Recuerdos
odiosos y cariñosos
Por Leandro Arteaga
Vale destacar que Villegas tuvo su momento de exhibición en el marco de la última
edición de Bafici Rosario, organizado por Calanda Producciones. No sólo por lo
que significa la presencia de la película, sino también por la de su
realizador, Gonzalo Tobal, quien en mesa de diálogo con el público hubo de
compartir experiencias junto a otros realizadores de cine “independiente” (un
mote, se sabe, que genera hoy más discrepancia que acuerdo). Es un dato de
relieve, porque junto con Mauro Andrizzi, Maximiliano Schonfeld y Luis Ortega
–cuyas películas bien vendrían también a la propuesta de la cartelera
comercial-, Tobal hubo de exponer su parecer, problemas y búsquedas
cinematográficas, desde una modalidad de actividad –la de mesa redonda- casi
inédita para el quehacer audiovisual local.
Precedida por premios en Bafici 2012 y de un
recorrido internacional, Villegas es
título así como locación para la ópera prima de su realizador. Desde lo
inmediato, distinguir argumentalmente que se trata de dos primos (Lamothe y Bigliardi)
que deciden volver al pueblo a raíz del fallecimiento del abuelo. Primero,
entonces, la gran ciudad, Buenos Aires y sus ritmos; luego, la road-movie de paisajes cambiantes, que
ralentiza de a poco la aceleración inicial; finalmente, la llegada a Villegas,
el reencuentro con familiares, y la propia historia de los personajes que entra
en crisis, de cara a un conflicto que tendrá desenlace pero que, sobre todo,
posibilitará puntos suspensivos.
Para llegar a tal instancia, cada una de las
secuencias contiene momentos de tensión, que se conectarán hacia un rumbo
imprevisible. Presentes, por ejemplo, en las maneras de vestir y hablar de los dos
primos, en el viaje y sus paradas –plenas de recuerdos cariñosos u odiosos-, en
las frases que esconden alguna broma y, en ellas a su vez, alguna bronca que
parece no tardar en estallar para poder, así, calmarse. Un vaivén emocional que
tendrá conexión de esencia con lo que cifra la palabra Villegas, sea como
ciudad, sea como prócer a quien debe su nombre, sea como escenario donde las
decisiones habrán de ser tomadas porque es allí, justamente, hacia donde todo
remite.
Así las cosas, el fallecimiento del abuelo pude ser
oportunidad de reencuentro, pero también camino inevitable; Villegas reclama a
los primos y éstos, quiéranlo o no, deben volver. Por eso, la travesía es en
automóvil pero también interna, como máquina del tiempo que los devuelve a un
mundo de gestos y de complicidades. Ir a Villegas, en este sentido, también
significa volver de Villegas. Cualquiera sea la resolución, no habrá por ello
de eludirse que hay algo más, que hay mucho más, que a los protagonistas les
acompañará siempre.
Villegas
Argentina/Holanda/Francia,
2012.
Dirección y guión: Gonzalo Tobal. Fotografía: Lucas Gaynor. Música:
Nacho Rodríguez Baiguera. Montaje: Delfina Castagnino. Intérpretes:
Esteban Lamothe, Esteban Bigliardi, Mauricio
Minetti, Paula Carruega, Lucía Cavallotti. Duración: 99 minutos.
Salas: Village.
7 (siete) puntos
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