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miércoles, 21 de abril de 2010

Robert J. Sawyer: Flashforward (Factoría de Ideas, 2009)

Vencer la inevitabilidad del tiempo

Flashforward
Robert J. Sawyer
La Factoría de Ideas
Barcelona, 2009
Segunda edición
PVP (sin IVA): 19,18 €



Acerca del éxito, y declive, y continuará en suspenso de la serie televisiva Flashforward, poco puede agregarse. Por estos días se ha comenzado a emitir en nuestro país, y su premisa argumental es, cuanto menos, ingeniosa: durante dos minutos la humanidad entera queda adormecida. Al despertar, los protagonistas descubren que los relatos soñados comienzan a encajar como piezas de un puzzle, que terminará de armarse dentro de seis meses. Visiones, todas, de un mismo futuro. Y si bien hay certeza ante lo ocurrido, son las incógnitas las que prevalecen acerca de lo que ocurrirá. A partir de allí, el desarrollo de la serie producida por Brannon Braga y David Goyer.
En verdad, el plot es literario y se corresponde con la novela de mismo título que el escritor Robert J. Sawyer (Premios Nébula 1995 y Hugo 2003, de bibliografía vasta, que incluye las trilogías Neanderthal y Quintaglio) publicara en 1999. Serie y libro se diferencian desde matices que, si bien a veces dados por pinceladas gruesas, son comprensibles ante el tipo de entretenimiento que supone la televisión. En el libro de Sawyer no se trata de un salto futuro de seis meses, sino de veinte años. Los personajes principales tampoco son agentes del FBI –tal como el que interpreta Joseph Fiennes- sino integrantes de un grupo científico que, dada la vicisitud de la historia, dan luz verde a un experimento que, de manera justa, coincide con el adormecimiento mencionado.
A partir de aquí, las dudas. Porque no se sabe si el sueño futuro fue consecuencia del proceder científico, o si simplemente coincidió de manera fortuita. De haber sido así, las causas habrán de buscarse en otros lugares. De no haberlo sido, habrá de precisarse aún más el proceder tecnológico que lo provocó. De todas maneras, poco interesará develarlo en el presente texto sino, antes bien, mejor leerlo y disfrutarlo.
Porque de lo que se trata es, otra vez, de los viajes en el tiempo. Lugar común y bienvenido una vez y otra en tantos relatos. Viaje al futuro que es, también, reflexión sobre el destino, sobre la inmutabilidad, y sobre el libre albedrío; además de dar razón poética a Ray Bradbury cuando afirma que a todos nos interesa la ciencia-ficción porque, sin excepción, siempre hablamos de lo que pretendemos hacer mañana. A lo que se suma la pregunta última que a su vez es primera y siempre filosófica. La muerte, que es parte de la vida, aparece como victoria de este transcurso temporal. ¿Qué hay luego de la muerte o antes de la vida? ¿Cómo escapar a la inevitabilidad del tiempo?
En este sentido, el Flashforward de Sawyer se estructura –y desestructura- a la manera de un sueño lúcido, conciente, pero de consecuencias imprevisibles. Cada acto, cada gesto, por mínimo que sea, demuestra su capacidad determinante. Tanto como el aleteo de aquella pequeña mariposa bradburyana y prehistórica, cuya muerte significara la alteración temporal futura así como uno de los cuentos mejores e inolvidables de su autor.
Y finalmente agregar que el estallido televisivo propició sucesivas reediciones del libro de Sawyer de la mano de la celebrada Factoría de Ideas. De lo que se deduce el impacto positivo que sobre la lectura –al revés de lo que muchos puedan pensar- tiene el registro audiovisual. Más la recomendación que significa el sitio web del autor, donde poder apreciar, entre tanta información, su fotogenia particular, entre sonriente y malévola.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Karl Schroeder: La señora de los laberintos (La Factoría de Ideas, 2009)


Mundo de ánimos cambiantes



La señora de los laberintos
Karl Schroeder
Editorial: La Factoría de ideas
Colección: SOLARIS FICCION Nº: 127
Titulo original: Lady of Mazes
Traducción: Virginia Sanmartín López
Fecha de publicación: septiembre de 2009
Formato: 23 x 15 cm
Encuadernación: Rústica con solapas
Páginas: 320
PVP: 20,95 €
ISBN: 978-84-9800-494-6





“A la mayoría de la gente de aquí no le gusta que le recuerden que están viviendo en mundos artificiales. Muchos lo han olvidado o ya no lo creen.”
La Señora de los laberintos: p. 138

“Me gusta leer SF que, al mismo tiempo, me entretenga y me desafíe. Quiero sexo y filosofía, nuevas visiones del futuro y montones de explosiones.”


