martes, 26 de junio de 2012

Dark Shadows (2012, Tim Burton)


El regreso del vampiro simpático


Por Leandro Arteaga

Ha vuelto el gótico. Nada del otro mundo. Ninguna obra maestra. Pero sí a la altura de lo que se sabe es (y no ha sido) el cine de Tim Burton. Esto es: galería freak de almas en pena, atormentados seres de ultratumba, de muerte serena, miradas tristes, melancolía fúnebre. Allí, entonces, Edward Scissorhands, Ed Wood, Batman, El jinete sin cabeza, Sweeney Todd, Jack Skellington. Todos vestidos de una noche siempre negra, por fuera del ánimo torpe, tan ajeno a Burton, supuesto por Alicia y un aburrido País de Maravillas.
Pero ahora, sí y por fin, Barnabas Collins. Otra vez a las fuentes. Con maldición y bruja de por medio. Mujer despechada que no perdona y hunde al objeto de su amor en siglos de confinamiento. Vuelto vampiro, Barnabas (Johnny Depp) despierta en plena década 1970, entre colores extraños a la herencia europea, en busca de la gran mansión donde residiera.
Una gran M lo recibe y, si de Burton se trata, también entonces de Fritz Lang. “¡Mefistófeles!” dice el vampiro, ignorante de las hamburguesas que simboliza, así como ajeno al espíritu de sus cajitas felices. Ironía bienvenida. Que permite jugar de manera alterna referencias cruzadas con la época actual: “¿qué pensás del presidente?”, “¿Y de la guerra?”. Además de un cúmulo de hippies en trance de decadencia, menú por ello obligado para las fauces de este Nosferatu aggiornado.
También los ’70 porque es ésta la época de la serie televisiva de origen, realizada por Dan Curtis, artífice de aquella legendaria Trilogía del terror, con Karen Black siendo perseguida por un aborigen diminuto. El film de Burton decanta hacia la profusión del gag. Algunos más logrados. Otros menos. Pero con un encanto justo como para situarse dentro de su universo característico, donde otra vez la familia es lugar de desnivel, nido de víboras e hipocresía. En Beetlejuice se sentía un rasgo parecido.
También porque habrá justicia poética. En este sentido, Barnabas es Drácula. Varios elementos dan cuenta de ello, y uno de manera muy especial, cariñosa. A descubrirlo. El amor está presente, así como su promesa eterna. También el sexo. Como quizás nunca antes Burton se lo permitiese. Y voluptuosamente.
De todos modos, y por fin, la amalgama entre las sombras, el niño, la poesía: Pee-Wee, Edward Bloom, Charlie Bucket, y también Barnabas Collins. También su sobrino lejano. Y quizás la niña precoz, ya tan sinuosa. Sin olvidar por ello un pop por momentos de estruendo, tan clásico al plástico norteamericano como también consecuente con el contraste que significa ante la raigambre vampírica y su folklore.
Allí también, y con gloria, momentos culmines de reminiscencias hammerianas y cormanianas: Usher, Poe, Vincent Price. Juntitos y dando cobijo a este vampiro simpático. Entre grietas de una gran mansión que comienza a tambalearse entre fuegos de agonía. A la espera, como de costumbre, del querido pantano.

Sombras tenebrosas

(Dark Shadows)

EE.UU., 2012. Dirección: Tim Burton. Guión: Seth Grahame-Smith, John August. Fotografía: Bruno Delbonnel. Música: Danny Elfman. Montaje: Chris Lebenzon. Intérpretes: Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Helena Bonham Carter, Eva Green, Jackie Earle Haley. Duración: 113 minutos.

Salas: Monumental, Showcase, Village, Sunstar.

7 (siete) puntos

domingo, 24 de junio de 2012

Nosotros, detrás del muro: Lucrecia Mastrángelo: entrevista:


Por detrás de los muros propios



El nuevo documental de Lucrecia Mastrángelo detiene su mirada en el Penal de Mujeres de Rosario. Ganador del concurso de Televisión Digital del Incaa, Nosotros, detrás del muro se concibe como puente entre el adentro y el afuera.
Por Leandro Arteaga

“La realidad con la que me encontré fue muy distinta a la que había construido a partir del guión, dentro del laboratorio intelectual que uno tiene, desde otra realidad. Escribí un guión al que le faltaban los violines: una mujer por capítulo contaría una historia acerca, por ejemplo, de cómo es recuperarse. Pero en realidad, cuando fui a hacer la investigación, empecé a darme cuenta de que lo que pensaba no tenía nada que ver con lo que me encontré. Allí dentro, las mujeres no se podían recuperar, nadie se recupera. Lo que verifiqué es que el sistema funciona perfectamente, y que ahí dentro hay personas dejadas a su suerte, salvajemente” señala la realizadora Lucrecia Mastrángelo a Rosario/12.
El motivo del diálogo, fragmento apenas de lo mucho conversado, es la finalización el viernes pasado del rodaje de Nosotros, detrás del muro, documental de cuatro capítulos centrado en la Unidad Nº 5 del Penal de Mujeres de Rosario, que ganara en la categoría "serie de documentales federales para televisión 2012”, del concurso de Televisión Digital organizado por el Incaa (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales). La difusión se prevé hacia fines de año, por la señal televisiva Encuentro.
“Hay temas de los que la sociedad no quiere hacerse cargo, como la criminalización de la pobreza, porque hay mucho prejuicio; yo soy de meterme en estas cuestiones” señala Mastrángelo, de cuya filmografía destaca su anterior trabajo: Sexo, dignidad y muerte. Sandra Cabrera, el crimen impune (2010), que comparte una misma mirada femenina que elige detenerse en el margen social. Por detrás de un muro que, antes que ajeno, también es propio. “Ésta era una realidad que me parece había que abordar, para que estas mujeres sean visibles. Uno de los ejes de los capítulos es el del encierro, es decir, a veces hay situaciones de encierro respecto de las que no necesitás estar presa. ¿Cuántos somos los que no vemos más allá de nuestros propios muros? Por eso el título del trabajo es el de Nosotros, detrás del muro y no el de “ellas”. Se trata de reflexionar desde este lado. Empezar a tirar un vínculo entre el afuera y el adentro, para dar cuenta de que son muchas cosas las que nos vinculan. 

-¿Cuáles son los demás ejes?

-Los otros ejes están dados por la esperanza, por el sobrevivir, y por el desamparo. Creo que todo el mundo ha pasado una situación de desamparo en algún momento. Cuando uno viene hambreado desde mucho tiempo atrás, hijo de desnutridos, que no han ido a la escuela, que son nietos de la caja PAN… ¿Qué pretendemos como sociedad? ¿Que cursen la universidad? ¿Que tengan un novio médico y rehagan su vida mágicamente?

-¿Con qué panorama, entonces, te encontraste dentro del Penal?

-Pensé que me iba a encontrar con mujeres con las que iba a poder reflexionar sobre el encierro, sobre qué significa, pero no. Me encontré con mujeres que están esperando las visitas para que pueda ingresar la droga, mientras las guardiacárceles miran para un costado. El sistema penitenciario deliberadamente quiere que esto pase, para que no se puedan recuperan y se vayan eliminando de a poco. No son personas que puedan reinsertarse, tal como lo refiere en su testimonio Fabricio Simeoni, quien hace un taller literario con algunas de las mujeres. Él me dice que no se puede rehabilitar a quien no fue habilitado nunca. Son pobres, y ya se ha elegido por ellos. Allí, la vida de ellas no significa nada. El sistema les dice que su vida no importa a nadie. Si la vida de ellos no importa, tampoco les importará la mía, en el caso de un enfrentamiento. La sociedad ha roto los vínculos entre el adentro y el afuera, y somos responsables de eso.

-De hecho, uno pasa por una cárcel y se percibe una realidad alterna, acerca de la cual no se tiene idea alguna.

-Lo que me propongo es tratar de lograr una empatía, y es dificilísimo. Hay muchas de las mujeres que están allí por violencia familiar, porque han asesinado a su pareja, por tráfico de droga, delitos menores, robo calificado. Es decir, si han cometido un delito tienen que pagarlo, pero el tema que importa es de qué manera vamos a recuperar a estas mujeres. Tienen que estar presas, sí, pero no en este nivel de abandono, donde están vulnerados sus derechos humanos. Allí hay niños, cochecitos, andadores, dentro de una humedad tremenda. Las imágenes hablan por sí mismas. Muchas tienen el discurso instalado al decir “yo me voy a recuperar”, “yo la hice y por eso la estoy pagando”, pero sabés que no se va a recuperar porque mientras te lo dice se está armando un porro, delante de la cámara, y con un bebé al que le da la teta. Y tienen veinte, veinticinco años.

-¿Tuviste alguna traba desde lo institucional?

-No, y esto me demostraba que el sistema funciona perfectamente, así como cuando durante el rodaje de Sandra Cabrera la policía no me amenazó. El monstruo es tan grande que yo le hago cosquillas. Las mismas internas me decían “¿querés que nos droguemos delante de la cámara? Y a mí me parecía un desafío ético, interior. ¿Qué es lo que hay que filmar acá? ¿Este plano? ¿O el imaginario que tiene la gente? Es decir, hay una E.E.M.P.A., un taller de computación, pero al taller no van más que tres personas, y dos al de costura. Yo les respondía que no, que si se las veía drogarse iba a ir en contra de ellas, pero me respondían que “acá ya saben”. Las guardiacárceles tienen las mismas edades, son de los mismos barrios. Tuvimos los permisos que quisimos. Por donde yo circulaba, dentro de las celdas, nunca vi a las asistentes sociales, que están dentro de una oficinita, con un horario. Una enfermera, con un vasito y por detrás de la reja, provee medicación, como en las películas: rivotril, ansiolíticos. Ellas me pedían sachets de jugo porque así se hacían un cóctel. Yo me decía, ¿dónde está el psiquiatra? Porque debe haberlo, con un sueldo pago por la provincia. Ahora bien, ¿quién maneja la droga en la provincia? Lo dice Carlos del Frade en la película: la policía. ¿A quién tenemos como jefe de la Policía de la provincia? Al señor Walter Miranda, quien está procesado por el crimen de Sandra Cabrera. Es una vergüenza. Por eso me han dejado entrar, porque allí no hago más que cosquillas. El sistema funciona muy bien. La pirámide está intacta. Y tiene que tener una base que la sustente.

-¿Las guardiacárceles no salen en cámara?

-No quisieron, hay muchos prejuicios entre la policía y las internas. Las guardiacárceles nos miraban con cierta hostilidad porque parecía que tomábamos partido por las internas. Yo les trataba de explicar que todos éramos víctimas de un mismo sistema. Les preguntaba si tenían quién las asesorara o contuviera psicológicamente, y me decían que no, que a nadie. “-¿Me lo decís frente a cámara?” “-No, porque pierdo el trabajo”. “-¿Viste que vos también estás presa del sistema?” “-Sí, pero a éstas después les dan un plan trabajar…” Hay muchos prejuicios, además de ser un comentario que no sólo ocurre en un ámbito carcelario.

martes, 19 de junio de 2012

Prometheus (2012, Ridley Scott)


