lunes, 30 de julio de 2012

The Dark Knight Rises (2012, Christopher Nolan)


Hombre murciélago y santurrón

Ah! La "simetría"...
Por Leandro Arteaga

Cuando el momento cúlmine sucede, cuando el pueblo (¿una parte, todo, qué pueblo?) de Gótica parece definitivamente aliado tras el villano, de cara al enfrentamiento final con la policía, cuando todo indica que la balanza habrá de inclinarse de manera irreversible, ¡aparece Batman y descarga su artillería contra la gente!
Ahora bien, se dirá que no es exactamente así, y que lo que Batman hace es disparar a un tanque (uno de los muchos que Bane le ha robado). Pero lo que sí es evidente es el pliego policial del murciélago, devenido agente del orden, guardián del status quo. En verdad, nada de ello llama la atención, hay dos películas previas ya preocupadas por apuntalar al personaje en esta dirección, desde una comprensión “filosófica” cuanto menos banal pero pretendidamente profunda, de resonancias yin/yang.
Se dirá también que tal dualidad aparece desde los personajes, desde una mascarada compartida –Jim Gordon sabe que es mejor callar en beneficio del equilibrio-, pero lo que no podrá sostenerse es que tal planteo sea expresionista, turbador, melancólico, depresivo, poético. Nada hay más ajeno a este Batman que la noche de luna llena, los espectros de seres queridos, la queja existencial, la turbación psicológica. Viste su máscara cuando la seguridad lo requiere, carga con pecados ajenos como si de un murciélago santurrón se tratara, vive entre sombras porque lo que quiere –y logra- es salir a la luz. Nada de duelo entre los rincones oscuros del alma sino, antes bien, el esmero por lograr que la chica que le gusta sea su pareja para que deje de robar.
Por si algo de todo esto no quedara suficientemente claro, el propio Batman habrá de explicar al espectador qué es lo que hace y para qué, con la valía de metáforas sosas (“cualquiera puede ser un héroe”), con el propósito de dejar un legado. En este sentido, el murciélago como símbolo al que recurrir cuando peligren otros vínculos, mayores, tales como la bandera o la canción patria del país.
Hay una tergiversación ladina que este Batman expone, con las ideas diferentes -foráneas, revoltosas- como agentes del caos. La mujer gato sabrá darse cuenta de ello, y adquirir así una comprensión superadora de la mala o buena suerte de procedencia social: millonaria para Bruce Wayne, mísera para ella. La “tormenta” que su instinto felino dice inevitable habrá de develársele equívoca. Bane, allí, aparece entonces como estandarte al que disparar, con la suficiente sombra árabe detrás como para justificar el american way y cerrar, circularmente/bélicamente, la trilogía Batman del “visionario” Christopher Nolan.

Batman: El caballero de la noche asciende
(The Dark Knight Rises)
EE.UU./Inglaterra, 2012. Direción: Christopher Nolan. Guión: Christopher Nolan, Jonathan Nolan, David S. Goyer. Música: Hans Zimmer. Fotografía: Wally Pfister. Montaje: Lee Smith. Intérpretes: Christian Bale, Gary Oldman, Tom Hardy, Anne Hathaway, Marion Cotillard, Michael Caine, Morgan Freeman. Duración: 164 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
4 (cuatro) puntos

sábado, 28 de julio de 2012

Alejandra Lunik: entrevista

The Girl Effect


Diálogo con Alejandra Lunik. Ilustradora, historietista, 
de trazo sensible, 
también mordaz. 
Encargada del suplemento 
central de la última Fierro. 
¿Tiene sentido hablar de "historietas por mujeres"...?


El siguiente en la fila
WOX (24/07/2012)
por Leandro Arteaga
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http://alejandralunik.
blogspot.com.ar/

lunes, 23 de julio de 2012

El dictador (2012, Larry Charles)


