martes, 24 de febrero de 2009

Revolutionary Road (2008, Sam Mendes)



Enfrentar el vacío insondable


Sólo un sueño
(Revolutionary Road) EE.UU./Inglaterra, 2008 Dirección: Sam Mendes. Guión: Justin Haythe, a partir de la novela de Richard Yates. Fotografía: Roger Deakins. Música: Thomas Newman. Montaje: Tariq Anwar. Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Kate Winslet, Kathy Bates, Michael Shannon, David Harbour, Kathryn Hahn. Duración: 119 minutos.



En Sólo un sueño asistimos -podríamos pensarlo del siguiente modo- a una mirada que espeja y distorsiona. Quien se mira y aterra ante el reflejo es el modelo social. Con todas las implicancias que suscita precisarlo en la década de los años ’50, en un Estados Unidos que vive inmerso en su sueño de familia, casa, automóvil, padre oficinista y madre ama de casa.

Se vuelve inevitable pensar también en el retrato cercano que, desde otro ángulo temático, llevara a cabo el admirable film Lejos del paraíso (2002, Todd Haynes), en donde una intachable señora Whitaker (Julianne Moore) vive no sólo una crisis marital, sino también el peso del prejuicio social ante lo que supone la amistad y afecto de su jardinero, negro, como la pesadilla que provoca el quiebre del denominado “sueño americano”. Así como tampoco será desacertado pensar en la ópera prima del mismo Sam Mendes, realizador de Sólo un sueño: en Belleza americana (1999), Mendes delineó una de las mejores plasmaciones sobre la familia norteamericana, inmersa en plena debacle del denominado american way of life.
Lo que nos ofrece Sólo un sueño es una radiografía del vacío –es éste el término que sabrá subrayarse durante el film- que anida tras una pantalla social maquillada de envases Tupperware más desayunos con huevos revueltos. Todos ingredientes de un mismo periplo diario, reiterativo y recurrente. Porque si algo deprime a Frank Wheeler (Leonardo DiCaprio) es la certeza que lo corroe por reiterar el mismo recorrido de vida que su padre. Mientras, dos niños prácticamente ausentes para el registro paterno, decoran a los Wheelers y su casa encantadora. El viaje a París que propone April (su mujer, inmejorablemente interpretada por la cada vez más estupenda Kate Winslet) funciona como la vía de escape, como la oportunidad de no sólo huir de “esta vida consumista”, sino como la posibilidad de reencontrar móviles vitales y auténticos. April sabe –intuye uno- que es ésta su última oportunidad. Los Wheelers dejan estimularse por una sensación jovial renovada, más el estupor que la noticia provoca en cada uno de sus conocidos y amigos.
Será entonces cuando la maquinaria social atenace de manera convincente. Será entonces cuando los mandatos familiares generen el peso determinante. Hijos que procrear, que cuidar. Simulacros de parejas que destilan sudor sexual a escondidas, aunque con otros. Y la noción cuerda que sostiene John (Michael Shannon), el hijo disfuncional de la dulce casera (Kathy Bates) que ofrece inmuebles a buen precio, para parejas de bien, mientras acalla los gritos de su único descendiente, presa de un psiquiátrico que calma los delirios de alguien que sabe, de veras, acerca del vacío que se esconde, acerca de la banalidad que les espera.

Sólo un sueño no sólo es una mirada desencantada sobre los sueños dorados de la década del ’50, sino un tapiz crítico y drástico de un manto social que nos recubre y cuyas contradicciones, todavía, convencen.

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