Avionetas y australes en fuga
El robo del siglo ocurrió en Rosario y la ficción lo recrea. Los noventa, los australes, la convertibilidad. El equipo técnico de Balas perdidas, las historias cercanas, la calidad profesional.
Corren
los años ’90, el Plan de Convertibilidad es inminente. El Tesoro Regional de
Rosario recibe la orden del Banco Central de retirar los billetes de 500.000
australes. Entre el 22 y 23 de diciembre de 1992, se desarrolla un embrollo que
culmina con inspectores que esperan 600 balas con dinero en el aeropuerto de
Fisherton. Estos hombres desaparecerán con una cantidad equivalente a 30
millones de dólares. Se trató de uno de los robos del siglo. Éste es el marco
donde el realizador Hugo Grosso inscribe su producción más reciente.
Con
el título Balas perdidas, la serie resultó
ganadora del Concurso de Ficción para Productoras con Antecedentes 2014 (Incaa
y MinPlan). Trece episodios para la televisión que se encuentran en etapa de
postproducción, con un reparto extenso que incluye los nombres de Luis Machin,
Emilia Mazer, Carlos Echevarría y Gerardo Dayub. Las primeras imágenes pudieron
verse el lunes pasado, durante la conferencia de prensa que el equipo técnico
ofreció en Plataforma Lavardén. Se nota que hay entuerto, malandras, clima
malsano, cárcel y avivados, con una reconstrucción de época notable y que
despierta, acá la paradoja, temores renovados.
“Cuando
surgió la posibilidad del concurso, justo hacía un tiempo que ya estaba
viviendo en Buenos Aires, por cuestiones de trabajo. Al pensar en una serie de
13 capítulos, sobre un universo del que conociera sus modos y vericuetos,
recurrí a una historia que tuviera que ver conmigo. Yo trabajé en el Banco
Provincial durante unos cuantos años, y el robo fue unos años después de que me
fuera. Es decir, hay una investigación temática y narrativa pero también una
cosa emocional, ya que allí aprendí mucho sobre la cultura del trabajo, algo que
durante los ‘90 se dilapidó”, cuenta Hugo Grosso a Rosario/12.
“La
serie es un híbrido entre el documental y la ficción, algo que me gusta mucho,
con cierta cosa de mito urbano –continúa Grosso. Como dato, cuando los falsos
inspectores se van con la plata, suben a un avión de Austral al que,
paradójicamente por el nombre, no le anda el tren de aterrizaje. Así que tienen
que alquilar dos avionetas, con las que desaparecen. El caso es que el gobierno
adelanta para enero la fecha del cambio de billetes, que iba a ser para marzo
del ‘93, pretendiendo que en quince días esa plata se mixturara con los otros
billetes, algo que era claramente una tramoya. Cuando salimos a buscar billetes
de 50 pesos, Mirén Martinetti, que estaba haciendo utilería, consigue en el
mercado de pulgas a alguien que vendía billetes de colección; esta persona le
dice que no, que los de 500.000 australes prácticamente no se consiguen porque
se los llevaron en dos aviones y uno se cayó en el río. Lo que agrega un dato
que nunca tuve, ¡ningún avión se cayó en el río! (risas). Lo que uno escribe
siempre es poco al lado de lo que se teje a nivel social.”
-En cuanto a la investigación, ¿con qué te
encontraste?
-Hay
un momento significativo, que fue haber llegado en Comodoro Py a la sentencia,
que si bien habla mucho de lo que decía la crónica de la época, me sirvió para
robar letra, para tomar fragmentos, me estructuró mucho el trabajo de guión,
porque lo otro era más lo anecdótico, como las relaciones y vínculos entre los
personajes del banco, los buenos y los malos, los que ya habían transado y los
que conservaban una militancia sindical. Entre lo que investigué, surge que la
privatización del banco pudo hacerse gracias a este robo, como una excusa que
permitió hablar de que la banca oficial no servía y que había que privatizarla,
porque estaba llena de ladrones. Esto permitió que se hiciera un achicamiento
del control del dinero en manos del estado. Los veinte Tesoros regionales del
país, dependientes del Banco Central y que todavía existen, estaban gerenciados
por riojanos. Por lo que pude tomar de la crónica de la época, ya había un
faltante en el Central de 20 millones de dólares: tercerizan el robo con una
bandita que lleva adelante el fraude, roban 30 millones, reponen los 20 que se
habían llevado y los otros diez los reparten entre algunos cabecillas. No es un
robo organizado ni sistemático, sino muy a la criolla, con lugares no del todo
claros en su trama, que está llena de imprevistos.
