Vidas dedicadas a la historieta
Durante el transcurso de "Leyendas 2004", precisamente el día sábado 29 de mayo, tuve la oportunidad de conocer a dos de los más importantes nombres de la historieta argentina: Carlos Casalla (Cabo Savino, 1954) y Eugenio Zoppi (Misterix, 1955). Recupero aquí una nota breve, más el recuerdo pleno para el querido Zoppi (fallecido pocos días después, el 28 de julio de 2004), cuya verborragia y humor disipaban el frío de aquella tarde.
¿Cómo se involucraron con la historieta?
Casalla: Yo estudié en la Academia de Bellas Artes, con grandes maestros como [Lino E.] Spilimbergo y [Vicente] Forte, en un clima de mucho talento. Un día le dije a Spilimbergo que me gustaba Alex Raymond, le llevé una revista y le pregunté: "¿maestro, usted vería mal que me dedique a la historieta?", y él me dijo: "no, no, usted tiene que hacer lo que le guste, lo que desea y ser feliz". Que un maestro así te diga esto es algo que empuja. La primera publicación que hice fue una versión de Martin Fierro en la revista El soldado argentino, cuando estaba en la conscripción. Conocía bastante las costumbres del gaucho porque de chico había vivido en la pampa.
Zoppi: Mis comienzos fueron mucho más sencillos. Yo era simplemente lector de historietas, me gustaba la fantasía. Todas las semanas imitaba y copiaba una página de Alex Raymond, que salía en un suplemento de Crítica. Amaba la historieta y, como la amaba, quería poseerla. Empecé a hacer muestras, y la primera que me hizo una caída de ojos fue la Editorial Columba, que me dio para calcar historietas de Superman y Batman. Se calcaban para poder publicarlas en blanco y negro, con el cuidado de imitar el estilo de los dibujantes. La otra posibilidad fue en Aventura, como armador y retocador, donde recortaba las historietas cuadro por cuadro, las volvía a disponer, y tenía que rellenarlas con cuadritos que respetaran la historia. A fuerza de golpes y frustaciones llegó el día en que alguien me dio el sí, y eso fue en el diario La Época. Después entré en Abril, donde salió Misterix, que hacían los italianos Alberto Ongaro y Paul Campani. Cuando hubo que reemplazar a Campani se hizo un concurso y tuve la fortuna de que me tocara dibujarla.
¿Le costó adaptarse?
Zoppi: El dibujo de Campani era muy preciso. Tuve que copiarlo y fue una tortura. Cuando Abril dejó de publicar la revista, Misterix vendía unos 90 mil ejemplares, cantidad que hoy sería enorme. Ahí me encontré con la necesidad de volver a mi estilo, al que tardé años en reencontrar. Misterix me dio cierto nombre, pero nunca tuve la suerte de que me dieran otro personaje. De todos modos, dibujarlo fue muy satisfactorio.
¿Cómo surge el Cabo Savino?
Casalla: Al Cabo Savino primero lo inventé por la necesidad de tener que crear un personaje argentino que, salvando las distancias, fuese similar al Sargento Kirk (1). Quise hacer un soldado que fuera menos que sargento y un poquito más que soldado. Dijimos con el guionista [Julio Alvarez Cao]: "para que todo el mundo lo pueda tener cagando". Savino no mandaba a nadie. Lo hicimos un antihéroe, como Kirk y todos los personajes de Oesterheld. El hombre se podía equivocar. Era muy humano. Creo que hicimos una campaña grande, porque duró más de treinta años en el papel. Que le haya gustado al público es un orgullo, porque viví toda mi vida de ello.
¿Las limitaciones de Columba les molestaban?
Casalla: Columba era bastante cerrada. Por ejemplo, no se podía poner en los guiones la palabra rojo, sino "el horizonte se vistió de colorado". "Rojo" no, porque era "comunista". Tampoco se podía dibujar en el pantalón la raya de la bragueta. Todas cuestiones demasiado pulcras. Ellos querían que lo que leyera el lector no pusiera nervioso ni a los guerrilleros ni a las Tres A, sino que fuese un "descanso espiritual".
Zoppi: En definitiva, eran empresarios y eran reaccionarios. Pero lo que salía de allí era hecho por grandes dibujantes y guionistas. Columba daba mucho trabajo. Es cierto que se quedaba con todos los derechos y que no te reconocían nada. Pero las demás editoriales, si bien te pagaban más, tampoco te hacían ningún aporte de nada. De todos modos, reivindico a Columba en el aspecto de haber sido una fuente de trabajo por mucho tiempo.
Casalla: Además, ellos aceptaron al Cabo Savino tal como se los ofrecí, y eso es algo que les reconozco eternamente.
¿Y la propuesta de Frontera?
Zoppi: El trato era distinto. Había confianza y amistad. No era "la empresa". Oesterheld usaba los originales y los devolvía. Cosa que no hacían Columba, Abril, Récord, o Atlántida.
Casalla: Es que para ellos la historieta siempre fue un negocio, y para nosotros no.
Zoppi: Haber dibujado historietas durante 50 años es muy lindo. Tal vez uno no hizo todo lo que desesaba, pero la quiero mucho, por ser popular y por tener puntos álgidos, como durante la época de Oesterheld. En sus historietas hubo sólo un villano, la guerra, todos los demás eran víctimas. Hoy sabemos que esto es así.
(1) Con respecto a Kirk, Casalla confirma la versión famosa: " [Héctor] Oesterheld me contó que lo que quería hacer era una especie de Martín Fierro, pero el editor [César Civita] pensó que era mayor negocio ambientarlo en Estados Unidos. También me dijo que no se le permitió caracterizar a un oficial argentino como desertor."
- Las fotografías pertenecen a:
http://www.ahiros.com.ar/leyendas/2004fotos01_espaciocharlas01.htm
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