domingo, 31 de enero de 2016

Oscar Grillo: entrevista



Grotescos que dibujan sonrisas

Dueño de un mundo que es celebrado de manera internacional, Oscar Grillo inauguró su muestra en el Fontanarrosa. Historieta, cine, tango, infancia, como obsesiones y temas de un artista sin par.

Por Leandro Arteaga

Acercarse en persona a Oscar Grillo es, casi, como sucede con sus mismos dibujos. Una catarata de impresiones superpuestas. “¿Cómo que me admirás? Vos estás confundido”, le dice al cronista; así como cuando inaugura su muestra, durante el jueves pasado: “Les agradezco desde el fondo de mi corazón que hayan venido a ver estas pobres cosas que he hecho”.
Las “pobres cosas” que refiere se reparten por todas las paredes de la planta baja del Centro Cultural Fontanarrosa. No alcanzan. Son tantas que suman también paneles. Repartidas entre series que las conjugan y combinan. Personajes de cuentos de hadas cruzan miradas con el mundo arltiano, los arrabales se enfangan en tangos, Gulliver espera turno de baile, y un gaucho arremete un malambo que es un espectáculo.
Lo del “fondo de mi corazón” asume también el título elegido: “Del fondo del barril. Dibujos impresentables”, que permanecerá en el Fontanarrosa hasta el 6 de diciembre. En otras palabras, la posibilidad de acercarse al mundo sin par de Oscar Grillo (Lanús, 1943), ilustrador y animador de relieve internacional, con vida en Londres desde 1971, y participación en títulos de Hollywood como Monsters, Inc. y Men in Black.
Bromea con el público pero lo que dice es profundamente cierto: “Si alguien me quiere ahorcar con esta corbata, me la regaló Paul McCartney”. El vínculo con el beatle tiene su correlato en el video-clip Seaside Woman (1980), que el argentino animara para Linda McCartney & Wings (en YouTube está disponible). Lo supo emitir reiteradamente Caloi en su tinta, y fue en la apertura de este programa insigne donde podían apreciarse ilustraciones suyas.
Ahora bien, ¿cuáles son los temas, obsesiones, que en ellas abundan? Dice el maestro: “Angustia, miedo, hambre, desesperación, y ganas de seguir viviendo un poquitito más de lo que la vida nos permite”. En sus blancos y negros, a veces colores, se respira de manera convulsa, en medio de un ajetreo de páginas ciudadanas que es también un arcón de recuerdos que pelean por salir primero. Hay encanto, hay dolor. “Yo no soy un cómico, no hago chistes, pero creo en dibujar cosas grotescas que puedan hacer sonreír a los que caminan. Como el mundo me ha dado tantas piñas por los años que he vivido, me dediqué más que nada a confrontar las crueles realidades y transformarlas en formas cómicas de la existencia”, explica.
Y se ejemplifica: “Como el caso de tener una imagen de la Olympia de Manet con medias, a Pinocho pidiendo limosnas, a Blancanieves en el día que le entregan la manzana, o a Caperucita Roja haciendo lo que debió hacer: darle una patada en los cataplines a ese idiota del lobo. Poniendo esas ideas así, a veces uno puede encontrar, aunque sea por error, unas formas de la realidad o de la verdad, o de lo que uno cree que es honesto”. Su manera de plasmarlo, comenta, es “simple”. “No hago técnicas especiales, dibujo con el pincel, la lapicera, tinta china, y rápido. A veces me sorprendo yo mismo de las porquerías que salen.” Estas “porquerías” son un regocijo que atenaza, que deja el ánimo del que mira suspendido entre trazos y líneas que acercan la infancia, le quitan la inocencia, y devuelven asombro al mundo.
Además de McCartney, Oscar Grillo es amigo de Dick Tracy, de Crist, del Sargento Kirk, de Sábat, de las tardes en camiseta de Calé (y sus clubes de barrio, sus veredas, la milonga), de Li’l Abner y del Pato Donald. Pero del Donald que, como bien sabía el niño Carlos Trillo, dibujaba un tipo sobresaliente: Carl Barks. Un homenaje a ese otro padre del pato pudo leerse en la Fierro en Trillo y Grillo (2006-2007). “Otra porquería”, recuerda el artista. Y agrega que, entre otros, ha conocido a Chuck Jones, que aprecia mucho a Bill Plympton (quien estuvo en Rosario hace días y habló maravillas de Grillo), y que cena una vez al mes con Dick Williams, el director de animación de ¿Quién engañó a Roger Rabbit?. “¡No sabés lo que es su último trabajo!”, exclama. “¡Todo hecho a mano!”.
Así que, ya sabe, está avisado, vaya y piérdase en alguna de esas avenidas con nombre de historieta porque el recuerdo está fresco y la buena tinta, por suerte, mancha para siempre.

No hay comentarios: