La
construcción de la memoria
Por
Leandro Arteaga
Una de las muchas ilustraciones de las que se
compone el imperdible MetaMaus, de
Art Spiegelman (sobre su historieta maestra, la única capaz –según Serge Daney-
de hacer lo que ninguna película logró: retratar el horror), se titula “El
pasado se cierne sobre el futuro”. Una litografía donde padre e hijo ratones
–convención gráfica para emular los judíos- juegan en el living, con un muñeco
de Mickey Mouse, trencito, televisor, mientras un gatito descansa sobre el
sillón y unas sombras enormes de ratones ahorcados son proyectadas sobre la
pared de fondo.
La transición generacional, histórica, es admirable.
El pasado en las espaldas. Y el porvenir entre trencito y gatito (guiño gráfico
a la convención animal que toca a los alemanes en Maus, amén de lo que significa el tren). En el medio, un padre que
cuida a la hija e hilvana una historia porque, necesariamente, lega. Dolor
compartido y, de nuevo, Maus como
obra extraordinaria al respecto.
La cita viene a cuento porque, casualmente, el libro
referido es reciente y coincide con el estreno en Rosario de El árbol de la muralla. Entre sus
páginas y la película de Tomás Lipgot se enhebra un sentimiento afín, de
sensibilidad compartida. Si para Spiegelman el móvil serán las memorias de
Vladek, su padre; para Lipgot el vínculo estará en Jack Fuchs, otro padre:
ambos, sobrevivientes de Auschwitz. También porque en esa imagen que media
–entre las sombras de muerte y la hija- hay una responsabilidad que se cifra en
el acto de contar. Decir para cuidar a quien viene después, como testigo de una
memoria que habrá de volver a decirse.
Podrían destacarse momentos donde, justamente, el
decir de Fuchs más impacta. Ninguno como su “ahora puedo morir”, luego de
sobrevivir a Auschwitz. Ahora puedo morir porque ahora tengo una vida donde,
porque de eso se trata, morir. Hay una condición humana recuperada. Y si bien
todo esto es consecuencia del pensamiento y predisposición de palabra de Jack
Fuchs –vida plena, de 88 años- también lo es desde la organización audiovisual
de Lipgot, lo que es decir, desde la puesta en escena de la película.
En este sentido, Fuchs es inevitablemente personaje
de Lipgot, y Lipgot sabe muy bien quién es Fuchs porque la sensibilidad
permanece, se respeta, se escucha. Hay diálogos, hay momentos cotidianos, hay
situaciones de humor, hay animaciones: allí donde lo referido no puede ser
mostrado porque ¿cuál sería la imagen, cuál la palabra, que puedan apresar el
horror? (Curiosamente, la elección del dibujo devuelve esta nota a la
historieta que Maus es. También con
dosis de humor, también con la complejidad suficiente como para dejar de lado
los lugares comunes y la corrección política.)
El árbol de la
muralla es
una construcción sobre la memoria. Lo ha señalado el director a este diario. Y
se comprueba porque basta con ser lo que la película pide: espectador. Mirar y
escuchar. Luego decir sobre lo visto y oído. Así siempre.
El
árbol de la muralla
Argentina,
2012. Dirección
y guión: Tomás Lipgot. Investigación:
Eva Puente. Montaje:
Leandro Tolchinsky. Dibujos: Nahuel Ferreyra. Director de animación: Pablo Calculli. Duración:
75 minutos.
Salas:
Arteón, El Cairo.
8
(ocho) puntos
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