Las aventuras del dictador exótico

 
Por Leandro Arteaga

Bienvenida sea la incorrección. No se trata de ninguna película que trascienda nada. Ni fronteras temporales ni relieve estético alguno. Pero es incorrecta.
En este sentido, asimilable al desmadre que supusiera Borat (2006), con Kazakhstan como nación ofendida cuando, en todo caso, debiera haber sido la misma Estados Unidos quien se sintiera aludida. Tal como ocurre ahora en El dictador, nuevo peldaño de humor corrosivo de parte del británico Sacha Baron Cohen, quien pareciera comulgar entre su trayectoria de raigambre televisiva y las interpretaciones para otros realizadores como Tim Burton (Sweeney Todd), Martin Scorsese (La invención de Hugo Cabret), y Tom Hooper (Los miserables, de estreno previsto para este año).
El dictador africano de Baron Cohen es una sumatoria de rasgos trillados, burlonamente reunidos, desde una corrosión que le sirve de pegamento. De nuevo, así como en Borat, no se trata –solamente- de mirar con risa mal habida al extranjero, sino de disparar contra la pequeñez mental norteamericana. La caricatura del dictador Aladeen es confluencia de cómo Estados Unidos mira exóticamente a los líderes africanos/sudamericanos/árabes/etc. No importa confundirlos, son todos lo mismo, y basta para el caso la reflexión del agente de seguridad que John C. Reilly encarna, en uno de los varios cameos con los que el film se divierte.
El asunto vendrá dado por una visita a la ONU, con el fin de mentir el potencial en armas de destrucción masiva de Aladeen. Una vez en suelo americano, comienza entonces el asunto “príncipe y mendigo”, con el líder por fuera de su corona y el imberbe pastor como su reemplazo. Situación que, antes bien, habrá de emparentarse con la supuesta por El gran dictador (1940) de Charles Chaplin, referencia evidente que el film de Baron Cohen habrá de destilar en un discurso final donde la democracia -a la que Chaplin hablara- será ahora trastocada -¿o no?- desde una mirada lunática.
Pero para ese momento cúlmine, grotesco, antes el ingreso de Aladeen al “modo de vida americano”. Como un “refugiado”, sin ropas ni alimentos, habrá de compartir trabajo con Zoey (Anna Faris), una enfervorizada militante de los derechos sociales y la vida natural. Si Aladeen significa un extremo burdo, sólo un contrapunto similar podía acompañarle. Es así que, desde un lado y otro, hombre y mujer habrán de lograr coincidir y disentir para, en última instancia, recuperar el trono usurpado o afeitar las axilas de ella.
Hay muchos gags, desde una constitución prácticamente televisiva. Pero algunos son memorables, incorrectamente memorables. Sólo ver, o casi ver, cómo Zoey enseña a Aladeen a masturbarse –con inclusión de imágenes de Forrest Gump- y a descubrir cómo su propia mano puede convertirse en vagina. En esos momentos de desmesura, inconexos, hay también algo de frescura y sí, por fin, mucho de incorrección cierta.

El dictador
(The Dictator)
EE.UU., 2012. Dirección: Larry Charles. Guión: Sacha Baron Cohen, Alec Berg, David Mandel, Jeff Schaffer. Montaje: Greg Hayden, Erik Kissack. Fotografía: Lawrence Sher. Música: Erran Baron Cohen. Intérpretes: Sacha Baron Cohen, Anna Faris, Ben Kingsley, Jason Matzoukas, Chris Parnell, Fred Melamed, John C. Reilly, Megan Fox. Duración: 83 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Village.
7 (siete) puntos

domingo, 22 de julio de 2012

Decur: Merci!+entrevista


Cómo decir lo que los colores sienten


El dibujante rosarino estrena libro, crece en reconocimiento, y delinea aún más un mundo de sueños, de recuerdos, de lectores.

Por Leandro Arteaga

Un mundo de pinturas, historietas e ilustraciones, donde prevalecen alegrías o miedos niños, libros añejos, cajoncitos de secreter, cartas escritas y por escribir, globos, mazapanes. Bello, cercano, inasible, extraño; el universo de Decur (Guillermo Decurgez) provoca su letargo de ensueño desde el momento en que se abre el cajón, a partir del primer giro de manivela a la fonola, o al dar vuelta la primera página del primero de sus libros: Merci! (Ediciones de la Flor) será presentado mañana a las 19, en Librería Ross (Córdoba 1347), con la presencia del artista y sus colores, dispuestos a dar rúbrica a quienes quieran un recuerdo más dentro de su galería estrafalaria, hermosa, rara.
“Le comentaba a un amigo –dice Decur a Rosario/12- que es como jugar al fútbol con tus amigos en la cancha del pueblo y que venga el Barça y te lleve, porque yo estaba dibujando en casa, subiendo mis cosas al blog (decur.blogspot.com.ar), y de golpe y porrazo Ediciones de la Flor me manda un mail y a la otra semana ya estaba firmando un contrato con una editorial que tiene pequeñitos monstruos atrás”. “La alegría es total, inmensa, es algo que no esperaba” agrega Decur, rosarino, con vida presente en Arroyo Seco, colaborador de revistas como Fierro y Orsai, además de director de revistabonete.blogspot.com.ar, publicación digital donde convive con los otros mundos peculiares de Liniers, Cachimba, Tute, Montt.

-¿De qué manera te atraparon la ilustración, la historieta, la pintura?

-Soy dibujante de toda la vida, pero cuando empecé a trabajar en otras cosas lo fui dejando. Hasta que en el 2009 lo conozco a Liniers y me cambió la forma de expresar. Siempre fui muy exigente con mi laburo, desde chico, si no me salía tal proporción humana me frustraba. Pero cuando encuentro a Liniers y a Max Cachimba, que lograban decir lo que sentían a través de un trazo diferente o resumiendo rasgos, me copó la manera con la cual transmitían lo que ellos sentían. A partir de ahí comencé a dibujar sin parar y fueron sorpresas tras sorpresas. En realidad, lo más importante de esto es la gente que vas conociendo en el transcurso, son regalos, son los verdaderos premios. Por otro lado, el color es algo que me gusta mucho, lo que trato de decir lo hago a través de los colores.

-En tu libro se descubren muchas cartas, maderas, declaraciones de cariño sin desenlace cierto, todos elementos de un mismo universo.

-Me gusta mucho todo lo que fue en el pasado. Para escribir una carta tenés que demostrar lo que sentís con la tinta, a veces con lágrimas. A la carta hay que enviarla, lo que demandaba un esfuerzo que no es el que hoy significa mandar un mail. En la letra estaban las emociones de la persona que escribía. También siento que en la madera, en el mueble, hay vida, es una cosa muy difícil de explicar, como si los muebles siempre tuviesen algo que contar. No sé si es lo que le pasa a la gente cuando ve un mueble de un familiar, es decir, verlo y pensar que dicha persona estuvo sentada en ese mueble, leyendo, escribiendo cartas, abriendo cajones, que hay todo un archivo que quedó allí petrificado. Es la importancia que le doy a las cosas antiguas, a las historias que hay por contar de las cosas antiguas, que muchas veces tiene que ver con mi interior, con lo onírico, algo que se mezcla con lo surreal, porque el libro también tiene un poco de humor, pero un humor medio bizarro, medio raro.

-Hay muchos árboles, con su madera para los muebles, como vínculo con los personajes.

-Es como la vida, que se transforma, o que muere y se transforma en otra cosa.

-De hecho, se nota una concepción cíclica en tus relatos, como el del niño vuelto viejo o el anciano vuelto niño, como si el transcurso del tiempo fuese reversible.

-Esa historieta lo define justo, transcurre mientras un señor abre cajones y saca objetos que lo devuelven a la edad de cuando los había adquirido.


-Si bien hay un clima risueño, las situaciones pueden ser a veces muy oscuras, con reminiscencias al cine de Svankmajer o los hermanos Quay, como si todo no fuese tan necesariamente feliz.

-Yo trabajé de varias cosas, desde un frigorífico hasta albañilerías o en fábricas grandes, y se sabe que no es muy amoroso todo eso. Ha quedado una sustancia interna que de alguna forma hace aparecer imágenes oscuras. Me pasó con los hermanos Quay, vi sus capítulos después y me volaron la cabeza, porque era muy parecido a lo que estaba haciendo. Mi infancia fue muy feliz, pero luego se mezcló con el trabajo duro, y eso ha quedado dentro de mí, de alguna forma siempre sale la oscuridad. 

-Algo que seguramente enriqueció al libro.

-Quizás el libro tiene esa fuerza, la fuerza de haber pasado por esta clase de trabajo. Hablando con Tute, el hijo de Caloi, él me decía que veía trabajando al padre todo el tiempo, y que adquirió esa cultura de llamar trabajo a todo eso. Mi viejo laburó toda la vida en fábricas, de trabajo en trabajo, de changa en changa; yo tuve que cortar con esa tradición y eso también tiene su importancia, es una cosa rara, porque mis viejos me estuvieron aguantando todo el tiempo mientras dibujaba, sin saber cómo iba a ir todo esto, así que si hay a quienes les tengo que agradecer muchísimo es a ellos. Por eso el libro se llama Merci!, en francés, y francés es mi apellido, que es el de mi padre.

-Uno de los relatos me llama la atención, basado en un paradójico “sueño real”, y me preguntaba si quizás no era ésta una de las maneras de acercarse al mundo de Decur.

-Cuando uno está veinticuatro horas por día sentado y dibujando escuchás música, radio, lo que sea para que te acompañe. A mí me gusta mucho escuchar los llamados de Tangalanga, y en el sueño se me mezclan sus frases. El cuento empieza con un señor que se despierta y encuentra un secreter con un montón de cosas que no puede tener, atraviesa puertas y termina con algo completamente bizarro, algo que yo tampoco me lo esperé. ¡La culpa es de Tangalanga!

jueves, 19 de julio de 2012

Cuatro calles (TV 2012, Pablo y Francisco Zini)


Calles contadas en primera persona


Atento a las voces que las mismas arterias guardan o gritan, Cuatro calles propone una mirada social en forma de ensayo audiovisual. Premiado en la convocatoria Espacio Santafesino, el proyecto se presentará mañana, a las 20, en El Cairo.

Por Leandro Arteaga 
Rosario/12, 19/07/2012

Las calles se narran, se recuerdan, se contradicen; perseveran en decirse para saberse y, de paso, para dar color de tiempo al devenir de una ciudad. Tal es, entre tanto más, lo que se desprende de Cuatro calles, proyecto televisivo con el que Pablo y Francisco Zini fuesen premiados en la Convocatoria Espacio Santafesino Estímulo a la Producción Audiovisual, del Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe. Los cuatro capítulos, dedicados respectivamente a las calles San Martín, Mendoza, Avenida del Rosario y Boulevard Oroño, podrán verse mañana (viernes 20/07), a las 20, en el Espacio Santafesino de El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120).
“En algún momento pensamos en retratar barrios de la ciudad, pero nos pareció que las calles nos iban a permitir contar otras cosas, distintas” dice Pablo. “Había un concepto que nos gustaba, por todo lo que podía ofrecer desde lo visual, desde lo narrativo. Las calles tienen una identidad muy marcada, y nos parecía bueno poder contarlo” agrega Francisco. Hermanos que son, a su vez, núcleo integrante de Azotea Productora, a través de la cual realizaran Rosario, ciudad de los payasos (2011) –emitido por Encuentro-, así como Portaestudio, envío semanal dedicado a la música en Rosario, cuya ausencia en canal 5 dejara un hueco sin reemplazo.

-En rasgos generales, se nota cómo la misma calle, de acuerdo con su tránsito, da cuenta de lo social de maneras distintas.

