viernes, 17 de julio de 2020

Cotillón (2020, Maten al Mensajero). Jazmín Varela: entrevista.

El éxtasis y las mini pinturitas

 


La ilustradora rosarina hace una celebración del encuentro y del viaje íntimo, mientras descubre su forma en el camino.

Leandro Arteaga

Tres amigues, calor, ácido, fin de año, Rosario. Hay uno o varios viajes por venir. Y posibilidades que derivan o ramifican en otras, que hacen de la historieta un medio siempre genial, de fronteras abiertas. En Cotillón (Maten al Mensajero, 2020), el nuevo libro de Jazmín Varela, la dibujante rosarina continúa una veta personal, que crece y se explaya. Entre Crisis capilar (EMR, 2016), Guerra de soda (Maten al Mensajero, 2017), Tengo unas flores con tu nombre (Maten al Mensajero, 2018) y Cotillón, se distingue una obra sólida y expansiva, así como una de las más atractivas dentro del panorama de la historieta contemporánea.

“Lo que me pasa con todas las historietas es que me cuesta tomar dimensión de lo que voy haciendo. Una vez que están publicadas comienzan a caer algunas fichas. Con Cotillón fue bastante particular, porque lo que pasa en el libro no es una premonición, y me da mucha nostalgia leerlo ahora, con todo lo que pasó en el medio: las calles están vacías, no hay gente, las secuencias ocurren puertas para adentro. Cotillón es una celebración del contacto físico, con los otros, de la fiesta. Me genera mucha melancolía por las ganas de estar cara a cara con otra gente. Terminó siendo un homenaje al contacto del cuerpo”, explica la ilustradora.

En Cotillón el año está por cambiar, pero se respira una quietud que no tardará en volverse más extraña, cuando “el envión químico tendrá para elles el efecto de la picadura de una araña radiactiva”, según la contratapa. Hay que salir, por eso, a los espacios abiertos y al encuentro de uno consigo mismo, siempre en vínculo con los demás. La fiesta, en este sentido, como un canal donde convergen las energías. Un lugar donde uno y todos estallen.

--¿Cuánta previsión hay para la realización de un libro como Cotillón? ¿Cuándo y cómo surge el guion?
--Definitivamente lo encuentro a medida que se va desarrollando la historia, no lo puedo planificar antes. Aquí hubo un proceso de trabajo muy largo, de un año, al que tomaba y dejaba. Me estuvo acompañando mucho José (Sainz, editor adjunto), nos juntábamos cada 15 días a hacer correcciones. En este caso fue una historieta autobiográfica, y al haberlo experimentado me costó tomar conciencia de realmente qué es lo que estaba contando, cuál fue el viaje o cuál era el sentido. Eso se termina de cerrar cuando termino la obra. Pero durante el proceso no tengo mucha idea de nada, sé que hay que ir por ahí, hay una historia de base, como un hilo conductor, pero ni siquiera es un guión ni una lista de nada, sino que es sobre mi propia vivencia y experiencia. Se va construyendo a medida que lo voy haciendo. 

--Hay un viaje doble, hacia dentro pero hacia afuera también.
--Esto del viaje interior y del viaje exterior, conectado con les otres, tiene que ver con las sensaciones de consumir algunas sustancias, en este caso con el éxtasis. Es un viaje interno pero vas interactuando con los demás, como una experimentación de la disolución del ego, donde te sentís conectado muchísimo con el otro, donde terminás siendo un organismo unicelular con toda la gente que está alrededor.

--La historieta parece ser el medio idóneo para dar forma a estar experiencias.
--Fue el desafío más grande, poner en imágenes todas esas sensaciones y de qué manera, porque también son sensaciones muy sinestésicas, no es solo visual lo que te pasa, se empiezan a mezclar los sentidos.

--Con José Sainz trabajás de manera habitual, ¿qué le agrega él a tu obra?
--A veces es muy difícil compartir el proceso desde cero de una obra, y sin embargo José de alguna manera construye un espacio donde te sentís súper cómoda. Las devoluciones son amorosas, certeras, tiene una mirada que para mí no tiene casi nadie. No conozco un laburo de edición como el que hace él, de codo a codo con el autor. Creo que ninguna de las publicaciones que hice hubiesen sido posibles sin esa mirada suya sobre mi trabajo. Estoy agradecida de trabajar con él.

--En Cotillón aparecen referencias que parecen tomadas de la animación de los años ’30. ¿Cuáles más tuviste en cuenta?
--Previo a comenzar estuve consumiendo mucha historieta europea, gracias también a José, de autores contemporáneos como Tara Booth y su historieta Nocturno, que la usé mucho como referencia, para los dibujos y la paleta de color; también Olivier Schrauwen, que trabaja el color de una manera espectacular, con un método de impresión increíble.

--Con trabajos como el tuyo, la historieta demuestra no tener límites, más allá de cierta escolástica que a veces es un límite.
--A mí me ayuda mucho no venir del palo de la historieta, hay no sé si reglas o cómo llamarlas que no tengo muy incorporadas o directamente no las pienso. Mi resultado final tiene que ver con mini pinturas antes que con una secuencia de historieta con viñetas. No tengo el prejuicio de tener que encajar en una viñeta un texto, me gusta más que sean ilustraciones sueltas y que el relato se vaya formando a partir de eso.
Cotillón fue editada también en España por el sello Sigilo, como título elegido para el lanzamiento de una colección de historietas. Todavía no se distribuyó por allí, a raíz de la pandemia. Ya llegará ese momento. Lo que importa por aquí es que los libros de Jazmín Varela se consiguen todos. Y son una celebración de los cuerpos, de la sororidad, de la autoafirmación. Y de la historieta.

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