sábado, 27 de abril de 2013

Carnaval (2013) de Lisa Caligaris: entrevista


Fragmentos de una calma aparente

Con un minimalismo que es puesta en escena compleja, Carnaval indaga en la cotidianeidad de dos hermanos. Cortometraje ganador de la convocatoria de Espacio Santafesino, es ópera prima de su realizadora.


Por Leandro Arteaga

La pantalla de Cine El Cairo (Sante Fe 1120) continúa en su tarea de consolidar un lugar audiovisual para la producción local. Hoy, a las 18, podrá verse Carnaval, ópera prima de la santafesina Lisa Caligaris, seleccionada en la Convocatoria Espacio Santafesino del Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia.
Directora de casting y actriz de trayectoria internacional –Caligaris ha participado en films como Todos tenemos un plan, de Ana Piterbarg, y El muerto y ser feliz, de Javier Rebollo-, la realizadora borda en apenas 25 minutos un clima de encierro cotidiano, protagonizado por dos hermanos, almaceneros (María Fuster y Luis Blua), en el día a día –puertas adentro- del pueblito de Eusebia. Mientras tanto, voces anuncian la llegada del carnaval, tanto como los aerosoles con nieve espuma para la venta. Entre el afuera y el adentro, Carnaval construye un clima denso, de cotidianeidad extraña, naturalizada.

-¿Qué fue lo que internamente te movilizó para la historia?
-Por un lado, los personajes están basados en dos tíos míos, pero más allá de eso, lo que me llamó la atención fue la cuestión de la imposibilidad de accionar del ser humano, de no poder salir para hacer lo que se quiere, aunque sea de intentarlo; un encierro que puede tener quien vive en un pueblo o quien vive en un décimo piso de Capital Federal. Quizás pueda percibírselo mejor en el personaje de ella, en sus aparentes ganas de ir al carnaval. Pero hay algo, que no está muy claro, que no se lo permite y hace que no lo logre. 

-Hay gestos que dicen, así como frases con puntos suspensivos, como cuando ella habla de zapatos nuevos o mientras almuerzan.
-Me interesaba lograr eso, y no explicar que estuviesen peleados o enojados. Simplemente se preguntan o se responden por el pan o por los zapatos de esa manera porque viven así, desde esa cotidianeidad en la que parece no pasar nada pero, sin embargo, pasan muchas cosas. Me hubiese gustado tener una hora y media para poder desarrollar más cada personaje, pero por el tiempo que amerita un corto se eligió dejar, como decís, puntos suspensivos sobre lo que pueda estar pasando.

-Seguramente hubo un trabajo de guión muy fino, son todos planos fijos, el movimiento interno es preciso, pero también a veces espontáneo. Veo que participó Santiago Loza como asesor (NdR: Director de La invención de la carne y Los labios).
-Una vez que presentamos el guión y ganó el concurso, lo quisimos seguir trabajando; fue ahí cuando me puse en contacto con Santiago. Su aporte fue genial, cuando yo quería contar más y más, él me decía no y no, pero sin influir, sin decirme qué escenas agregar o cuáles sacar; simplemente me dio una vuelta de rosca interesante, que me ayudó de manera muy importante. Yo también estaba obsesionada con dejar que las cosas pasaran ante la cámara como tenían que pasar. Es el caso de la primera escena, con los trabajadores que bajan del camión, a los que les mandé la actriz para ver cómo reaccionaban. Yo quería lograr eso, aún sabiendo que es algo que puede funcionar como no. Es una de las escenas que más quiero, ellos casi ni supieron que era un corto y no tuvieron ningún problema, actuaron como si fueran el dueño del negocio. Estuvimos abiertos a que pasaran estas situaciones, por eso la primera escena tiene mucho de espontáneo e improvisado.

-Es una escena inicial que desconcierta, que borra límites entre documental o ficción, lo mejor que puede pasar.
-Totalmente, siempre estuvo bastante difusa la línea entre documental y ficción, si bien son actores y había un guión. Lo mismo sucede con el sonido de la última escena, que es del carnaval de Ramona, un pueblo que está cerca, de donde soy yo. Nunca jamás podría haber reproducido ni una décima parte de lo que fue ese sonido del final, que no habría funcionado con otro locutor. En un principio lo grabamos sin saber para qué nos iba a servir.

-Se nota que el trabajo está impregnado del lugar, del pueblito, aún cuando todo suceda puertas adentro.
-Me alegro de que lo hayas sentido así porque se discutió sobre si sacar la cámara, sobre si mostrar tomas del pueblo, pero no era algo que me interesara. También podría haber sido una casa de Buenos Aires o la de un pueblo de cualquier lado. Pero no quise sacar la cámara de la casa, del encierro, y me encanta que me digas eso, que se pueda percibir que es un pueblo. Si bien es una historia universal, en un punto aparece algo que es muy santafesino.

No hay comentarios: