La encantadora
sencillez de Starlet
Por
Leandro Arteaga
El contrapunto de edad desde el cual Starlet se construye deja entrever un
espacio justo como para que sus intérpretes acepten el desafío. Una joven
actriz (porno) y una anciana solitaria en Los Angeles. La mediación, la relación,
se concreta a partir de un termo que la primera compra a la segunda. Y la
sorpresa tiene que ver con el dinero que allí estaba escondido. Una especie de
MacGuffin del cual el realizador Sean Baker se vale para ahondar en esta
(im)probable amistad.
Cuando el acercamiento se produce, cuando las
sospechas comienzan a desaparecer, el encantamiento de estar filmando algo
cierto asoma de modo fulgurante en Starlet.
Por eso, las caracterizaciones de Dree Hemingway y Besedka Johnson son
fundamentales. Hay una simpatía –de actriz a actriz- que se comunica. Jane (Hemingway)
es toda frescura, de sensualidad despreocupada, con piernas tan largas como su
delgadez. El afecto por Sadie (Johnson) aparece de modo imprevisto, como si se
tratara de una señal implícita en el dinero encontrado.
En este sentido, el guión de Starlet tiene una construcción muy precisa. El dinero, se sabe, es
móvil siempre eficaz, y será éste quien ronde, desde la preocupación, entre
todos los personajes. Si Jane es en algún momento oportunista, será luego
considerada (o algo así), mientras el rol que le cabe a Mellisa (Stella Maeve),
su compañera de cuarto, es el más difícil de agradar, a quien más rápido habrá
de atribuírsele determinadas responsabilidades.
Tales cuestiones la película las plantea desde
espacios en blanco que tardan en completarse. Son suspensiones en la acción,
que escriben interrogantes que en algún momento se resuelven. Mientras tanto,
la sospecha oficia activamente en los espectadores. Porque cuando se trata de
dinero, nadie es ajeno.
Ahora bien, el cine de Baker apunta a lo que sucede
de manera más profunda, con una sencillez que tiene momentos bellos. Si las
miradas pícaras, de hablar arrastrado, de Jane, desprenden seducción rápida
–como la promesa que también es para el cine porno-, las réplicas de Sadie no
son menos atractivas. La caracterización de Besedka Johnson –descubierta por el
cineasta, fallecida hace unos meses- es maravillosa, capaz como es de depositar
su mirada allí donde nadie pueda observar sus ojos, mientras espacia las frases
y finalmente profiere algún grito de hastío. Eso sí, cuando murmura apenas un
“mmmm…”, la sonrisa se le escapa de las comisuras de los labios.
El desenlace viene a aportar otro aspecto que más o
menos estaba dando vueltas a lo largo de la historia. Que anuda de modo justo,
capaz de orientar el drama hacia los puntos suspensivos, que dirigen la acción
hacia lo que habrá todavía de suceder, justo cuando la película decide
terminar. Tan sensible es la manera cinematográfica que Baker encuentra, que
bien vendría repasar sus anteriores títulos (Take Out, Prince of Broadway)
y rogar porque el cine norteamericano que la cartelera comercial exhibe –tan
afecto a Hollywood- permita más oportunidades similares.
Starlet
EE.UU., 2012. Dirección: Sean Baker. Guión: Sean Baker, Chris Bergoch. Montaje:
Sean Baker. Fotografía: Radium Cheung. Música:
Manual. Reparto: Dree Hemingway, Besedka Johnson, Stella
Maeve, James Ransone, Karren Karagulian. Duración: 103 minutos.
8
(ocho) puntos
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