-Pablo: Es algo que tratamos de retratar. Donde más se ve es en Mendoza, que cruza de este a oeste la ciudad, a través de su recorrido tiene distintas realidades.
“Tiene barrios emblemáticos, con una personalidad propia como Barrio Belgrano, Echesortu, el centro, Barrio Martin, son todos históricos” comenta por su parte Hernán Roperto, productor ejecutivo de Cuatro calles.
-Pablo: Tratamos de trazar un cuadrado, de manera tal que dos de las calles siempre se estén tocando. Una de nuestras motivaciones tiene que ver con mostrar partes de la ciudad que hasta un punto no sabemos cuán conocidas son. En el caso de Avenida del Rosario, su historia es de por sí muy interesante, comienza como una calle aristocrática que luego, por la llegada del Swift, se vuelve popular, dando lugar a una convivencia que hasta el día de hoy es muy interesante.
-Francisco: El caso de San Martín es el de las más históricas. Va desde el río y se convierte en la calle principal de toda la vida de zona sur, con una vida comercial equiparable a la del centro. 

-¿Cómo fueron encontrando y eligiendo las historias?

-Hernán: Aparecieron de diferentes maneras. Cuando partimos del guión y recorrimos las calles, ya presuponíamos que algunas historias podían llegar a estar ahí. Después de que ganamos el subsidio formamos un equipo periodístico. Algunos chicos tenían asignada una calle que salían a recorrer, a pescar historias. Ellos nos daban algunos personajes que encontraban y los directores les daban otras historias que ellos iban a buscar. Se fue retroalimentando. Los mismos personajes después nos remitían a otros. Con cada uno que hablábamos siempre aparecía la mención de otros nombres. Pero sabíamos que en las propias calles las historias iban a estar, porque son calles emblemáticas.
-Pablo: También hubo situaciones que fueron apareciendo.


-¿Como el afilador de San Martín?

-Hernán: Mientras cargábamos los equipos para grabar una entrevista ¡pasa el afilador! Y salimos a correrlo para pedirle el nombre.
-Pablo: Buscamos dejar que sea la calle la que nos contara, que es lo más atractivo, para que no parezca una cosa que, por histórica, resulte lejana.
-Francisco: Queríamos que las historias estuvieran contadas desde el personaje, en primera persona, que fueran bien subjetivas y desde la calle, a través de sus experiencias personales.
-Pablo: También no encontramos con ciertos inconvenientes, en Avenida del Rosario, por ejemplo, en cuanto a lo institucional no hay archivo del barrio.
-Francisco: Los museos no tienen fotos de Avenida del Rosario, pero la gente sí. Es destacable cómo el propio barrio se hizo cargo de preservar su historia, de construir su identidad.
-Pablo: Hay un Facebook de barrio Saladillo donde los mismos vecinos van aportando sus fotos. Está también el caso del historiador de Barrio Belgrano, Wildemar Bengochea.
-Hernán: Se trata de un vecino que en un momento se da cuenta de que no había nada sobre Barrio Belgrano. Para un evento particular se puso a recabar información, con eso fue investigando sobre el barrio y terminó por armar un libro.
-Francisco: Uno de los criterios de búsqueda consistió en que casi todos los personajes fueran gente común, con historias que no están contadas. Nos detuvimos también en oficios que pueden remitir a otras épocas -el afilador, el hipódromo, el changarín del mercado, el motorman- pero para combinarlos con cosas actuales, como los chicos haciendo hip-hop en Saladillo, que son nietos de gente que trabajó en el Swift. Los juegos de Oroño, por ejemplo, tienen atracciones nuevas junto con las más antiguas.
-Hernán: Nos contaba el administrador que ahora vienen el abuelo con el padre y el hijo para sacarse una foto juntos en el mismo juego, en la misma calesita espacial en la que jugaba el padre hace treinta años.

lunes, 16 de julio de 2012

Valiente (2012, Andrews/Chapman/Purcell)


Hecho el hechizo, hecha la trampa


Por Leandro Arteaga

El ocaso de Pixar o algo peor parece presagiar Valiente, título que, de hecho, poco dice –más aún, contradice- acerca de su heroína, niña princesa de ánimo iracundo, sin respeto al mandato familiar. Esto, claro, como premisa primera. Dado el desarrollo posterior y la conclusión de moraleja, lejos queda la provocación y muy abajo, justamente, la calidad -ya no- habitual de los films Pixar.
Disney, imperio mediante, ha culminado por sumir la magia de las películas de la lamparita blanca, reducida ahora a la prédica del peligro de ser orgulloso, porque no vaya a ser que se termine por desnivelar el tablero sobre el cual las piezas de ajedrez mantienen su juego y equilibrio. Ésta es la historia que la madre lega a la hija que “todavía” no entiende, y que luego será dicha por ésta, claro, a otros.
Pero para llegar a ello, que no queda muy lejos del inicio mismo del film, primero la vitalidad de esta princesita pelirroja que se sabe arquera eficaz, que brinca demasiado, acomete pruebas peligrosas, y que detesta el sólo hecho de pensar que el futuro que le espera es ser como su madre. Aquí las desavenencias y el fragor de la bronca mayor cuando se le busque una parejita adecuada, conforme al equilibrio aludido, repartido entre los clanes de una vieja Escocia.
Es así cómo Mérida buscará la ayuda de una bruja para el reverso de la situación, para que su madre y padre dejen de molestar, y para que pueda vivir su vida como diablos quiera. Qué bien y qué Pixar, de veras, la situación procurada. Pero… una vez hecho el hechizo hecha la trampa. Lo que significa: simetría entre la bruja con Mérida y la película con el espectador. De esta manera lo visto pasa a ser excusa a partir de la cual enhebrar el buen mensaje, destinado a los niños y las niñas de todo el mundo. Horrible.
La expresión justa, amalgamada, del vínculo fusión ya indistinto entre Disney/Pixar lo deja entrever la casucha misma de la bruja, de rostro y fisonomía tan parecidos a aquella que deambula por la bella El viaje de Chihiro (2001) de Hayao Miyazaki –fuente de respeto milenario para los factótums de Pixar-, capaz a su vez de esculpir histéricamente osos de madera así como de hechizar escobas para que hagan la limpieza.
Entre Miyazaki y Fantasía dice así Valiente querer ubicarse. Quizás con un único hallazgo de diversión, comprendido en los trillizos pelirrojos, una puesta al día de aquellos sobrinitos alguna vez salvajes con los que el temperamental Pato Donald debía lidiar. Pero lo que Valiente logra no es más que un lugar residual, transido de magia Disney vieja, aquella que la propia Pixar supiera alguna vez reformular para ahora, aburrida y moralistamente, barrer de un plumazo.

