El cine es el
arte universal por excelencia
Ángel Faretta
ha hecho del cine una de sus pasiones escritas. Teórico y controversial, visita
la ciudad y el Festival de Poesía. Hoy en el Parque de España.
Entre las muchas actividades que compagina el XX
Festival Internacional de Poesía de Rosario destaca la presentación del escritor,
investigador, y teórico de cine, Ángel Faretta (Buenos Aires, 1953). “La poesía
en el cine” es el título del panel que lo tendrá hoy como protagonista, a partir
del diálogo/entrevista que Juan Manuel Alonso y Pablo Makovsky ofrecerán, a las
17.30, en el túnel 4 del Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río);
túnel-lugar parecido, en palabras de Faretta, “a una película de Fritz Lang”.
La trayectoria de Ángel Faretta es casi única desde
el relieve que significa la elaboración de una teoría propia para el estudio
del cine. Pero el cine no es su único ámbito de estudio. Acaba de finalizar
otra novela, “muchos relatos”, “y tengo terminado un libro sobre la lírica y el
tango, de 500 páginas: El tango y la
poesía lírica, de Baudelaire en adelante, centrado en letras de Le Pera”.
-¿El mismo que
prometías en las páginas de La pasión
manda (2009), donde señalabas que tango y melodrama coincidían
expresivamente?
-Exactamente. Coinciden porque las formas
tradicionales no pueden perderse; pueden disfrazarse, opacarse, camuflarse,
pero siempre tienen que sobrevivir.
-Tal el
abordaje de tus libros, si el cine es objeto de estudio, lo es porque ha sido.
-El cine ha llegado a su fin, pero esa palabra que
parece terminal tiene un gran optimismo, porque el cine llegó a la meta, a su
finalidad.
-¿Cuál meta?
-Eran dos, una interna, dada por una interna
diferencial-política en la sociedad norteamericana. El cine norteamericano está
hecho por grupos desplazados de católicos y de judíos, que se unieron, en
alianza, contra el mundo wasp
–anglosajón, protestante, liberal-, ésa fue la primera fundamentación. Logró
dar una imagen mundial, universal, de cierta cultura, no sólo norteamericana. Adaptaron
todo tipo de novelas, fueron a toda época histórica, que no coincidía con la “mentalidad
del este”, por decirlo de alguna manera. Yo siempre hago el chiste “Hollywood
vs. Harvard”, pero no es tan chiste. Hay dos países ahí. Luego, también llegó
su objetivo porque cumplió todas las metas que se había propuesto. El ejemplo
que siempre doy, porque es una película del año 2000, es Misión a Marte, donde Brian De Palma trabaja con todas las teorías
más complejas de la teología católica, como la de Teilhard de Chardin y el
Punto Omega, respondiéndole además punto por punto a 2001 (Stanley Kubrick). Después de esa película, cuando
determinados parámetros filosóficos se pueden llevar al cine y además el cine
te explica porqué se hizo, evidentemente llega a su fin. Ahora, siempre que lo
digo, hay como una suerte de melancolía. Pero esto no quiere decir que no
podamos seguir haciendo o viendo películas, sino que el cine llegó a la meta
que se proponía, y ahora tenemos que estudiarlo. El cine, además, modificó,
subvirtió -siendo el único arte industrial y no poniéndose en romántico ni en
una torre de marfil- las leyes de la sociedad industrial. Hoy para ir al cine
no tenemos que ir al Louvre, ni comprar ediciones lujosas, hoy apretamos un
botón y tenemos toda la obra de Alfred Hitchcock. El cine es el arte universal
por excelencia, y creo que es algo que estaba planeado de antemano. Con cien
películas que dejó, tal vez más, tenemos tiempo y resto para pensar en su
historia.
-Pienso en cierto
riesgo museístico.
-Sí. En mi libro (El concepto del cine, 2005) digo que hay dos tipos de cura cuando
se llega a la autoconciencia: la cura-museo y la cura-operativa. La cura-museo
es, por ejemplo, la cinefilia, que es una cosa que hay que padecer, como el
sarampión, porque es importante que pase. Ahora, seguir teniendo sarampión a
los cuarenta años ya es ser flor de pelotudo... Podríamos decir que la
cinefilia es la enfermedad infantil del concepto del cine, que hay que
atravesar. Pero el cine es difícil de museificar. No te digo que algún día lo
consigan, pero es un avatar de la tradición muy difícil de museificar.
-Dada su
universalidad actual y digital, o quizás por ello, el cine tiene la necesidad
de alguien que oriente.
-Cuando empecé a dar clases de cine en el año ‘77 no
había videos; más que clases de estética, las mías eran clases de religión o de
mística, porque los alumnos me tenían que creer cuando estaba describiendo una
escena de Psicosis. Hasta que
apareció el vhs. Evidentemente, en ese aspecto este cambio es positivo. Así que
lo que necesitamos entonces es una teoría del cine. Yo tengo una y la ofrezco.
Me parece que es lo que pasa con las artes. Yo no soy muy hegeliano, pero es
muy lúcido lo que (Hegel) dice en el prólogo de La
Fenomenología del
espíritu: “la lechuza de Minerva alza su vuelo sólo al atardecer”, quiere
decir, la sabiduría sólo pesca algo, entiende, cuando el arte declina. El
Renacimiento no tuvo crítica de pintura, era absurdo, el barroco no tuvo
crítica de música, la ópera italiana no tuvo críticos de ópera ¿Por qué? Porque
se hacía. Así que toda crítica es tardía. Yo por ejemplo no podría haber creado
esta crítica del cine en el año ‘50 o ‘60, porque la teoría era la praxis.
Entonces, toda teoría tiene algo de flor de invernadero, de fruto artificial,
porque si describe algo, es una vez que se detuvo. Hay una película, de un
director que ahora no estimo tanto, Los
puentes de Madison (Clint Eastwood), donde hay una interesante metáfora. La
protagonista, cuando el fotógrafo y ocasional amante le dice por qué se quedó
tanto tiempo en la casa, responde “lo que pasa es que una madre debe detenerse
para que sus hijos la puedan alcanzar”. El cine se detuvo para que nosotros lo
podamos alcanzar.
-¿El
denominado boom de las series televisivas es capaz de emular algo de lo que el
cine fue?
-La televisión siempre fue enemigo del cine, más
aún, en Estados Unidos se puso en marcha la televisión para arruinar el cine,
pertenecía a los otros intereses. Puede haber un efecto residual, donde ciertos
tópicos, de alguna manera, se vuelven más tópicos, más clisé, en el mundo de la
televisión, evidentemente. Hay series que están bien hechas. Pero son muy
rápidas, como esas de asalto y homicidio y juicio, donde uno entiende la mitad
porque va a mil por hora. Monk, el
detective fóbico, me parece un personaje muy interesante, por su diseño, está
muy bien pensado; pero eso es algo que se sostiene en el personaje. La
televisión se encuentra en este momento sin el cine y piensa que puede hacer lo
que quiere, pero no tiene ningún sustento ideológico detrás, no tiene un
enemigo. La ventaja extraordinaria del cine norteamericano, por encima de
todos, era que tenía un enemigo claro frente a sí, el mundo wasp. Si el mundo te da tu enemigo, que
se opone a vos, como en el caso del mundo wasp,
ese grupo de inmigrantes católicos y judíos vieron en el cine, y a partir del
cine, que tenían que enfocar esa artillería. Esa es una situación privilegiada,
pocas artes la tuvieron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario