El carnaval de
los animales
La prestigiosa
animadora checa Michaela Pavlátová estará presente en Rosario para una
retrospectiva de su obra y una clase magistral. La oportunidad de acercarse a
un mundo peculiar, con conejos de orejas libidinosas y sueños que mejor no
contar.
Por Leandro Arteaga
No hay nada como el sexo, o nada como la animación
de Michaela Pavlátová. El disfrute es similar. Lo que da vueltas –y vueltas y
vueltas y vueltas- es el desarmarse en piecitas aún cuando, se sabe, la
película en algún momento termina y haya que otra vez reconstruirse. Uno mismo,
de a dos, o entre los muchos que sean. Todo es posible dentro del cine de Pavlátová.
Su presencia en Rosario es motivo de celebración,
porque se trata de una cineasta notable, con una obra personal, de relieve
internacional. La oportunidad es doble: el martes próximo, a las 20, El Cairo
Cine Público (Santa Fe 1120) proyectará una retrospectiva con presentación de
la propia realizadora. Y el día miércoles a las 18, la animadora brindará una clase
magistral en la Escuela
para Animadores (en Isla de los Inventos), ambas instancias con entrada libre y
gratuita. Es la EPA,
a través de la gestión de Centro Audiovisual Rosario, quien ha hecho posible la
visita de la animadora.
Entre los cortometrajes a proyectar, figurará uno de
sus más celebrados: El carnaval de los
animales (2006). Es intimista, es extrovertido. Paisajes mentales,
egoístas, aparecen a la par de otros (también inconfesables). Son dos las
personas en la misma cama, pero también dos los individuos. Hay conexión porque
hay disociación. Imágenes de sueños o de aquello que Žižek dice: “¿en qué pensamos cuando
lo hacemos?”.
Si El
carnaval… es uno sus trabajos más vistos, lo es porque resume de modo
festivo, orgiástico, lo que sus películas exponen desde hace dos décadas: una
mirada provocadora, despiadada, lúdica, y femenina. Rasgo no menor. Por eso,
cuando las orejas de conejo o la cola del gato adquieren usos múltiples
mientras muchas tetas cambian de tamaño y pajarracos dudosos hunden sus picos
donde pueden, es un universo demente, seductor, lúbrico y femenino al que se
invita a participar.
El cine de Michaela Pavlátová (Praga, 1961) tiene
premios y reconocimientos internacionales que se reparten entre Berlín,
Tampere, Hiroshima, Stuttgart, Montreal, y una nominación al Oscar por Palabras, palabras, palabras (1991), al que
muchos –como quien escribe- pudieron descubrir en las emisiones televisivas de Caloi en su tinta: un bar atestado de
personas que dialogan –se quieren, se pelean, se defraudan- desde globitos de
color, con formas geométricas, de puzzle, de animalitos. Enamorados, viejas
chismosas, ancianos calentones, un perro alcohólico, con un trazo que recuerda
por momentos al de Crist más el ánimo imprevisible de Paul Driessen, con quien Pavlátová
colaboró en Tíos y tías (1992): una
serie de postales animadas sobre lo insufrible que puede ser, o es, toda
familia.
Quizás Forever
and Ever (1998) sea el más impiadoso de sus films, donde alterna la imagen
real con la animada; esto es: ceremonia y fiesta de casamiento con segmentos
animados desde presuntos flashbacks o
flashforwards, lo mismo da. En todo
caso, es el comentario corrosivo, de ironía, el que cobra su forma mayúscula.
Pareciera que hay un rito que necesariamente celebrar, repetir, y algunas veces
–sexualmente- subvertir.
De hecho, otro de sus mejores cortos se titula Repete (1995), donde el nudo corrige la
correa del perro y el caminar se inicia. Una sucesión de situaciones acompañan
el periplo. Hay deseo, hay atención, hay aburrimiento, hay comida, hay
desesperación, hay sexo, o no hay sexo. Repeticiones que se alteran, se
entremezclan, desordenan, entre trazos rojos, azules. Allí es cuando la correa
se corta. Y se reanuda. Una y otra vez. Para que los animalitos del inicio –caracoles,
hormiguitas, gusanitos, mujercitas, hombrecitos- vuelvan al ruedo.
En Tram
(2012), Pavlátová da pie gradual a la fantasía de una mujer que conduce un
tranvía lleno de… ¡hombres! Palancas, máquinas con aberturas, pies en pedales y
piernas separadas, abrigos que esconden o disimulan, serán el mundo que
transgredir. Alcanzado el destino, habrá de aparecer, sin embargo y entre
tantas caras preocupadas, el trazo distinto, atento a lo que intuye, para así,
predispuestos los dos, darse un revolcón de alegría sobre los mismos asientos
grises de todos los días.
“La animación es algo que te hace sentir como un
dios, podés inventar un mundo que no existe, personajes a los que les estás
dando vida. Si probaste la animación una vez, la fascinación de crear movimientos,
permanecerá con vos para siempre” señaló Pavlátová a Cabeza de ratón. Ahora bien, reemplacen “animación” por “sexo”.
Maravillosa Pavlátová.
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