuenta de que en realidad se trataba de un proyecto de macrocomunicación, como una bisagra entre lo público y lo privado. Hay que aclarar que ninguna banda paga para grabar en Proyecto Enrocke, y que cada jornada consiste en ocho horas con el teatro vacío. También ha grabado con nosotros gente que todavía no tiene discos, pero que hace unas cosas increíbles
 

jueves, 14 de mayo de 2015

Tucho/Operación México: Rafael Bielsa, Leonardo Bechini


Escenas envueltas de vida real


El libro de Rafael Bielsa, sobre la vida de Tucho Valenzuela, tuvo su presentación junto a la película Operación México. El militante montonero como arquetipo de un relato que crece y dice sobre los tiempos presentes.

Por Leandro Arteaga
 
La vida del militante montonero Edgar “Tucho” Valenzuela tiene aristas de rumbos novedosos, que actualizan y todavía dicen. En este periplo de cauce mítico se inscriben tanto la novela Tucho: La Operación México o lo irrevocable de la pasión (Edhasa, 2014), de Rafael Bielsa, como la película que sobre el libro ha realizado Leonardo Bechini: Operación México, en fase de edición y con estreno previsto para 2016.
Junto a los intérpretes principales –Luciano Cáceres, Ximena Fassi–, director y escritor presentaron libro y largometraje el miércoles pasado, en el Salón Amarras de Terrazas del Paraná, con una introducción de acento conmovido en la voz del periodista José Andrés “Coco” López. También se vieron primeras imágenes de un trailer que iluminó escenas de esa historia tensa, al límite, que fuera la vida de Tucho: los diálogos cifrados, el cariño de una pareja, el compromiso de militancia, la Quinta de Funes, las delaciones, las torturas, México, la traición.
“Te voy a hacer una confesión decepcionante –explica Bielsa a Rosario/12–, cuando fui a la primera sesión de filmación me pasó una cosa extraña, que es para hablarla en términos clínicos. Estaba viendo la escena que se filmaba y había tres tiempos que se superponían: estaba mirando la escena que yo había escrito, desempeñada por los actores, y todo eso estaba envuelto por la vida real, por la misma escena que se había vivido. Eso me generó un malestar muy marcado. Me fui y no volví a pisar el set de filmación. Piglia dijo una vez: ‘cuando uno se entera de que van a filmar un libro hecho por uno, lo mejor es esperar que un amigo de buen gusto vaya al cine, y si ese amigo te dice que es una buena película, andá, y si no, olvidate del libro y de la película’. Yo apliqué esa receta.”

-Tucho parece expresar una necesidad mítica, al implicar preocupaciones presentes, que el libro y la película replican.
-Como todo libro arquetípico, mi libro es poco original; así como Esquilo decía ‘vivo de las migas de Homero’, yo diría ‘vivo de las migas de la tragedia griega’. Este libro es una tragedia en el sentido más trágico de la palabra, en ese sentido es tan arquetípico Tucho como lo fue Aquiles. Borges siempre hablaba de esos hombres a los que los griegos llamaron Homero, como diciendo que había más de uno que había escrito lo que escribió Homero, y entonces claro, los héroes y los personajes de las tragedias son el precipitado de rasgos que uno toma de diversos individuos; a lo mejor Tucho no era tan Tucho en su vida real como lo fue en el libro, pero también es cierto que a lo mejor Kyo, el maravilloso personaje de La condición humana de Malraux, tampoco era Kyo. Ahora, ¿por qué lo recordamos? Porque nos identificamos con él. Me parece que en las mujeres que tienen un hijo, que afrontan la vida, que hacen de papá y de mamá, hay algo de María; y en los hombres que en esta Argentina de paz, donde podemos dirimir conflictos políticos sin suprimirnos físicamente, que todos los días tienen actitudes de soportar y de tirar para adelante, hay algo de Tucho. No es del todo importante si el Tucho de la novela se parecía al de la historia, porque el momento de la historia, como el del periodismo, ya pasó, ahora es el momento de la literatura.
Y será el momento del cine cuando la película de Leonardo Bechini se estrene formalmente, luego de su paso por festivales internacionales. De acuerdo con lo informado, la avant premiere tendrá lugar en Rosario el año entrante. “Siempre tuve una especie de prejuicio con el tema de la violencia, no desde la decisión del combatiente, sino desde la cúpula”, comenta Bechini. “A mí el poder me da escozor y le desconfío. De alguna manera, pude cerciorarme de que los mandos intermedios son los que están cerca de la gente, junto al prójimo, y es eso lo que devuelve la esperanza de la batalla, de la pelea. Sentí que con Tucho me pasó eso. Pude recuperar algo de la esperanza perdida, que debe tener que ver con la melancolía que permanentemente tengo en algunas de las cosas que escribo. Tucho me acercó a todas esas cosas. Como siempre, el que está en el poder se aleja y no logra interpretar al que necesita. Creo que eso también nos sucede a quienes hacemos espectáculos, creo que nos alejamos de la gente. Cuando algo no funciona es porque creo que estamos contando cosas que no interesan. Para mí, Tucho era como una necesidad y siento que la gente va a recuperar algo de eso con la película.”

-Puesto que se trata de una película sobre una novela, ¿cómo fue la relación con el autor literario?
 -Tuve un par de contactos con Bielsa antes de escribir el guión, donde me dijo: “yo ya te la entregué, la novela es tuya”, lo que me dio tranquilidad. La novela es una sucesión de imágenes y de metáforas que el cine no necesita, porque la imagen es tan potente que el tema era el relato, había que transportar la tragedia y llevarla a su punto cúlmine, al pacto y la muerte de Tucho y María. La película tiene mucho vértigo, es el peregrinaje de Tucho lo que marca la impronta del relato.
 

