sábado, 14 de septiembre de 2013

Juan Carlos Rulfo: entrevista


Cine y palabras como recuerdos

Invitado por el Festival Latinoamericano de Video, Juan Carlos Rulfo presentará hoy su celebrado documental sobre Jean-Claude Carrière, visto en el Festival de San Sebastián. “De mi padre me viene el amor por escuchar hablar a la gente” dice el cineasta.


Por Leandro Arteaga

Apenas horas de su arribo de México, y Juan Carlos Rulfo ya asiste atento las entrevistas, presenta la proyección de El imperio de la fortuna –la película de Arturo Ripstein, basada en El gallo de oro de Juan Rulfo, su padre- y muestra impaciencia por el diálogo que mantendrá en su Seminario –“Historias del cajón; un redescubrimiento para el mundo”- los días siguientes. Habla tranquilo, es ameno, pleno de sensibilidad.
Disponer de su amabilidad, de su amor por el cine, duplica el encanto –luego de la presencia luminosa de Paz Alicia Garciadiego- del Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales. Hoy a las 18, en La Comedia (Mitre y Ricardone) podrá verse, en compañía del realizador, Carrière, 250 metros (2011), film dedicado a un recorrido vivencial y geográfico junto a Jean-Claude Carrière, el ilustre guionista de Luis Buñuel.
“Fue una película de encargo en la que intenté conectarme emotivamente. Yo no sabía tanto de Carrière, más allá (del libro) Mi último suspiro y de su relación con Buñuel” cuenta el realizador a Rosario/12. “A partir de ahí se establece todo un descubrimiento sobre una persona que no conocía, pero que al mismo tiempo era muy afable, muy tierna, muy dispuesta al diálogo. ‘Vamos a caminar –me decía-, nada más que a mi pasito’.”

-En una entrevista señalabas el paralelo personal que trazaste entre Carrière y la figura de tu padre.
-Cuando ya estábamos en confianza, lo que uno se pregunta es qué se puede aportar del encuentro con una persona así. Él planteó el asunto del viaje, a lo largo de siete ciudades, como una especie de epitafio a sus hijas. Lugares que él ha recorrido y que han sido muy importantes para su vida. A mí también me hubiera gustado que mi padre me llevase a los lugares que eran importantes para él. Mi padre fue un viajero muy fuerte, era un vendedor de llantas, y esto le permitió tomar fotografías, donde hay toda una especie de metáforas. Durante la película de Carrière me di cuenta de que de alguna manera una metáfora era la de tratar de acercarme a él emotivamente. Al mismo tiempo, tengo la necesidad de una figura fuerte, que sea como un padre que me guíe, porque haciendo esto estoy solo y a nivel creativo siempre necesitas un tutor. En este caso fue Carrière.

-Por lo que decís, lo fuiste descubriendo durante el rodaje, lo que también implica cierto riesgo.
-Yo no sé cómo lo hacen los demás, pero yo sí necesito de alguna manera involucrarme, sino sería un sufrimiento espantoso. No hay modo de hacer algo si tú no tienes que ver ahí, tienes que hacer tuya la película. Por lo general, el lugar común de la entrevista y la presunción de la sapiencia se ponen en primer lugar, antes del silencio íntimo y personal. Poder hacer a un lado toda esa parte y poderse meter en la otra parte, eso es fantástico. Le decía a Carrière: “tú eres guionista, tú estás escribiendo estas cartas [NdR: cada carta es un lugar: Nueva York, el sur de Francia, París, Toledo, La India, Irán, México], cuéntame: ¿cómo vamos a estructurar esto, cómo se cuenta esta historia? Vamos a los lugares y tú me llevas de la mano, porque yo no tengo mucho que decir, excepto que tengo que andar descubriendo cómo filmarte”; entonces me dice “bueno, ¡tal vez es la primer película de un guionista sin guión!”. Eso fue también una lección a mi favor, porque a mí me gusta trabajar así, si me hubiera puesto una especie de cinturón donde no me permitía salirme de cierto espacio hubiera sido terrible.

-Tu atención al silencio íntimo me remite a Del olvido al no me acuerdo (1999), en su búsqueda por retener lo inasible de los recuerdos.
-Es muy bonito que se logre transmitir este aspecto, esa cosa de lo intangible. Aparentemente un documental debería ser una historia muy concreta y específica de un hecho palpable, tremendista incluso, y yo llevo la contraria completamente. Del olvido al no me acuerdo nació siendo una especie de película sobre mi padre, pero desde la negación. Cuando preguntaba, y por error me decían, “sí, lo conocí”, “sé dónde estuvo”, “se sentó aquí”, se volvía un poco aburrido, no tienes tanta fantasía. En En el hoyo (Mejor Película Bafici 2006) hay también un homenaje a la palabra, a la manera de hablar de la gente, que es lo que a mí me gusta mucho. Esa es la base fundamental. Lo que me viene de mi padre es el amor de escuchar hablar a la gente. El pretexto son los recuerdos, pero ¿cómo los cuentas? En En el hoyo eso ocurre pero con los albañiles, desde el punto de vista urbano, y sin la necesidad de saber cuántas toneladas pesan las columnas y qué dimensiones tiene la pista.

-En algún momento, la película hace referencia a la necesidad de almas para la construcción del puente.
-Hay un personaje, Natividad, una persona totalmente mística, que dice que el punte necesita almas para no caer. De hecho, la película está basada en el misticismo. ¡Qué bonito! La figura mística de las cosas es importante. Ves qué hay detrás y se abre un mundo enorme. Todo tiene finalmente un fondo, que no es esotérico, es misterioso, y ese misterio le da, tal vez, lo cinematográfico.
En el hoyo se proyectará mañana, a las 18, también en La Comedia. 
 

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