Dentelladas de
mujer
Cuando
despierta la bestia
(Når
dyrene drømmer)
Francia/Dinamarca,
2014. Dirección: Jonas Alexander Arnby. Guión: Christoffer Boe, Jonas Alexander Arnby, Rasmus
Birch. Fotografía:
Niels Thastum. Música:
Mikkel Hess. Montaje:
Peter Brandt. Reparto: Lars
Mikkelsen, Sonia Suhl, Sonja Richter, Jakob Oftebro, Stig Hoffmeyer, Mads
Riisom. Duración: 84 minutos.
7 (siete) puntos
Por Leandro Arteaga
De un realizador danés, cercano a Lars von Trier,
como lo es Jonas Alexander Arnby -partícipe en el arte de Contra viento y marea y Bailarina
en la oscuridad-, una ópera prima merece ser vista. Se trata de Cuando despierta la bestia; y de manera
acorde con el cine del maestro, el escenario es un pueblito pesquero, cerrado,
de pasiones escondidas, con la mecha corta como para saltar enseguida sobre el
culpable de turno.
Ahora bien, la protagonista es alguien que está por
comenzar una vida independiente, con trabajo propio. Sus dieciséis años la
convierten en ese monstruo que es todo adolescente, sin saber bien hacia dónde
habrán de mutar sus decisiones y su cuerpo. Interrogantes, en suma, que carcomen
a Marie (Sonia Suhl), esta niña flaquita, de fragilidad aparente, que se debate
entre el papel social que la comunidad le depara y una extraña herencia materna
que la llama.
En este sentido, la escena inicial postula la puesta
en escena general: Marie aparece descarnada, con su cuerpo semidesnudo ante la
mirada vigía del doctor, quien aportará observaciones y recetas para paliar lo
que en la piel asoma. Si la mancha imborrable se expandiera, el ejemplo de su
consecuencia descansa para la vista en el cuerpo de la madre: en silla de
ruedas, al cuidado de un padre que algo sabe pero calla.
De manera notoria, el film de Arnby se emparienta
con Carrie, de Brian De Palma; al
menos desde la inserción que su protagonista debe cumplir en la vida social. Si
en el film maestro el escenario era el colegio secundario, acá la situación
será la del ámbito laboral. Marie es una recién llegada que recibirá miradas
que murmullan, más un acto bautismal por medio del cual le darán una bienvenida
siniestra.
De a poco, la niña hará
confluir broncas y fastidio, mientras una herencia de animal en ciernes la
somete paulatinamente. Lo que asoma es un placer casi desconocido, algo oculto.
La alusión sexual será, en este caso, explícita. Está claro que la ligazón
entre monstruo, bestia, sexo, es del cine y la narrativa de toda la vida.
De esta manera, el diálogo
con el cine de terror encuentra en Cuando
despierta la bestia su cauce definitivo con la licantropía. El silencio de
la madre paralítica parece por momentos atisbar sonrisas malévolas. Será
cuestión de tiempo para que Marie decida, de una buena vez, asumir quien es. No
importará, por ello, cuántas dentelladas deba dar; en todo caso, ninguna de
ellas será garantía suficiente para escapar, de una buena vez, de este pueblito
de vidas marchitas.
Con una narrativa que
perturba, al confundir el registro de la cámara con la vida cotidiana, el film
logra el olvido del factor fantástico. Es más, por momentos resulta superfluo,
dada la decisión de evitar una iconografía terrorífica. Lo que sobresale, en
síntesis, es la figura femenina, indomable. Sitiada o paralizada, pareciera que
no hay manera de doblegarla. Una vez liberada, la cacería inicia y ésta, por
otro lado, es el lugar masculino favorito. Es por eso que los hombres del
pueblo, en secreto, están esperando que Marie los provoque.
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