Tan blanca como aburrida
Blancanieves y el cazador
(Snow White and the Huntsman) EE.UU.,
2012. Dirección:
Rupert Sanders. Guión: Evan Daugherty, John Lee Hancock, Hossein
Amini. Fotografía:
Greig Fraser. Música:
James Newton Howard. Montaje: Conrad Buff IV, Neil Smith. Intérpretes: Kristen Stewart, Chris Hemsworth, Charlize
Theron, Sam Claflin, Bob Hoskins, Ray Winstone, Toby Jones. Duración:
127 minutos.
Salas:
Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
4
(cuatro) puntos
Por
Leandro Arteaga
Érase una vez, una Blancanieves remozada. Con fantasías
de asidero más o menos histórico, reminiscencias a personajes puntuales –Juana
de Arco-, un cazador/leñador superhéroe, y enanos mineros desempleados.
Blancanieves y
el cazador
encuentra una de sus matrices de argumento en el diálogo femenino entre la
madrastra malvada, reina despótica –cortesía de Charlize Theron, bellísima,
caricaturesca-, y una Blancanieves de cara lánguida y piernas siempre
cubiertas. A propósito y a la hora de la verdad, ¿qué espejo descerebrado podría
preferir a Kristen Stewart antes que a la Theron?
Es que en el principio todo era armonía. Hasta que
llegó el día negro, de un ejército maldito, que engañara al amor del rey tan
querido. Traición de serpiente femenina, que habrá de encerrar bajo murallas
húmedas la tierna “belleza” de Blancanieves. (Ah… Recordar mismas situaciones
pero en películas Hammer; concretamente: el destino perverso que sufre el
escote desbordado de la progenitora de La
maldición del hombre lobo, 1961. En fin, de vuelta a Blancanieves…).
A la espera de un clavo torcido que la ayude en la
huida, Blancanieves reza el Padre Nuestro. Sí, el Padre Nuestro. Luego, el
devenir de una persecución que habrá de arrastrar con un manto de desgracias a
quienes sin querer Blancanieves conozca. Pero, se sabe, nada de recompensas sin
nada de tristezas. El cazador (Chris Hemsworth), ha cambiado el martillo de
Thor por un hacha igualmente diestra. Se sabe, y no es esto revelación alguna,
que no habrá de cumplir con su cometido, encandilado como se encuentra ante
ella, tan parecida a su esposa perdida. ¡El ciclo de lo siempre mismo! Pero sin
filosofía demasiada, sino mucho de teología barata.
Si Blancanieves reza el Padre Nuestro, no
sorprenderá verla en un paraíso extraterreno –mundo Disney, de verdes
fosforescentes y conejitos-, donde caminará sobre el agua al encuentro del
“gran Ciervo” o algo así, salido como parece de un relato de Narnia (por si las
referencias cristianas no eran suficientes). El séquito de apóstoles enanos
acompaña la promesa de la luz venidera, con la posterior muerte y resurrección anunciada.
Sí, la Hija del
Padre. Y con gesta final à la Juana de Arco.
Y va de nuevo: entre el rostro pálido en armadura de
Blancanieves y el sudor sexual que desprende la reina, ¿quién osaría elegir a
la niña de carita de porcelana? Nada mejor que morder la manzana. Y dejarse de
embromar con tanto rey o reina de besos para siempre. El artilugio final de
cambiar al besador está claro desde el vamos, y en nada altera lo siempre
contado. Está bien, es ésta característica de todo mito, de todo cuento de
hadas. Pero también, dada la cristiandad del asunto, es mirada de claridad
actual, devota de una mística ordenadora.
En síntesis, un plomazo.
2 comentarios:
Vi la película hace unos días y a mi me pareció muy buena, la actuación de la protagonista también me gustó mucho y a mis amigas, con las que fui al Showcase cine, también les gustó el film. Debe ser una cuestión de qué genero le gusta mas o menos a uno y que estilo de película también.
Desde luego que tu apreciación es válida, y no hace falta mi comentario para ratificarla. En última instancia, de lo que se trata es de compartir criterios, a partir de la visión -siempre necesaria- de la película. Gracias por escribir.
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