Valiente
(Brave) EE.UU., 2012. Dirección: Mark Andrews, Brenda Chapman, Steve Purcell. Guión: Brenda Chapman, Mark Andrews, Steve Purcell, Irene Mecchi. Montaje: Nicholas C. Smith. Música: Patrick Doyle. Voces: Kelly Macdonald, Billy Connolly, Emma Thompson, Julie Walters, Robbie Coltrane. Duración: 100 minutos.
Salas: Monumental, Del Centro, Showcase, Village, Sunstar.
4 (cuatro) puntos

domingo, 15 de julio de 2012

Nadie va a escuchar tu pared: Gustavo Villordo: entrevista


El rock volcado en sus paredes


Alrededor de cien fotografías componen la muestra que Gustavo Villordo dedica a las variadas expresiones que el rock suscita en las paredes de la ciudad.

Por Leandro Arteaga 
Rosario/12 (15/07/2012)

“Nadie va a escuchar tu pared” titula la muestra fotográfica, como eco musical a la vez que lema que atraviesa un mundo de imágenes dispuestas para ver y rever un paisaje urbano mutante: capas de pintura reseca, grafitis de colores vivos y gastados, pintadas mayores y menores, grandilocuentes algunas, furtivas otras, con rúbricas de bandas que ya no están. O también y a la vez la tarea inherentemente fotográfica de rescate del tiempo, de gota suspendida en ámbar, con apenas días vueltos años que dan cuenta de cómo era esa misma esquina ya cambiada.
Hasta el 18 de agosto puede visitarse en Café de la Flor (Mendoza 862) la selección y ordenamiento apenas enorme –unas cien de entre cuatrocientas fotografías- que desde años Gustavo Villordo lleva adelante con las paredes de la ciudad como elección temática y musical; es decir, las paredes como testigos y como lugares de tránsito para frases, dibujos, pintadas y aerosoles, a través de las cuales el rock hubo de perfilarse también.
“La manera de distribuir las fotos en la muestra fue como si se tratara de una pared tomada, bombardeada de imágenes, cargadísima de grafitis” dice el fotógrafo a Rosario/12, quien es referente para el escenario musical local, a través de una tarea que se extiende desde hace años, o desde siempre, o con la justificación de anécdotas irreversibles. “Hace un tiempo estaba varado, en un momento donde lo que hacía no me convencía. La fotografía publicitaria no me llenaba. Por otro lado, el rock me gustó siempre; de hecho, soy un músico frustrado, ¡no podía cambiar de un acorde a otro en la guitarra! La fotografía me permitió estar en un escenario, pero con la cámara. Fue algo que se dio por casualidad, y que me terminó enganchando”.
Y lo que comenzara como casualidad hubo de continuar en otras búsquedas. Ahora con una muestra profesional, artística, aún cuando el responsable prefiera disentir con estas palabras y señalar que “es un homenaje a las bandas, al rock, es un registro documental”. “Desde hace años vengo trabajando con fotos a bandas, pero en un momento me llené de incógnitas sobre las paredes de la ciudad, porque el rock también estaba ahí, con muchísimos grafitis que todo el mundo ha visto, con bandas promocionándose, antes de que hubiese Facebook o algo parecido. Más o menos a partir de abril de 2010 fue cuando decidí comenzar a registrar todo esto. Subí un par de especiales a la página (RosarioRock.com) y ahora decidí hacer una muestra. Tengo mucho material, pero no considero que tenga un mérito artístico o fotográfico, es un registro documental de la ciudad, del rock volcado a sus paredes. Hay desde bandas locales, de las más chiquitas, a las más conocidas, nacionales e internacionales. También frases y fragmentos de canciones, o sólo inscripciones de movimientos, como puede ser el grunge. A veces me las encontraba de casualidad, a través de un rastrillaje por ciertas zonas, pero también por medio de amigos y conocidos”.

-Las imágenes varían mucho, desde las que se inspiran con las formas de la pared o de la fachada, hasta el descuido adrede de una pintada punk.

-Sí, creo que te referís a la que está en Corrientes y Gutiérrez, donde hay una cancha de fútbol. Justo la casa lindera tiene una chimenea con la que aprovecharon el espacio para pintar las caras de Luca Prodan y el Indio Solari. Las paredes van mutando continuamente, pasás un día pero al siguiente ya cambió, y lo que estaba pasa ahora a estar superpuesto con temas políticos, futbolísticos, hay de todo.

-¿Con qué situaciones imprevistas te encontraste?

-Anécdotas hay varias. Como la de gente saliendo urgente de su casa para decirme “¡eh, me estás fotografiando la casa, me estás estudiando para robar!”. Una de las veces, una señora salió de un edificio a gritarme “¡hijo de puta, me pintaste la pared y ahora le estás sacando fotos!”. Yo le decía que no, que la pintura estaba seca, que sólo le estaba sacando una foto. Ella me respondía “¡la habrás pintado otro día y ahora le venís a sacar la foto!”. También me ha parado la policía, por zona sur, yo buscaba un lugar con la moto y justo hubo un robo con una moto de por medio. Reconozco que hay pintadas que le han arruinado la pared a la persona, pero lo que yo hago es registrar, no es que estoy incentivando a la gente a pintar.

-El acto fotográfico tiene algo que perturba, como sucede en Blow-Up de Antonioni.

-Yo no iba con una réflex llamativa, sino con una intermedia, una bridge, de buena resolución, con muchas funciones para sacar fotos manualmente. La llevaba escondida para sacar fotos rápido, por el tema este de que a algunos vecinos podía molestarle. Pareciera que la fotografía provoca que la gente se siente invadida.

lunes, 9 de julio de 2012

The Amazing Spider-Man (2012, Marc Webb)


El aburridísimo Hombre Araña

 
Por Leandro Arteaga

En procura de sistematizar al Hombre Araña dentro del cúmulo de films-personajes que la Marvel viene desarrollando con éxito, ahora entonces otro Hombre Araña que no es el que era aún cuando se trate del mismo de siempre. Más o menos así.
Parece, entonces, que muy rápido trabaja la memoria residual y cinéfila norteamericana. Si el término “cinéfilo” es aquí utilizado sólo justifica en relación al cineasta responsable de la trilogía previa (entre 2002 y 2007): Sam Raimi. Vale decir, si en Raimi persiste, y tan bien, el gesto hacia el cine B y el cómic de reminiscencias “offset” –lo que no es privativo de su Spiderman-, nada de esto hay en la nueva versión, realizada por un ignoto Marc Webb, cuyo único hallazgo debe ser la semántica de telaraña de su apellido.
Nada de cinefilia y tampoco nada de cine. El nuevo Hombre Araña es un adolescente idiota (Andrew Garfield). Mira de reojo, no puede hablar correctamente, se mueve todo el tiempo, etc., a la vez que se supone es un niño de mente brillante y precoz. De hecho, los momentos donde Peter Parker es víctima del entorno –colegio, chicas, adultos- son, de veras, más idiotas.
Lo que redobla tal bobería es el momento del contraste. Allí cuando, con los poderes obtenidos, Peter busque ridiculizar a quienes primero lo ridiculizaran. Todo esto a la manera de una serie televisiva destinada, en horario de merienda, a “teenagers”. Tal la estima que hacia su propia adolescencia tiene el actual cine norteamericano, con la moraleja final obligada a cargo del siempre bueno tío Ben (aquí en la inútil interpretación de Martin Sheen, tan prescindible como la tía May de Sally Field. Sí, Sheen y Field. Han leído bien).
El enemigo de turno es “El Lagarto”, víctima de sus propias investigaciones y un brazo faltante (villano prometido, de hecho, por la saga de Raimi; motivo por el cual, el nuevo film no deja de oficiar como pseudo-secuela). Hay un vínculo que une al Lagarto con el padre de Peter, así como con -el por ahora invisible- Norman Osborn (Duende Verde, némesis de Spiderman). El adolescente insoportable se inmiscuye en viejas anotaciones del padre, en investigaciones ajenas, le pica una araña radioactiva, y se zurce un traje a medida.
Sale entonces a saltar por la ciudad, con efectos las más de las veces sin ingenio ni chispa, y con el habla afectada y propia del estereotipo adolescente más berreta. Eso sí, no hay Mary Jane, ahora hay Gwenn Stacy (Emma Stone), de una muerte legendaria dentro de los cómics tempranos de Stan Lee. Nada que amerite, en verdad y a excepción de sus piernas, las ganas de ver más. O nada que equivalga, claro, al primer beso “invertido”, con máscara a medio quitar, entre el Spiderman cabeza abajo de Sam Raimi y la Mary Jane de Kirsten Dunst.
Por último, y como no podía ser de otro modo, la reflexión y reversión adolescente “americana”, donde los “niños malos” se arrepienten y dejan de golpear a los más débiles, inspirados ahora por la efigie del Hombre Araña. Otra estúpida película más. Y van…

El sorprendente Hombre Araña 
(The Amazing Spider-Man) 
EE. UU., 2012. Dirección: Marc Webb. Guión: James Vanderbilt, Alvin Sargent, Steve Kloves. Montaje: Alan Edward Bell, Michael McCusker, Pietro Scalia. Fotografía: John Schwartzman. Música: James Horner. Intérpretes: Andrew Garfield, Emma Stone, Rhys Ifans, Denis Leary, Martin Sheen, Sally Field. Duración: 136 minutos.
Salas: Sunstar, Village, Showcase, Monumental.
3 (tres) puntos

viernes, 6 de julio de 2012

Paula Félix-Didier: entrevista / Metrópolis


Metrópolis, siempre Metrópolis


Con música en vivo, la película de Fritz Lang podrá verse hoy con su metraje más completo. El hallazgo paradójico de un film maestro en un país sin archivo propio.