Entre
los intérpretes locales, Balas perdidas
cuenta con la tarea de Ariel Hamoui y Juan Nemirovsky. Los dos están
satisfechos, agradecidos por ser parte de este gran proyecto. Hamoui destaca
que “Hugo tenía muy claras las ideas, todo el equipo trabajó de una manera muy
eficiente y comprometida, entre los actores comentábamos esto, porque veíamos
que se trabajaba con mucha calidad cinematográfica para una serie”. Lo de la
calidad ya es un rasgo profesional para la realización audiovisual de Rosario.
En este sentido, Nemirovsky señala que “de 2010 a esta parte, la ciudad
tuvo la oportunidad de producir miniseries federales y en el derrotero eso se
ve. Los actores hemos ido ganando experiencia con un lenguaje al que no estamos
habituados, porque venimos del teatro. En relación a Balas perdidas, Hugo es alguien que permite que la actuación sea
oxigenada, no es un autor celoso y deja que se trabaje con mucha libertad; lo
que importaba era tener claro el horizonte que requería la escena, y a partir
de ahí, acomodar la actuación”.
Por
su parte, el sonidista Santiago Zecca no sólo coincide en este aspecto, al
subrayar el “trabajo cuidadoso” del director, sino que agrega algo más: “en
medio de la producción nos agarró el balotage y fue muy intenso, porque la gran
mayoría estábamos preocupados por la vuelta a los noventa; mientras filmábamos
veíamos archivos en vhs con declaraciones de Cavallo, y de golpe apareció en
los portales de noticias actuales, saliendo de su madriguera para hablar. Fue
muy movilizante”. Desde el plano musical, el compositor Iván Taravelli apunta
que su tarea no ha pasado por respetar la referencia histórica, ya que “la
historia se narra sola y la música tiene que terminar de vestir algunas
cuestiones; no hay necesidad de que sea costumbrista, es una historia que
trasciende la época.”
En
cuanto al concepto general, no hay que perder de vista que se trata de una
serie de 13 capítulos, en donde la puesta en escena se vuelve más compleja.
Desde la producción, hubo un latiguillo que sus dos responsables, Milagros
Alarcón y Fernando Gondard, reiteran como mantra: “banco, blindado,
aeropuerto”, tres objetivos sustanciales y difíciles de lograr. “Fue como
filmar tres largometrajes juntos, pero en dos meses”, sentencia Gondard.
“Fernando me decía que hay gente que está esperando el desafío de un rodaje
complejo como éste, para jugarse allí lo que saben. Y eso me tranquilizó,
porque hubo una respuesta acorde. Dimensionamos que el proyecto era grande y
decidimos salir a buscar los recursos a partir de esta premisa”, agrega Alarcón.
A Balas perdidas le falta, por ahora, la
pantalla que la emita. Algo que no es menor, que habrá de ser perseguido. Por lo
pronto, y tal como dice Hugo Grosso, “que sea un proyecto a nivel nacional pero
con gente de Rosario en su mayoría, me generó mucha reflexión; lo que se ve es
que se ha ido construyendo un concepto diferente de federalismo, nos dimos
cuenta de que no nos falta nada para estar a nivel nacional. Ese cambio de
concepción se ha dado durante estos últimos años. Si todos estos materiales
hechos durante este tiempo logran pantalla, tendremos un cambio de concepción
de la imagen y de producción muy significativo.”
Umbral, en marcha
Está
en rodaje la nueva película de Claudio Perrin: Umbral, dedicada a recrear la vivencia de un grupo que se debate
por algo que ha hecho y esquiva. Algo que se parece, nada casual, al
linchamiento de David Moreira. “Los días de rodaje previstos
son nueve, a pesar de que trabajamos con cinco actores y en escenas de carga
dramática. Decidimos rodar a dos cámaras y a escena completa, agilizando así la
cobertura”, explica Perrin. El reparto está integrado por Claudia Schujman, Bárbara
Peters, Gustavo Guirado, Miguel Bosco y Tito Gómez. Al respecto, dice el
director que “con este grupo nos une no solamente el deseo de
hacer una película, sino también el afecto. Todo se desarrolla en un clima de
cordialidad y confianza, dos aspectos fundamentales para llegar a un buen
resultado. Con algunos de los actores ya había trabajado y con otros es la
primera vez. Las interpretaciones de todos son excelentes, me hacen sentir muy
satisfecho”. Perrin agrega que “la película va tomando forma, ya que lo que uno
imaginó aparece y también porque uno se sorprende con lo que ve, como si fuera
la primera vez. Supongo que cerca de fin de año estará terminada y comenzaremos
el circuito de festivales como hicimos con Bronce.
Para mí no sólo es importante filmar, sino que lo que realice se vea. Umbral viajará como viajó Bronce, y espero que le vaya tan bien
como le fue a esa entrañable película que aún me depara gratas sorpresas.”
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