lunes, 25 de noviembre de 2013

En llamas (2013, Francis Lawrence)


Los juegos del hambre y del tedio
 

Por Leandro Arteaga

Ante los pésimos ejemplos, mejor los buenos. Porque nada que se proponga, megalómanamente, En llamas no ha sido abordado antes por el (buen) cine de géneros. Que su realizador, Francis Lawrence, sea uno de sus exponentes actuales, no hace sino evidenciar lo que no hace falta explicitar; a saber: Constantine (2005) con Keanu Reeves y Soy Leyenda (2007) con Will Smith, contracaras –conformistas, bienpensantes- de sus fuentes originales: el cómic de Alan Moore/Delano/Carey (y tantos guionistas como dibujantes más, entre estos últimos el rosarino Marcelo Frusin), y la novela insigne de Richard Matheson.
Tampoco es que se le deba pedir nada extraño a un realizador que de autor nada, sino antes bien engranaje de películas sin alma, falsamente oscuras, mentirosamente provocadoras. Se excluye del comentario a las novelas de Suzanne Collins, quizás algo más perturbadoras, si bien con deudas evidentes hacia Battle Royale, novela del japonés Koushun Takami, devenida manga y películas.
La premisa de En llamas es otra vez (más de) lo mismo. Vuelta al ruedo en este enfrentamiento mortal dentro de un escenario falsamente salvaje, organizado como set televisivo para el consumo idiota de las masas. El futuro ha caído, y el estado de sitio es una costumbre que, de olvidarse, rápidamente se recuerda con golpes, saqueos, torturas y programas de tevé. La referencia hacia este tipo de contenidos, que la televisión actual hace proliferar de manera normal, es evidente. Cada uno encontrará el paralelo que más o menos le guste.
Ahora bien, que ello constituya per se una mirada crítica, disfrazada de relato de aventuras pre-revolucionario, es por lo menos un disparate. En este sentido, Katniss (Jennifer Lawrence) habrá de sobrellevar la más pesada de las cargas, sometida como se encuentra entre las exigencias del Presidente (Donald Sutherland), el rating, los amores contrariados, y la miseria de la gente (“su gente”). Violencia y atropello que no podrá eludir y que le llevarán -promesa de una tercera parte- a tomar las riendas del asunto. Como la líder que está destinada a ser. Porque, como de costumbre, nada más preciado que la figura mesiánica, capaz de redimir, salvar, exorcizar, y todo eso. Qué lejos de algo parecido, dado el caso, proponía la notable The Truman Show (1998), de Peter Weir, con su revuelta irónica. O antes bien, la lamentablemente profética Network, poder que mata (1976), de Sidney Lumet.
Por último, el gran ejemplo. Lo que significa que, antes que líderes salvadores o promesas de bienaventuranzas, mejor pelear con Rody Piper y sus lentes negros a lo largo de las calles, infestadas por extraterrestres burgueses y publicidades subliminales, de They Live! (1988). Pero es John Carpenter, es un cineasta.

Los juegos del hambre: En llamas
(The Hunger Games: Catching Fire)
EE.UU., 2013. Dirección: Francis Lawrence. Fotografía: Jo Willems. Música: James Newton Howard. Montaje: Alan Edward Bell. Guión: Simon Beaufoy, Michael Arndt, a partir de la novela de Suzanne Collins. Reparto: Jennifer Lawrence, Liam Hemsworth, Woody Harrelson, Josh Hutcherson, Donald Sutherland, Elizabeth Banks, Lenny Kravitz, Stanley Tucci, Jena Malone. Duración: 146 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
4 (cuatro) puntos

viernes, 22 de noviembre de 2013

Patricia Breccia / Oswal: entrevistas


Dos queridos historietistas -Patricia Breccia, Oswal-
en diálogo con nuestro programa.


