Artes
marciales con música invisible
Por
Leandro Arteaga
Por esta película, por las hechas y las que vienen,
es que Steven Soderbergh sigue como realizador irresistible, irritante, mejor,
peor. Contagio fue soporífera. Erin Brokovich, de política correcta. Traffic, casi fascistoide. La trilogía La gran estafa, mero ejercicio de
“estilo” (circa años ´70 pero vacío, vacío). Un vaivén que, a veces, deja de
lado la pura cáscara. Desde este criterio: Sexo,
mentiras y video, el díptico sobre Che Guevara, la admirable Vengar la sangre, y el dúo compuesto por
El desinformante y Confesiones de una prostituta de lujo,
ambas muy buenas y muy raras para el “canon” –si es que hay algo así-
hollywoodense.
Si en aquélla el realizador daba pie protagónico a
la actriz porno Sasha Grey, en La
traición hace otro tanto con Gina Carano, experta en artes marciales y
apenas protagonista secundaria en otra película. Carano es Mallory Kane, agente
secreta, con funciones para el gobierno y privados, envuelta ahora en una
trampa disfrazada de misión.
Desde allí no más que decir, porque tampoco hay
mucho por referir, a excepción –y aquí el sello soberberghiano- de la habilidad de montaje, con saltos temporales
que desdibujan el “presente”. Así como en la mayoría de su cine (menos Traffic, que por fascistoide es no
casualmente la más lineal), hay una mezcla de piezas sueltas que de a poco
cobran forma desde el espectador. Aquí desde maneras cinematográficas que
remiten al presupuesto bajo, a una puesta en escena de tono realista, con
cámaras móviles, peleas con golpes repentinos y sin montaje, que suceden
durante el mismo plano donde se está tomando un café o cuando se ingresa en la
habitación de hotel.
Estas sorpresas son impacto al espectador y hacen
creíble la sucesión de patadas y piñas, coreografiadas desde la posibilidad
cierta que el arte marcial de la actriz expone. Verismo que se conjuga con un
diseño sonoro diegético, sin intromisión musical, así como desde la ausencia de
sangre que salpique. Casi como si de un baile se tratase, con una música
invisible dada a partir de los golpes y el montaje.
Pero todo este mirar, que el film provoca y tan
bien, se escribe desde una historia tan mínima que, parece, termina también por
recordarse como tal. La traición
termina y no termina, y no se sabe muy bien si todo lo visto fue para filmar de
una manera caprichosa y nada más. En este sentido, no deja de ser otro
ejercicio de estilo. Con un eco pretendido como para resultar marginal, casi
como las películas de artes marciales con las que más o menos se inscribe. Pero
tal pretensión hace que, inevitablemente, se distinga de ellas tanto como
Indiana Jones lo hacía de los serials
de los ´30 y ´40.
De todos modos, mejor este Soderbergh que otros films
de prédica grandilocuente o mensajes de bienestar moral. No es poco, pero… a
esperar entonces el estreno de Magic Mike
y The Bitter Pill, la primera ya
terminada, y la segunda casi a punto.
La
traición
(Haywire) EE.UU.,
2011. Dirección:
Steven Soderbergh. Guión:
Lem Dobbs. Fotografía
y Montaje: Steven Soderbergh. Música:
David Holmes. Intépretes:
Gina Carano, Michael Fassbender, Ewan McGregor, Michael Douglas, Antonio
Banderas, Channing Tatum. Duración:
93 minutos.
Salas:
Cines del Centro, Showcase, Village.
6
(seis) puntos
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