lunes, 13 de julio de 2009

La zona (2007, Rodrigo Plá)


Dentro de los
muros y sus voces


La zona
(México, 2007)
Dirección: Rodrigo Plá. Guión: Rodrigo Plá, Laura Santullo. Fotografía: Emiliano Villanueva. Música: Fernando Velázquez. Montaje: Alan García, Nacho Luis Capillas, Bernat Vilaplana. Intérpretes: Daniel Giménez Cacho, Maribel Verdú, Alan Chávez, Daniel Tovar, Carlos Bardem, Marina de Tavira. Duración: 97 minutos.


Aunque con cierto esquematismo e imágenes prolijas, correctamente editadas, La zona se permite –y así también a nosotros- ir un poco más allá. Porque su localización –desde título y argumento- dentro de los límites cercados por alambres de púa de un barrio privado –o country, como gusten- logra que el film se dispare temáticamente, discusionalmente.
Aún así –y creo que me contradiré, una vez y otra- la misma problematización no deja de resultar simple, casi llana. Como si fuese muy fácil comprender qué ocurre en el film y, por ende, qué se da a entender. Pero, acá mis paradojas, igualmente el film se sostiene: sea porque su planteo es cierto, sea porque sus intenciones discursivas son atendibles y, sobre todo, identificables fácilmente en nuestra cotidianeidad.
“La zona” es el nombre que recibe este barrio localizado en una México de contraste simétrico: dentro del muro la epifanía de la vida limpia, por fuera de él la basura edilicia y humana. Una tormenta eléctrica dejará sin servicio de vigilancia a los residentes, y un cartel publicitario derrumbado será la escalera que permita a unos chicos escalar dentro del cubil e introducir la pesadilla en el mundo de los sueños.
Todo ello significará un altercado en el que se suceden robos, muertes, investigación policial y, acá el móvil del relato, la imposibilidad de escape de uno de los chicos, escondido entre las paredes del barrio privado. Como si se tratase, justamente, de la rata que contamina: bajo el sótano, a través de alcantarillas. La suerte de este pequeño ladrón será la preocupación de una población, claro está, fanática, miedosa y fascista.
Porque “La zona” tiene, así como escuela propia, también leyes propias. La asamblea que decide los destinos de la comunidad es el hervidero que sintetiza los miedos de un sector tradicionalmente reaccionario, capaz de sobornar y corromper a un marco social que, también sea dicho, se encuentra proclive a sus dádivas. Desde este lugar, la acción policial se vuelve ambigua, porque si bien hay una investigación que entorpece las intenciones de balacera de los propietarios, al mismo tiempo habrá también una atención a las condiciones que mejor convengan.
Quizá el personaje que mejor exprese esta situación carcelaria -sea tanto por los muros como por el estado de ánimo social- pase a ser el de Maribel Verdú, esposa sin voz que sabe no podrá encontrar manera de sostener lo que se le desmorona. Allí surgirá, de hecho, un hijo perspicaz, capaz de comenzar a ver y rever lo que le rodea, mientras una turba de gente y padres respetables gatilla ante el menor ruido y golpea con puños homicidas.
Como si se generase entre estos dos hijos –el afortunado y el desfavorecido- la simetría y contraste que aludíamos al comienzo de la nota. Será esta condición social la que dicte la suerte personal, pero también será posibilidad de una conversión que, si bien particular, no por ello deja de ser atisbo de un urgente cambio social.

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