Más allá de la palabra: Maxi Huerta+Lucía Goñi: entrevista


Un western rosarino camino a Cannes

Más allá de la palabra es un cortometraje, es un trabajo práctico, y es parte de la programación del Festival de Cannes. Director y productora listos para viajar a compartir pantalla.

Por Leandro Arteaga


¿De qué manera iniciar esta nota si no es a través de la ansiedad? Para hacer cine hay que compartir un tiempo (y espacio) alterado, con la cabeza puesta en la película. Nada más importa. Después, cuando la película rueda a conocer sus espectadores, habrá lugar para las sorpresas. Así, del trabajo práctico a la pantalla internacional; o también, de la Escuela Provincial de Cine al Festival de Cannes. Tal como se lee.
“Es una mezcla de emoción. No caés, te olvidás, lo recordás y te ponés contento de nuevo”, dice Lucía Goñi, productora de Más allá de la palabra, el cortometraje dirigido por Máximo Huerta que ha quedado seleccionado en la categoría “Short Film Corner”, de la inminente edición del Festival de Cannes.
“Somos todos estudiantes de la Escuela Provincial de Cine de Rosario. Más allá de la palabra fue un trabajo para tercer año, para la materia troncal, Realización audiovisual, que dicta Lucrecia Mastrángelo. Había que hacer un cortometraje y tenía muchas ganas de hacer un western aggiornado, con elementos modernos. Como el guión interesó, decidimos hacerlo. Lo realizamos con el mismo equipo con el que ya habíamos hecho otro cortometraje, con cada uno trabajando en los mismos roles. Nos gustó tanto que decidimos hacerlo girar por algún lado, sin bien nunca tuvimos a Cannes como posibilidad”, explica Máximo Huerta.

-¿Cómo apareció, entonces, esa posibilidad?
-Goñi: Al enviar nuestro primer trabajo (El nieto de Cronos, 2014) al Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales y quedar seleccionados, sentimos la sensación de que está bueno que lo que uno hace se vea, que circule. Por eso, pensamos que a Más allá de la palabra teníamos que presentarlo en festivales. Ya no recuerdo cómo, pero leyendo blogs me encuentro con que había una sección en Cannes, “La esquina del cortometraje”, orientada generalmente a jóvenes realizadores. Se lo comenté a Maxi, mandamos el trabajo, y no le dijimos nada a nadie.

-¿Y cómo fue el momento de enterarse?
   -Goñi: ¡No nos avisaban! Nos encontramos con que la película figuraba en el catálogo de Cannes, pero no habíamos recibido el mail de confirmación. Les escribí para preguntar, y acordé con Maxi que si recibía la respuesta no la iba a abrir si no estaba él. Me despierto en la mañana, veo que está el mail, lo llamo a Maxi y se toma un taxi. Mientras leíamos, mi mamá descorchó un champagne.


-De manera tal que se están yendo para Francia, los dos.
-Huerta: El festival habilita a dos acreditaciones, y señala que serían convenientes las presencias del director y el productor, por el tema de que hay ciertas charlas o porque pueden pedirse proyecciones privadas. Vamos a estar para la apertura, el 13 de mayo. Las expectativas son buenísimas, porque lo que hacés pasa a estar en contacto en otros lugares, en un espacio de gente joven. Creo que es algo que está bueno para la Escuela, para nuestros compañeros, porque muchas veces se hacen trabajos buenísimos que sin embargo no se ven.
El cine es un arte colectivo, y entre los rubros numerosos que lo conforman, aparece el sonido. La tarea estuvo a cargo de Emilio Taffarel. “Vengo de haber estudiado sonido y con la Escuela de Cine encontré un complemento espectacular”, comenta. “Creo que cuando comenzamos la carrera –agrega Goñi– no sabemos muy bien qué rol ocupar, pero sí que queremos realizar películas. Al momento de filmar, me di cuenta de que lo que me gustaba era organizar, en este caso las ideas de Maxi, para tratar de hacer realidad lo que está en su cabeza”. “Fue un rodaje bastante caótico –prosigue Taffarel– porque la consigna para este trabajo práctico era que el rodaje debía realizarse en cuatro días. De 96 horas, ¡habremos estado trabajando 80! Fue un esfuerzo grande de todo el equipo técnico y de los actores, que nos dejaron hacerles cosas horribles!”. “Recuerdo que de 48 horas, habíamos estado 41 horas grabando, el resto de las horas fue para comer y dormir. Yo tenía que ser la última en acostarse y la primera en levantarse”, rememora la productora.

-¿Qué es Más allá de la palabra?
-Huerta: Es un corto con un aire de western, con ciertos elementos del género a nivel compositivo y estético. Parte del corto está filmado en Bustinza, en Santa Fe, así que trasladamos la acción allí, entre peones rurales, a la manera de un western gauchesco. Se anda en bicicletas en lugar de caballos; y está el viaje hacia la ciudad, que es Rosario. Por suerte, todo el equipo estuvo interesado.
Más allá de la palabra incluye a Manuel Arce Molino (Fotografía), María Elisa Cassinera (Dirección de Arte), Valentina Intra (Maquillaje y FX), Luis Miguel Valiente (Asistente del Director), Bernardo Attorresi (Técnico HD). Los intérpretes son: Yanina Giuva, Raúl Sales, Oscar Satriano, Mauricio Tulliani, Julia Mazzotta, Miguel Ramírez, Ricardo Goñi.