Libros y dibujos que quieren
más espacio
El escenario para la
historieta y la animación se percibe, crece, tiene aristas inciertas. Talento
hay mucho. Los sellos editores, las publicaciones y las películas.
Por Leandro Arteaga
Historietas y dibujos
animados. Faltaría la merienda. Pero lo cierto es que historieta y animación
están lejos de ser atributos sólo de la infancia. De hecho, nacieron como
medios para el público adulto, problemáticos, rápidamente observados –muchas
veces fagocitados– por el comportamiento comercial y el ojo avizor de la
censura y la política espuria. Bien viene preguntar de dónde procede esa
ligazón infantil para refutar, por fin, el prejuicio.
En este sentido, uno de los
mejores ejemplos que ha dado el año, destinado a ser un parámetro de
referencia, es Informe: historieta
argentina del siglo XXI, el libro voluminoso con el que la Editorial Municipal
de Rosario ha ocupado portadas y páginas en diversos medios nacionales. Su
compilador ha sido José Sainz, a él se debe esta tarea titánica de relevo de
artistas del país, de una nueva generación, con avatares tecnológicos actuales,
reunidos como panorama que interroga el devenir del medio. Un libro
irrenunciable, que hay que leer.
La semblanza ecléctica que propone Informe rebota de manera inevitable con
el quehacer local. Por un lado, ante el empeño municipal por dar cabida a la
historieta (que suma ediciones ya realizadas junto con Crack Bang Boom); por el otro, desde los
rebusques financieros de los autores –las más de las veces, autoeditados– en
contraste con los medios de comunicación, (casi) nunca predispuestos a darles
cabida. Algo de esto trasunta el librito Historietas
a la deriva: Rosario y más allá (Puro Comic, 2015), escrito por quien
firma. Una deriva que continúa, a la par de dibujantes notables cuyas mejores
posibilidades, de tarea y dinero, sucede en otros mercados (de otras ciudades,
de otros países). Rosario, se sabe, no publica a los dibujantes que tiene.
Basta con mirar sus revistas y diarios y canales televisivos. Más la paradójica
rúbrica de ser la tierra “fontanarroseana”.
Invocado el gran dibujante,
paso entonces al lujo supuesto por la galería de galerías que el Centro
Cultural Roberto Fontanarrosa habilitó. Los artistas expuestos durante el año
constituyen esa marca identitaria para el dibujo y la historieta que los libros
llaman “escuela argentina”: José María Cao, Hermenegildo Sábat, Oscar Grillo,
Crist, Luis Scafati, Caloi, Carlos Avallone, Mordillo, Horacio Altuna, con
mención especial para los locales Gusi Bejer y Héctor Beas, con sus dibujos para
el Martín Fierro que le editara Ciudad
Gótica. El CCRF se ha constituido como sede de privilegio para quienes aman el
mundo gráfico.
En esta línea, otro bastión
fundamental es la
Convención Internacional
de historietas Crack Bang Boom, cuya
sexta edición –siempre con organización del CEC y Eduardo Risso– ha vuelto a
ratificar su primacía. CBB continúa como la actividad cultural que
congrega mayor asistencia de público, es escenario de presencias estelares y
homenajes (este año con el brillo incomparable que significó el dibujante Juan
Giménez), y ofrece lugar preferencial para el lanzamiento de álbumes y
revistas. Este aspecto ha crecido exponencialmente, a la par de un circuito
alimentado por otras convenciones del país.
Vistos los avatares
económicos recientes, con el fantasma invocado ante la posible invasión de
saldos o publicaciones extranjeras, habrá que esperar la edición 7 de CBB. Los ojos interesados en el devenir
del asunto tendrán allí el barómetro, ya que CBB es el puntal de lanza de todas las demás convenciones, y porque
ha sido la elección primera de muchos sellos (pequeños y grandes) para sus
lanzamientos nacionales.
Libros y
revistas
Ante el problema ya presente
por el aumento del papel, imprenta y demás menesteres, el editor local César
Libardi, del sello Rabdomantes, le señalaba al autor que si bien hay
incertidumbre, la confianza en publicar es irrenunciable. Al respecto, la nota
publicada por Andrés Valenzuela en Página/12,el martes pasado, donde repasa el estado de la cuestión, rubrica una intención
general: hacer historieta, como sea.
