Venganza y silencios morales
Por
Leandro Arteaga
El derrotero del film de Santiago Amigorena (también
responsable de Algunos días en Septiembre,
con Juliette Binoche y John Turturro) comienza de manera vertiginosa, como un
sobresalto, con todo a punto de estallar o ya estallado. En Toronto y con ella
en bancarrota moral (Marie-Josée Crozie), mujer policía sin familia, que ha
quedado turbada para siempre en el entramado de un complejo rompecabezas
circular, puro vértigo armado con los juguetes y muñequitos del hijo muerto.
Toda una imagen.
A partir de allí, el devenir argumental y hacia el
sur, con Argentina y La Boca
como punto a alcanzar. A la manera de una vengadora anónima o no tanto, que con
su pistola calzada en el cinto persigue el paradero del responsable. El gatillo
que mató será también punta de ovillo que desmadeje toda una historia detrás,
en una red que vincula justicia con venganza o al revés para, otra vez, cobrar venganza.
Cómo se llega a la Argentina es algo que se
intuye antes que se explica, porque así como se arriba a la Boca, se irá después a La Quiaca y al límite mismo
con Bolivia. Viajes elípticos, apenas esbozados, pero con la cámara en cada uno
de estos lugares como testigo de la tierra, del aire, de los paseantes
fortuitos, aunque sin una ilación precisa, que permita percibir el recorrido
emocional de la protagonista, plena de palabras ausentes, de silencios morales.
Hay mucho de atractivo en todo esto, pero sin una
claridad que deje al espectador sentirse allí dentro, en el calor del norte, en
el medio de la balacera, en el dolor sin nombre. Algunos momentos de suspenso
temporal, donde lo que sucede queda alterado por el ambiente de calor, por la
tierra que sopla el viento, se resuelven drásticamente, con escenas de
violencia rápida. Puede ser, con seguridad, una antítesis pretendida, pero que
no significa demasiada carnadura para el relato, más atento a las formas que
construye que a las sensibilidades que debieran acompañarlas.
En este sentido, no hay demasiado verosímil desde
los personajes secundarios, encargados de permitir el entramado dramático para
que se consiga el momento deseado: el encuentro final entre asesino y policía. Es
así que habrá quien ayude, a último momento, a esta antiheroína por motivos que
no se conocen muy bien, quizás por una cuestión de empatía (pero que, otra vez,
al espectador no le llega).
Alcanzado el momento cúlmine, donde el film habrá de
dirimirse, antes que un argumento por concluir lo que surge es el planteo moral
del film. En este sentido, Otros
silencios es digna, al devolver un prisma desolador, sin resolución feliz
posible.
Hay elementos de cine negro, hay momentos de
road-movie, hay situaciones de extrañeza visual, pero desde una mezcla tal que,
quizás por una indeterminación pretendida, no termina –a juicio de quien
escribe- por solidificar una película completa, que provoque algo de apego emocional.
Otros
silencios
(Another
Silence) Francia/Argentina/Canadá/Brasil,
2011. Dirección:
Santiago Amigorena. Guión:
Santiago Amigorena, Nicolás Buenaventura. Fotografía:
Lucio Bonelli. Montaje:
Véronique Bruque, Ana Remon. Intérpretes:
Marie-Josée Crozie, Ignacio Rogers, Tony Nardi, Benz Antoine, Ailín Salas,
Martina Juncadella.
Duración:
90 minutos.
5 (cinco)
puntos
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