domingo, 17 de mayo de 2009

El guardián de almas (2007, Bruce Boston)


Un mundo aplastante
y maquillado



Autor: Bruce Boston
Ganador de los premios:
Asimov´s Readers´ (6), Rhysling (7), Bram Stoker (2), Best of Soft SF (2)
Traducción: Ana María Nieda Calvo
Fecha de publicación: Marzo de 2009

Formato: 23 x 15 cm

El guardián de almas
Titulo original: The Guardener´s Tale

Encuadernación: Rústica con solapas
Páginas: 320

PVP: 20,95 €
ISBN: 9788498004434
Colección: ECLIPSE Nº: 45
Género: Distopía
Otros idiomas: más de diez



“Quizá toda la ciudad estuviera plagada de locura y lo que él creía que eran calles y edificios y parques y monumentos no fueran más que las paredes altas y las ventanas con barrotes de un manicomio.”

p. 146

Enmarcada en una misma línea desde la cual poder pensar títulos –referenciales- como Un mundo feliz (1932, Aldous Huxley), 1984 (1949, George Orwell), Fahrenheit 451 (1953, Ray Bradbury) y, por qué no, El hombre en el castillo (1963, Philip K. Dick) o La naranja mecánica (1962, Anthony Burgess), El guardián de almas abreva de todas ellas y, casi tarea imposible, genera un nuevo capítulo “distópico”.
Señalo la “imposibilidad” dada la magnitud importante que estos libros significan. Más la chatura social que hoy nos envuelve y vuelve casi pretérita –por “inadecuada”- la pretensión de plasmar una historia de ribetes fantástico-totalitarios.
La expresión “sociedad orwelliana” se ha vuelto un modismo, diría, apropiado, casi categórico, al momento de describir un tipo de sociedad, sea literaria o no. Es precisamente este sendero el que deberá sortear y recorrer el apagado Richard Thorne, hombre de existencia gris, en un mundo que se describe desde colores publicitarios, máscaras dérmicas (para el trato público), y violencia perimida; mientras, los medios emiten y retransmiten recreaciones lúdicas sobre los hechos de una revolución ya pasada y superada. Pero Thorne seguirá, intuitivamente, un derrotero gradualmente distinto, sujeto a la necesidad de sentir el peligro en la piel, el susto olvidado, la llama de su instinto.
Y aunque sea éste el camino que habremos de seguir, con la incógnita que nos significa su resolución, la historia se nos narra desde la voz, precisamente, guardiana. Asistimos al relato de Thorne desde la vigía omnipresente. Las descripciones precisas, que abarcan el detallismo de gráficos digitales vitales, obra de ciberescáners capaces de retratar las esencias humanas rectas y las torcidas, ya nos alertan desde el principio. Hay algo raro en Thorne. ¿Por qué, agreguemos, el interés tan empecinado de su guardián? ¿Por qué nos cuenta su historia? ¿Cuál propósito persigue? ¿Es éste signo suficiente como para pensar una suerte nula en la vida de Thorne?
Se sumarán también los personajes que secundan, increpan y posibilitan a Thorne. Pero nada es demasiado claro, por lo menos en cuanto a valores compartidos. Thorne se conformará desde un necesario ir y venir, que lo comprometa y defraude, como si fuese él mismo un péndulo entre el individualismo que impera y los sueños que todavía perduran en libros prohibidos.
Desde estos lugares, El guardián de almas se redimensiona y, si bien no alcanza una prosa tan punzante como la de Orwell o tan poética como la de Bradbury, es capaz de reintentar un mismo ejercicio alegórico. Su autor es Bruce Boston (Chicago, 1943). El guardián de almas le ha significado ser nominado a los premios Prometheus y Bram Stoker, éste último ya obtenido desde su tarea poética. Es de destacar que, a excepción de antologías como El baile de las máscaras (Martínez Roca, 1993), que recopila entre otros autores su cuento Animal Husband, no hay traducciones al castellano de su obra. El guardián de almas es, hasta ahora, la segunda novela de Boston, laureado en su trayectoria con premios tales como Rhysling Award, Asimov’s Readers’, Best of Soft SF.

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