lunes, 2 de febrero de 2009

Leo Fernández (entrevista)


Me atrae dibujar una buena historia

Entre viñetas y tinta china, que lo han llevado a Estados Unidos y Europa, Leo Fernández sigue haciendo de las historietas un arte mayúsculo pero, todavía, localmente desconocido.


Rosario cuenta con muchos dibujantes e historietistas que desarrollan su trabajo fronteras afuera. Leo Fernández es uno de ellos. Nacido en Casilda, su carácter de vida nómade lo llevó primero a Rosario, luego a Barcelona y ahora, nuevamente, a vivir en nuestra ciudad.
Mientras hojeo el álbum que me ofrece (Hunter, último trabajo realizado por Fernández junto al guión de Patrick Renault, para la editorial francesa Soleil), el dibujante señala que “por un lado me da pena, porque parece que lo que hacés no tiene valor, no lo sentís en tu vida cotidiana, el público no sabe que el dibujante puede ser alguien que viva acá”. Paradoja que se percibe entre la pregnancia inmediata que generan las páginas en papel ilustración (los franceses poseen una cultura de la historieta de prestigio absoluto) y la desazón del artista. “Nosotros, a veces, al estar tan lejos de todo, aislados, tomamos como referentes a gente de otras actividades, porque tenemos pocos pares”, agrega Fernández, nominado por sus trabajos a premios de relevancia tales como el Eisner y el Harvey.
No puede obviarse la referencia profesional que significa el prolífico Taller de Historietas que supo dictar Marcelo Frusin –otro cotizado artista local, que se reparte entre DC, Marvel y Europa-, cuyos integrantes fueran miembros de una misma mesa de café, donde al término de cada clase, “cualquier día de la semana, en pleno invierno, hablábamos de cine, historietas, hasta las cinco de la mañana. Nos han echado de varios bares.”
De allí también la amistad y trabajo compartido con Francisco Paronzini, con quien Leo Fernández se encuentra en estos momentos realizando Stormwatch, una puesta al día de un comic del subsello editorial Wildstorm (hoy propiedad de DC), pergeñado por el mismísimo Jim Lee (uno de los dibujantes actuales de mayor incidencia). “Como se están relanzando los personajes, también estoy rediseñando sus uniformes, la idea es mezclar una armadura de combate propia de un videojuego, con un poco de superhéroes. La historia transcurre en un universo postapocalíptico. Esto lo hago con el guionista Ian Edginton.”
Previamente, Leo Fernández fue el lápiz encargado de acompañar las andanzas del Increíble Hulk en la saga titulada Hide in Plain Sight, escrita por Bruce Jones y publicada a la par del estreno del film dirigido por Ang Lee en 2003. También se encargó, con el escritor Greg Rucka, de Wolverine, el mutante más famoso de los X-Men, cuyo film en solitario es inminente. Más la complejidad que supone dar luz gráfica al héroe más reaccionario de la editorial Marvel: The Punisher.
Punisher está siempre al límite, mata a todo el mundo. Es una de las pocas historietas de Marvel que pueden darse ese lujo y que son realmente para adultos. Para adultos porque hay que tener ciertos valores claros antes de leerlo, porque el tipo es un ser despreciable. Garth Ennis (el guionista) lo convierte en una buena historia. En Cocina irlandesa (dibujada por Fernández en 2004), el tipo tortura a otro, y a través de su lógica pareciera que está haciendo lo correcto. Por eso es que el lector tiene que tener sus valores bien claros para saber qué está bien y qué no.”

Lo interesante es que, en esa historia, tortura con la complicidad de un policía…

-Sí, Ennis revuelve mucho en las cosas oscuras del ser humano. Punisher es su excusa para contar las historias que él quiere. Le gusta mucho lo bélico, las cosas oscuras, lo sórdido. El lenguaje que se usa, la violencia, son todos elementos que permiten caminar por el borde.

¿Cómo te sentís en el mercado norteamericano?

-Lo piola es que hasta ahora tuve la suerte de no verme empujado a hacer cosas que no quería a nivel gráfico. No soy muy amante del superhéroe clásico, con calzas y toda esa estética. Punisher lo único que tiene de clásico es la remera negra con la calavera, pero después tiene pantalones de combate, campera de cuero, armas…

¿Y en cuanto al ritmo de trabajo mensual?

-Quizá el problema que tengo con los franceses es que vengo medio “formateado” para el ritmo de trabajo yanqui, aunque vivo quejándome porque a veces están muy apurados pero, en cierto modo, uno no deja de ser hijo del rigor. Sin una cierta presión, dibujaría media hora por día. Al tener una fecha de entrega me impongo cierta disciplina. Los franceses te piden un libro por año y, si por determinadas circunstancias se atrasa un poquito, y bueno, sale el año después, no pasa nada. Ahora terminé el segundo libro de Hunter, para Francia, pero no sé que voy a hacer con ellos en el futuro. Como sus tiempos son tan dilatados no lo sé.

¿Cómo fue tu experiencia en Barcelona?

-Barcelona me interesaba mucho personal y profesionalmente. Hay mucho movimiento, están todas las editoriales que reeditan para Estados Unidos, hay comiquerías espectaculares, hay un movimiento artístico increíble, desde la música hasta la arquitectura. Todo el tiempo hay convenciones. Lo que me gusta destacar es que el sentido de la convención en Europa, sobre todo en España y Francia, es que son eventos culturales, muchas veces tienen respaldo del Ayuntamiento o de la Municipalidad y tienen un trato cultural. La diferencia es que cuando el evento es oficial vos vas como artista. Y te encontrás con gente que va a reunirse por un interés genuino en la historieta, a diferencia de San Diego o New York, donde lo que los mueve es un eje comercial.

¿Seguís con el objetivo de dibujar un guión de Alan Moore?

-Después de dibujar tantas cosas distintas, me atrae cada vez más una buena historia. La historia me tiene que estimular, si no ocurre, sea del género que sea, no me gusta.


Ver nota en Rosario/12 (01/02/2009)


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