Tal como nos (bien)acostumbra La Factoría de Ideas, tenemos aquí otra posibilidad de proximidad lectora a un autor, para nuestra lengua, hasta ahora desconocido. Con La Señora de los laberintos nos adentramos en el mundo de ciencia-ficción y literatura de Karl Schroeder (Manitoba, Canadá, 1962), reconocido, entre otros títulos, por la serie Virga y el manual The Complete Idiot’s Guide to Publishing Science Fiction (título que, por lo menos a mí, me provoca curiosidad inmediata). Podemos agregar también que, entre otras distinciones, Schroeder se distingue por haber recibido en 2003 el premio a la mejor novela canadiense de ciencia ficción por Permanence.
La Señora de los laberintos (cuyo título original es Lady of Mazes, publicada originalmente en 2005) nos adentra en la multiplicidad caótico-ordenada de un futuro multiprismático. Vale decir: mundos paralelos que conciben los propios ciudadanos futuros, en una mezcla de hábitats que no sólo provocarán duda en los personajes respecto, digamos así, de la realidad-real, sino también, claro está, en el propio ánimo lector.
La temática de espacios paralelos, convivientes, ha sido atravesada de formas múltiples a lo largo de la literatura y, particularmente, de la ciencia-ficción. Philip K. Dick nos surge como nombre inmediato, referido a una paranoia que se ha resemantizado conforme a los cambios epocales (y que el cine ha sobreexplotado desde la taquilla y la reflexión escasa). Pero en Schroeder la posibilidad de procrear mundos alternativos ocurre como manera natural, por decirlo de algún modo, del ser. Vale decir, en La Señora de los laberintos nos encontramos con un ser humano disperso en tantas posibilidades como se le ocurra o quiera concebir.
A partir de allí, el escritor canadiense buceará en la aventura, en el indagar y, también, en nuestra sorpresa. Leer las páginas primeras del libro implica un tour de force de comienzo poco claro. Hasta no haber avanzado unos capítulos no tendremos una noción clara de los lugares/no-lugares donde asistimos. Las réplicas humanas, de hecho, nos desorientan también respecto de la identidad de quién habla, desde dónde lo hace, por qué lo hace.
Aquí, entonces, la figura del laberinto. Mejor aún, la de los laberintos. Más nos adentramos, más nos perdemos pero, aquí la paradoja del libro, más cerca estamos de encontrarnos. El propio autor supo señalar, sobre la novela, que de acuerdo con las “realidades cambiantes de la Cornona Teven, Livia Kodaly [nuestra heroína] aprende una manera nueva y radical de ser humana—por no concebirse desde la típica trans-humanización.” (En http://www.kschroeder.com/my-books, los corchetes son míos).
La trans-humanización aparece, por ello, como el modo natural del ser al que aludíamos. Pero por ponerlo en duda, Livia será capaz de pensarse, de reflexionar, de dudar y provocar, finalmente, el quiebre. Como si fuese una mirada retrospectiva respecto de lo que éramos y ya no recordamos. Y disculpen la nostalgia –la literatura no tiene edades- pero no puedo dejar de recordar cómo Clarisse sentía el sudor descalzo de la hierba de la mañana en Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. Algo de esto se respira en La Señora de los laberintos.
Ahora bien, aquí la digresión, lo que en Bradbury se plasma como cuento inmediato, pleno de fuerza poética, en Schroeder se demora en cobrar forma. Hay mucho trajinar de páginas para dar cuenta del asunto. Y los personajes se mueven, casi, con poca convicción sensible, aún cuando podríamos también argumentar que, en un mundo tan frío, difícilmente se respire algo diferente a nivel humano.
Karl Schroeder se nos presenta como un autor a atender y a querer leer (más). Decía al inicio que gracias a La Factoría nos seguimos introduciendo en esta manía lectora que desconoce límites, porque queremos más títulos del autor en nuestro idioma… En fin, que nunca es suficiente, nada nos alcanza. ¡En buena hora!

lunes, 15 de junio de 2009

Un destello en el cielo (2007, Kay Kenyon)


El cielo,
velo q
ue esconde aventuras

Un destello en el cielo
Titulo original: Bright of the Sky
Autor: Key Kenyon

Traducción: Álvaro Sánc
hez-Elvira Carrillo
Fecha de publicación: marzo de 2009
Formato: 23 x 15 cm
Encuadernación: Rústica con solapas
Páginas: 416

PVP: 21,95 € - ISBN: 9788498004571
Colección: SOLARIS FICCION Nº: 122
Género: Ciencia ficció
n
Otros idiomas: más de diez

El cielo estaba en llamas. Nubes altas y estratificadas hervían en un fuego blanco azulado. Parecía como si debiera cegarle, pero tras la conmoción inicial, comprendió que el fuego era brillante y delicado a la vez (…) siempre era así: el cielo, en llamas.
p. 76

Separado del ruido mundano, también forzado a callar o hablar para sí, como si sólo de un mal recuerdo se tratase, Tïtus Quinn dispersa sus horas solitarias entre trenes en miniatura, lejos de la sociedad, más lejos todavía de la corporación que lo empleara y, ahora, silenciara.
Estamos en un tiempo futuro y tecnológico y, también y como siempre, en manos de grupos económicos. Hubo un viaje que resultó en tragedia. Poco recuerda el otrora piloto Titus, pero sí lo suficiente como para saber que su esposa y su hija quedaron allí, del otro lado, en ese otro mundo que Titus insiste en llamar Omniverso. Por algún motivo, el piloto pudo volver, aunque ignora por qué y cómo, mientras Minerva, la corporación, ha obligado a callar todas las referencias sobre el hecho, pendiente de su prestigio en vuelos, en dinero, en cualquier cosa, menos en la voz de un loco.
Este mundo paralelo no existe, es imposible. Sólo podría devolver a Titus algo del rango de la verdad la misma institución que le quitara la palabra pública. Será así, entonces, como Titus podrá volver al Omniverso. Cuando Minerva le ofrezca otro viaje, entre conspiraciones y chantajes, para que Titus acepte y explore y vuelva. Pero Titus tiene también otros planes. Allí, entonces, nuestra aventura.
Asistir al Omniverso será el momento mejor para el lector: vislumbrar un cielo que explota en naranjas y bermellón, aguas color mercurio, habitantes salidos de cuentos fantásticos. Allí va a parar Titus, el legendario Titus Quinn. Porque mucho se sabe de él, aunque poco sea lo que recuerde sobre sí mismo. El periplo de Titus sabrá entretejerse, por ello, desde distintos lugares: el pasado lentamente recobrado (a veces doloroso), las historias paralelas (y que uno augura se encuentren), los aliados y enemigos olvidados, la elegancia sobrenatural y terrible de los tarig, la adoración y el temor que profesan, y la prosecución de una misión que se debate entre la obligación y el deseo.
Uno no puede olvidar el vínculo que nos despierta el libro de Kay Kenyon respecto del plot legendario y de historieta que movilizara a Juan Salvo en El eternauta (1957-59, Oesterheld/Solano López). Tanto allí como aquí, los protagonistas acarrean una pena que los consume y los obliga a nuevas aventuras. Muchas tristes, otras mejores, pero con la angustia sobre sí: recuperar la familia perdida. No sabemos, todavía, cuál será el destino final de Titus Quinn, pero sí que una vez a bordo de sus pesares y recuerdos recuperados, los lectores vamos a querer continuar consigo para saber y, sobre todo, para disfrutar.
Un destello en el cielo es el primero de los libros que componen la serie que Kay Kenyon dedicara a este melancólico protagonista y su mundo de Aventuras: el Omniverso. A World Too Near (2008) es su continuación (pronto a ser publicado también por La Factoría de Ideas), más un tercero, City Without End, que la autora tiene en preparación.
Elegiré detenerme, por último, en las gondi, creaturas sobrenaturales (pero naturales para el Omniverso), que guardan un parentesco muy familiar para nosotros, los simples humanos. Descubrir sus orígenes no sólo nos permite adentrarnos más en la gracia imaginativa de Kenyon, sino también en la definitiva puesta en duda sobre tantos dogmas, venidos ellos –qué duda cabe- desde confines tan delirantes y fantásticos como el mismísimo Omniverso. A esperar el segundo el libro.

domingo, 17 de mayo de 2009

El guardián de almas (2007, Bruce Boston)


Un mundo aplastante
y maquillado



Autor: Bruce Boston
Ganador de los premios:
Asimov´s Readers´ (6), Rhysling (7), Bram Stoker (2), Best of Soft SF (2)
Traducción: Ana María Nieda Calvo
Fecha de publicación: Marzo de 2009

Formato: 23 x 15 cm

El guardián de almas
Titulo original: The Guardener´s Tale

Encuadernación: Rústica con solapas
Páginas: 320

PVP: 20,95 €
ISBN: 9788498004434
Colección: ECLIPSE Nº: 45
Género: Distopía
Otros idiomas: más de diez



“Quizá toda la ciudad estuviera plagada de locura y lo que él creía que eran calles y edificios y parques y monumentos no fueran más que las paredes altas y las ventanas con barrotes de un manicomio.”