Rabdomantes ha hecho conocer
durante el año dos números más de su antología Quimera, cuyas historias se consiguen, así como Fierro, en los kioskos. El esfuerzo de
Libardi es encomiable, al habilitar páginas a muchos artistas locales. El sello
ha sumado también dos álbumes a la colección Reencuentro. El primero, dedicado
a un inhallable de Julio Azamor: Orgasmatrón,
cuyo origen remite al legendario fanzine
porteño Catzole. El otro, una
historieta visceral de Renzo Podestá: (Bang)kok:
60 maneras de escapar de una ciudad, del 2005.
El nombre de Podestá
–rosarino, con vida en Córdoba, editor del sello Le Noise- estuvo muy presente en
el año, al ser protagonista también de dos libros más: el monográfico Cuadernos
de dibujante y 27, que recopila
la serie publicada años atrás en Estados Unidos, con guión de Charles Soule.
Los dos títulos fueron lanzados por Szama Ediciones (propiedad de Juan Ángel
Szama, también organizador de CBB).
La serie Cuadernos de dibujante se
completa, al momento, con dos títulos más, dedicados a Manuel Depetris y
Eduardo Risso. El rosarino Depetris, por su parte, ha sido también noticia al
ver editado en el país su libro ¿Qué
clase de casa es ésta? (La
Pinta).
La otra antología que ya
tiene mayoría de edad, que ha crecido hasta encontrar un pulso justo entre
calidad y variedad, es Términus. Por empeño
profesional de Bruno Chiroleu y Gastón Flores, la publicación ha alcanzado
otros países, con colaboraciones internacionales, a punto de conocer su décimo
número. La triada la completa el sello Fog of War, más reciente en el panorama,
con la energía repartida entre Yamil Aboukais y Ariel Grichener, este último el
guionista que reparte historias para los dibujantes de sus dos novedades más
recientes: Enadrya y Artemis: Ecos de Meridia. La primera, un
hallazgo, ya que implica la redimensión transmedia con el juego de cartas del
mismo nombre, también rosarino, del sello SilverCow; la segunda, una invitación
a la aventura en clave fantástica, con dibujos del gran Guillermo Villarreal.
En otro orden, el libro que
es punta de ovillo y promete más es Hilo
Rojo, con guión de Pablo Vigliano y dibujantes varios. Es un librito de
autonomía precisa, con historias en plan antología pero reunidas desde un mismo
arco. Una novedad como ésta es consecuencia de un desarrollo que ha mentalizado
a los dibujantes sobre el comportamiento profesional, necesario para
presentarse en sociedad. Por eso, Hilo
Rojo tiene contentos a sus artistas y a los lectores.
Por su parte, el sello Puro
Comic (Daniel Galliano) ha abierto una línea teórica en su catálogo de cómics,
a través de la colección Aprendimiento, integrada por los libros Fontanarrosa: el cine y las historietas,
de Juan Matías Lobos; Santa Fe en
cuadritos: Producción historietística de 1970 a 1990, de Carolina Tarré; y
el mencionado Historietas a la deriva.
La colección fue ganadora del subsidio Espacio Santafesino, del Ministerio de
Innovación y Cultura, al igual que la serie Cuadernos
de dibujante, que Puro Comic coedita con Szama. El sello de Daniel
Galliano, que ha recuperado varias obras de Eduardo Risso, ha sumado también
una nueva edición de Parque Chas, en
un integral que contiene las dos partes de la obra de Risso y Ricardo Barreiro,
conocida originalmente en Fierro
(primera época).
Otro sello novel es
Milenario Ediciones (Alejandro Radeff), que ha dado a conocer en coedición con
Loco Rabia un integral inédito del gran Carlos Vogt: Las tierras del oso, publicado originalmente en Italia entre 2011 y
2013. Allí, el legendario dibujante de Pepe
Sánchez da rienda suelta a la ironía cómplice que sus lectores tanto
conocen. También Loco Rabia ha sumado un cuarto tomo a la serie pedagógica Aquí mismo: Grageas de Historia Argentina en
Historieta, en este caso dedicado a “El Grito de los Sin Tierra (La
rebelión campesina de 1912 en el sur santafesino)”, con coordinación de José
Hugo Goicoechea, Jesica Aran y Carlos Barocelli.
El abanico referido permite destacar que la
historieta hecha en Rosario es, básicamente, de motor independiente. Hay
todavía mucho más, distribuido en otros ámbitos, a través de nombres notables
como Damián Couceiro, Leandro Fernández, Marcelo Frusin, Alejandro Aragón y,
como siempre, Eduardo Risso.