Una angustia que se mantiene



Por Leandro Arteaga

Alien ha instaurado una mitología de sostén propio. Con mayores o menores aciertos, lo que sigue y seguirá como lugar inamovible es el horror despierto por el engendro sin ojos pergeñado por H. R. Giger para el film de 1979. Películas e historietas posteriores, así como un merchandising de compañía, han provocado un lugar cultual alrededor del monstruo bio-mecánico y su película, cortesía de Ridley Scott, Dan O’Bannon, Moebius, Walter Hill, entre otros.
La vuelta de Scott sobre su obra maestra (tan maestra como su Blade Runner, así como ambas tan cualitativamente lejanas de su cine posterior) no puede ser vista de manera superflua. Sea o no sea precuela, no importa. Lo cierto es que su clima, tipografía, grupo humano, puesta en escena, operan de modo simétrico al film aquél, con un crescendo agobiante de cara a la develación final –o primera, tal la búsqueda divina de sus protagonistas-. Es decir, Prometeo es pretendidamente otro film Alien. Y se suma a una estela de gritos vacíos que muestra aún su vigencia.
Aquí la excusa estará en el viaje en el tiempo. Criogenizarse para llegar lejos en el espacio, al lugar último que dibujos y pinturas de civilizaciones antiguas indican. Rastrear una historia humana que es línea de tiempo, con el fin, quizás, de vencer su carácter unívoco. Alcanzar esa meta última para la respuesta a la pregunta primera. Un nido de recuerdos maquinales y antropomórficos da la bienvenida al contingente humano. Situación obligada, en este sentido, para la redecoración cinematográfica desde el prisma de pesadilla soñado por Giger.
Entre la nave y este nido de cavernas habrá idas y vueltas, entradas y salidas que amenazan de manera progresiva. Nada más que decir sobre el argumento, pero sí sobre las caracterizaciones, acompañadas de la gelidez de Charlize Theron, la simpatía Peter O’Toole del androide de Michael Fassbender (cada vez más gran actor, tan cercano aquí al ánima Blade Runner), o las contradicciones entre fe y razón encarnadas por Noomi Rapace, arqueóloga del grupo.
Los lugares comunes al mundo alien aparecerán otra vez, o por primera vez, dado el espíritu de precuela; es decir, la relación mujer/monstruo, madre/hijo, deseo/horror. Más un aire lovecraftiano que se respira y plasma de manera clara, tan afín al espíritu que guía a esta búsqueda de principios olvidados, colores imposibles y tentáculos sin océanos.
No es ninguna obra maestra. También tiene sus tonterías habituales: argucias que justifican lo que sucederá, o hacer correr a los personajes para que la nave no se les caiga encima. Tal como se lee. Pero tiene la dignidad suficiente como para saber situarse dentro de un mismo esquema sígnico, respecto del cual la artesanía Giger ocupa su lugar central, inconmovible. Lugar nodal que hubo de provocarse, en última instancia, desde una película ya de culto. Hacia ella, todavía, habrá de volverse la vista. Tantas veces como sea necesario. Con una angustia que sigue impecable.

Prometeo
(Prometheus)
EE.UU., 2012. Dirección: Ridley Scott. Guión: Jon Spaihts, Damon Lindelof. Fotografía: Dariusz Wolski. Música: Marc Streitenfeld. Montaje: Pietro Scalia. Intérpretes: Noomi Rapace, Charlize Theron, Michael Fassbender, Guy Pearce, Idris Elba, Sean Harris. Duración 124 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
8 (ocho) puntos  

viernes, 15 de junio de 2012

El gran río (2012, Rubén Plataneo) Entrevista


Historias que esconden los barcos


Luego de ser presentada en el Bafici, la última producción de Rubén Plataneo traza su derrotero entre Rosario y Guinea. Una travesía de reencuentro entre madre e hijo.

Por Leandro Arteaga

Stevenson, Melville, Conrad, Pratt… Rubén Plataneo enumera lecturas que le apasionan y que este cronista entiende como responsables primeras del trabajo que mañana se estrena en Rosario. El gran río es el océano y su voz (así como La balada del mar Salado lo era para el romance entre el Pacífico y Corto Maltés), pero desde vínculos que hilvanan un derrotero particular, que culmina con el encuentro por parte del cineasta de un pibe de 19 años, africano y polizón, que le dice: yo soy cantante de hip hop, hace tres años que llegué y hace tres años que mi madre no sabe si yo estoy vivo o muerto. “Ahí fue cuando dije: bueno, acá empezó la película” refiere Plataneo a Rosario/12.
Precedida de un recibimiento caluroso en público y crítica en el último Bafici, así como de su estreno en ciudad de Santa Fe, El gran río podrá verse hoy en El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120). Viernes (a las 20.30) y sábado (a las 18 y 22) contará también con la presencia del director así como de Black Doh, nombre artístico de David, músico y protagonista de esta historia que le ve nacer desde el vientre de un barco, al pisar tierra en Rosario.
El gran río empezó como un proyecto de investigación junto a Virginia Giacosa. Ella desde el periodismo y yo desde el cine. Le propuse que nos complementáramos para estudiar este fenómeno incipiente en Rosario y en el país, donde el río Paraná comenzaba a poblarse no sólo de veleritos y botes de pescadores, sino de ultramarinos viniendo a buscar la soja y los minerales. Un fenómeno que implicó un cambio geográfico importante respecto de la imagen de la ciudad y su río” comenta Plataneo.
“A mi me encantan los barcos, me gusta verlos como esa gran masa metálica, silenciosa y sórdida. Cuando uno ve un barco, por lo general no ve a las personas. Con esa lentitud exasperante con la que cruzan continentes, siempre trayendo historias ocultas. Ahora bien, el colmo era traer pibes africanos, a los que se cruzaba por la ruta de los esclavos, y desde un nuevo tipo de comercio internacional. Fue así que inicié el trabajo pero desde una hipótesis más básica, que remitía a los chicos africanos que llegan al país.”

