El documental
que quema en las manos
El documental,
rescatado por la Televisión Pública,
ilumina un capítulo de cine y política. Uno de sus realizadores fue Walter
Operto, de tarea teatral incansable. Los recuerdos de la primavera camporista a
partir de San Perón.
Por
Leandro Arteaga
La noticia, veloz, no tardó en dar con los
responsables de San Perón (1973), el
documental inédito que Fernando Martín Peña diera a conocer a través de Filmoteca, temas de cine (Televisión
Pública), el viernes 21 de noviembre. “Al día siguiente de la emisión, por Twitter, alguien me dice: ‘Peña te está
buscando por la historia de la madre de los 17 hijos’. Yo no recordaba qué era
esa nota. Le escribí a Peña, pero no sabía de qué se trataba. Esa misma noche,
veo que en Facebook había una movida
donde me nombraban. Finalmente me entero, y con una gran emoción entro en un
túnel del tiempo hacia el pasado”, explica el dramaturgo, director teatral y
periodista de la ciudad, Walter Operto, co-director con Héctor Aure de San Perón.
La historia de Norma Cuevas de Aresta y sus
diecisiete hijos le ha hecho exclamar al conductor de Filmoteca una máxima que ha quedado adherida a la película: “Si no
se emocionaron, perdónenme, pero es porque están muertos”. La anécdota del
hallazgo ha sido variadamente relatada: “Fue un amigo de Carlos Müller (programador del Cineclub Dynamo) quien lo
encontró en Córdoba en una lata, con la inscripción ‘San Perón’. Lo que todavía
no se dice es cómo ese material, que tendría que haber estado en los archivos de
Canal 7, llegó a Córdoba, quién lo sacó del canal y por qué. Eso todavía es una
incógnita. Müller me dijo ‘el documental me quemaba las manos, por eso fui a
verlo a Peña’. Fijate que por suerte llegó a manos de una persona que lo
valorizó, porque qué hubiera ocurrido si esa lata llegaba a manos de, por dar
un nombre, Alfredo Leuco; seguramente, al descubrir de qué se trataba, ¡lo
tiraban a la basura o lo guardaban bajo siete llaves!”
“Durante lo
que llamamos la ‘primavera camporista’, aquellos casi cincuenta días en los que
el tío (Héctor) Campora fue presidente, se vivió una primavera también en lo
cultural, donde tuvimos los espacios necesarios para realizar cosas distintas a
las que se estaban haciendo. El documental fue posible porque a la dirección de
Canal 7 llegó Juan Carlos Gené, y convocó a compañeros con los que veníamos
trabajando en cultura y teatro. Traigan ideas, nos dijo. Yo recuerdo haberle
llevado la propuesta de una serie de documentales sobre historias de vidas. La
primera fue ésta, la de Norma Cuevas, a quien había conocido un par de años
antes a partir de una nota para la revista Así.
Aquella nota era sobre lo mismo, sobre los sueños y deseos de Norma, acerca de cómo
vivía, de cómo podía seguir adelante con sus hijos y su marido enfermo,
postrado, con esa misma dignidad con la que aparece en el documental, desde su
rol de madre. A Juan Carlos le pareció interesante. En Canal 7 estaba
trabajando otro compañero, Héctor Aure, quien fue el encargado de la imagen. Lo
mío fue la idea, el reportaje –esa tercera voz que aparece en off relatando–, y
la construcción del guión en el lugar”, agrega Operto.
-¿Cuáles iban
a ser los documentales siguientes?
-El segundo iba a continuar en Entre Ríos. Ella me
dijo que lo que soñaba era volver allí, de donde había venido soltera, por la
falta de trabajo. Quería volver a su provincia a trabajar la tierra, con sus
hijos, decía que había muchos brazos para trabajar la tierra. Yo no le prometí
nada, pero llamé al gobernador de Entre Ríos, Enrique Tomás Cresto. Recuerdo
haber hablado con alguien de su secretaría, a quien puse al tanto de la
situación. A los dos o tres días me llamaron y me dijeron que el gobernador
había decidido ir a buscarlos y darles una tierra. La segunda parte del
documental iba a dar cuenta de los Aresta volviendo a su tierra natal,
dignificados, saliendo del cirujeo y del “barro”, como dice Norma. Pero el
gobierno de Cámpora duró lo que duró, con él también se fue este proyecto. Nos
fuimos de canal 7, donde entró una línea peronista de derecha, que no quería
saber nada con esto.
-¿Cómo llegaste
a conocer a Norma Cuevas?
