Como arcilla
entre las manos
Por
Leandro Arteaga
Ganadora del Oso de Oro en el Festival de Berlín, el
film del rumano Calin Peter Netzer construye su trama de
telaraña a partir de un accidente de tránsito, un episodio medular que asocia a
la vez que desoculta –y miente– afectos, relaciones familiares y sociales. La mirada del hijo tiene su fuerza
centrípeta en la figura férrea de Cornelia (la estupenda Luminita Gheorghiu),
madre del responsable al volante: hijo de edad avanzada, mirada caída, como si
de un sonámbulo se tratase.
Para llegar a su punto crítico, el film mantiene un
prólogo premeditadamente disperso, que permite entrever un añorado vínculo de
madre. El accidente llega como noticia imprevista, para ella y para el
espectador. El fuera de campo es total, no hay necesidad de descubrir en flashbacks qué es lo que sucedió, el
hecho será mucho más sentido por las reacciones circundantes, por los pequeños
datos que asoman.
Lo que golpea rápido es el comportamiento estoico de
esta familia con su hijo en apuros, quienes evidentemente saben muy bien dónde
guardar sus afectos para priorizar lo que se debe: abogados, medicamentos,
dinero, todas piezas de un ajedrez al que más vale agilizar. Ninguna lágrima,
nada de caricias. Tampoco un mínimo de pesar por la vida que se ha perdido: la
de un niño cuya familia es reverso social de la de Cornelia: ciudadanos de la
periferia, de extracción humilde, sin contactos ni relaciones.
El comportamiento de Cornelia es, claro, ejemplar: lo
que sea por su hijo. Así como en Elena
(2011), del ruso Andrey Zvyagintsev: la puesta a prueba del amor
materno o lo que sea que esto signifique. Las fisuras son lo mejor del film.
Allí cuando el hijo, siempre harto, cansino, elige dar un portazo tras despacharse
con su padre: “eres arcilla entre sus manos” le dice a él, mientras señala a
ella. “Sí, eres arcilla” le ratifica ella a su marido.
Las maniobras a atravesar no
tendrán límites. Porque, como se dijo, cualquier cosa por un hijo. Además, es
el único hijo. Ustedes tuvieron, al menos, dos; explica Cornelia a los padres
humillados por “la voluntad de Dios”. Éste es uno de los momentos más
sorprendentes del film, donde se cruzan lágrimas, palabras, de un asidero
flotante, cambiante, que obliga al espectador a estar más atento, a preguntarse
qué es lo que de veras sucede.
Por todo esto, la escena
final es magistral. El espejo retrovisor del auto de Cornelia devuelve el
diálogo entre su hijo y el padre del niño fallecido. Antes, él tuvo que pedir a
su madre le dejara bajar del auto. Para luego volver al mismo asiento de
siempre, el de atrás. Como cuando era un niño, el de toda la vida. Sus lágrimas
parecen ciertas. Las de Cornelia, en todo caso, son tan sinceras como se lo
permite su amor de madre, amparado en su apellido de relieve y un ahorro en
euros.
La
mirada del hijo
(Pozitia copilului)
Rumania, 2013. Dirección: Calin Peter Netzer. Guión: Razvan Radulescu, Calin Peter Netzer. Fotografía: Andrei Butica. Montaje: Dana Lucretia Bunescu. Reparto: Luminita Gheorghiu, Bogdan Dumitrache, Ilinca Goia,
Natasa Raab, Florin Zamfirescu, Vlad Ivanov. Duración: 112 minutos.
Sala:
Cines Del Centro.
8
(ocho) puntos
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