En esta línea, consecuencia de un vínculo con el
guionista uruguayo Silvio Galizzi, el dibujante Esteban Tolj –de presencia
habitual en las portadas de revista El
Vecino, lápiz de la tira El Pollo
Palacios- ha presentado en CBB su
libro Crónicas del inxilio (Ninfa
Cómics, Montevideo), a partir de vivencias del escritor durante la última
dictadura militar de su país.
Y en otro orden, así como ya ocurriese con el monográfico
realizado por Leandro Fernández –Luces y
sombras–, editorial Dícese ha sumado a la misma colección el fundamental Composición y narrativa de historieta, a
cargo de Eduardo Risso.
Plymton, Gaia y los premios
Por su parte, la animación
de la ciudad continúa con el nombre de Pablo Rodríguez Jáuregui como su vector.
Sea por el décimo año de vida de la
Escuela para Animadores, que él dirige y que depende del
Centro Audiovisual Rosario (Secretaría de Cultura); como por los proyectos
concretados y que coordina. Por un lado, los diez años de la EPA tuvieron por invitado relevante,
para su celebración, al animador norteamericano Bill Plympton. Fue todo un
acontecimiento: proyecciones y master class en Cine El Cairo, en el marco de
actividades libres y gratuitas, de salas colmadas. Sin olvidar que la misma EPA
contó también con la visita del canadiense Steven Woloshen, animador que ha
asumido el custodio y la práctica del rayado de película del que es emblema el
maestro Norman McLaren. Un lujo.
Entre los proyectos que
Jáuregui ha impulsado –el programa televisivo Cabeza de Ratón, cortometrajes propios como Biromes y servilletas, sobre canción de Leo Masliah– el relieve lo
merece El viaje de Gaia, largometraje
realizado por la
Cooperativa de Animadores de Rosario, con producción de Señal
Santa Fe y la
Subsecretaría de Energías Renovables. La dirección es de
Jáuregui y lo que allí se cuenta tiene que ver con el respeto por el medio
ambiente, con niños protagonistas en viaje por el terruño santafesino. Los
premios no han faltado: el festival "Divercine" de Uruguay, y el
Festival de Cine del Medio Ambiente de Barcelona, galardonaron la película. El circuito de proyecciones la ha llevado a
lugares como el Festival del
Nuevo Cine Latinoamericano de La
Habana y el Latino
Children Film Fest de Nueva York.
Está
claro que el mérito no es sólo de Jáuregui, sino de todo un grupo en el que
destacan Diego Rolle, Miguel Mazza, Gonzalo Rimoldi, Melisa Lovera, Cristian
Llamosas, Leticia Santa Cruz, entre muchos otros. Es
imprescindible destacar que el estreno de esta película tuvo su bandera de partida
en la quinta edición del Festival Internacional
de Cine Infantil “Ojo al piojo”, que organiza el CAR, donde se dieron
cita alrededor de setenta obras de todo el mundo. El premio al mejor
cortometraje realizado por niños fue para Los conejos y el diamante mágico,
del joven rosarino Ezequiel González, quien da muestras de un saber narrador
que puede articular referencias contenidas en géneros como la aventura y la
fantasía. En el mismo certamen, el trabajo recibió también el Premio Mirada de
Piojo al cortometraje más votado, compartido con Lila, de Carlos
Lascano (coproducción entre Buenos Aires y Madrid). Ojo al Piojo también ha
prolongado su importancia en el Festival Internacional de Cine de Mar del
Plata, donde volvió a participar con una selección del material en competencia.
Los premios claro que importan,
y entre los que la ciudad posibilita aparece de modo destacado el que ofrece el
Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales, también organizado por
el CAR. La categoría de Mejor animación fue para la realización brasileña Viagem na chuva, de
Wesley Rodrigues de Oliveira, también merecedora del premio a la Mejor Realización
Audiovisual del Festival. No es para menos. El vuelo onírico,
de remembranzas con Miyazaki, con colores que laten con vida propia, hacen de
este cortometraje una experiencia alucinante y melancólica.
De lo que aquí referido,
amén del talento de tantos dibujantes, se desprende la ingente tarea del
municipio en su apoyo a la tarea animada, un aval al que se suma al aporte
valioso que significa el programa Espacio Santafesino, del Ministerio de
Innovación y Cultura de la Provincia. Seguramente, no sea suficiente. Otro
tanto para el caso de la historieta. Pero lo que en última instancia resalta es
la concreción de un espacio desde el cual se podrá organizar mejor el panorama,
para así atisbar cuáles son las aristas del problema y tal vez comprender por
qué demonios los medios de la ciudad no dan cabida, de una vez por todas, a sus
artistas. Tantos hay, tan buenos son.
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