p. 146

Enmarcada en una misma línea desde la cual poder pensar títulos –referenciales- como Un mundo feliz (1932, Aldous Huxley), 1984 (1949, George Orwell), Fahrenheit 451 (1953, Ray Bradbury) y, por qué no, El hombre en el castillo (1963, Philip K. Dick) o La naranja mecánica (1962, Anthony Burgess), El guardián de almas abreva de todas ellas y, casi tarea imposible, genera un nuevo capítulo “distópico”.
Señalo la “imposibilidad” dada la magnitud importante que estos libros significan. Más la chatura social que hoy nos envuelve y vuelve casi pretérita –por “inadecuada”- la pretensión de plasmar una historia de ribetes fantástico-totalitarios.
La expresión “sociedad orwelliana” se ha vuelto un modismo, diría, apropiado, casi categórico, al momento de describir un tipo de sociedad, sea literaria o no. Es precisamente este sendero el que deberá sortear y recorrer el apagado Richard Thorne, hombre de existencia gris, en un mundo que se describe desde colores publicitarios, máscaras dérmicas (para el trato público), y violencia perimida; mientras, los medios emiten y retransmiten recreaciones lúdicas sobre los hechos de una revolución ya pasada y superada. Pero Thorne seguirá, intuitivamente, un derrotero gradualmente distinto, sujeto a la necesidad de sentir el peligro en la piel, el susto olvidado, la llama de su instinto.
Y aunque sea éste el camino que habremos de seguir, con la incógnita que nos significa su resolución, la historia se nos narra desde la voz, precisamente, guardiana. Asistimos al relato de Thorne desde la vigía omnipresente. Las descripciones precisas, que abarcan el detallismo de gráficos digitales vitales, obra de ciberescáners capaces de retratar las esencias humanas rectas y las torcidas, ya nos alertan desde el principio. Hay algo raro en Thorne. ¿Por qué, agreguemos, el interés tan empecinado de su guardián? ¿Por qué nos cuenta su historia? ¿Cuál propósito persigue? ¿Es éste signo suficiente como para pensar una suerte nula en la vida de Thorne?
Se sumarán también los personajes que secundan, increpan y posibilitan a Thorne. Pero nada es demasiado claro, por lo menos en cuanto a valores compartidos. Thorne se conformará desde un necesario ir y venir, que lo comprometa y defraude, como si fuese él mismo un péndulo entre el individualismo que impera y los sueños que todavía perduran en libros prohibidos.
Desde estos lugares, El guardián de almas se redimensiona y, si bien no alcanza una prosa tan punzante como la de Orwell o tan poética como la de Bradbury, es capaz de reintentar un mismo ejercicio alegórico. Su autor es Bruce Boston (Chicago, 1943). El guardián de almas le ha significado ser nominado a los premios Prometheus y Bram Stoker, éste último ya obtenido desde su tarea poética. Es de destacar que, a excepción de antologías como El baile de las máscaras (Martínez Roca, 1993), que recopila entre otros autores su cuento Animal Husband, no hay traducciones al castellano de su obra. El guardián de almas es, hasta ahora, la segunda novela de Boston, laureado en su trayectoria con premios tales como Rhysling Award, Asimov’s Readers’, Best of Soft SF.

domingo, 29 de marzo de 2009

Sopa de cristales (Jonathan Carroll, 2005)


Intentar hablarle al tiempo




Sopa de cristales

Titulo original: Glass Soup
Autor: Jonathan Carroll
Ganador de los premios:
World Fantasy, Stoker , British Fantasy
Traducción: Fanny Hernández Brotons
Fecha de publicación: febrero
de 2009
Formato: 23 x 15 cm
Encuadernación: Rústica con solapas
Páginas: 352
PVP: 20,95 €
ISBN: 9788498004472
Colección: LINEA MAESTRA Nº: 16
Género: Ficción surrealista
Otros idiomas: Más de veinte



“Dos mujeres atractivas en un restaurante bueno hablando de un amante que habían compartido. Ambas sabían historias sobre Simon Haden que la otra no había escuchado. Ahora que estaba muerto, podían contárselas.”
p. 39

