sábado, 22 de septiembre de 2012

Ángel Faretta: entrevista


El cine es el arte universal por excelencia


Ángel Faretta ha hecho del cine una de sus pasiones escritas. Teórico y controversial, visita la ciudad y el Festival de Poesía. Hoy en el Parque de España.
Por Leandro Arteaga 
Rosario/12, 22/09/2012

Entre las muchas actividades que compagina el XX Festival Internacional de Poesía de Rosario destaca la presentación del escritor, investigador, y teórico de cine, Ángel Faretta (Buenos Aires, 1953). “La poesía en el cine” es el título del panel que lo tendrá hoy como protagonista, a partir del diálogo/entrevista que Juan Manuel Alonso y Pablo Makovsky ofrecerán, a las 17.30, en el túnel 4 del Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río); túnel-lugar parecido, en palabras de Faretta, “a una película de Fritz Lang”.
La trayectoria de Ángel Faretta es casi única desde el relieve que significa la elaboración de una teoría propia para el estudio del cine. Pero el cine no es su único ámbito de estudio. Acaba de finalizar otra novela, “muchos relatos”, “y tengo terminado un libro sobre la lírica y el tango, de 500 páginas: El tango y la poesía lírica, de Baudelaire en adelante, centrado en letras de Le Pera”.

-¿El mismo que prometías en las páginas de La pasión manda (2009), donde señalabas que tango y melodrama coincidían expresivamente?

-Exactamente. Coinciden porque las formas tradicionales no pueden perderse; pueden disfrazarse, opacarse, camuflarse, pero siempre tienen que sobrevivir.

-Tal el abordaje de tus libros, si el cine es objeto de estudio, lo es porque ha sido.

-El cine ha llegado a su fin, pero esa palabra que parece terminal tiene un gran optimismo, porque el cine llegó a la meta, a su finalidad.

-¿Cuál meta?

-Eran dos, una interna, dada por una interna diferencial-política en la sociedad norteamericana. El cine norteamericano está hecho por grupos desplazados de católicos y de judíos, que se unieron, en alianza, contra el mundo wasp –anglosajón, protestante, liberal-, ésa fue la primera fundamentación. Logró dar una imagen mundial, universal, de cierta cultura, no sólo norteamericana. Adaptaron todo tipo de novelas, fueron a toda época histórica, que no coincidía con la “mentalidad del este”, por decirlo de alguna manera. Yo siempre hago el chiste “Hollywood vs. Harvard”, pero no es tan chiste. Hay dos países ahí. Luego, también llegó su objetivo porque cumplió todas las metas que se había propuesto. El ejemplo que siempre doy, porque es una película del año 2000, es Misión a Marte, donde Brian De Palma trabaja con todas las teorías más complejas de la teología católica, como la de Teilhard de Chardin y el Punto Omega, respondiéndole además punto por punto a 2001 (Stanley Kubrick). Después de esa película, cuando determinados parámetros filosóficos se pueden llevar al cine y además el cine te explica porqué se hizo, evidentemente llega a su fin. Ahora, siempre que lo digo, hay como una suerte de melancolía. Pero esto no quiere decir que no podamos seguir haciendo o viendo películas, sino que el cine llegó a la meta que se proponía, y ahora tenemos que estudiarlo. El cine, además, modificó, subvirtió -siendo el único arte industrial y no poniéndose en romántico ni en una torre de marfil- las leyes de la sociedad industrial. Hoy para ir al cine no tenemos que ir al Louvre, ni comprar ediciones lujosas, hoy apretamos un botón y tenemos toda la obra de Alfred Hitchcock. El cine es el arte universal por excelencia, y creo que es algo que estaba planeado de antemano. Con cien películas que dejó, tal vez más, tenemos tiempo y resto para pensar en su historia.

-Pienso en cierto riesgo museístico.

-Sí. En mi libro (El concepto del cine, 2005) digo que hay dos tipos de cura cuando se llega a la autoconciencia: la cura-museo y la cura-operativa. La cura-museo es, por ejemplo, la cinefilia, que es una cosa que hay que padecer, como el sarampión, porque es importante que pase. Ahora, seguir teniendo sarampión a los cuarenta años ya es ser flor de pelotudo... Podríamos decir que la cinefilia es la enfermedad infantil del concepto del cine, que hay que atravesar. Pero el cine es difícil de museificar. No te digo que algún día lo consigan, pero es un avatar de la tradición muy difícil de museificar.

-Dada su universalidad actual y digital, o quizás por ello, el cine tiene la necesidad de alguien que oriente.

-Cuando empecé a dar clases de cine en el año ‘77 no había videos; más que clases de estética, las mías eran clases de religión o de mística, porque los alumnos me tenían que creer cuando estaba describiendo una escena de Psicosis. Hasta que apareció el vhs. Evidentemente, en ese aspecto este cambio es positivo. Así que lo que necesitamos entonces es una teoría del cine. Yo tengo una y la ofrezco. Me parece que es lo que pasa con las artes. Yo no soy muy hegeliano, pero es muy lúcido lo que (Hegel) dice en el prólogo de La Fenomenología del espíritu: “la lechuza de Minerva alza su vuelo sólo al atardecer”, quiere decir, la sabiduría sólo pesca algo, entiende, cuando el arte declina. El Renacimiento no tuvo crítica de pintura, era absurdo, el barroco no tuvo crítica de música, la ópera italiana no tuvo críticos de ópera ¿Por qué? Porque se hacía. Así que toda crítica es tardía. Yo por ejemplo no podría haber creado esta crítica del cine en el año ‘50 o ‘60, porque la teoría era la praxis. Entonces, toda teoría tiene algo de flor de invernadero, de fruto artificial, porque si describe algo, es una vez que se detuvo. Hay una película, de un director que ahora no estimo tanto, Los puentes de Madison (Clint Eastwood), donde hay una interesante metáfora. La protagonista, cuando el fotógrafo y ocasional amante le dice por qué se quedó tanto tiempo en la casa, responde “lo que pasa es que una madre debe detenerse para que sus hijos la puedan alcanzar”. El cine se detuvo para que nosotros lo podamos alcanzar.

-¿El denominado boom de las series televisivas es capaz de emular algo de lo que el cine fue?

-La televisión siempre fue enemigo del cine, más aún, en Estados Unidos se puso en marcha la televisión para arruinar el cine, pertenecía a los otros intereses. Puede haber un efecto residual, donde ciertos tópicos, de alguna manera, se vuelven más tópicos, más clisé, en el mundo de la televisión, evidentemente. Hay series que están bien hechas. Pero son muy rápidas, como esas de asalto y homicidio y juicio, donde uno entiende la mitad porque va a mil por hora. Monk, el detective fóbico, me parece un personaje muy interesante, por su diseño, está muy bien pensado; pero eso es algo que se sostiene en el personaje. La televisión se encuentra en este momento sin el cine y piensa que puede hacer lo que quiere, pero no tiene ningún sustento ideológico detrás, no tiene un enemigo. La ventaja extraordinaria del cine norteamericano, por encima de todos, era que tenía un enemigo claro frente a sí, el mundo wasp. Si el mundo te da tu enemigo, que se opone a vos, como en el caso del mundo wasp, ese grupo de inmigrantes católicos y judíos vieron en el cine, y a partir del cine, que tenían que enfocar esa artillería. Esa es una situación privilegiada, pocas artes la tuvieron.

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