viernes, 17 de julio de 2020

Da 5 Bloods (2020, Spike Lee)

Tras el mapa del tesoro vietnamita


De manera grotesca, por fuera de la retórica militar, el director de El infiltrado del KKKlan logra un retrato despiadado con Vietnam como metáfora recurrente.


Leandro Arteaga

5 Sangres
(Da 5 Bloods) EE.UU., 2020. Dirección: Spike Lee. Guion: Danny Bilson, Paul Demeo, Kevin Willmott, Spike Lee. Fotografía: Newton Thomas Sigel. Montaje: Adam Gough. Música: Terence Blanchard. Reparto: Delroy Lindo, Jonathan Majors, Clarke Peters, Norm Lewis, Isiah Whitlock Jr., Chadwick Boseman, Jean Reno, Mélanie Thierry. Duración: 156 minutos. Disponible en Netflix. 8 (ocho) puntos

Con el pulso firme y galardonado tras El infiltrado del KKKlan, Spike Lee vuelve ahora a Vietnam, al de verdad y al del cine, si es que ambas cuestiones tiene sentido ser separadas. Porque sobre los hechos históricos y sus protagonistas, el cine tiene mucho para decir, en tanto constructor de estereotipos y mascarada de realidades. Pero también como dispositivo consciente de sí mismo, capaz de volver a lo dicho y hecho, reverlo y discutirlo (y discutirse). El cine es amplio, plural, pero no relativiza. Luego de Apocalypse Now las ingenuidades y complicidades sobre Vietnam ya no tienen cabida, y si todavía existen, es por la mediocridad evidente de sus artífices.
Por eso 5 Sangres ofrece un plano detalle sobre el título de la película de Francis Ford Coppola, mural de un bar donde se concentra el punto de partida de la secuencia. Y lo hace a través de un travelling que se retrae, así como Stanley Kubrick en el comienzo de La naranja mecánica: la cámara se abre y descubre progresivamente el espacio. Dos citas en una película, simultáneas, y apropiadas por uno de los mayores cineastas contemporáneos.
La acción retrata a los “5 Sangres” del título, afroamericanos y de vuelta al Vietnam de sus horrores. Ya no son 5, uno cayó en combate, y su cuerpo todavía permanece allí, en algún lugar. También un tesoro, un cargamento repleto de lingotes de oro, fortuitamente caído entre ellos y escondido hasta nueva oportunidad. El oro oculto servirá como manera de reparar, llegado el momento, el infortunio sufrido. Dos misiones en una, encontrar al hermano y con él al tesoro.
Vale aclarar que Los 5 Sangres no ofrece épica bélica ni enaltecimiento militar, sino ecos de un conflicto por el cual un grupo de personas hermanaron voluntades mientras procuraban salvar sus vidas, con el coro retórico y de propaganda de que así salvaban la democracia. De esto último, evidentemente nada. Sea por el desastre que la guerra de Vietnam fue, así como por el presente norteamericano, de leyenda suficiente en la gorra que lleva uno de estos mismos veteranos: “Make America Great Again”, el lema de campaña de Trump.
Así las cosas, la ironía está servida, y en manos de Spike Lee es siempre condimento. Un sinsabor que justifica también las intromisiones “realistas” o “fotográficas” dentro de la trama que se narra. Testimonios, fechas, personas, sucesos, que se hilvanan como subrayados. De esta manera, entre la ficción y la realidad la diferencia es lábil, porque el cine no mira otra cosa más –esto siempre ha sido y es así- que lo que le rodea; es por eso que son tan efectivas las películas reaccionarias de Chuck Norris (nombrado aquí tanto como Stallone) como poética es Apocalyps Now. La incidencia de cualquiera de ellas existe. Más vale estar atentos, pareciera decir la película de Lee, de lo contario, no podría explicarse cómo un afroamericano, utilizado como títere y soldado en una guerra, podría votar a Trump. Es en estos lugares donde el cine de Spike Lee horada, una y otra vez: Haz lo correcto, Malcolm X, Fiebre de amor y locura, SOS Verano infernal, Chi-Raq, entre otras, como grandes ejemplos.
La acción, entonces, se sitúa en este reencuentro en suelo “enemigo”. Otra vez a circular por los lugares alguna vez visitados, mientras el paisaje de la Ciudad Ho Chi Minh se vuelve el Saigón de los recuerdos. La mirada turista se confunde con los resabios de la guerra. Entre el hermano perdido –líder de los 5, por compartir palabras sabias y cristalinas- y el oro escondido se construye un necesario contrapunto, como humores no coincidentes.
No es casual que sea el hijo de uno de ellos quien complete ahora el quinteto, escondido de la mirada de su padre, también como representante de la generación que sigue y se mira en sus adultos. Él, en este sentido, en un territorio fronterizo, entre un padre que alucina por las desgracias sobrevividas pero que ha votado por Trump. Adultos que parecen no querer recordar demasiado por qué peleaban, o cuál era la pelea verdadera. A la vez, estos recuerdos del combate enhebran también la voz radial de una locutora vietnamita, como un fantasma que acechaba esos días de violencia, con música y palabras racionales. El enemigo parecía estar en otra parte, y así era.
Progresivamente, mientras la búsqueda del tesoro sucede, la película se vuelve más grotesca. Asume las maneras estéticas del cine bélico y las parodia. El enrevesamiento es progresivo, con momentos que bien podrían ser análogos a los de alguna película de, justamente, Chuck Norris: no hay que olvidar que uno de sus más famosos títulos fue Desaparecido en acción, que no deja de reverberar con lo que aquí sucede.
Entre explosivos olvidados y una locura reencarnada, el quinteto avanza cada vez más descuartizado. El delirio se asume, la película lo disfruta. Y logra momentos superlativos, como el parlamento en plano secuencia de Paul (Delroy Lindo), el votante de Trump: habla a cámara durante minutos, en una escena cuya lógica se desprende de la dinámica narrativa de todo lo visto y sin embargo funciona, en tanto ardid que sostiene la historia pero a la vez la expone como construcción formal. El cine se sabe cine en manos de directores como Spike Lee.
Seguramente no sea la mejor de las películas del director, pero a esta altura poco importa elaborar comparaciones siempre tediosas, ni mucho menos ensayar cuánto menos debiera haber durado: la extensión es de 156 minutos y es puro cine, lástima que no sea aún más extensa. Antes bien, se trata de disfrutar de una de las voces autorales siempre en sintonía con su alrededor y el medio estético elegido. Si el cine norteamericano subsiste todavía como promesa estética, autocrítico y acorde con sus mejores períodos y autores, es gracias a realizadores como Spike Lee.

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