-Y allí es cuando aparece David.

-Con él aparece la película porque en él tenía a un verdadero personaje, con características excepcionales, a un narrador de su propia historia y de la de otros. Todas sus canciones son relatos de experiencias o de vivencias. A la vez, reaparecía constantemente la relación con su madre, como si se tratara del personaje fantasmático de esta historia. Él quería llegar de algún modo a ella, así como lograr su obsesión de grabar un disco. Es más, vino en el barco cantando constantemente las canciones que iba componiendo para memorizarlas. Estos pibes viajaban en un hueco del barco, como si fuese una especie de nido que está en la popa, sobre la hélice, al que sólo se accede desde el agua, y al que hay que subir cuando el motor está detenido. Ellos esperaban que el barco llegara a Europa, pero llegó acá. Es decir, era una historia llena de paradojas.

-¿Y qué te contó él al darse cuenta de esto?

-Que se pusieron a bailar y a cantar porque habían llegado a las tierras de Maradona, estaban contentísimos. Decían que si llegaban al país donde había nacido Maradona, no les podía ir mal.

-Conseguiste que grabara el disco.

-En este sentido, la película tiene surcos paralelos de relato, uno de ellos es la grabación del disco, que se hizo acá, en forma alternativa; por otro lado, estaba su obstinación por adaptarse aquí, con sus problemas de trabajo y alojamiento. Pero se mantenía la referencia constante a la madre. Rodeado de toda esa complejidad contextual, voy comprobando que éste era el verdadero hilo rojo del relato, él quería que ese disco viajara a Guinea y que lo escuchara su madre.

-Fue así que decidiste viajar allí. ¿Cómo reaccionaron ambos al verse en imágenes?

-Un ejemplo, que puede verse en la película, tiene que ver con una carta escrita por él para su madre, que yo había llevado y que no sabía qué decía. Mientras ella la iba leyendo, yo la filmaba. David quedó muy impresionado, las imágenes de África le afectaron mucho, no quiso terminar de ver todo. Él no viajó, al ser refugiado político. De hecho, quiere vivir acá y traer a su familia, le parece terrible lo que pasa en África. A partir de la película, podríamos también decir que lo que se reestableció es un vínculo.

El gran río contempla también una función el domingo próximo en el horario de las 20.30.

martes, 12 de junio de 2012

The Raven (2012, James McTeigue)


Lejos de las grietas y los pantanos



El cuervo
(The Raven)
EE.UU./Hungría/España, 2012. Dirección: James McTeigue. Guión: Ben Livingston, Hannah Shakespeare. Música: Lucas Vidal. Fotografía: Danny Ruhlmann. Montaje: Niven Howie. Intérpretes: John Cusack, Luke Evans, Brendan Gleeson, Alice Eve, Kevin McNally, Oliver Jackson-Cohen. Duración: 110 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
3 (tres) puntos