Patricia Breccia
Emitido el 04/10/2013
Con Arteaga y Tolj

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Oswal
Emitido el 15/11/2013
Con Arteaga, Bussi, Buchin

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jueves, 21 de noviembre de 2013

Los degolladores (2913) Arturo Marinho: entrevista


La historia que rebota en el presente


La película de Arturo Marinho teje lazos entre el temido coronel Ambrosio Sandes y un descendiente, a la vez que rastrea el origen de una fotografía, y se detiene en el umbral entre la lejanía y cercanía. Mañana en Cine El Cairo.

Por Leandro Arteaga 

 “La historia de una vida puede estar contenida en la historia de una foto” dice el realizador Arturo Marinho de su nueva película, Los degolladores. Por un lado, la cita está contenida en la misma sinopsis que propone el film. Por el otro, es expresión personal, que basta rememorar para indagar en los motivos de este documental, que mañana a las 20.30 exhibirá en carácter de preestreno, con entrada libre y gratuita, el Espacio Santafesino de El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120).
“El punto inicial del trabajo es una foto que vi en el Museo Municipal de la ciudad de Cañada de Gómez, sobre un personaje malamente notorio de la historia argentina, el coronel Ambrosio Sandes”, explica Marinho a Rosario/12. “Sandes, un coronel uruguayo, fue uno de los ejecutores de la política y plan de exterminio del ejército de Mitre, luego de la batalla de Pavón, en la zona norte del país. Puntualmente, se dedicó a despejarla de todo vestigio de federales, tanto soldados como simpatizantes y líderes. Era quien llevaba adelante el trabajo sucio, de alguna manera. En principio me movilizó la foto que encontré en una vitrina, y a partir de rastrear su origen me encontré con una historia muy poca conocida, que es un poco la que pasó en la provincia de Santa Fe a partir de este exterminio planificado, y que lógicamente me llevó a una sensación muy clara sobre algo que ha sido recurrente en la historia de nuestro país, en cuanto a la resolución de los conflictos políticos por medio de la eliminación del otro, el distinto, el diferente, el oponente. Fue en ese momento cuando el proyecto comenzó a tener su solidez. A su vez, en este tipo de trabajos siempre está la pregunta sobre cómo filmar la Historia sin que sea un programa sobre un museo. Cómo hacerlo para que un proyecto histórico viva, para que sea interesante para un espectador.”

-La foto a la que te referís es la de Sandes con sus heridas al descubierto.
-Es de una particularidad muy especial. Es alguien del siglo XIX, que está sentado con el torso desnudo, mostrando la cantidad de heridas que tiene, las que se dice son cincuenta y cuatro. El lazo con el tiempo presente es el elemento que dispara la historia, a través de Pablo Sandes, un descendiente del coronel a quien termino conociendo. Pablo es una especie de anverso de su antepasado, en el sentido más literal de la palabra, pero con algunas similitudes muy significativas que también me parecieron muy interesantes de reflejar, porque la historia que rebota en el presente tiene esos juegos de espejos. Es muy importante la cuestión del doble, la duplicación, en este trabajo, hay una suerte continua de juego de espejos que me pareció interesante para deslizar cómo aún en alguien que se opone radicalmente a otra figura persisten ligazones muy fuertes, imposibles de ser borradas.

-¿Y cómo llegás a conocer a Pablo?
-A través de las redes sociales, una de las herramientas más desesperantes de nuestras vidas cotidianas; si bien es un lugar absolutamente indómito también es cierto que aparecen cosas inesperadas. Así fue cómo aparece esta persona que es nieto lejano de Sandes, y que estaba en la búsqueda y reconstrucción de su historia familiar.

