Ideas
instaladas como verdad
Patria,
nacionalismo, racismo, peronismo, algunos de los muchos mitos del libro de
Alejandro Grimson. La búsqueda de raíces en una sociedad binaria. “Ensanchar el
espacio de la crítica para poder avanzar en una politización del debate”
señala.
Por
Leandro Arteaga
“No hay sociedades ni culturas sin mitos, pero no
todas las culturas están repletas de mitomanías. Tenemos mitos muy importantes
o conocidos, como el de Evita o San Martín, eso es una cosa, pero otra son las
mitomanías, pequeñas cápsulas que surgen en un momento histórico y que perviven
en el sentido común como certezas indiscutibles. Creo que hay que desarmarlas,
que son bombas de tiempo que nos van a explotar en cualquier momento” explica
Alejandro Grimson a Rosario/12,
horas antes a su presentación de Mitomanías
argentinas. Cómo hablamos de nosotros mismos (Siglo Veintiuno) en el
Espacio Cultural Universitario, invitado por la Facultad de Ciencia
Política y RR.II. de la UNR.
Doctor en Antropología por la Universidad de
Brasilia, investigador del CONICET, Decano del Instituto de Altos Estudios
Sociales de la
Universidad Nacional de San Martín, Grimson ha escrito
diversos libros vinculados a la construcción de la identidad política y
cultural. Mitomanías argentinas indaga
de manera didáctica, amena, con el fin de ahondar en la complejidad de
apariencia simple que el uso de la palabra cotidiana guarda. También como
instancia primera hacia el debate al que invita en www.mitomanias.com.ar, donde los
lectores pueden aportar sus propios mitos.
“Lo que llamo Mitolandia
no está integrada por esos grandes mitos argentinos –continúa Grimson- sino por
esos obstáculos del lenguaje argentino. Necesitamos construir un país con menos
mitomanías o sin mitomanías, desarmando esa jaula cultural que es Mitolandia, donde entramos por un
laberinto que siempre nos lleva a los mismos lugares.”
-De manera
general, puedo decir que tu libro propone una lectura de lo social. ¿Cómo
lográs distanciarte de un objeto de estudio del que sos parte?
-El antropólogo tradicional iba a una isla de la que
no sabía nada y trataba de aprender una lengua que no le era propia, y pasaba
mucho tiempo haciendo eso para después poder entender cómo pensaba y vivía esa
gente; yo hago más o menos lo contrario: en mi mundo, argentino, tomo distancia
de mi lengua, a la que no sólo conozco sino que la tengo incorporada como
sentido común y como segunda naturaleza. El movimiento que pretende ser Mitomanías es el de invitar al lector a
tomar también distancia de las formas en las que hablamos, pero en las que
hablamos de nosotros, los argentinos. Ese movimiento implica distanciarnos de
ese sentido común para pensarnos críticamente, en el sentido de ¿de dónde salió
la idea de que la Argentina
es un enclave europeo?, ¿de dónde que estamos destinados o deberíamos ser
Europa? Lo mismo con la idea de que todo tiempo pasado fue mejor, de que hay
una nueva inmigración de los países limítrofes, o de que el único estúpido que
paga impuestos soy yo. ¿Por qué esas ideas perviven entre nosotros? ¿Qué
quieren decir? En ese sentido, el libro hace un recorrido acerca de cómo los
binarismos argentinos se fueron conformando como estructura del lenguaje, en el
sentido de que para nosotros la clave es el número dos: federales y unitarios,
peronismo y antiperonismo. Nos cuesta mucho pensar los matices y los grises de
las situaciones, nos resulta más fácil estar a favor o en contra de todo. “¿Vos
qué sos? Si sos esto, ya sé todo sobre vos”. Lo más problemático de todo es el
verbo ser, porque es allí donde está condensada la idea de que, por ejemplo, si
sos crítico al kirchnerismo sos antikirchnerista, por lo tanto estás en contra
de lo que el kirchnerismo hizo en ciencia, y si sos kirchnerista estás a favor
de todo lo que el kirchnerismo haya hecho, incluso en áreas donde el
kirchnerismo mismo quiere corregir cosas. Evidentemente, ahí hay una
dificultad. El libro apunta a entender la lógica de esa dicotomía, que
históricamente viene, para mí, de civilización y barbarie, de esa idea de Buenos
Aires como corazón europeo y como metáfora de una nación que tiene que
construirse a su imagen y semejanza. Esa dicotomía termina por ordenar el
lenguaje político argentino y deja afuera a un cuarto de los argentinos que no
viven en la capital o en el interior, sino en el gran Buenos Aires, y que según
mucha gente de las provincias son de la capital, y según mucha gente de la
capital son del interior, o quizás sean la zona gris que no está adentro del
mito.
-Pensaba en cómo
vincular la fascinación papal que tenemos en estos días.
-Podríamos decir que Mitomanías habla de “aquellas épocas”, “muy antiguas”, antes de que
hubiera un Papa argentino, en las cuales la cultura política argentina era
dicotómica, ahora ya todo ha cambiado, porque hay una sensación que todo ha
suturado perfectamente, ¿no? Cuando veo el título de una revista que dice “Dios
es argentino” -la confirmación de un mito-, y veo que todas las dicotomías
argentinas quedan licuadas, me dije: “tengo que ir a Rosario no a presentar el
libro, sino a comprarlos todos para levantarlos, porque habla de una cultura
dicotómica de la que ya se ha salido; pero después pensé que no, que lo podía
presentar como un libro de historia, sobre cómo fue el país antes… (risas). La ironía
apunta a que en un país donde los tiempos políticos son tan vertiginosos, vos
podés convertirte en el nuevo referente político o podés licuar tu capital
político en seis meses, lo único que no podés hacer es tener paciencia, porque
el tiempo es una dimensión crucial de la política. Conozco muchos políticos que
quisieran ser el Lula argentino, pero a muy pocos que estén dispuestos a
esperar todo el tiempo que esperó Lula. Acá se cometieron grandes errores
políticos pensando desde el punto de vista cortoplacista, de allí la ironía, si
Mitomanías tiene razón de ser es
porque, para bien o para mal, creo que los lenguajes dicotómicos van a regresar
a la política argentina, en parte porque son realmente estructuradores desde
hace muchas décadas y porque generan un tipo de coacción cultural sobre los
actores que protagonizan los conflictos.
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