Una película
mundana y existencial
Por
Leandro Arteaga
El cine de Carlos Sorín se encuentra cada vez más
depurado, casi sencillo, mentirosamente simple. Supo arribar a ello en La ventana, con un candor, un
minimalismo, que conmueven. La capacidad cinematográfica de provocar afecto
pareciera ser virtud en Sorín, y quizás allí radique uno de los lugares más
característicos en su cine. Días de pesca
es, otra bienvenida vez, expresión misma.
Apenas algunos personajes, o algunos varios de ellos
con el eje preciso que es Alejandro Awada. Casi nada se sabe sobre él o, mejor
dicho, lo preciso y requerido para que la película sea. ¿Para qué más? Basta
con los diálogos fortuitos, los gestos equívocos, la puesta en escena, para que
el espectador pueda hilvanar sucesos y completar, intuitivamente, lo que
aparece como no-dicho.
Reunidas estas piezas, decir entonces sobre la
recuperación que del alcoholismo lleva adelante el protagonista, su viaje al
sur, la pesca de tiburón como hobby elegido, pero también y sobre todo el
reencuentro con una hija hace años nunca más vista. La historia es, parece,
pequeña, pero lo que importa es cómo se la cuenta, de qué manera adentra al espectador
para, una vez allí, vivenciar con los personajes.
También porque, dada la filmografía de Sorín, ver
una película suya es estar otra vez en ámbito conocido, dentro de una poética donde
los personajes conviven con modos amables, gestos solidarios, dolores y
compañía de silencios. Todo esto está en Días
de pesca, pero también porque es el rostro magnífico de Awada el que puede
conjugar lo que sucede, para sintetizarlo y decirlo desde sonrisas tristes,
miradas casi viejas, caminar dubitativo. Tan grande es su caracterización.
En este sentido, Awada es el lugar donde confluye todo
lo que sucede, personaje que atrae a otros a la vez que construye, por eso, un
mundo mayor, más vasto, insospechado. En este sentido, tanto importan la radio
local, el sparring y su boxeadora, los turistas colombianos. Todos son valiosos.
Todos importan en el cine de Sorín. (Aún quienes prefieren no abrir la puerta,
desentenderse, jamás vivir una aventura. Podría decirse que son “ellos” quienes
hacen posible el cine de los demás, es decir, la vida.) Porque hay mucho
“universo” y él, mientras tanto, hubo de vivir, pareciera, en un mundito tan
pequeñito. Pero no importa, porque está el mar, allí y a la espera para todo
viajero, para todo sentimental.
¿Calmará el mar a la pena? No se sabe y no importa
saberlo. Basta con haber estado sumergido en el lamento para preguntar por la
posibilidad. Y Días de pesca tiene la
virtud de saber cómo construir este interrogante, tan cercano, tan mundano, tan
existencial. Desde momentos precisos, tales como la espera en la fiesta
brasileña, el “olvido” del regalo para el nieto, la “discusión” entre padre e
hija por el cigarrillo, el resultado del electrocardiograma, la vieja canción
de la infancia, el gusto de unos mejillones recién hechos y, también, el placer
de ver una buena película.
Días
de pesca
Argentina, 2012. Dirección y guión: Carlos Sorín. Fotografía: Julián Apezteguía. Montaje: Mohamed Rajid. Música: Nicolás Sorín. Intérpretes: Alejandro Awada, Victoria Almeida, Oscar Ayala, Diego Caballero, Daniel Keller, Martín Galíndez. Duración: 80 minutos.
Argentina, 2012. Dirección y guión: Carlos Sorín. Fotografía: Julián Apezteguía. Montaje: Mohamed Rajid. Música: Nicolás Sorín. Intérpretes: Alejandro Awada, Victoria Almeida, Oscar Ayala, Diego Caballero, Daniel Keller, Martín Galíndez. Duración: 80 minutos.
8
(ocho) puntos
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