Fragmentos de
una calma aparente
Con un
minimalismo que es puesta en escena compleja, Carnaval indaga en la cotidianeidad de dos hermanos. Cortometraje ganador de la
convocatoria de Espacio Santafesino, es ópera prima de su realizadora.
Por
Leandro Arteaga
La pantalla de Cine El Cairo (Sante Fe 1120)
continúa en su tarea de consolidar un lugar audiovisual para la producción
local. Hoy, a las 18, podrá verse Carnaval,
ópera prima de la santafesina Lisa Caligaris, seleccionada en la Convocatoria Espacio
Santafesino del Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia.
Directora de casting y actriz de trayectoria
internacional –Caligaris ha participado en films como Todos tenemos un plan, de Ana Piterbarg, y El muerto y ser feliz, de Javier Rebollo-, la realizadora borda en
apenas 25 minutos un clima de encierro cotidiano, protagonizado por dos
hermanos, almaceneros (María Fuster y Luis Blua), en el día a día –puertas
adentro- del pueblito de Eusebia. Mientras tanto, voces anuncian la llegada del
carnaval, tanto como los aerosoles con nieve espuma para la venta. Entre el
afuera y el adentro, Carnaval
construye un clima denso, de cotidianeidad extraña, naturalizada.
-¿Qué fue lo
que internamente te movilizó para la historia?
-Por un lado, los personajes están basados en dos
tíos míos, pero más allá de eso, lo que me llamó la atención fue la cuestión de
la imposibilidad de accionar del ser humano, de no poder salir para hacer lo
que se quiere, aunque sea de intentarlo; un encierro que puede tener quien vive
en un pueblo o quien vive en un décimo piso de Capital Federal. Quizás pueda
percibírselo mejor en el personaje de ella, en sus aparentes ganas de ir al
carnaval. Pero hay algo, que no está muy claro, que no se lo permite y hace que
no lo logre.
-Hay gestos que
dicen, así como frases con puntos suspensivos, como cuando ella habla de
zapatos nuevos o mientras almuerzan.
-Me interesaba lograr eso, y no explicar que
estuviesen peleados o enojados. Simplemente se preguntan o se responden por el
pan o por los zapatos de esa manera porque viven así, desde esa cotidianeidad
en la que parece no pasar nada pero, sin embargo, pasan muchas cosas. Me
hubiese gustado tener una hora y media para poder desarrollar más cada
personaje, pero por el tiempo que amerita un corto se eligió dejar, como decís,
puntos suspensivos sobre lo que pueda estar pasando.
-Seguramente
hubo un trabajo de guión muy fino, son todos planos fijos, el movimiento
interno es preciso, pero también a veces espontáneo. Veo que participó Santiago
Loza como asesor (NdR: Director de La
invención de la carne y Los labios).
-Una vez que presentamos el guión y ganó el concurso,
lo quisimos seguir trabajando; fue ahí cuando me puse en contacto con Santiago.
Su aporte fue genial, cuando yo quería contar más y más, él me decía no y no,
pero sin influir, sin decirme qué escenas agregar o cuáles sacar; simplemente
me dio una vuelta de rosca interesante, que me ayudó de manera muy importante.
Yo también estaba obsesionada con dejar que las cosas pasaran ante la cámara
como tenían que pasar. Es el caso de la primera escena, con los trabajadores
que bajan del camión, a los que les mandé la actriz para ver cómo reaccionaban.
Yo quería lograr eso, aún sabiendo que es algo que puede funcionar como no. Es
una de las escenas que más quiero, ellos casi ni supieron que era un corto y no
tuvieron ningún problema, actuaron como si fueran el dueño del negocio.
Estuvimos abiertos a que pasaran estas situaciones, por eso la primera escena
tiene mucho de espontáneo e improvisado.
-Es una escena
inicial que desconcierta, que borra límites entre documental o ficción, lo
mejor que puede pasar.
-Totalmente, siempre estuvo bastante difusa la línea
entre documental y ficción, si bien son actores y había un guión. Lo mismo
sucede con el sonido de la última escena, que es del carnaval de Ramona, un
pueblo que está cerca, de donde soy yo. Nunca jamás podría haber reproducido ni
una décima parte de lo que fue ese sonido del final, que no habría funcionado
con otro locutor. En un principio lo grabamos sin saber para qué nos iba a
servir.
-Se nota que
el trabajo está impregnado del lugar, del pueblito, aún cuando todo suceda
puertas adentro.
-Me alegro de que lo hayas sentido así porque se
discutió sobre si sacar la cámara, sobre si mostrar tomas del pueblo, pero no
era algo que me interesara. También podría haber sido una casa de Buenos Aires
o la de un pueblo de cualquier lado. Pero no quise sacar la cámara de la casa,
del encierro, y me encanta que me digas eso, que se pueda percibir que es un
pueblo. Si bien es una historia universal, en un punto aparece algo que es muy
santafesino.
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