-De nuevo lo espejado, es una casualidad extraña.
-Creo que un poco se relaciona con la máquina narrativa de la cosa documental. Hay una cierta dosis de situaciones que se dan de manera casual, que uno no puede poner en un orden lógico. Al ponerse en marcha, esta máquina va encontrando ciertos diques y va construyendo el recorrido. En ese sentido, soy muy respetuoso de esas casualidades, las sigo. Si bien tengo un plan, en algún momento necesita ser abandonado, en términos de rodaje y de proyecto. En esa tensión entre qué es lo que se debe seguir y qué es lo que se debe abandonar, está el hecho de lo que a mí me parece interesante construir, que es una historia para ser contada y compartida con un público. En ese hilvanar esos caminos alternativos con los principales es donde se va generando la historia.

lunes, 18 de noviembre de 2013

El abogado del crimen (The Counselor, 1013, Ridley Scott)


Serie negra en un film depurado


Por Leandro Arteaga

 Es un placer denso, siniestro, el que recorre el realizador Ridley Scott durante 120 minutos monocordes, de diálogos abultados, con sabor de abismo. La sonrisita que dibuja el rostro de Michael Fassbender, el abogado del título (o mejor, el “consejero” -the counselor-, sin otro nombre que le refiera), se desdibuja de a poco, junto con un mobiliario blanco, bien pulcro, de auto y trajes lujosos, con esposa a punto de estrenar (Penélope Cruz), que serán antítesis para las paredes descascaradas, para el vaho fétido, que inevitablemente sobrevendrán.
Porque las alertas están dadas, varias veces, a través de los oráculos del tema. Allí, entonces, el incomparable Reiner (Javier Bardem) o el huidizo Westray (Brad Pitt). Dos de los reiterados personajes que el “counselor” habrá de sobrellevar para saber cómo “invertir” en el negocio del narcotráfico. Mientras tanto, los leopardos-mascotas entretienen a sus dueños al cazar liebres: movimientos admirables, instintivos, impiadosos.
El escenario es el de la zona fronteriza entre Estados Unidos y México, con Ciudad Juárez como lugar nodal. Línea difusa que es mucho más, no-lugar que es ámbito para una contienda mayor, que trastoca en juego con la ley, con la profesión misma del “counselor” como paradoja en acción. Misma zona de introspección que Orson Welles tematizara en Sed de mal (1958). La frontera, así, es algo mucho más profundo, al poner en jaque a los contendientes, entre ellos y consigo mismo. Ahora bien, una vez dentro del juego, ya no hay vuelta atrás.
Que los diálogos de El abogado del crimen sean profusos, es cierto. Y todavía se tienen ganas de más. Quien está detrás de ellos es la pluma de Cormac McCarthy, el novelista (Sin lugar para los débiles, La carretera) devenido guionista, a las órdenes del gran Ridley Scott. Porque se trata de una de sus mejores películas, en mucho tiempo. Cerebral, impiadosa, con capacidad para ramificar desde puntos suspensivos. Es decir, una vez dentro de este otro mundo, lo que se entabla es otra realidad. Con otros parámetros, con otras reglas. Si bien distintas, las dos realidades se requieren. La plata del abogado –y todo lo que él representa- es causa, es consecuencia, del submundo donde quiere participar.
En algún momento alguna manifestación se cruza por entre las calles violentas y la noche. Se pide por justicia. Porque hay muertos sin explicación, porque hay desaparecidos sin investigación. Por allí deambula, sin saber bien qué hacer, el “consejero”. Como si nada de eso tuviese que ver con él. Mientras tanto, los movimientos, cada zarpazo, son obra del cálculo. Hasta que la víctima finalmente cae. Y la historia criminal, de cine admirable, puede volver a iniciar.

El abogado del crimen
(The Counselor)
EE.UU./Reino Unido, 2013. Dirección: Ridley Scott. Guión: Cormac McCarthy. Fotografía: Dariusz Wolski. Montaje: Pietro Scalia. Música: Daniel Pemberton. Reparto: Michael Fassbender, Penélope Cruz, Cameron Diaz, Javier Bardem, Brad Pitt, Bruno Ganz, Rosie Perez, Rubén Blades, John Leguizamo. Duración: 117 minutos
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
8 (ocho) puntos

martes, 12 de noviembre de 2013

Las brujas de Zugarramurdi (2013, Álex de la Iglesia)


Brujas que quieren dominar el mundo


Por Leandro Arteaga

 Sin complejos varados entre la corrección e incorrección, el cineasta Álex de la Iglesia se divierte mientras perfila hombres sometidos y mujeres caníbales durante el robo, fuga y pelea maléfica, de Las brujas. Entonces, como momento diáfano dentro de un cine donde el corsé de lo que puede decirse y cómo es regla, qué mejor que dejarse llevar en esta huida demente, con alianzas de matrimonios fallidos como botín.
Es cierto también que, cultor como es de un cine de premisas atractivas, de la Iglesia culmina por desbordar hacia la montaña rusa. Sea El día de la bestia, 800 balas o Balada triste de trompeta, lo que guía al argumento deriva en una acumulación de situaciones absurdas. Con Las brujas sucede otro tanto. Pero, de todas maneras, lo que asoma ya es un rasgo de cine, tan personal como esperable. En este sentido, Las brujas no podía ni debía quedar relegada, y es así como se llegará a descubrir, sobre sus minutos finales, a la gran… madre de todas las madres (o algo así), rodeada de vítores lúgubres y chillidos histéricos.
Pero antes de llegar a este aquelarre verdadero, a este festín femenino/feminista, hay toda una progresión más disfrutable, contenida en los diálogos masculinos, en los problemas compartidos, en las desgracias sufridas por las relaciones con el sexo opuesto. Mientras tanto, eso sí, hay un robo. Con un taxista como rehén, finalmente aliado. Uno más para la causa masculina. E infructuosa. Porque por más huida feliz que de la policía se logre, lo que a los cuatro les espera (es que también hay un niño, no por ello menos hombre), es sobrevivir al pueblo de Zugarramurdi, allí donde las brujas habitaban y todavía. Con Carmen Maura como líder de un séquito repartido entre la madre, la hija, el sirviente –un Igor en toda regla- y tías y parientes y amigas portadoras de las más variadas maneras de someter al macho odiado. Hasta el gran Carlos Areces –uno de los “azafatos” de Los amantes pasajeros- es una de ellas.
Si en Antes de la medianoche Julie Delpy y Ethan Hawke se devoraban entre réplicas, habrá también de situarse en mismo rango y honor los reproches que son discusión entre Hugo Silva y la bruja que es Carolina Bang. Bruja de nombre Eva. Mientras el personaje de Silva se llama José. Quien apenas horas antes se disfrazara de Jesucristo para robar en la casa de empeños. Es decir, un Cristo a los tiros y blasfemando, así como a los besos y entredichos –que confiesa no terminar de entender- con la brujísima Eva. ¿Qué tal?
Si la citada película de Almodóvar aparece como uno de los últimos títulos del cine español dedicado a mirar, con sorna y alegría, la propia realidad del país, con Las brujas sucede otro tanto. Aquí desde la imaginería del cine de terror. Género que supo ser norma cinéfila durante los años franquistas. Humor negro, entonces, para un presente que duele, y desde un cine que evoca otros tiempos, también negros.

Las brujas
(Las brujas de Zugarramurdi)
España, 2013. Dirección: Álex de la Iglesia. Guión: Álex de la Iglesia, Jorge Guerricaechevarría. Fotografía: Kiko de la Rica. Música: Joan Valent. Montaje: Pablo Blanco. Reparto: Hugo Silva, Mario Casas, Jaime Ordóñez, Carmen Maura, Carolina Bang, Enrique Villén, Carlos Areces, Santiago Segura. Duración: 115 minutos.
Salas: Monumental, Del Centro, Showcase, Sunstar, Village.
7 (siete) puntos

sábado, 9 de noviembre de 2013

El arte de la guerra (2013, Wong Kar-wai)