Por Leandro Arteaga

De manera paradójica, el ánima de Edgar Allan Poe está a salvo. La película El cuervo, desafortunadamente, no es otra cosa que cualquier cosa. Menos Poe. En otras palabras, una película que nada tiene que ver con su literatura.
¿Con qué tiene que ver El cuervo? Con un entramado “policial” que encuentra su modus operandi en situaciones puntuales así como referidas a los cuentos del gran Poe. Motivo por el cual, policía y escritor, en pleno Baltimore 1849, se ayudarán mutuamente en esta búsqueda literaria/criminal. Así dicho, todo muy atractivo.
Entonces, ¿por qué no se vincula El cuervo con la literatura de Poe? Porque nada hay en el film que se contagie del desasosiego de sus historias, de la humedad de sus páginas, de sus féretros de sangre vieja y madera desgarrada, del clima de pantano sobre el que descansa una mansión en grietas, del maullido de la muerte, del miedo que no puede decirse, o del graznido poético de un cuervo viejo. Claro que Poe es esto, pero es mucho más. Es también la génesis del relato policial, es la analítica de Dupin, es el desafío intelectual, es el misterio contra la razón; es la permanencia, en suma, de lo irresuelto una vez resuelto. (O no habría habido, de lo contrario, Conan Doyle y descendencia).
Imposible sería entonces confundir en esta película sus citas a los cuentos con la evanescente angustia de sus lecturas. Ésta última es la tarea más difícil de procurar. Muchas veces posible. Allí el trío Corman/Matheson/Price en los ‘60, El gato negro de la Universal en los ’30, la vanguardia lírica de Epstein (de fundamento para el futuro Buñuel), la maestría checa de Svankmajer, o el Toby Dammit de Fellini. Responsabilidad cinemática-moral que El cuervo resueltamente evita pero tramposamente plantea. Es por eso que cualquier película del laureado -por clase B- realizador italiano Lucio Fulci será muchísimo mejor que este Cuervo endeble; su Gatto nero (1981), de hecho, supera con creces bizarras a la parodia de interpretación histérica de John Cusack. En El cuervo, como si no fuese suficiente, no faltará el momento donde el asesino salte por el aire con un atuendo demasiado parecido al “anarquista” de V de venganza (2005), film anterior del mismo realizador. Cualquier cosa.
Se dijo sobre lo histérico de Cusack -¿y lo taciturno, melancólico, y romántico? ¿dónde?-, pero también habrá de decirse sobre lo desaprovechado que está el gran Brendan Gleeson, del anodino detective interpretado por Luke Evans, y del generoso escote de Alice Eve: gran momento en el que emerge del ataúd, voluptuosamente vuelta a la vida. Casi un toque Hammer. Pero no alcanza.
Inscripta en el sesgo dado por la vuelta al cine de Sherlock Holmes, las fusiones transgénero de Abraham Lincoln: Cazador de vampiros, y las balas disparadas en planos detalle, El cuervo resulta una pálida mixtura. Tan torpe como pésima.

domingo, 10 de junio de 2012

La primavera de los silencios (2012, Galmarini/Alarcón)


Una montaña de árboles quemándose



Premiada por el Concurso de Televisión Digital, se estrena hoy La primavera de los silencios. “Apuntamos a diversificar el concepto de campo, a expresarlo desde situaciones concretas” dicen sus realizadores.

