Hombre
murciélago y santurrón
Ah! La "simetría"... |
Por
Leandro Arteaga
Cuando el momento cúlmine sucede, cuando el pueblo (¿una
parte, todo, qué pueblo?) de Gótica parece definitivamente aliado tras el
villano, de cara al enfrentamiento final con la policía, cuando todo indica que
la balanza habrá de inclinarse de manera irreversible, ¡aparece Batman y
descarga su artillería contra la gente!
Ahora bien, se dirá que no es exactamente así, y que
lo que Batman hace es disparar a un tanque (uno de los muchos que Bane le ha
robado). Pero lo que sí es evidente es el pliego policial del murciélago,
devenido agente del orden, guardián del status
quo. En verdad, nada de ello llama la atención, hay dos películas previas
ya preocupadas por apuntalar al personaje en esta dirección, desde una
comprensión “filosófica” cuanto menos banal pero pretendidamente profunda, de
resonancias yin/yang.
Se dirá también que tal dualidad aparece desde los
personajes, desde una mascarada compartida –Jim Gordon sabe que es mejor callar
en beneficio del equilibrio-, pero lo que no podrá sostenerse es que tal
planteo sea expresionista, turbador, melancólico, depresivo, poético. Nada hay
más ajeno a este Batman que la noche de luna llena, los espectros de seres
queridos, la queja existencial, la turbación psicológica. Viste su máscara
cuando la seguridad lo requiere, carga con pecados ajenos como si de un
murciélago santurrón se tratara, vive entre sombras porque lo que quiere –y
logra- es salir a la luz. Nada de duelo entre los rincones oscuros del alma
sino, antes bien, el esmero por lograr que la chica que le gusta sea su pareja
para que deje de robar.
Por si algo de todo esto no quedara suficientemente
claro, el propio Batman habrá de explicar al espectador qué es lo que hace y
para qué, con la valía de metáforas sosas (“cualquiera puede ser un héroe”),
con el propósito de dejar un legado. En este sentido, el murciélago como
símbolo al que recurrir cuando peligren otros vínculos, mayores, tales como la
bandera o la canción patria del país.
Hay una tergiversación ladina que este Batman
expone, con las ideas diferentes -foráneas, revoltosas- como agentes del caos.
La mujer gato sabrá darse cuenta de ello, y adquirir así una comprensión superadora
de la mala o buena suerte de procedencia social: millonaria para Bruce Wayne,
mísera para ella. La “tormenta” que su instinto felino dice inevitable habrá de
develársele equívoca. Bane, allí, aparece entonces como estandarte al que
disparar, con la suficiente sombra árabe detrás como para justificar el
american way y cerrar, circularmente/bélicamente, la trilogía Batman del “visionario”
Christopher Nolan.
Batman:
El caballero de la noche asciende
(The Dark Knight Rises)
EE.UU./Inglaterra, 2012. Direción:
Christopher Nolan. Guión: Christopher Nolan, Jonathan Nolan, David S. Goyer. Música:
Hans Zimmer. Fotografía:
Wally Pfister. Montaje:
Lee Smith. Intérpretes: Christian Bale, Gary Oldman, Tom Hardy, Anne
Hathaway, Marion Cotillard, Michael Caine, Morgan Freeman. Duración:
164 minutos.
Salas:
Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
4
(cuatro) puntos
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