Estelas hipnóticas de sangre blanca


Por Leandro Arteaga
  
El cine es un arte sensorial, estimulante, capaz de provocar efectos imprevistos, poéticos, abstractos. El cine de Wong Kar-wai conoce mucho de estos aspectos. Si se trata de pensar rápidamente cuáles de sus películas han dejado un recuerdo encantado con toda probabilidad aparecerán Happy Together y Con ánimo de amar.
Con mayor y menor fortuna, su obra ha transitado un mismo sendero de búsqueda estética, de placer visual, de maneras formales ya características: planos bellos de por sí, con un trabajo de luz que destaca detalles, con variaciones de velocidad en los movimientos y el consecuente falso raccord; en suma, un montaje rítmico donde, podría pensarse –y quizás sea éste el caso de 2046, su continuación de Con ánimo de amar- la belleza visual corre el riesgo de situarse por encima de lo que se narra.
Por eso mismo, lo extraordinario del realizador hongkonés ocurre cuando, mientras poetiza y abstrae, cuenta una historia. Y lo que se cuenta en El arte de la guerra es la historia de vida de Ip Man, de quien sobresale como comentario anecdótico –que habla por sí mismo- haber sido el primer maestro de kung fu de Bruce Lee. El film se sitúa en el período previo, en donde Ip Man aparece como síntesis de su contexto, con la Segunda Guerra como telón de fondo bestial. Pero lo que de veras importa, aquello sobre lo que la película dice, como en tanto cine de Wong Kar-wai, es acerca de la relación no consumada, melodramática, de una pareja.
Entre Ip Man (Tony Leung) y Gong (Ziyi Zhang) se construye el lugar que el film es: miradas, deslices, decires, que se reprimen desde los lugares sociales que se ocupan o desde la disciplina marcial asumida. Cuando el kung fu los convoque por vez primera, la pelea será una danza de seducción, una sucesión de caricias disfrazadas de golpes, un beso que no es más que su imposibilidad. Pelea que es el nudo del film, y que explica la necesidad de las demás escenas de lucha, previas y posteriores, que la película propone. Cada una, una experiencia a disfrutar.
En este sentido, podría situarse a El arte de la guerra en un lugar a ocupar junto a otros films como El tigre y el dragón (Ang Lee) o la trilogía de Zhang Yimou, pero con la diferencia distintiva que significa la poética del realizador. Las artes marciales son parte del espectáculo que la película de Wong Kar-wai propone, pero también, y sobre todo, expresiones sentimentales, plenas de odio, amor y venganza.
Una de las mejores será el prólogo que supone el enfrentamiento prometido entre Gong y el traidor a su familia: en el andén de la estación ferroviaria, entre la nieve apilada y su caer, con una espada que traza heridas en los abrigos abultados, para que las estelas del algodón interno dibujen bellísimas líneas de sangre blanca. Algo parecido a la hipnosis sucede mientras la acción transcurre. Para salir del letargo, la película debe terminar. Lo que culmina por demostrar que Ip Man es lo que se vio: una confusión histórica y mítica, el mejor de los héroes de una película de artes marciales, y apenas otro de los personajes sentimentales en la filmografía de este notable cineasta.

El arte de la guerra
(Yi dai zong shi)
Hong Kong/China, 2013. Dirección: Wong Kar-wai. Guión: Wong Kar-wai, Zou Jingzhi, Xu Haofeng. Fotografía: Philippe Le Sourd. Montaje: William Chang. Música: Nathaniel Méchaly, Shigeru Umebayashi. Reparto: Tony Leung, Ziyi Zhang, Chen Chang, Cung Le, Hye-kyo Song, Benshan Zhao. Duración: 123 minutos.
8 (ocho) puntos

miércoles, 6 de noviembre de 2013

No Identificado (Loco Rabia)+Leo Sandler


Extraterrestres en historieta


Seres de otros planetas pululan por los cuadritos de No Identificado, antología de ciencia ficción. Estéticas varias para los miedos, el humor, la mirada corrosiva. Lo edita Loco Rabia y la coordinación general es del dibujante Leo Sandler.