Cuando nos adentramos, tras las primeras páginas, en el mundo del -a todas luces- anodino, rutinario, y ya carente de sorpresas Simon, aparecerán sin embargo, y de a poco, los atisbos de algo diferente, surreal y delirante. Sólo es cuestión de tiempo para Simon darse cuenta. También para nosotros. Ahora bien, ¿cuánto tiempo habrá de ocurrir para que Simon, finalmente, descubra lo que ocurre? No lo sabemos. Poco importa. Porque ya nos hemos adentrado en este otro mundo donde tiempo y lógica poca cabida tienen. Sobre todo si es que hablamos de una muerte construida desde sueños –y pesadillas- soñados en vida. Momento crucial que significa, claro, que ya nos hemos vuelto parte, tanto como Simon, del libro de Jonathan Carroll.
Y si bien el nexo convencional de apellidos entre Lewis Carroll y quien aquí nos ocupa (New York, 1949) pareciera ser una obviedad poco letrada, valga entonces como vínculo onírico, donde la figura del espejo juega un lugar fronterizo respecto de un más allá poético. Entre la vida y la muerte, entonces, transitaremos junto a los personajes de Sopa de cristales. Una gran mezcla de condimentos y especias agradables y repelentes, capaces de configurar formas asombrosas que desprendan otras nuevas e igualmente bellas. Y aunque goce dicha referencia de cierto hermetismo, lo que se procura es no revelar, precisamente, el significado del título y esencia del libro.
Porque es una historia que nos hace transitar entre dos mundos –el de la vida/el de la muerte, el de todos lo días/el de los sueños- seremos capaces entonces de concebir el libro de Carroll como un gran sueño en sí mismo. Acompañados por las peripecias de personajes que se aman, se enemistan, deducen, discuten y pelean por un orden que nos libere –aunque ellos lo ignoren- del deseo corruptor del caos.
Agentes de uno y otro bando se darán cita en esta pelea de inteligencias, mientras la llegada de aquél que es fruto de un vientre humano, de una mujer conocedora tanto de la vida como de la muerte, promete el equilibrio que el caos querrá mermar. Es así que a la manera de un caleidoscopio -donde aún cuando sus figuras nos disparan hacia sensaciones cualesquiera siempre habrá una noción intrínseca de orden-, Sopa de cristales desarma y rearma el vínculo entre sus personajes. Habrá amores y desamores, juicios y prejuicios, como si el encuentro –afectivo, sexual, amistoso, perverso- previo de cualquiera sea el paso necesario para el acercamiento posterior. Amar la persona equivocada para encontrar la adecuada. Donde la muerte será la prueba requerida para la búsqueda del ser amado y el quebrantamiento de leyes inviolables. Ruptura que será raíz, a su vez, de la gestación de un niño más el pleito por su tenencia. Puzzle orgánico, de piezas mórficas, que se miran –otra vez Alicia- en un espejo que les devuelve un mirar diferente pero, justamente, equilibrante.
Todo ello se respira en Sopa de cristales, más lo que significa la capacidad de Jonathan Carroll de narrar desde un tono fantástico ejemplar, respecto del cual el propio Neil Gaiman supiera señalar: “Carroll abre una ventana que no conocías y te invita a mirar a través. Te regala sus ojos para que veas con ellos, y te ofrece el mundo con toda su frescura, honestidad y novedad”. Carroll ha obtenido los premios Stoker, World Fantasy y British Fantasy. Reside en Viena y, leídas las referencias de encantamiento que la arquitectura provoca en los personajes de Sopa de cristales, debe estar muy a gusto. Nosotros, gracias a sus páginas, también.

Nota 1: El mar de madera, El museo del perro, Los dientes de los ángeles, Manzanas blancas, son otras de sus obras, todas editadas en español por La Factoría de Ideas.

Nota 2: no voy a dejar de jactarme respecto de lo que supone -para mi alegría- obtener una respuesta de parte del mismísimo Jonathan Carroll quien, amablemente y a partir de un mensaje vía mail y admirativo, me ha regalado las siguientes palabras:
"Thank you for your words. It's nice to know that my 'soup' traveled far away but still tasted good to a reader far from home. Keep moving, keep dreaming. JC."

jueves, 12 de marzo de 2009

El espectáculo del vampiro (2001, Richard Laymon)


Una demente feria de tinieblas


El espectáculo del vampiro
Richard Laymon





Titulo original: The Travelling Vampire Show

Premios de la novela: Bram Stoker (2001).
Autor: Richard Laymon
Traducción: Olga Martínez Yuste
Fecha de publicación: noviembre de 2008
Formato: 23 x 15 cm
Encuadernación: Rústica con solapas
Páginas: 384
PVP: 21,95 €
ISBN: 9788498004274
Colección: ECLIPSE Nº: 44
Género: Terror
Otros idiomas: más de quince



