Cuando el agua
se pone turbia
Por
Leandro Arteaga
Rosario/12 (20/05/2013)
La nueva película de la realizadora argentina
Victoria Galardi (Cerro Bayo, Amorosa Soledad) encuentra su núcleo en
la tríada compuesta entre dos amigas y el ex-marido de una de ellas (devenido
amante de la otra). Así señalado poco –más bien, nada- se dice respecto de las
maneras con las que la cineasta plantea el conflicto, lo indaga, e intenta
concluir. Conclusión, en todo caso, que poco importará en tanto punto final,
sino mejor como situación de desenlace argumental, que postulará puntos
suspensivos y no últimos.
Esto puede también analizarse desde la evidente
puesta en escena meticulosa que el film expone, con un guión atento a todas y
cada una de las réplicas que los personajes profieren, en donde no será tan
sustancial lo que se dice como lo que, justamente, se esconde o elude. También
acerca de cómo se relacionan diferentes diálogos gracias al montaje, que los
retroalimenta, vuelve ambiguos, o mejor aún, procura sean completados desde la
tarea del espectador.
En este sentido, podría citarse tanto la elección
suspendida que entre los dos jardineros (uno siempre ausente) habrá de hacer
Lucía (Valeria Bertuccelli), aquejada al descubrir el “engaño” entre su ex y Ana
(Fernán Mirás y Elena Anaya), o el saludable juego de McGuffin que supone la
dialéctica oficiada por el agua limpia y sucia de la piscina: entre hojas,
bichero, y filtro de agua descompuesto.
Por eso, todos los elementos que aparecen en Pensé que iba a haber fiesta dicen desde
lo que se alude, pero apenas. Así, de hecho, es el inicio mismo del film: Lucía
y Ana se dirigen en automóvil a la casa de la primera, quien se va de
vacaciones por unos días. Allí irá Ricardo (Mirás) a buscar a su hija. Pero
para entender o saber todo esto, habrá que dejarse llevar por la andadura misma
del film, de sus diálogos, de las relaciones que comienzan a esclarecerse, así
como de las locaciones que la película transita, cuya orientación espacial y
geográfica se intuye primero, y se sabe después.
El trabajo de guión, por eso, aparece como una
herramienta evidentemente precisa en el diseño de la película. En este sentido,
se celebran los “espacios en blanco” que aparecen, que obligan al espectador a
participar. El momento mayor, puntual, será allí cuando las distintas
problemáticas coincidan en una, o casi, durante la fiesta de fin de año. El
nerviosismo juega un papel que se dimensiona más cuando los diálogos comunes,
torpes, interesados, quieren tener relevancia. Hasta llegar al momento cúlmine
que significa una resolución aparente, mientras Ana y Ricardo se van, se
escapan de la fiesta. El silencio se prolonga y hace, tal vez, que lo que de
allí en más suceda se vuelva demasiado retórico. Como si la última secuencia de
Pensé que iba a haber fiesta no
tuviese –tal vez- razón de ser.
Pensé
que iba a haber fiesta
Argentina-España, 2013. Dirección y guión: Victoria Galardi. Fotografía: Julián Ledesma. Música: Niño Josele. Montaje: Alejandro Brodershon. Reparto:
Elena Anaya, Valeria Bertucelli, Fernán Mirás, Esteban Bigliardi, Esteban
Lamothe, Abigail Cohen. Duración: 84 minutos.
Salas:
Monumental, Cines del Centro, Showcase, Sunstar, Village.
7
(siete) puntos
No hay comentarios:
Publicar un comentario