Por Leandro Arteaga

“Fue largo el proceso, pero verlo finalmente impreso, en manos de los autores, ¡eso es lo importante!” dice Leo Sandler, historietista partícipe a la vez que coordinador general de No Identificado, antología de ciencia ficción editada por Loco Rabia, que se presentará mañana (07/11) en Centro Audiovisual Rosario (Chacabuco 1371) a las 20.
No Identificado reúne la participación –entre guionistas y dibujantes- de Lucas Alarcón, Carlos Aón, Pablo Colaso, Alejandro Farias, Walter Koza, Cristian Llamosas, Gerardo Pérez, Renzo Podestá, Leo Sandler, Juan Vázquez, Marcos Vergara, Elbio Yadanza. Con un prólogo de Germán Rolón –“excelente y gran lector”, le define Sandler- donde se lee: "No Identificado presenta una serie de historias donde el encuentro con extraterrestres sirve para negar el pretencioso antropocentrismo de nuestra cultura, como también para introducir a algunos viejos conocidos visitantes del espacio exterior y cruzarlos con nuestro mundo, ya sea para divertirnos, reflexionar y recordar trágicos episodios recientes de la historia de nuestro país."
“La idea original era hacer una antología con artistas amigos”, comenta Sandler a Rosario/12, “la propuesta de trabajo fue la de historietas con extraterrestres, aliens o lo que se quisiera, pero sin ningún tipo de guía o algo parecido, lo único de lo que hubo que preocuparse fue de coordinar las temáticas, para que no se pisaran las historias entre sí. Como confío mucho en mis amigos, sabía que iban a hacer algo que se saliera de la línea. De hecho, para mí el resultado es muy sorprendente, muy agradable. Si bien tuve que ver con la coordinación general, el proceso creativo de las historietas –a excepción de la que me toca- fue totalmente libre.”

-La calidad de la edición –como acostumbra Loco Rabia- es relevante. Lo señalo porque al repasar el recorrido de cada uno, veo que casi todos han participado en algún momento de la autoedición. Hay, por eso, una etapa cumplida.
-Ahora que lo decís, no me había puesto a ver el asunto. Creo que todos los que están en el libro vienen de la autoedición, y bien de abajo, de la época del 2000, 2001, cuando se acabaron las editoriales y había que hacer fotocopias y salir a vender. 

-Hay una profesionalización del ámbito, y sigue creciendo.
-En el caso de No Identificado, por ejemplo, si bien hice la ilustración de tapa, con el diseño no tuve mucho que ver, en la separación de colores me ayudó Paula Franco y toda la maquetación es de Marcos Vergara; es decir, es gente que está en el tema, a la que se puede recurrir. En la época de la autoedición teníamos que hacer todo, desde las fotocopias hasta el maquetado y como podíamos, ahora hay gente que sabe cómo trabajar. La profesionalización hace que esto sea imprescindible. 

-En este sentido, el vínculo con Loco Rabia (de Buenos Aires) es ejemplar. El nivel editorial que tiene prestigia a la publicación.
-A Loco Rabia lo llevan adelante Alejandro Farías, que está en Buenos Aires, y Marcos Vergara, que está en San Nicolás de los Arroyos. Están haciendo cosas realmente geniales, tienen una línea editorial muy cuidada, con autores galardonados como (Eduardo) Mazzitelli, (Quique) Alcatena, (Luis) Scafati, y dan mucho espacio a la gente que está haciendo las cosas bien, que viene de otros ámbitos o no es tan conocida. Lo que tiene como continuidad el sello, desde lo que uno ve, es que son muy cuidadosos con la edición del libro en sí, con el “libro objeto”, con las tapas, la calidad del papel y la temática.

-¿Para dónde va la historieta en Rosario?
-Me gustaría pensar que hacia una historieta rosarina, con una identidad propia, como lo fue en algún momento. Me gustaría decir que en Rosario se hacen determinadas historietas, pero lo cierto es que los historietistas rosarinos tienen proyección en Buenos Aires o directamente a nivel internacional. Hay muchísima gente que está laburando desde acá pero suelen ser ignotos, porque si no estás en el tema quizás ni los conozcas, y a su vez hay un montón de gente que no sale de acá y también está trabajando mucho. Igualmente, creo que el panorama de la ciudad en los últimos años se ha abierto mucho –concluye Sandler.