lunes, 16 de febrero de 2009
Slumdog Millionaire (2008, Danny Boyle)
Miseria y artificios televisivos
Slumdog Millionaire: ¿Quién quiere ser millonario?
(Slumdog Millionaire)
Inglaterra, 2008
Dirección: Danny Boyle, Loveleen Tandan (Co-director India)
Guión: Simon Beaufoy, sobre la novela de Vikas Swarup.
Fotografía: Antohny Dod Mantel.
Música: A. R. Rahman.
Montaje: Chris Dickens.
Intérpretes: Dev Patel, Anil Kapoor, Freida Pinto, Madhur Mittal, Azharuddin Mohammed Ismail, Ayush Mahesh Khedekar.
Duración: 120 minutos.
No podrá obviarse, durante la visión de Slumdog Millionaire –film con diez nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película- la inevitable mirada occidental sobre una cultura extraña. Pero aún cuando ello ocurre, inevitablemente, y más aún respecto de lo que supone la estética que deposita la cámara sobre la miseria económica de la India, Slumdog Millionaire funciona, sacude y entretiene.
Basada en el libro Q&A, del novelista y diplomático indio Vikas Swarup, el realizador Danny Boyle -responsable también de una obra casi ecléctica (Trainspotting, La playa, Exterminio, Alerta solar)- conjuga en el film tres relatos paralelos que oscilan entre el escalonamiento ganador del joven protagonista en un programa televisivo de preguntas y respuestas, la tortura policial que pretende hacerle confesar cómo es que sabe las respuestas triunfales, y el racconto de su vida personal, justificación de todo lo que Jamal (Dev Patel) sabe responder durante el periplo televisivo.
Es así que asistimos al desenvolvimiento vital de los pequeños Jamal y Salim. Orfandad, peleas religiosas, la búsqueda de trabajo y comida, el delito como salida, y la solidaridad constante de Jamal, tan clara como su amor por Latika, a quien el niño dedicará una vida de búsqueda y reencuentros.
Pero lo más interesante radica en el planteo que de lo televisivo el film supone. Al menos como antítesis que, paradoja social mediante, contrasta tanto como complementa. Porque el retrato mísero de lo social es el opuesto respecto del mundo lumínico televisivo, espacio de cartón que encierra sueños bajo la tentación y promesa de ser millonarios. Jamal, el chico que sirve té, despectivamente retratado por el conductor televisivo, acude allí, aunque por razones que luego sabrán revelarse.
La gente se arracima alrededor de las vidrieras con aparatos lumínicos, luces electrónicas que les hacen vivir un sueño imposible. Pero ahora es alguien tan pobre como ellos el que ha accedido, el que goza de la posibilidad de ganar la cifra de tantos ceros. (Y aún cuando uno entienda motivos de estructura social ante la situación, la desazón estará siempre dada por el hecho que supone la ratificación que como televidentes míseros hacen y harán los implicados. Pero ése es otro asunto…).
La India, sabrá decir el film de Boyle, es ésta, la de la violencia policial y la falta de empleo, pero también tendrá su retrato correspondiente ante la misma Estados Unidos: turistas ignorantes que solventan todo problema con el uso del dinero. Espectadores extasiados ante la belleza que supone “el lavadero más grande del mundo”.
El baile final permite entender lo visto, también, como un divertimento pleno de fábula, con ingredientes tanto posibles como imposibles. Coreografía de ciudadanos, pobreza, sueños, y una historia de amor casi tan rocambolesca como las propuestas por la misma imaginería cinematográfica que proviene de la India y su denominada Bollywood.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario