Por debajo de
la falda blanca
Por Leandro Arteaga
Marilyn es cine. Tan fuerte su influjo y cariño de
la cámara hacia ella que son varias las anécdotas que lo corroboran, desde
Billy Wilder hasta Laurence Olivier. Éste último aquí interpretado por Kenneth
Branagh, y ella, tan bien, por Michelle Williams.
Cine dentro del cine. Con el inicio mismo como propuesta
de espejos, con Marilyn desde otra pantalla, ante la mirada del joven Colin
Clark (Eddie Redmayne), aristócrata inglés embelesado por el misterio del cine,
apasionado por saber cómo es el detrás de la magia para trabajar allí, junto a
sus queridos Hitchcock, Welles, Olivier. A despecho del mandato familiar, de
mansiones inglesas con raigambre histórica, Colin se dirige a Laurence Olivier
Productions. Con el fin, conseguido, de participar en el próximo rodaje: El príncipe y la corista, película que
el propio Olivier dirigiría con la participación de Monroe. Tan fuerte es la
experiencia de vida (y de cine) en Colin, que escribe un diario, fuente del
film que aquí se reseña.
Pero esa Marilyn que desde el inicio se ve,
apresada, por el encuadre de una primera cámara, se verá liberada –pero vuelta
a apresar- desde el encuadre de la segunda cámara que significa Mi semana con Marilyn. Un desdibujar que
es vuelta a dibujar. Con el rostro y cuerpo siempre de Michelle Williams, quien
es capaz de ser Marilyn y de no serlo, para casi lograr que nos olvidemos de
que “es” Marilyn: tal el acierto de su interpretación, capaz de evocar a la
actriz legendaria desde ciertas maneras gestuales, así como de rehuir esta
máscara para una interpretación distendida, que se retroalimenta de los vaivenes
dados entre la impaciencia de Olivier, la guía consentida de Paula Strassberg y
el “método” (al que Olivier odiaba furibundamente), las grietas en su relación
con Arthur Miller, el alcohol y las pastillas, y la mirada serena de Colin,
embelesado y prontamente enamorado.
Marilyn es, así, punto de encuentro que significa
retruécanos respecto del film que dentro del film interpreta: príncipe y
corista tanto en celuloide como por fuera de él, sea respecto de Miller,
Olivier o Strassberg, a la par de la simetría que provocan el cultivado Colin con
la pequeña vestuarista (Emma Watson). Parejas que se hacen/deshacen, con
Marilyn como rostro siempre bello, necesidad para un avejentado Olivier, pero
también recelo de su esposa, la otrora joven Vivien Leigh (Julia Ormond).
Marilyn, a su vez, como mujer y actriz conciente del lugar que le toca, con una
toalla tardía que no alcanza a cubrir lo que debía, a los ojos de un Colin que,
a partir de allí, nunca más será el mismo.
Parecido al inicio de un gran film de Nicolas Roeg, Insignificancia (1985), donde operarios
de la tan famosa escena de La comezón del
séptimo año (1955) se encargaban del ventilador que hacía volar el vestido
blanco de Marilyn. Miradas de privilegio como sinónimo del beso y piel húmeda
que Colin Clark dice haber sentido.
Mi semana con Marilyn
(My Week with Marilyn)
EE.UU./Inglaterra, 2011. Dirección:
Simon Curtis. Guión:
Adrian Hodges, a partir de los libros de Colin Clark. Fotografía:
Ben Smithard. Música:
Conrad Pope. Montaje:
Adam Recht. Intérpretes: Michelle Williams, Kenneth Branagh, Eddie
Redmayne, Julia Ormond, Pip Torrens, Toby Jones. Duración:
99 minutos.
Salas:
Cines del Centro, Monumental, Village.
7 (siete) puntos
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