Será consecuencia del simple avanzar de la acción -entre cantidad de conversaciones o disquisiciones, más el recuerdo de que lo leído y por leer ocurre sólo durante la tarde y noche de un mismo día-, que uno no termina por darse cuenta de que, de pronto, luego de tantas páginas, el espectáculo del vampiro inicia.
Y cuando inicia, todo el extenso reparo en sus personajes principales –tres adolescentes amigos, separados por breves manzanas dentro del pueblito rural de Grandville en 1963- adquiere un redimensionamiento todavía mayor, ligado ahora al más puro deleite gore, sádico y sexual. Pero vamos por partes.
Richard Laymon (1947, Chicago – 2001, California) ha obtenido con esta novela el premio Bram Stoker del año 2001. Es el mismo responsable de toda una extensa bibliografía que se inicia desde la discutida, y ya clásica, El sótano (Martínez Roca, 1984), más una lista de novelas con las que, entre diferentes nominaciones, lo han sabido situar como un autor de culto dentro del género del terror.
En El espectáculo del vampiro, que La Factoría de Ideas nos aporta por primera vez en idioma español, nos encontramos con una especie de crónica del crecimiento y descubrir sexual, desde un prisma que, las más de las veces, se tiñe de perversión. Todo ocurre a partir de la inminente visita de un espectáculo itinerante, más su promesa de mostrar, para regocijo y horror del público, a la única vampiro en cautiverio. No sólo los chicos dejan seducirse de modo inmediato, sino que la imposibilidad de asistir por no tener los suficientes 18 años los moviliza a encontrar otros medios.
El primer peldaño será acercase al llano Janks, lugar donde el circo del horror tendrá lugar. Ir a una hora temprana, observar preparativos, pero sobre todo con el fin de poder observar, aunque sea apenas, a Valeria, vampiro que, según se dice, irradia hermosura.
Sabemos que el vampiro, como figura recurrente en la narrativa, encierra secretos que significan de diferentes modos. Que desde el mirar del niño apenas crecido, podemos arriesgar, se vinculan con el descubrir sexual, la primera sangre, la perversión, la muerte, y tanto más. Todo ello lo señalamos porque cuando asistamos al show prometido –desde el cual Laymon, ténganlo seguro, no nos defraudará- habremos de saber pequeñas historias anteriores, algunas macabras, otras aún más terribles, como la que guarda el porqué del nombre Janks para este llano maldito, preñado de vidrios salientes y fosos donde caer. Allí donde retazos de niños ardían para ser saboreados.
Dwight, Rusty y Slim. Dos niños y una niña. Con ardores que los cambian, los unen y distancian. Amistad que se tiñe de romance, más cuerpos que crecen, estiran, embellecen o, por obesidad, deforman. Dwight descubrirá en Slim, pequeña mujer de suavidades ya presentes, un mirar distinto. Rusty, en cambio, pareciera hacer todo lo correcto como para ser desagradable en grado extremo. Más una hermana casi más insoportable, que compite por el amor de Dwight, nuestro guía en este relato donde asistiremos tanto a su heroicidad como a su voyeurismo ante la bikini de pechos pequeños de Slim o ante el cuerpo de infarto de Lee, su cuñada.
Es decir, en El espectáculo del vampiro se conjuga una extraña capacidad narradora de entretener, asustar, enaltecer y pervertir. Porque si bien Dwight sabrá dónde poner su cabeza ante el apremio de la acción, ante lo moralmente correcto, no dejará por ello de observar con lujuria disimulada la pequeñez de la camisa femenina o de ser víctima de la mixtura enrarecida entre el miedo a morir y una erección imparable sobre el cuerpo de Lee. Junto con un proceder que, aún cuando lo sitúe de modo, a veces, heroico, no será del todo intachable. Menos aún cuando observe con gusto –habrá de reconocer- la paliza que Rusty propicie a su pequeña hermana. Quizá sean éstos los momentos más incómodos en el libro de Laymon y, por ello, los mejores.
Recordemos, todo ello durante el transcurso de un día. Luego del cual las vidas de todos los partícipes habrán de cambiar de manera irrevocable. Sabremos habernos dado cuenta, entonces, de que fuimos testigos de una debacle oscura, que ocurrirá desde el proceder individual de cada personaje, y que hará asumir al vampiro del espectáculo la forma que cada uno de ellos elija modelar.
En suma, una gran novela de horror.

sábado, 7 de marzo de 2009

Muerto hasta el anochecer (2001, Charlaine Harris)


Las increíbles vicisitudes

de Sookie Stackhouse

Muerto hasta el anochecer
Charlaine Harris

Titulo original: Dead Until Dark
Premios de la novela: Anthony (2002), Nominada al Locus (2002), Nominada al Dylis (2002).
Autor: Charlaine Harris
Ganador de los premios:
Anthony, Lord Ruthven, Agatha Christie
Traducción: Aitor Solar Azcona
Fecha de publicación: enero de 2009
Formato: 23 x 15 cm

Encuadernación: Rústica con solapas
Páginas: 256
PVP: 16,95 €
ISBN: 9788498004823
Colección: PANDORA Nº: 0

Género: Fantasía
Otros idiomas: más de veinte




"Nunca vería a Bill a la luz del día. Nunca le prepararía el desayuno, ni quedaría con él para comer.
Nunca tendría un hijo suyo.
Nunca le llamaría a la oficina para pedirle que de camino a casa comprara algo de leche.
Nunca iría a la iglesia conmigo."