-No puedo recordarlo, pero no me sorprende haberla
conocido. Porque en el periodismo elegí ocuparme de historias de los sectores
más populares, más necesitados. Recuerdo una de ellas, que también iba a ser un
documental, se llamaba La mujer más pobre
de Chumbicha, una localidad de Catamarca en la que encontré en pleno
desierto y en un ranchito, a una viejita con siete, ocho, críos, con el
braserito encendido. Lo primero que me pregunté fue cómo hacía esta mujer para
sobrevivir y mantener a los chicos. Ella me dio el título de la nota: cuando me
acerqué al alambrado y golpeamos las manos, se presentó como “la mujer más
pobre de Chumbicha”. Los chiquitos que estaban a su alrededor eran nietos, de
dos hijas con trabajo de empleadas domésticas, y como con hijos no las tomaban
se los traían a la abuela. Los chicos, me entero, no sobrevivían por la abuela,
sino la abuela por los chicos; eran ellos los que salían a la calle, a la ruta,
a detener los autos y a pedir ayuda.
-Así como esta
mujer, Norma también se sabe pobre y digna, si bien es algo que no quiere.
-En aquellos años creíamos que la pobreza era un
lugar de paso, las villas eran entendidas así. En nuestra provincia tenemos el caso
de la película Tire dié, de Fernando
Birri, que retrata el paso del tren que atravesaba El Salado, y cuando pasaba
por la villa iba a paso de hombre y los chicos corrían y pedían. Pasado el
tiempo, y vuelto Birri a Santa Fe, la Universidad del Litoral le rinde un homenaje y él
acepta con la condición de estar junto a los chicos con los que hizo Tire dié. Así que los buscaron y los
encontraron, uno llegó a ser contador, la mayoría trabajaba en el estado
provincial, pero todos pudieron salir de ese estado de pobreza. Si hoy te
proponés hacer un Tire dié en
cualquiera de las villas y dentro de quince, veinte años, tratás de buscar a
los chicos no los vas a encontrar, o fueron muertos por el gatillo fácil, o terminaron
como delincuentes o los mató la droga. De alguna manera, San Perón nos interpela sobre eso, como sociedad. Creo que esos
sueños, los deseos y la fe que muestra Norma, son lo que le da sentido a un
movimiento popular como el peronismo; si el peronismo no sirve para eso,
entonces es un partido liberal como cualquier otro.
-De hecho, Norma
expresa esa adhesión en la película.
-Su esperanza era Perón, ella no tenía ninguna duda
de que Perón no la iba a engañar. La cámara no entra en su casa, ella lo pidió
porque no quería mostrar al marido convaleciente, pero dentro de la vivienda
tenía dos retratos, el de Perón y el de Evita. En esos días de la elección, tenía
una vela encendida a Perón; de ahí viene el nombre “San Perón”, que lo anoté en
los borradores, en un cuaderno.
-No. En el canal le pusieron a la lata “San Perón”, pero
todavía no estaban ni los créditos. Héctor Aure, a partir del descubrimiento, estuvo
de acuerdo en dejarle el título con el que se encontró. Ni siquiera pusimos que
fuimos autores y creo que tiene que seguir siendo así, porque la verdadera
autora del trabajo es Norma. Nosotros fuimos un puente, ella es la protagonista
de todo.
Acopiador de historias
Operto está rodeado de historias. Además de las
fotografías que muestra al cronista –en una de ellas, en el contingente que
acompañara al presidente Cámpora, a punto de salir de Aeroparque: “yo hacía la
crónica de todos los actos”; en otra, junto a María Elena Walsh: “cuando era
peronista”- destacan las anécdotas de trabajo y las numerosas notas de prensa
que bien merecen un rescate: entre ellas, el reportaje a José Rucci (en revista
Así), cuatro días antes de su muerte.
“En esa misma época también trabajaba en un radioteatro que había dirigido y
escrito: Para que se cumplan los sueños,
que se emitía por Radio Argentina, con Jorge Salcedo como protagonista. Y una
obra de teatro que es emblemática, Ceremonia
al pie del obelisco, que cuenta la historia del país a partir de la
inauguración del obelisco hasta la aparición de las formaciones armadas; estaba
relatada por los locos del Melchor Romero, pero entre ellos había un lúcido, en
quien puse textos de Perón. Raúl Serrano, que fue quien agarró este proyecto,
me decía hace unos meses, ‘¿sabés que fuimos los primeros en poner textos de Perón
en una obra de teatro?’” (risas). El
loco en cuestión, de nombre Novoa, no era nada inventado, sino uno de los
muchos personajes retratados por Operto durante su ejercicio periodístico: “Era
una historia bárbara, se trataba de un anarquista que en los años ‘30 había
puesto un par de bombas en Buenos Aires. El abogado, muy hábil, lo hizo pasar
por loco, lo sacó de la cárcel y lo llevó al Melchor Romero. Pero luego lo
olvidaron. Y quedó allí, cebando mate, totalmente lúcido."