La película
como granito de arena
Premiada en el
Festival de Mar del Plata, Pies en la tierra –ópera prima de Mario Pedernera-
se estrenó en Cine El Cairo con las presencias del realizador y su primer
actor, Francisco Cataldi.
Por Leandro Arteaga
“Estoy muy contento con haber podido lograr mi
primera película. Espero que deje su pequeño sello, que aporte su granito de
arena a ciertas cuestiones que son importantes en algunos momentos de la vida,
como lo son las cosas simples” explica Mario Pedernera a Rosario/12 sobre Pies en la
tierra, estreno en El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120), y agrega: “la
idea era transmitir un mensaje sincero, sencillo, humilde”.
Es rápida la conexión que la ópera prima de
Pedernera establece con el espectador. El escenario es Entre Ríos, a través del
viaje que –en silla de ruedas- lleva adelante Juan (Francisco Cataldi), desde su
casita de pescador en una isla del Delta hasta Villa Luna. En el recorrido,
Juan conocerá gente variable pero signada por una misma atención solidaria. Pies en la tierra se sitúa, de esta
manera, entre Una historia sencilla
de David Lynch y la afabilidad de personajes del cine de Carlos Sorín.
“Fue difícil, porque si bien la película es
entrerriana, yo soy cordobés y vivo en Buenos Aires”, continúa Pedernera. “No
quería ser un externo a la provincia, sino que quería contar una historia desde
Entre Ríos hacia fuera. La idea era primero generar empatía con la gente,
familiarizarse con su folklore. Después se hizo un casting muy grande, donde
buscamos justamente el tono entrerriano de la gente común, sencilla, que
tuviera esa chispita que sale de una manera espontánea.”
Entre los actores y actrices no profesionales para
los personajes de Pies en la tierra
destacan dos excepciones. Una de ellas es Carlos Belloso (como un impagable
cantor de kermés), la otra y principal es Francisco Cataldi, cuya
caracterización le valiera el galardón a la mejor interpretación en el Festival
de Cine de Mar del Plata. El director señala que “el trabajo de Francisco fue
fenomenal, y eso no es gratuito, le costó mucho trabajo. Tuvo que
interiorizarse con la gente, estuvo casi tres meses viviendo con pescadores
artesanales de Gualeguaychú. Se generó entre todos un profesionalismo que, de
todos modos, no funciona si no se termina de captar lo común de la gente. Lo
que a la gente le parecía irrelevante, yo lo anotaba, lo registraba, porque era
eso lo que quería tener en la película, y creo que por momentos es eso lo que
se ve”.
Cataldi lleva adelante un papel que no es
necesariamente entrador, sino antes bien distante, con los demás y con el
espectador mismo. “Es que en un inicio el personaje no es querible, tiene su
mundo. Los demás están siempre ayudándolo, dándole una mano, pero él sin
embargo se muestra medio hosco, muy retraído, tiene mucha culpa y de golpe se
le presenta la oportunidad del viaje. Por eso sale en su silla de ruedas, porque
tiene la oportunidad de redimirse, de encontrar lo que le falta”, apunta el
actor.
En este recorrido, el Juan de Cataldi comulga
progresivamente con quienes le rodean, desde una familiaridad que –excepción
hecha en Sorín- es difícil de encontrar en el cine. “Uno como actor tiene que
estar dispuesto a tener la guardia baja, a abrirse a una historia, para que esa
historia entre en uno. Tiene que abrirse al personaje, a los colegas y a la
misma geografía, a los silencios que proponen la historia y el personaje. Tuve
muchísima suerte de trabajar con gente que si bien no tenía la experiencia de
haber hecho cine o trabajos profesionales, sin embargo tenían una humanidad
importante, muy a flor de piel, que era lo que esta historia necesitaba. Tuve
que estar a la altura de esas humanidades y la hemos pasado muy bien. Es lo que
se ve en la pantalla, la gente va a poder ver a personas muy generosas, muy
brindadas, solidarias, que no suelen ser las protagonistas de muchas historias.”
La inmovilidad de las piernas de Juan también sucede
en sus gestos, su mímica, su boca adusta. Prosigue Cataldi: “Cada actor tiene
su librito. Cuando uno aprende en la escuela una técnica para actuar, después la
tenés que olvidar y meter tus propias herramientas, como cuando aprendés a
hacer equilibrio con la bici, te tenés que olvidar de eso o te caés. De tanto
leer una historia, la historia misma te va invadiendo, se va metiendo en tu
propio espíritu. Notaba que en el texto yo no hablaba mucho, tenía que hacerlo
con los ojos y con los silencios. Hasta me cambió el tono de voz, se me hizo
más grave, algo que no busqué. Y que debe tener que ver con procesos más bien
inconscientes. Si vos te pasás mucho tiempo arriba de esa silla de ruedas, vas
a empezar a acomodarte, un hombro se te va a empezar a subir un poquito más sin
querer queriendo, de golpe la mirada se te va a quedar en algún punto del
horizonte, vas a empezar a ver cómo vuelan los pájaros, vas a estar más atento
a todo. Y como el personaje está dolido, las mismas sensaciones de bronca o de
dolor te van cambiando las facciones. La cara de uno es una suerte de máscara.
Yo no estuve diez años en la silla, pero tuve que hacer un mismo recorrido
mental.”
Pies en la
tierra se
puede ver hoy a las 21.30 y mañana a las 20 en El Cairo.
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