Por Leandro Arteaga

“El eje que articula los cuatro capítulos tiene que ver con las historias de personas que están afectadas por un mismo motivo, el monocultivo de soja. A partir de allí, se desprende toda una serie de consecuencias negativas” apunta la realizadora rosarina Marcela Galmarini. El trabajo se titula La primavera de los silencios. Fue ganador del Concurso de Series Federales para Televisión Digital Abierta 2011, y antes de su pase por El Cairo Cine Público y por canal Encuentro, tendrá su pre-estreno el día de hoy, a las 19, en el Auditorio de Radio Nacional Rosario (Córdoba 1331). Al término de la proyección habrá también espacio para una mesa debate integrada por el Diputado Nacional Agustín Rossi, y los Ingenieros Alberto Chiavarino (Secretaría de Agricultura Familiar) y Guillermo Montero (Decano Ciencias Agrarias UNR).
“Los capítulos se centran en la historia de personas que tienen un conflicto enorme con la soja, de una u otra manera, lo que nos permite plantear temas tales como qué es lo que pasa con la condición de la tierra o con la necesidad de la intervención del Estado para regular las políticas agropecuarias. Hay un montón de interrogantes que, si bien quedan abiertos, procuran encontrar propuestas desde el documental, no de una manera explicita sino a través de estas situaciones o universos nuevos ante los cuales, y de manera general, la gente no tiene necesidad de conocer” agrega Galmarini, madre, a su vez, de Elías Alarcón, co-realizador de estos cuatro episodios, de 26 minutos cada uno.
La primavera de los silencios es un libro que escribe una estadounidense en los años ‘60 cuando empieza la revolución verde a raíz del ingreso de los químicos y las maquinarias en Estados Unidos. Carson escribe que los pesticidas van a dejar al campo sin sonido. Es un libro que está bueno y que es muy poético. Ése es el fundamento del nombre del trabajo. Hay un montón de problemáticas que circundan la cuestión agraria y nosotros nos encontramos con una serie de ellas, faltan un montón más por charlar y debatir en la sociedad. Originalmente pensamos en una película de noventa minutos, pero que luego adaptamos al formato de serie para el concurso federal” señala Alarcón.
“Llegamos también a esta propuesta –dice Galmarini- como consecuencia del conflicto agrario del año 2008-2009. Fue un contrasentido el ver cómo grandes sectores de la población urbana, de las grandes ciudades, e incluso gente de pueblos que no tienen ningún tipo de relación con la actividad agrícola, adhirió masivamente a un discurso ligado a los intereses económicos de los sectores terratenientes. Cuando se presentó el conflicto entendí, personalmente, la necesidad de investigar. A partir de allí nos adentramos en la vigencia de este modelo sojero, que tiende a prácticas que van en detrimento de la vida social. Empezamos a indagar y a buscar, durante un período bastante largo de tiempo, en casos de emprendimientos puntuales, algunos bastante inentendibles. Es decir, ¿cómo entendés el caso de Pavón Arriba? Era una localidad que se sostenía en base a la producción de montes de durazno. Un monte de durazno te lleva diez años, más o menos, para ponerlo en funcionamiento. Ahora bien, todos los pobladores que tenían tierras o pequeñas parcelas levantaron los montes y sembraron soja. Donde quince años atrás había mil hectáreas de monte, ahora quedan cien. Bastante paradójico.”
“De chiquito –completa Alarcón- pude ir al monte de duraznos, a sacar y comer duraznos de los árboles, y fui testigo de un pueblo con un auge distinto al que tiene hoy. Uno de los protagonistas tiene veinte hectáreas, y en su campo trabajan en promedio diez personas. Toda esa gente generaba un tránsito constante de trabajadores, que iban a los comercios. Situación que se cae cuando los productores eligen la soja. Justo nos encontramos con uno que estaba desmontando y no quiso aparecer en el documental, pero no tuvo problemas en que grabemos imágenes. ¡No sabés lo que es ver una montaña de árboles quemándose! Es muy fuerte, eso es muy impresionante.”
Así como lo referido a Pavón Arriba, los temas indagados por el abordaje de Galmarini-Alarcón remiten a “una empresa holandesa que lleva adelante un mega emprendimiento de soja en las islas del delta del río Paraná, para lo cual vació una laguna, cerró arroyos y afectó, a partir del uso de pesticidas, a quienes viven de la caza y la pesca”; “pequeños productores del Chaco y de Santa Fe que proponen una forma de trabajo en torno a la estructura familiar, como alternativa al desmonte que genera la extensión de la frontera agrícola”; y “el emprendimiento agrícola en los márgenes de Rosario de una mujer chaqueña, desplazada por la extensión de la frontera agrícola, y que sostiene una huerta comunitaria”.
“Son todas historias –concluye Galmarini- que suceden al costado del avance de la estructura industrial. Lo que también planteamos es la necesidad de diversificar el concepto de campo, de expresarlo y construirlo desde situaciones concretas, que no encajan en la dinámica de producción”. “Todos vivimos en el mismo país –agrega Alarcón-, más allá de los dueños de las tierras. Es por eso que debiéramos poder cuidarla entre todos. Es llamativo que sea una persona la que decida sobre su destino, sin una incidencia mayor del Estado.”

martes, 5 de junio de 2012

Cursos de Historietas en Aprendimiento

Dictado por Leandro Arteaga, está dirigido a todo público y comienza en junio. Son cuatro encuentros de una hora y media cada uno.


