Armas y disfraces en defensa propia
El más fuerte contra el más inteligente. Una película de sobreabundancia discursiva, que justifica su precariedad cinematográfica y la prédica bélica.
Batman vs Superman: El origen de la justicia
(Batman v Superman: Dawn of
Justice)
(EE.UU., 2016)
Dirección: Zack Snyder. Guión: Chris Terrio, David S. Goyer. Fotografía: Larry Fong. Música: Hans Zimmer, Junkie XL. Montaje: David Brenner. Reparto: Ben Affleck, Henry Cavill, Amy Adams, Jesse
Eisenberg, Diane Lane, Laurence Fishburne, Jeremy Irons, Holly Hunter, Gal
Gadot, Scoot McNairy, Michael Shannon. Duración: 153 minutos.
2 (dos) puntos
2 (dos) puntos
Que
se trate de un “tanque”, con superhéroes, que tenga plaga de efectos digitales,
no hace a la cuestión. En todo caso, lo penoso de un film semejante estriba en
su responsable. Vista la catarata de películas previas del mismo director (300, Watchmen,
Sucker Punch), de Zack Snyder –el “protegido”
de Christopher Nolan- nada diferente podía esperarse. Ahora bien, ¿por qué
detenerse en Batman vs Superman?
Vale
su análisis porque se trata de la consumación de un capítulo (tardío) en el
nuevo paradigma del cine digital: los superhéroes. No hay concepto mejor para
esta nueva manera de hacer y pensar cine. Las anécdotas sobre los cables de los
que se colgaban los viejos Supermanes, con el insigne Christopher Reeve como
corolario, han quedado en la historia; tanto como el traje de movimientos
limitados del Batman de Michael Keaton.
Batman
y Superman han dibujado un yin yang de décadas. Y algunos de sus films son,
justamente, de los mejores que el vínculo cómic-cine ha dado. Pero la historia,
y el cine, ahora son otra cosa. Así que, ¿cómo adecuar lo que parece demodé, o
cursi, y de paso sepultar aquellas trompadas de Adam West al ritmo de
onomatopeyas televisivas?
La
respuesta tiene foco en el Batman de
Christopher Nolan, con su mensajería moral a domicilio, frívolo y convencido de
lo que hace. No importa si la ley lo limita, él sabe lo que es mejor. Y
predica. Los seguidores no han faltado. (Se trata, en última instancia, de un
justiciero millonario.) Dólares de admiración para la trilogía de un director
que ha reiterado, en su filmografía, un mismo esquema motor, que en sus Batman pone al servicio del clima
terrorista contemporáneo. La Ciudad Gótica
de Nolan dejó de ser la de un cuento de pesadilla para tener la fisonomía de la
metrópoli moderna y sus miedos.
El
salto a la Metrópolis
de Superman vino con El hombre de acero,
con producción de Nolan y dirección de Snyder. Por primera vez, Superman mata.
De manera decisiva, convencido de semejante solución. No es algo que debiera
llamar la atención. Ocurre en cualquiera de las películas de Snyder: 300 es el canto de guerra del poderío
norteamericano; Watchmen es la
asunción discursivo-epidérmica de una gran historieta, asimilada como lo que no
es: una película de superhéroes.
Watchmen,
en este sentido, es el mejor ejemplo: su presunta mirada crítica no fragua,
mientras replica las angulaciones de los cuadritos de origen de manera perversa,
por inversa: lo que el cómic de Alan Moore denunciaba y destrozaba (los
superhéroes y su lógica fascista), Snyder lo reconstruye. La ratificación estará
en sus films siguientes, dedicados a la consolidación de este género
cinematográfico.
De
esta manera, Batman vs Superman es la
consumación –tardía por tratarse de dos personajes pilares, recién insertos en la
nueva modalidad- de todos los clichés del realizador, lector devoto del
dibujante Frank Miller, quien no ha dudado en repudiar el movimiento Occupy
Wall Street así como en parodiar y ajusticiar árabes en su historieta Holy Terror (2011). Cuando Miller renovó
a Batman en 1986 con The Dark Knight
Returns, muy pocos se abstuvieron de aplaudir eufóricos. Uno de ellos fue
el gran crítico español Javier Coma, alertado por el tinte fascista que
propugnaba el dibujante. Huelga decir que es ésta la historieta que está detrás
del Batman/Superman de Zack Snyder.
Si
el Batman de Snyder es el guardián
que vuelve a las calles porque la ley falla ante peligros novedosos –la
secuencia inicial es pura recreación del 11-S, así como nudo con el desenlace
de la anterior El hombre de acero-,
su Superman habrá de volver a matar. A quién, no es algo que se revelará. Sí
que el Lex Luthor de Jesse Eisenberg parece demasiado bufón, a medio camino
entre la caricatura y la seriedad boba de la película. No está claro qué es lo
que el actor compone. Pero sí, al menos, que es un CEO, y que es un villano.
Algo es algo.
Ahora
bien, que la maldad descanse en los hombros de un empresario inescrupuloso no
hace más que coincidir con la crítica superficial que Watchmen ya postulaba. En Batman
vs Superman los representantes de la ley aparecen inmaculados, como héroes
que batallan entre otros que se corrompen, de caras invisibles. El sistema, en
todo caso, está a salvo, siempre y cuando quienes lo componen sea capaces “de
mirar a su alrededor y hacer algo”. Tal como se lee. Es el “mensaje” de la
película. Así, dicho y escrito.
Mientras
los sucesos enfrentan a los titanes, lo que se cuece es el cruce mayor entre éstos
y los supervillanos de las entregas próximas, está claro. Lo que en todo caso
no se entiende es la construcción desbordada de las secuencias de batalla. No
aportan absolutamente nada. Aparecen como una catarsis epiléptica, luego de
casi ¡dos horas! de diálogos “sesudos”. Plagadas de encuadres que son postales
(o “trading cards”), en donde los personajes están en pose, para luego apurar
los movimientos. Una bobería que tiene mejor ejemplo en las secuencias de
acción de El destino de Júpiter, de
las hermanas Wachowski: planos digitales abstractos, sin coherencia, pero
acordes con un vértigo narrativo dislocado, que apunta a una sensibilidad
distinta, casi exenta de analogía. Allí hay más cine que en toda la filmografía de Snyder.
En
rasgos generales, este “enfrentamiento” no ofrece más emoción que la de cualquier
capítulo de la serie de Adam West, tal vez menos, ya que aquel batimóvil (¡el
Lincoln Futura!) no tenía necesidad de ser un arma homicida, que disparara armas
de todo calibre. Este batimóvil-tanque arrasa con lo que se le cruza, asesina y
ajusticia. La misma película lo justifica, al poner en boca de Perry White
(Laurence Fishburne) la frase aleccionadora, dirigida a su periodista, Clark
Kent: “esto ya no es 1938”,
en referencia al año de aparición de este primer superhombre, quien elegía
situarse del lado de los desfavorecidos de la gran depresión. Los tiempos son
otros, los del periodismo también. Superman, ahora sí, está listo para matar.
1 comentario:
Creo que la película logra su cometido, una gran audiencia que la esperaba, sólo puede quedarnos un sabor de querer más acción. Creo que el casting es muy bueno, Ben Affleck, en su papel de Batman, refleja misterio, furia y seriedad característicos del Batman que muchos conocemos de las novelas gráficas de la empresa DC comics, además de que ya había desarrollado a un Superhéroe en Marvel, a Daredevil. La película tiene acción, drama, desesperación, romance y maldad, todo lo necesario para mantenerme sentado en la butaca. Existen diversas críticas al respecto, sin embargo cada uno tiene su visión como fan.
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