Tan bestial
como sorprendente
Por Leandro Arteaga
Diment sabe lo que hace porque lo disfruta. Esto es
así: cuando se va al cine y se sale satisfecho, es porque el deseo ha sido –por
el momento- colmado. Con el cine de terror sucede esto y de una manera más
clara. Porque para ver cine de terror hay que quererlo. Querer dejarse llevar
hacia el interior de lápidas, disfrutar con algún miembro revoleado, degustar
maldiciones, invocar las sombras, esperar gustoso la noche, preferir las
brumas, adorar los borbotones de sangre, tener simpatía por los monstruos, amar
el cine B.
Al ver La
memoria del muerto aparece la sintonía. Entre (este) espectador y la
película, así como entre ella y su realizador. Porque tales encuadres, tales
diálogos, tales situaciones, tales imaginerías, sólo podían suceder desde el
disfrute. Que ha reconocido el propio Diment desde la palabra: Argento, Fulci,
Raimi, Carpenter; pero que, en verdad, valida la película por sí misma, en
tanto manera privilegiada desde la que todo cineasta, en última instancia,
piensa el cine.
Ahora bien, tal regurgitación requiere de una
reelaboración suficiente, que logre ser verosímil, no en tanto película con
ecos de ultratumba italiana o española, sino –aquí el riesgo- argentina. Y lo
cierto es que, cada vez más, el género de terror construye un espacio propio,
que ha abierto el juego para una proliferación mayor. Con una marca distintiva
que encuentra en el film de Diment una búsqueda formal que es en absoluto
gratuita.
En este sentido, habrá que pensar muy finamente
cuáles películas más podrían decir de una manera tan bestial como sorprendente
sobre el recuerdo tortuoso que acompaña a Pamela
Rementería, víctima de un padre abusador. Su escenificación da cuenta de lo
terrible, lo magistral, que el cine de género puede ser. Y que vuelve
innecesario el parlamento siguiente de la actriz, quien explica lo sucedido para,
dado el caso, dar pie a otra resolución.
Lo dicho, apenas, como una
de las varias piezas del juego mayor, contenido por la casona de noche, con la
memoria de un muerto (Gabriel Goity) a quien se busca recordar, evocar, llorar,
resucitar. Pero, como siempre, engaños de por medio y enfrentamientos
cruciales, personales, violentos, de todos contra todos porque, de lo que se
trata, es de enfrentar cada uno sus propios fantasmas.
Cuando todo se resuelva,
podrá ocurrir la previsible vuelta de tuerca. Pero, se sabe, lo difícil es
saber cómo utilizar los lugares comunes. Y lo que hacen Diment y guionistas
(entre quienes destaca Nicanor Loreti, responsable de Diablo) es sorprender para retrucar y señalar que un abordaje
inteligente no depende de cine “serio” alguno o que, en todo caso, el género es
una de las maneras más serias de entender el cine.
La
memoria del muerto
Argentina, 2011. Dirección:
Valentín Javier Diment. Guión: Martín Bousson, Valentín Javier Diment, Germán Val,
Nicolás Loreti. Fotografía: Claudio Benza. Montaje: Martín Blousson, Gustavo
Gorzalczany. Música: Pablo Borghi. Reparto: Lola Berthet, Luis Ziembrowski,
Rafael Ferro, Jimena Anganuzzi, Lorena Vega, Matías Marmorato, Gabriel Goity.
8
(ocho) puntos
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