Por detrás de
los muros propios
El nuevo documental de Lucrecia Mastrángelo detiene su mirada en el Penal de Mujeres de Rosario. Ganador del concurso de Televisión Digital del Incaa, Nosotros, detrás del muro se concibe como puente entre el adentro y el afuera.
Por
Leandro Arteaga
“La realidad con la que me encontré fue muy distinta
a la que había construido a partir del guión, dentro del laboratorio
intelectual que uno tiene, desde otra realidad. Escribí un guión al que le
faltaban los violines: una mujer por capítulo contaría una historia acerca, por
ejemplo, de cómo es recuperarse. Pero en realidad, cuando fui a hacer la
investigación, empecé a darme cuenta de que lo que pensaba no tenía nada que
ver con lo que me encontré. Allí dentro, las mujeres no se podían recuperar,
nadie se recupera. Lo que verifiqué es que el sistema funciona perfectamente, y
que ahí dentro hay personas dejadas a su suerte, salvajemente” señala la
realizadora Lucrecia Mastrángelo a Rosario/12.
El motivo del diálogo, fragmento apenas de lo mucho
conversado, es la finalización el viernes pasado del rodaje de Nosotros, detrás del muro, documental de
cuatro capítulos centrado en la
Unidad Nº 5 del Penal de Mujeres de Rosario, que
ganara en la categoría "serie
de documentales federales para televisión 2012”, del concurso
de Televisión Digital organizado por el Incaa (Instituto Nacional de Cine y
Artes Audiovisuales). La difusión se prevé hacia fines de año, por la señal
televisiva Encuentro.
“Hay temas de los que la sociedad no quiere hacerse
cargo, como la criminalización de la pobreza, porque hay mucho prejuicio; yo
soy de meterme en estas cuestiones” señala Mastrángelo, de cuya filmografía
destaca su anterior trabajo: Sexo,
dignidad y muerte. Sandra Cabrera, el crimen impune (2010), que comparte
una misma mirada femenina que elige detenerse en el margen social. Por detrás
de un muro que, antes que ajeno, también es propio. “Ésta era una realidad que
me parece había que abordar, para que estas mujeres sean visibles. Uno de los
ejes de los capítulos es el del encierro, es decir, a veces hay situaciones de
encierro respecto de las que no necesitás estar presa. ¿Cuántos somos los que
no vemos más allá de nuestros propios muros? Por eso el título del trabajo es
el de Nosotros, detrás del muro y no el
de “ellas”. Se trata de reflexionar desde este lado. Empezar a tirar un vínculo
entre el afuera y el adentro, para dar cuenta de que son muchas cosas las que
nos vinculan.
-¿Cuáles son
los demás ejes?
-Los otros ejes están dados por la esperanza, por el
sobrevivir, y por el desamparo. Creo que todo el mundo ha pasado una situación
de desamparo en algún momento. Cuando uno viene hambreado desde mucho tiempo
atrás, hijo de desnutridos, que no han ido a la escuela, que son nietos de la
caja PAN… ¿Qué pretendemos como sociedad? ¿Que cursen la universidad? ¿Que
tengan un novio médico y rehagan su vida mágicamente?
-¿Con qué
panorama, entonces, te encontraste dentro del Penal?
-Pensé que me iba a encontrar con mujeres con las
que iba a poder reflexionar sobre el encierro, sobre qué significa, pero no. Me
encontré con mujeres que están esperando las visitas para que pueda ingresar la
droga, mientras las guardiacárceles miran para un costado. El sistema penitenciario
deliberadamente quiere que esto pase, para que no se puedan recuperan y se vayan
eliminando de a poco. No son personas que puedan reinsertarse, tal como lo
refiere en su testimonio Fabricio Simeoni, quien hace un taller literario con
algunas de las mujeres. Él me dice que no se puede rehabilitar a quien no fue
habilitado nunca. Son pobres, y ya se ha elegido por ellos. Allí, la vida de
ellas no significa nada. El sistema les dice que su vida no importa a nadie. Si
la vida de ellos no importa, tampoco les importará la mía, en el caso de un
enfrentamiento. La sociedad ha roto los vínculos entre el adentro y el afuera, y
somos responsables de eso.
