Policías y
drogas a medio camino
Rosario/12, 17/09/2012
El cine de Oliver Stone es, puede decirse,
muestrario de una presunta carrera vaivén, dada entre proyectos más comerciales
y otros más “personales”. Siempre y cuando tal distinción, claro, sea pensable.
En tal sentido, sus films más autorales serían los mejores. Pero esto no es
así. Tampoco a la inversa. Porque la obra de Stone es más o menos siempre la
misma, tanto en lo que refiere a Wall
Street como a Comandante, a Salvador como Al sur de la frontera. Más o menos buenas. Más menos que más.
Es que sus películas son, cuando se lo proponen,
obvias, redundantes, aleccionadoras. Todas palabras consecuentes con Nacido el cuatro de julio, con Alexander, o con el tedio que es, por
ejemplo, Las torres gemelas. A veces,
la cuestión camina mejor. Sea quizá por cierta ironía involuntaria o merced al
clima de época; tal es el caso de Asesinos
por naturaleza o U Turn. A medio
camino, puede situarse Salvajes.
Algo –positivo- tendrá que ver la colaboración justa
que en el guión significa Don Winslow, autor de la novela de origen. La
literatura de Winslow (El poder del perro,
Muerte y vida de Bobby Z)
oscila entre la ironía brutal, la pornografía, el crimen, la traición, la
delación, la deshumanización, y el tráfico de drogas. Diálogos sardónicos,
comportamientos animales, pueblan sus relatos. Algo de esto hay en Salvajes. Quizá no lo suficiente. Aunque
con un espíritu más o menos consecuente con la literatura winslowiana.
Por ejemplo: ¿Por qué quiere un cartel mexicano
quedarse con la tajada que significa el pequeño trío de traficantes
californiano? Porque es lo mismo que hace el Wallmart con sus competidores, explica
el agente de la DEA,
corrupto, interpretado por John Travolta. También: ¿de dónde viene la droga?
¿México? No… Sino de Afganistán. Ninguna marihuana mejor que la de Afganistán.
El marine, así, acumula semillas mientras mata por la patria. Las siembran con
su amigo/amante en Estados Unidos. Y burlan con cinismo suficiente la moralina á la Traffic. Dos amigos y una amiga. Uno, violento y soldado; otro, espiritual, dado a
la beneficencia; ella, vínculo sexual que, por eso, será víctima de secuestro
para el chantaje del cartel mexicano.
¿Lo mejor? Benicio Del Toro. Mexicano bruto,
abigotado, insensible, asesino. En él la caricatura es precisa. Pero el
desdibujo general comienza por la gran jefa, en la piel de Salma Hayek. Más la
música de Chespirito como contrapunto a la violencia. Hay algo allí que no
termina de funcionar. Que acerca a Salvajes
al clima que tuviera Asesinos por
naturaleza pero sin la consistencia suficiente. Como si de un mamarracho se
tratase, en donde los apuntes críticos no terminan de cuajar con una puesta en
escena que, por no animarse a ser de una política incorrecta plena, se vuelve imprecisa.
A medio camino. Pero lo suficientemente lejos de la perorata discursiva. No es
poco.
Salvajes
(Savages) EE.UU.,
2012. Dirección: Oliver Stone. Guión:
Shane Salerno, Oliver Stone, Don Winslow, a partir de la novela de Don Winslow. Fotografía:
Daniel Mindel. Música:
Adam Peters. Montaje:
Joe Hutshing, Stuart Levy, Alex Marquez. Intérpretes:
Blake Lively, Taylor Kitsch, Aaron Taylor-Johnson, Benicio Del Toro, Salma
Hayek, John Travolta. Duración:
131 minutos.
Salas:
Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
6
(seis) puntos
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