Sookie Stackhouse
Muerto hasta el anochecer
p. 141

Existe algo del orden de lo ameno, vinculado con la fluidez de la narradora, que nos hace avanzar casi sin darnos cuenta a lo largo de las páginas de Muerto hasta el anochecer. Charlaine Harris (1951, Tunica, Mississippi), su autora, ha logrado encontrar en Sookie Stackhouse un personaje sobre el cual construir un universo que, de acuerdo con lo que promete su extensa serie de títulos, augura más y diversas sorpresas.
Muerto hasta el anochecer logra trascender porque lo que funciona, sobre todo, es su premisa vampírico-humana: en el mundo de Sookie los vampiros han sido reconocidos como seres reales y, dado el hecho, pasibles de acceder a los mismos derechos que posee el ser humano. En torno a ello, se desarrollarán las diversas temáticas que la ruptura del mito estimula, y que han sido el lugar desde el cual los vampiros han sobrevivido durante siglos en la narrativa: racismo, homofobia, derechos humanos (¿para un “no-muerto”?, ¿en qué categoría cuadra el vampiro?), miedos, religiones, y tanto más. Porque si la figura del vampiro puede revestirse desde algún significado, éste es, precisamente, el de lo “otro”, el de su negación y, por ello, su persecución.
En la novela de Harris nos vemos inmersos en plena novedad de convivencia vampírico-humana, con el plus de sentido que supone narrar las vicisitudes de Sookie (camarera, telépata y virgen) desde el pueblo sureño y ficticio de Bon Temps, en plena Luisiana. Sookie sabrá darse cuenta de que un vampiro, por fin, arriba al pueblo y a su lugar de trabajo. Asediada por la persecución de pensamientos ajenos que le taladran permanentemente el cerebro (y que han hecho de ella una “rara”), Sookie descubre que sus poderes nada pueden hacer ante la presencia de Bill, vampiro de familia, también y cómo no, sureña.
La pulsión sexual entre ambos será el pulso inevitable de Muerto hasta el anochecer, pero lejos está la propuesta de Charlaine Harris de corresponderse con –aprovechemos el término- la vena afortunada de Stephenie Meyer y su serie Crepúsculo. Allí donde sólo existe una moralidad puritana, con adolescentes castos y vampiros arrepentidos, nada tiene que hacer el personaje de Sookie Stackhouse. Con un planteo más cercano a temáticas adultas, pero sin perder el vilo del entretenimiento juvenil, el libro de Charlaine Harris se divierte y transgrede miedos, porque Sookie no vacilará en dar pasos decisivos, sea en materia sexual, sea en cuanto al trauma que le suponen los rumores ajenos y la posibilidad de ser la próxima víctima del estrangulador. Una serie de asesinatos rodean a Sookie, y amigos y familiares morirán bajo un mismo patrón homicida, mientras la sospecha recae, a su vez, sobre el nuevo amigo vampiro.
Muerto hasta el anochecer nos permite acceder a un microcosmos que, una vez dado el primer paso, subyuga para su continuación. Más lo que supone encontrarnos con la traslación televisiva de título True Blood (HBO), obra de Alan Ball, mismo responsable de Six Feet Under (2001-05) y guionista de American Beauty (1999, Sam Mendes). Allí es Anna Paquin la encargada de dar vida a Sookie Stackhouse, en el marco de una primera temporada que, aún cuando sigue el carril del libro que aquí comentamos, se permite nuevos personajes y virajes narrativos, que favorecen el desarrollo argumental y profundizan, a veces de manera sombría, los vínculos entre los diferentes personajes. El uso de la sangre vampira como estimulante adictivo es un hallazgo del libro que la serie de Ball ha aprovechado, en algunos capítulos, de modo admirable. Junto con una mirada sobre lo religioso que, al tratarse del sur norteamericano, adquiere progresivamente tintes más reaccionarios y peligrosos.
Los libros de Sookie Stackhouse, también conocidos como la saga de los Vampiros Sureños, son hasta ahora ocho, con un próximo título a editarse durante el presente año. La Factoría de Ideas, de España, a través de su colección Pandora, ha editado para nuestro idioma los tres primeros (Muerto hasta el anochecer -3 ediciones-, Corazones muertos, El club de los muertos –de aparición inminente-), más la promesa de continuar hasta el último de los libros de Sookie. True Blood, en tanto, conoce por estos días la emisión de su segunda temporada en las pantallas norteamericanas.

miércoles, 21 de enero de 2009

Richard Matheson: En algún lugar del tiempo / Más allá de los sueños



Al abrigo
de la melancolía



En algún lugar del tiempo
(La Factoría de Ideas, Barcelona, 2005)
Más allá de los sueños
(La Factoría de Ideas, Barcelona, 2007)


“Quedé apartado del reino de los relojes y los calendarios.”

Richard Collier
En algún lugar del tiempo (p.147)


Reseñar, comentar, o sólo buscar excusas para hablar de alguno de los libros de Richard Matheson
(New Jersey, 1926) es tarea grata, maravillosa, afectuosa. Quienes amen géneros tales como el terror o la ciencia-ficción, y hayan leído al autor de Soy leyenda (1954), saben a qué me refiero. Si adjetivara más, estaría ya hablando de Ray Bradbury, alguien cuya literatura –que adoro-, si bien con rasgos distintivos, comparte con Matheson tantas similitudes y declaraciones de amistad al lector como las que uno podría encontrar también en los dinosaurios de Ray Harryhausen, en los monstruos de la Universal, o en las viñetas de Hal Foster.
Luego de tanta espera, por no existir traducción alguna, llega a mis manos En algún lugar del tiempo (1975) (*), de Richard Matheson. No sólo el ansia por acercarme a otro de sus libros, sino sobre todo por esa –para mí- inolvidable película que el libro inspirara. La conocimos con el título Pide al tiempo que vuelva (1980), dirigida por Jeannot Szwarck, con los protagónicos de Christopher Reeve (alguien también caro a mis afectos), Jane Seymour y Christopher Plummer. Film que atestigua lágrimas para siempre, con ese empecinamiento de amor que el escritor Richard Collier persigue hasta ser capaz de viajar en el tiempo, de retroceder al pasado para alcanzar esa meta ansiada: el tacto y el pulso vital de la mujer del retrato, hermosa desde su lejanía, alcanzable sólo para la locura del amor: Elise McKenna.
“No tiene nada de complicado, Elise. Es bien sencillo. Estamos destinados el uno al otro.” (p. 203). Sólo eso basta para adentrarnos en el viaje del tiempo, para creer en esa unión que la razón no posibilita. Y para permitirnos buscar el vínculo temático entre éste y otro de los títulos de Matheson, también traducido para nuestra buena y reciente suerte: Más allá de los sueños (1978).
El film sobre este libro –realizado con mismo título en 1998, con dirección de Vincent Ward y protagónico de Robin Williams- resulta tan simplificador como maniqueo. Capaz de menospreciar la sensibilidad del escritor hacia el misterio que significa morir, en donde las categorías determinantes, aquella que son dogmas para el miedo religioso, desaparecen. Convengamos, también, en que el guión cinematográfico no corresponde a Matheson, como sí ocurría con el film anterior.
Pero volvamos al libro. A la unión inseparable entre dos almas gemelas. Porque en Más allá de los sueños asistimos otra vez a la misma vuelta cíclica que nos proponía En algún lugar del tiempo: dos enamorados que deberán recorrer una y otra vez la misma historia, encantadoramente condenados por amarse.
Por amar, Chris es capaz de enfrentar al mismo Infierno, viaje dantesco que confronta los miedos propios y que canta victoria sobre ellos. Chris y Ann. Richard y Elise. Dos caras de un mismo espejo. Reflejo que necesita del rostro amado. Capaz de vadear océanos de tiempo y de desafiar condenas supraterrenas.
En suma, una misma historia, contada de modos diferentes. Y que nos remite a tantos otros ejemplos del autor, porque la trascendencia luego de la muerte corroe las páginas de Hell House (1971). (Motivo de otro film excelente, The Legend of Hell House, 1973, con Matheson en guión, dirección de John Hough, y protagónicos de Clive Revill y –otro adorado por todos nosotros- Roddy McDowall.) Así como también se vislumbra en la clásica El increíble hombre menguante (1956), desde su planteo de redimensionamiento vital, ligado a una metafísica que habilita un nuevo inicio al diminuto héroe. Cuna de un film hoy considerado uno de los mejores de la ciencia ficción de todos los tiempos: The Incredible Shrinking Man (1957, Jack Arnold, guión de Matheson). (**)
Richard Matheson nos embriaga de afecto. Nos hace vivenciar momentos mágicos, a través de ese tacto único que posee respecto de los géneros. Son pocos los narradores como él. Así de buenos. Así de vitales. (***)
Por último, sólo recordar brevemente la melodía del film de Szwarck, obra de John Barry, capaz de evocarme todo un momento, pleno de felicidad y de pérdida: melancolía pura. (Amo esta película, perdón por tanta palabrería. No dejen de verla.)


(*) Originalmente, el libro fue publicado como Bid Time Return. Luego del film -Somewhere in Time- fue reimpreso con este mismo título.
(**) Ambos títulos editados por La Factoría de Ideas: La casa infernal (2003), El increíble hombre menguante (2006).
(***) Me remito, para una justa apreciación, a alentar la lectura de Elvio Gandolfo. Su El libro de los géneros (Norma, Bs.As., 2007) es un prisma desde el cual poder ingresar al mundo de la ciencia-ficción, el policial, la fantasía y el terror. Matheson figura allí, directa o indirectamente. Sea en las letras impresas. Sea en el espíritu de Gandolfo.