-De hecho, uno
pasa por una cárcel y se percibe una realidad alterna, acerca de la cual no se
tiene idea alguna.
-Lo que me propongo es tratar de lograr una empatía,
y es dificilísimo. Hay muchas de las mujeres que están allí por violencia
familiar, porque han asesinado a su pareja, por tráfico de droga, delitos
menores, robo calificado. Es decir, si han cometido un delito tienen que
pagarlo, pero el tema que importa es de qué manera vamos a recuperar a estas
mujeres. Tienen que estar presas, sí, pero no en este nivel de abandono, donde
están vulnerados sus derechos humanos. Allí hay niños, cochecitos, andadores,
dentro de una humedad tremenda. Las imágenes hablan por sí mismas. Muchas
tienen el discurso instalado al decir “yo me voy a recuperar”, “yo la hice y
por eso la estoy pagando”, pero sabés que no se va a recuperar porque mientras
te lo dice se está armando un porro, delante de la cámara, y con un bebé al que
le da la teta. Y tienen veinte, veinticinco años.
-¿Tuviste
alguna traba desde lo institucional?
-No, y esto me demostraba que el sistema funciona
perfectamente, así como cuando durante el rodaje de Sandra Cabrera la policía no me amenazó. El monstruo es tan grande
que yo le hago cosquillas. Las mismas internas me decían “¿querés que nos
droguemos delante de la cámara? Y a mí me parecía un desafío ético, interior.
¿Qué es lo que hay que filmar acá? ¿Este plano? ¿O el imaginario que tiene la
gente? Es decir, hay una E.E.M.P.A., un taller de computación, pero al taller
no van más que tres personas, y dos al de costura. Yo les respondía que no, que
si se las veía drogarse iba a ir en contra de ellas, pero me respondían que
“acá ya saben”. Las guardiacárceles tienen las mismas edades, son de los mismos
barrios. Tuvimos los permisos que quisimos. Por donde yo circulaba, dentro de
las celdas, nunca vi a las asistentes sociales, que están dentro de una
oficinita, con un horario. Una enfermera, con un vasito y por detrás de la
reja, provee medicación, como en las películas: rivotril, ansiolíticos. Ellas
me pedían sachets de jugo porque así se hacían un cóctel. Yo me decía, ¿dónde
está el psiquiatra? Porque debe haberlo, con un sueldo pago por la provincia. Ahora
bien, ¿quién maneja la droga en la provincia? Lo dice Carlos del Frade en la
película: la policía. ¿A quién tenemos como jefe de la Policía de la provincia? Al
señor Walter Miranda, quien está procesado por el crimen de Sandra Cabrera. Es
una vergüenza. Por eso me han dejado entrar, porque allí no hago más que cosquillas.
El sistema funciona muy bien. La pirámide está intacta. Y tiene que tener una
base que la sustente.
-¿Las
guardiacárceles no salen en cámara?
-No quisieron, hay muchos prejuicios entre la
policía y las internas. Las guardiacárceles nos miraban con cierta hostilidad
porque parecía que tomábamos partido por las internas. Yo les trataba de
explicar que todos éramos víctimas de un mismo sistema. Les preguntaba si
tenían quién las asesorara o contuviera psicológicamente, y me decían que no,
que a nadie. “-¿Me lo decís frente a cámara?” “-No, porque pierdo el trabajo”. “-¿Viste
que vos también estás presa del sistema?” “-Sí, pero a éstas después les dan un
plan trabajar…” Hay muchos prejuicios, además de ser un comentario que no sólo
ocurre en un ámbito carcelario.
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