domingo, 5 de julio de 2009

John Berger: De A para X. Una historia en cartas (Alfaguara, 2009)


El poeta que
nos lee cartas ajenas



De A para X
Una historia en cartas

John Berger
Colección: Literaturas
Páginas: 208
Fecha de publicación: 01/4/2009

Género: Miscelánea Literaria
Precio: 16.50 €

ISBN: 978-84-204-2295-4
EAN: 9788420422954

Traductora: Pilar Vázquez


"De A para X es uno de los libros más conmovedores que he leído en muchos años. Berger pone de manifiesto que, por viles que sean los ejércitos que nos oprimen, el amor y el espíritu humano son indestructibles."
Harold Pinter

"(…) poco a poco todos aprendemos a movernos por el tiempo,
cada cual a su manera.
"
John Berger/Xavier, p. 109


Que John Berger (Londres, 1926) elija el modelo epistolar para contarnos esta historia (para fragmentarla y desmenuzarla, para provocar elipsis, interrogantes y secretos), nos habla de su atención a lo íntimo, a lo que plasma la grafía propia, de modo torpe, también elegante. Porque allí hay mucho de uno mismo –lector y escribiente-, tanto como de A, tanto como de X. El lector, entonces, asume rasgos de uno y de otro, de A’ida y de Xavier, y de muchos, de tantos más. Berger, qué escritor.
Pero prefiero detenerme, antes bien, en los dos retratos que Berger nos presenta, y pintados por él: dos páginas que se enfrentan mientras sus rostros –los de A y X- nos miran, a la vez, serenos y dulces, separados por el límite que marca la zanja de pegamento entre las dos páginas, juntos y alejados, así como con las cartas, vehículos que aúnan a los amantes aún cuando X sufra su encierro de prisión: dos cadenas perpetuas pero con un amor sin fisuras.
Y será menester, decíamos, destacar los dos retratos, las dos pinturas, porque surgen como voz primera –plural, como única posibilidad de ser-, antes que cualquier aviso acostumbrado de copyrights con aclaraciones de edición –comunes y obligadas en cualquier libro-. Será porque, necesariamente, el libro de Berger no es de Berger, sino de sus protagonistas: ellos antes que cualquiera, antes que uno mismo: voces de sombras que –nos dice Berger- Dios guarde y cuide.
Así podremos enhebrar la historia de las cartas, aunándolas desde la lectura de cada una y entre todas, al llenar los espacios en blanco que nos proponen para completarlos con tantas ideas como queramos. El nexo es simple, puesto que lo que ocurre es cierto, por vital y por humano. Hay una condena política. Hay una defensa de ideas y de amor por la vida. Hay denuncia ante la opresión, la represión, y la estupidez que engendra egoísmos y pobres y muertos. Hay dignidad entre personas que se aman, entre seres humanos que viven entregados a principios tan grandes como para dedicarles la vida. Hay otros –tantas personas-, también y cómo no, por los que vivir, por los que pensar, por los que luchar, por los que escribir. Y John Berger escribe y uno vivencia todo ello. Así de maravilloso es su libro.
Cada carta de A’ida (distribuidas en tres paquetes, rescatadas del olvido por nuestro escritor) es un canto de amor, de pena que disimula, de orgullo, de mujer bella y solícita. Acaricia con las palabras, agrega dibujos para las paredes de la cárcel (de manos, como fragmentos de un cuerpo que se piensa desde allí, desde las posibilidades de esa mano), piensa las historias que vive, y ensueña cada momento mínimo, de esos que acompañan a uno desde lo cotidiano. Todo se lo regala a X. Todo. Palabras vivas, sea tanto para vivirlas como para amarlas (y amarla). Y muchas de estas cartas son comentadas con letra diferente, pensares acuñados por Xavier desde momentos secretos. Textos breves o no, capaces de interactuar con lo escrito por A’ida, o de ser palabras que capturan hálitos que atraviesan a X y le permiten sentirse vivo. Dependerá del interés lector, de cómo queramos leerlos. Aunque sí nos obliguen a pensar vínculos, que nos despidan hacia otros lugares, tanto personales como universales o impostergables.
X, Xavier, por convención, es la cruz de lo prohibido, del castigo y del veneno. Pero también lo es de lo que seduce. Hacia allí, desde niños, hemos sabido dirigirnos, una y otra vez: abrir la puerta que no se permite. Adentrarnos, también, en el secreto que guardan estas cartas íntimas, arracimadas en “una especie de casilleros hechos con cartones de Marlboro” (p. 13), sobre la pared de una celda, la 73, abandonada como cáscara de una cárcel desierta.
El poeta (Berger/A’ida/Xavier) nos regala todo esto porque, antes que jactar autoría alguna, sólo escucha las voces que le rodean. Como un juglar. Un puente de amor y de justicia que, por poética, es justicia al fin.

1 comentario:

Ale dijo...

Hola Leandro!
Que casualidad, te cuento que te conozco de Junin, yo estudié publicidad allá y no recuerdo bien si vos estudiabas lo mismo un año antes que yo, o comunicación social, y eras amigo del "Colo" o me equivoco?
No se si vos te acordarás de mi, yo era del grupo de Maribel Gonzalez y Veronica Rezk que trabajabamos en la Pequeña flia.
Te mando mi mail asi charlamos un poco más.
alejandradorado@bvconline.com.ar
Tambien vivi en Rosario.
Muy bueno tu blog.
Un beso
Ale