sábado, 2 de marzo de 2013

El abanico secreto (2011, Wayne Wang)


Un amor a través de los tiempos


Por Leandro Arteaga
Rosario/12 (25/02/2013) 

A Wayne Wang se le ha perdido un poco el rastro –no por dejar de filmar-, y si se recuerda su nombre es y será por Cigarros, la notable película con guión de Paul Auster que realizara en 1995. Su último film no ha conocido exhibición comercial y es una pena, que se suma a la larga lista de injusticias que supone la distribución para la gran pantalla.
El abanico secreto inicia desde el pulso femenino de un pincel sobre un abanico que será esencia del argumento. Primero desde la lejanía de una historia que, se sabrá, responde a los tiempos de una madre lejana, en la China del siglo XIX. Luego en el presente, en una Shangai híper tecnificada, donde habrá lugar para el éxito y la tristeza. Estas dos caras tendrán el rostro de mujeres distintas, de lejanía aparente, que habrán de reencontrarse a partir de un accidente de tránsito.
Desde este lugar, El abanico secreto comienza a desanudarse, para vincular la historia de ellas desde flashbacks sucesivos con la razón de las imágenes primeras, lejanas en el tiempo. El abanico aparece como consecuencia de un ritual que ha unido a estas mujeres antes, en otras vidas, o así lo parece. Puede ser, como también no. No interesa a Wayne Wang subrayar esto, sino sólo dejar que las vertientes de la historia se imbriquen, para que refracten una sobre la otra, con el acento fuerte que significan las composiciones duales de las actrices principales, Bingbing Li y Gianna Jun, repartidas entre un siglo alejado y el presente.
En una sociedad de presencia masculina incuestionable, el juramento de las almas gemelas –laotong, se explica en la película- permitía a las mujeres ser hermanas para toda la vida. Un amor profundo que trasluce tintes lésbicos, que comunica de maneras sugeridas, donde el abanico referido será vehículo de transgresión. Sus dos caras son también expresión de las dos vertientes temporales del argumento, que discurren juntas, como una sola: así como el detalle nada casual de la puerta de hospital que Nina (B. Li) abre de manera crítica: dos hojas de vidrio, apoya-manos circular, de dos mitades exactas: se abre una de las hojas sólo para volver a reunirse con la otra.
Si el abanico es el elemento que desafía, el calzado y las vendas para el pie femenino diminuto son su opuesto. En el pie pequeño se depositaba antiguamente la suerte del casamiento futuro, pero también la persistencia de una misma organización social: obediencia ante los golpes del marido, ante los retos de la suegra, la madre, la madrastra. Cuando Nina acaricia sus pies descalzos, hay un diálogo cifrado, que juega también con la muestra fotográfica que se exhibe, que niega el dogma heredado: “para ser feliz es necesario sufrir”.
El clima de El abanico cerrado es el de un anverso y reverso fluctuante, que sabrá encontrar el equilibrio preciso en su imagen última: ojos abiertos, ojos cerrados; la muerte, la vida.

El abanico secreto
(Snow Flower and the Secret Fan) EE.UU./China, 2011. Dirección: Wayne Wang. Guión: Angela Workman, Ron Bass, Michael Ray, a partir de la novela de Lisa See. Música: Rachel Portman. Fotografía: Richard Wong. Montaje: Deirdre Slevin. Intérpretes: Bingbing Li, Gianna Jun, Hugh Jackman, Russell Wong, Vivian Wu, Archie Kao. Duración: 104 minutos.
Sólo disponible en DVD
7 (siete) puntos

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