En junio comenzará un curso de "Historietas" organizado por Aprendimiento y dictado por Leandro Arteaga. El mismo está dirigido al público en general y propone un recorrido por el comic, desde su nacimiento hasta la actualidad, para descubrir el lenguaje de las historietas, sus grandes artistas y personajes, así como la vinculación entre la historieta y el cine.
La duración del curso es de 1 mes (4 encuentros de 1 hora y media reloj) y el objetivo de Aprendimiento es que el cursante pueda disfrutar aprendiendo en un ambiente agradable donde el aprendizaje pueda vivenciarse con todos los sentidos. De esta manera se genera un ambiente único a través de las proyecciones de material fílmico, las piezas musicales y el coffee break en cada clase.
Informes e inscripción: Córdoba 1347 2º piso / 0341 155807945 / info@aprendimiento.com.ar / http://www.aprendimiento.com.ar

Blancanieves y el cazador (2012, Rupert Sanders)


Tan blanca como aburrida


Blancanieves y el cazador

(Snow White and the Huntsman) EE.UU., 2012. Dirección: Rupert Sanders. Guión: Evan Daugherty, John Lee Hancock, Hossein Amini. Fotografía: Greig Fraser. Música: James Newton Howard. Montaje: Conrad Buff IV, Neil Smith. Intérpretes: Kristen Stewart, Chris Hemsworth, Charlize Theron, Sam Claflin, Bob Hoskins, Ray Winstone, Toby Jones. Duración: 127 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
4 (cuatro) puntos

Por Leandro Arteaga

Érase una vez, una Blancanieves remozada. Con fantasías de asidero más o menos histórico, reminiscencias a personajes puntuales –Juana de Arco-, un cazador/leñador superhéroe, y enanos mineros desempleados.
Blancanieves y el cazador encuentra una de sus matrices de argumento en el diálogo femenino entre la madrastra malvada, reina despótica –cortesía de Charlize Theron, bellísima, caricaturesca-, y una Blancanieves de cara lánguida y piernas siempre cubiertas. A propósito y a la hora de la verdad, ¿qué espejo descerebrado podría preferir a Kristen Stewart antes que a la Theron?
Es que en el principio todo era armonía. Hasta que llegó el día negro, de un ejército maldito, que engañara al amor del rey tan querido. Traición de serpiente femenina, que habrá de encerrar bajo murallas húmedas la tierna “belleza” de Blancanieves. (Ah… Recordar mismas situaciones pero en películas Hammer; concretamente: el destino perverso que sufre el escote desbordado de la progenitora de La maldición del hombre lobo, 1961. En fin, de vuelta a Blancanieves…).
A la espera de un clavo torcido que la ayude en la huida, Blancanieves reza el Padre Nuestro. Sí, el Padre Nuestro. Luego, el devenir de una persecución que habrá de arrastrar con un manto de desgracias a quienes sin querer Blancanieves conozca. Pero, se sabe, nada de recompensas sin nada de tristezas. El cazador (Chris Hemsworth), ha cambiado el martillo de Thor por un hacha igualmente diestra. Se sabe, y no es esto revelación alguna, que no habrá de cumplir con su cometido, encandilado como se encuentra ante ella, tan parecida a su esposa perdida. ¡El ciclo de lo siempre mismo! Pero sin filosofía demasiada, sino mucho de teología barata.
Si Blancanieves reza el Padre Nuestro, no sorprenderá verla en un paraíso extraterreno –mundo Disney, de verdes fosforescentes y conejitos-, donde caminará sobre el agua al encuentro del “gran Ciervo” o algo así, salido como parece de un relato de Narnia (por si las referencias cristianas no eran suficientes). El séquito de apóstoles enanos acompaña la promesa de la luz venidera, con la posterior muerte y resurrección anunciada. Sí, la Hija del Padre. Y con gesta final à la Juana de Arco.
Y va de nuevo: entre el rostro pálido en armadura de Blancanieves y el sudor sexual que desprende la reina, ¿quién osaría elegir a la niña de carita de porcelana? Nada mejor que morder la manzana. Y dejarse de embromar con tanto rey o reina de besos para siempre. El artilugio final de cambiar al besador está claro desde el vamos, y en nada altera lo siempre contado. Está bien, es ésta característica de todo mito, de todo cuento de hadas. Pero también, dada la cristiandad del asunto, es mirada de claridad actual, devota de una mística ordenadora.
En síntesis, un plomazo.