viernes, 20 de febrero de 2009

John Carpenter: maestro maldito


Un repaso -vivencial, pasional, reverencial- por una filmo
grafía artesanal, por un director excepcional.

Nota publicada en Revista Erre! Año 3 - #12 (11/2008)


Desde su primer film –Dark Star (1974)- la crítica ignoró, si no es que vilipendió, cada uno de los títulos de John Carpenter (EU, 1948). Carpenter dixit: “Depende del país. En Francia soy un auteur. En Inglaterra soy un director de películas de terror. En Alemania soy un director de cine. En los Estados Unidos soy un don nadie”.
Si recordamos casos similares, sólo una tarea crítica posterior –y francesa- se encargó de enarbolar los méritos autorales de realizadores como Alfred Hitchcock o Sam Fuller. El caso de John Carpenter es un poco el mismo: luego de homenajear a su idolatrada Río Bravo (de su idolatrado Howard Hawks) en Asalto al Precinto 13 (1976), Carpenter acierta la taquilla con Noche de brujas (1978) e inaugura, a su pesar, la larga tradición del asesino serial. Entre estos dos films -gigantes y de pequeños presupuestos- Carpenter ya cimenta un talento narrativo y temático (1): la ausencia de un “héroe límpido” (en todo caso, podremos hablar de “anti-héroes”) y la destreza narrativa en el uso del “fuera de campo” (Michael Myers en Noche de brujas, o el indeterminado mal de La niebla –1979- o de Príncipe de las tinieblas –1987-).
Dixit 2: “Mi único criterio cuando trabajo bajo contrato es conseguir el control creativo del film (…) me dejarían el control sólo si se hace muy barato”. El cine de Carpenter, marginal, escapa a los presupuestos disparatados y, cuando puede, se burla de ellos (como es el caso de Fuga de L.A. –1996-). Su hastío frente a los grandes estudios se evidencia tras sus disgustos de rodaje en Rescate en el Barrio Chino (1986) y por su búsqueda de una mayor libertad creadora. Una de sus pequeñas y posteriores películas –Sobreviven, 1988- da rienda suelta a su radiante anarquismo: una invasión extraterrestre nos domina desde hace tiempo y permanece oculta bajo rostros aristócratas y burgueses, mientras la publicidad subliminal oculta órdenes precisas: Obedezca, Consuma, Sométase, Mire TV(2).
3: “Kurt [Russell] me cae muy bien. Podemos hablar de chicas y de deportes (…) resulta muy fácil de dirigir. Kurt siempre parece saber qué quiero”. Las colaboraciones con su actor fetiche son cinco: Elvis; el rey está vivo (telefilm de 1979), Escape de New York (1981), El enigma de otro mundo (1982), Rescate en el Barrio Chino y Fuga de L.A.. “Snake” Plissken se constituye como modelo del anti-héroe carpentiano: solitario, rebelde y, claro está, anarquista. El guión pergeñado por Carpenter –en 1974- acerca del convicto forzado a liberar al presidente norteamericano de la aislada NY de 1997, sólo pudo rodarse en los ’80; sus burlas al gran mandatario lo hacían intolerable para los productores. Pero la pesadilla mayor para el realizador fue su remake de El enigma de otro mundo (The Thing, 1951, Christian Nyby, H. Hawks): la tortuosa experiencia de un contacto extraterrestre no interesó a un público y crítica sumidos en la “explosión de amor” (dixit 4) que fomentó el E.T. de Steven Spielberg (3).
Habrá que ver y rever, entonces, esa mezcla de western y horror y crítica despiadada a la Iglesia Católica que es su Vampiros (1998), capaz de delinear un personaje de rasgos tan incombustibles -el cazavampiros Jack Crow- como su mismo actor, James Woods.
En Fantasmas de Marte (2001), otro western pero en clave sci-fi, la superficie marciana es explotada por colonias humanas, hasta que espíritus antepasados –con adornos y pinturas que recuerdan tribus indígenas- invaden los cuerpos terrestres e inician una revuelta. Dixit 5: “Marte es una fuerza poderosa dentro de los asuntos humanos. Siempre lo ha sido. Es el dios de la guerra, el dios del amor. Marte es el color rojo”.
Hay también dos capítulos carpentianos para la serie televisiva Masters of Horrors. El primero de ellos, Cigarette Burns (2005), es todo un ejemplo de saber narrativo: el horror absoluto lo contiene una película mítica y peligrosa, capaz de generar muertes en masa y de mantener cautivo –encadenado y con sus alas cortadas- a un ángel en la Tierra.
y 6: “Dirigir no se trata de una sola cosa. No es sólo un plano de seguimiento o sólo los objetivos, o la iluminación, o la música… Es como un matrimonio de todas esas cosas”. Mientras esperamos que la promesa del film Scared Straight sea verdad para el 2009 –aunque el protagonista previsto sea Nicolas Cage- nos queda toda una filmografía para descubrir o rever, más otros títulos igual de sólidos como Christine (1983), Starman (1984), El pueblo de los malditos (1995) y En la boca del miedo (1995), junto con el guión que Carpenter firmara para Los ojos de Laura Mars (1978), de Irvin Kershner, más toda una vida de cine desde la cual corroborar que la artesanía de los viejos contadores de historias sobrevive, como siempre, en maestros malditos.
John Carpenter, uno de ellos.

(1) Lo que se suma a la banda musical que realiza para cada una de sus películas: de corte minimalista, oscilando entre el blues y el rock.
(2) Fernando M. Peña ha expresado: “(…) disfrazado de Ken Loach, Carpenter registra largas colas de desempleados, tiendas de lona y nylon habitadas por homeless, ollas populares, gente que se cubre precariamente de la lluvia con cajas de cartón” - revista “Film” #14 (jun/jul ‘95), p.34.
(3) Recordemos una de las últimas líneas del “ET” hacia la entonces chiquilina Drew Barrymore: “Be good” (“Sé buena”); línea escuchada por cientos de miles de niños espectadores.

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