jueves, 5 de febrero de 2015

Hombres de ideas avanzadas (Diego Fidalgo, 2011)


Anarquismo que vence al olvido

Con Hombres de ideas avanzadas, el realizador rosarino Diego Fidalgo explora la figura del anarquista fusilado en 1930. El rescate del libro de Aldo Oliva, en un trabajo que es puesta en escena sobre la memoria. Disponible para su visionado on-line.

Por Leandro Arteaga

La cartelera digital de Cine El Cairo (http://www.elcairocinepublico.gob.ar/) aumenta sus títulos disponibles con dos trabajos locales: Alexander Panizza. Sólo Piano (2012), de Pablo Romano, y Hombres de ideas avanzadas (2011), de Diego Fidalgo.
Vale destacar la posibilidad de acceso libre del sitio, para ver tanto éstas como cualquiera de las películas allí alojadas. En lo que refiere a los títulos señalados, Alexander Panizza. Sólo Piano es un trabajo meticuloso con su personaje, atento a la complejidad misma supuesta por la música y personalidad de Panizza. La cámara de Romano asiste paciente al momento donde la música sucede. Todo gira en torno a ella. Por este trabajo, Romano obtuvo el Premio a la Mejor Realización Rosarina en el Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales Rosario 2012.
El largometraje de Fidalgo, en tanto, articula un relato que tiene eje en el libro El fusilamiento de Penina, de Aldo Oliva, editado por la Biblioteca Vigil, de edición quemada por la última dictadura militar. A partir de allí, el hallazgo de un ejemplar sobreviviente que recibe Antonio Oliva, hijo del poeta, que le lleva a desandar el camino del protagonista hacia su tierra de origen, en un periplo que le hará conocer Barcelona y Gironella, junto a la reedición bilingüe (catalán y español) del libro.
Joaquín Penina, anarquista catalán, fue fusilado en Rosario en 1930, y se le considera una figura emblemática. Pareciera que con la aparición del libro escondido, la memoria también surge infatigable. Esto como lugar de encuentro narrador para Hombres de ideas avanzadas. Porque la película de Fidalgo es sobre Penina, es sobre el libro, es sobre la memoria generacional, es sobre las vínculos internacionales de ideas. Algo, más bien mucho, de todo ello subyace durante los noventa minutos, mientras el realizador pareciera dejarse llevar intuitivamente.
Esta intuición no es azarosa, sino manera primera de encuentro con el material a filmar. Luego, el montaje organiza y da sentido. Por eso, Fidalgo ensaya cruces entre documental y ficción al recrear situaciones, diálogos, caminatas y visitas domiciliarias. Hay un poco de perspicacia periodística en el papel que Antonio Oliva desempeña, primero como personaje del director, después con una autonomía que crece en confianza.
Esta forma narrativa será reiterada y pulida por Fidalgo en otras realizaciones. Entre ellas, destaca la reciente El origen del pudor (2014), en donde es el mismo director quien enhebra el relato de Alberto Chaume, pornógrafo y abogado de Rosario. Si aquí son las fotografías encontradas, casuales, las que disparan el interés por la película, en Hombres de ideas avanzadas es el libro el que oficia como móvil primero. Como si la posibilidad de filmar tenga que ver con la atención hacia lo que está pasando. Si esto sucede, entonces dejarse llevar también por una misma logística: que sea el devenir el encargado de modelar la película. Así, el director es un personaje (involucrado) más.
En este recorrido, Joaquín Penina y Aldo Oliva son apenas dos de los muchos hombres con ideas avanzadas. Carlos Solero y Osvaldo Bayer, Ricardo Falcón y Rafael Ielpi, entre varios más, destilan saber, ejercicio del recuerdo y su puesta en acto. Lo que se sabe es momento presente, siempre. La cámara de Fidalgo les da voz mientras hilvana el camino de este anarquista que es síntoma de una ciudad y su país, de una época y su porvenir, junto con la sombra ominosa que deja detrás suyo, con los fascismos europeos a la conquista del poder.
Permanecen en la película los ecos de quienes algo vieron y quisieron decir. Como el vecino de barrio Saladillo, quien a pie y con sus muchos años a cuestas, visitó a Ielpi con el fin de contar su testimonio del fusilamiento, ocurrido en las barrancas aledañas al puente del lugar, hoy desaparecido. O los familiares españoles de los Penina, visitados y consultados para dar un testimonio que, en última instancia, persista en ese recuerdo que, por ser memoria, tiene siempre la astucia suficiente como para filtrarse y hacerse presente.
En esto tiene mucho que ver esa tarea de paradigma que significa la Biblioteca Vigil, cuya propuesta editorial marcara un eslabón clave en su tarea social. El papel es duro de quemar, los libros son, por eso, todavía peligrosos. El fuego, de manera tribal, exento de significados políticos o religiosos, ocupa el final de la película como celebración grupal, barrial, humana, allí mismo donde fusilaran a quien sabía porque pensaba, porque hacía.
 

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