Por Leandro Arteaga 
Rosario/12, 06/07/2012

La posibilidad de esta noche, a las 21, en Teatro La Comedia (Mitre y Ricardone), es ineludible. Se trata de la proyección de la restauración hasta ahora más completa del film alemán Metrópolis, dirigido por Fritz Lang en 1927. La función, organizada por La Comedia y Centro Audiovisual Rosario, contará con el aporte de la National Film Chamber Orchestra, que musicalizará en vivo a partir de la feliz conjunción dada entre Fernando Kabusacki (guitarra eléctrica y sintetizada), “Mono” Fontana (teclados), Fernando Samalea (batería, percusión, bandoneón), César Franov (bajo eléctrico y electronics) y un ensamble de ocho cellos dirigido por Claudio Peña. 
Es mucho lo que se puede escribir sobre Metrópolis, film maestro y discutible del gran Fritz Lang. Un cúmulo de anécdotas rodea película y director, entre las cuales figuran la convocatoria que el mismísimo Goebbels hiciera a Lang para formar parte de su Ministerio de Propaganda, la afiliación al régimen nazi por parte de su guionista -Thea von Harbou, también pareja del realizador-, y la emigración de Lang, quien posteriormente daría a luz una filmografía tan asombrosa como la precedente, pero en suelo estadounidense.
Metrópolis pasó a ser uno de los títulos más buscados en su metraje completo, a partir de cortes varios que sufriera históricamente, conforme también a las vicisitudes sufridas por el cine de aquellos años. Lo más curioso, así como paradójico, es que el descubrimiento del año 2008, y que resultara noticia internacional, se diera en Buenos Aires, en el Museo del Cine Pablo Duckrós Hicken, gracias al empecinamiento del investigador Fernando Martín Peña, en colaboración con su actual directora, Paula Félix-Didier.
“En realidad (los alemanes) no nos creían, tanto tiempo y tanta gente buscándola… Fue todo un momento cuando viajé a Alemania con el dvd. Me bajaron del avión y me llevaron directo a una salita en la Cinemateca, donde me estaban esperando con el dvd de ellos para compararlo. No pude ir al hotel, ni me lavé las manos, ni nada. Así como me bajaron me llevaron a ese micro-cine donde había cuatro o cinco personas esperando con una cara de ‘a ver quién sos y qué estás diciendo’” comenta Félix-Didier a Rosario/12.

-A nivel personal y profesional, ¿qué te suscita ser parte de este hallazgo?

-Mirá, y sin desmerecer el hallazgo, siempre suelo decir que es el trabajo que hacemos todos los días y que también hemos encontrado otras películas perdidas. La diferencia con Metrópolis creo que está dada por dos factores, por un lado y por supuesto, por el hecho de que sea Metrópolis, película que se consideraba perdida y que ha influido en la historia del cine en más de una manera, que ha marcado toda la ciencia ficción del siglo XX, y esto más allá de las lecturas políticas complejas que tiene, ya que claramente no es una película progresista. En segundo lugar, para mí lo más importante tuvo que ver con hacer visible la problemática de la preservación audiovisual, porque en general los que trabajamos en archivos hacemos algo que nadie ve, que nadie conoce, y que no aparece en los medios, teniendo en cuenta la gravedad y el riesgo en el que está el patrimonio audiovisual argentino.

-No creo, de hecho, que exista sensibilidad social sobre el problema.

-Eso es lo más importante, no existe una masa crítica de opinión pública que sepa del problema. La primera reacción ante el hallazgo de Metrópolis fue “¿pero cómo que Metrópolis no está? ¡si yo la vi!”, algo que en general pasa mucho con las películas argentinas, que la gente ha visto por la televisión, porque alguna vez las han pasado por Volver o por Space. En Argentina la mayor tragedia es que no tenemos los negativos de las películas, motivo por el cual, haber visto ciertos títulos en video no garantiza ni significa que la película sobreviva. Hay más de un cincuenta por ciento del cine sonoro argentino y un noventa por ciento del cine mudo que están perdidos. Cada rescate es un trabajo a pulmón, muy valioso, pero realmente no hay una política de estado cultural. Ahora está en marcha, por suerte, el proyecto de una Cinemateca, cuya ley se reglamentó después de muchísimos años, lo que permitió un empujón; pero ya pasaron más de dos años y todavía estamos esperando. Creo que esto refleja también un estado de cosas más general, que es el de que no hay conciencia, de que no hay demasiada gente formada en esto. Así como sí hay políticas de memoria muy importantes en Argentina en los últimos años, el patrimonio audiovisual tiene todavía mucho camino por recorrer. Creo que estamos caminando hacia eso, porque hay más gente involucrada, más gente pensando, pero el trabajo que queda todavía es mucho.

-Pienso también en cuál es el nivel de conciencia de los mismos realizadores.

-Es un gran tema, porque creo que el primer paso para dar, más allá del público y de crear conciencia, es el de crearla en los propios realizadores. Hemos tenido un sistema de producción basado en subsidios y créditos, que acostumbraron a los realizadores a depender del estado, pero en ningún momento nadie les hizo pensar que existe también la obligación del estado de que eso se guarde y se conserve, porque después de todo es algo que lo pagamos entre todos y porque es memoria cultural. Está bien, es cierto que pedirle esto a un artista, que en general está pensando en la obra que viene y no en la que ya terminó, es un poco complejo, pero es cierto que ayudaría mucho que los propios realizadores estén más involucrados, por lo menos en ejercer presión. Igualmente, hay muchos que han dado una mano muy grande, pero para mí el tema es que falta trabajo. Ahora que, por suerte, estoy dirigiendo el Museo del Cine y tengo un espacio público, me ayuda a ver cómo hay que trabajar desde el estado, ya que es una temática que no estaba instalada en ningún lado. Es un trabajo que nos corresponde hacer: educar al público, a la comunidad cinematográfica, a los funcionarios que tienen responsabilidad en el tema. Mi obligación es darlo a conocer, si bien tampoco se trata de inventar la rueda ni nada parecido, ya que son muchos los países que nos llevan la delantera: México, Colombia, Venezuela, Chile, Nicaragua, y ni hablar de Cuba, que tienen archivos desde hace mucho tiempo así como mucho más pensadas estas cosas.

martes, 3 de julio de 2012

Presentación de Libros sobre Cine y Santa Fe


Colección Estación Cine
Serie Apuntes Cinéfilos


PRESENTACIÓN
Jueves 12 y viernes 13 de julio | 19.30 hs.
Edificio Lavardén | Mendoza 1085 P.B.


lunes, 2 de julio de 2012

My Week with Marilyn (2011, Simon Curtis)


Por debajo de la falda blanca



Por Leandro Arteaga

Marilyn es cine. Tan fuerte su influjo y cariño de la cámara hacia ella que son varias las anécdotas que lo corroboran, desde Billy Wilder hasta Laurence Olivier. Éste último aquí interpretado por Kenneth Branagh, y ella, tan bien, por Michelle Williams.
Cine dentro del cine. Con el inicio mismo como propuesta de espejos, con Marilyn desde otra pantalla, ante la mirada del joven Colin Clark (Eddie Redmayne), aristócrata inglés embelesado por el misterio del cine, apasionado por saber cómo es el detrás de la magia para trabajar allí, junto a sus queridos Hitchcock, Welles, Olivier. A despecho del mandato familiar, de mansiones inglesas con raigambre histórica, Colin se dirige a Laurence Olivier Productions. Con el fin, conseguido, de participar en el próximo rodaje: El príncipe y la corista, película que el propio Olivier dirigiría con la participación de Monroe. Tan fuerte es la experiencia de vida (y de cine) en Colin, que escribe un diario, fuente del film que aquí se reseña.
Pero esa Marilyn que desde el inicio se ve, apresada, por el encuadre de una primera cámara, se verá liberada –pero vuelta a apresar- desde el encuadre de la segunda cámara que significa Mi semana con Marilyn. Un desdibujar que es vuelta a dibujar. Con el rostro y cuerpo siempre de Michelle Williams, quien es capaz de ser Marilyn y de no serlo, para casi lograr que nos olvidemos de que “es” Marilyn: tal el acierto de su interpretación, capaz de evocar a la actriz legendaria desde ciertas maneras gestuales, así como de rehuir esta máscara para una interpretación distendida, que se retroalimenta de los vaivenes dados entre la impaciencia de Olivier, la guía consentida de Paula Strassberg y el “método” (al que Olivier odiaba furibundamente), las grietas en su relación con Arthur Miller, el alcohol y las pastillas, y la mirada serena de Colin, embelesado y prontamente enamorado.
Marilyn es, así, punto de encuentro que significa retruécanos respecto del film que dentro del film interpreta: príncipe y corista tanto en celuloide como por fuera de él, sea respecto de Miller, Olivier o Strassberg, a la par de la simetría que provocan el cultivado Colin con la pequeña vestuarista (Emma Watson). Parejas que se hacen/deshacen, con Marilyn como rostro siempre bello, necesidad para un avejentado Olivier, pero también recelo de su esposa, la otrora joven Vivien Leigh (Julia Ormond). Marilyn, a su vez, como mujer y actriz conciente del lugar que le toca, con una toalla tardía que no alcanza a cubrir lo que debía, a los ojos de un Colin que, a partir de allí, nunca más será el mismo.
Parecido al inicio de un gran film de Nicolas Roeg, Insignificancia (1985), donde operarios de la tan famosa escena de La comezón del séptimo año (1955) se encargaban del ventilador que hacía volar el vestido blanco de Marilyn. Miradas de privilegio como sinónimo del beso y piel húmeda que Colin Clark dice haber sentido.

Mi semana con Marilyn
(My Week with Marilyn)
EE.UU./Inglaterra, 2011. Dirección: Simon Curtis. Guión: Adrian Hodges, a partir de los libros de Colin Clark. Fotografía: Ben Smithard. Música: Conrad Pope. Montaje: Adam Recht. Intérpretes: Michelle Williams, Kenneth Branagh, Eddie Redmayne, Julia Ormond, Pip Torrens, Toby Jones. Duración: 99 minutos.
Salas: Cines del Centro, Monumental, Village.
7 (siete) puntos